Penrose predijo que el objeto podría adquirir una energía negativa en esta área inusual del espacio. Para ello, era necesario que al soltar el cuerpo se divida en dos partes para que una mitad caiga en el agujero negro mientras la otra es recuperada.
Así, la acción de retroceso serviría para medir la pérdida de energía negativa y la mitad recuperada ganaría energía extraída de la rotación del agujero negro. Sin embargo, el físico explicó que el desafío de ingeniería era tan grande que solo una civilización muy avanzada, tal vez alienígena, podría llevar a cabo esta tarea.
Dos años más tarde, el físico soviético Yakov Zeldovich consideró que la teoría podría ser probada con un experimento más práctico en la Tierra. Su idea planteaba ondas de luz ‘retorcidas’, que golpeen la superficie de un cilindro de metal en rotación y que terminarían siendo reflejadas con energía adicional extraída de la rotación del cilindro.
Sin embargo, la propuesta de Zeldovich requería de un cilindro de metal que pueda rotar al menos mil millones de veces por segundo, una característica todavía imposible para los límites actuales de la ingeniería humana.
No obstante, los investigadores de Glasgow “finalmente han encontrado una forma de demostrar experimentalmente el efecto que propusieron Penrose y Zeldovich al ‘retorcer’ el sonido en lugar de la luz, una fuente de frecuencia mucho más baja y, por lo tanto, mucho más práctica para demostrar en el laboratorio”, reza el texto del comunicado.