La tecnología actual ya permite grabar patrones en una superficie con luz y producir estructuras 2D. Para el 3D también es posible si se agregan capas superpuestas, pero es un proceso tedioso y no implica la reducción del objeto, sino una copia de escala menor. Pero ahora,desde el MIT se ha dado un salto descomunal en esta materia, gracias al trabajo de un equipo liderado por Edward Boyden. ¿Qué han logrado exactamente? Pues fabricar objetos tridimensionales a nanoescala, además de modelarlos con materiales útiles, incluyendo metales y ADN.
Boyden ha presentado su trabajo en Science, y en su nota relata que adoptó una técnica que su laboratorio desarrolló hace unos años para obtener imágenes de alta resolución de tejido cerebral. Esta técnica, conocida como microscopía de expansión, se basa en utilizar un material muy absorbente hecho de poliacrilato, como el “esqueleto” para el proceso de nanofabricación.
Cuando las moléculas se unen, los investigadores reducen las estructuras agregando un ácido, que bloquea las cargas negativas en el gel de poliacrilato de manera que ya no se repelen entre sí, lo que hace que el gel se encoja. Así, los objetos pueden reducir diez veces su tamaño en cada dimensión, logrando una reducción total de 1.000 veces el volumen original. Al invertir este proceso, los investigadores descubrieron que podían crear objetos a gran escala incrustados en hidrogeles expandidos y luego reducirlos a nanoescala, un enfoque que denominan fabricación de implosión.
«Es una forma de colocar casi cualquier tipo de material en un patrón 3-D con una precisión a nanoescala», explica Boyden en un comunicado.