Mira, todo se está derrumbando. ¡Te estoy borrando y soy feliz! (Joel Barish en ¡Olvídate de mí!).
Probablemente sea un pensamiento recurrente en la mente humana. Algo intrínseco, inevitable. Cualquiera se equivoca, comete errores, falla al intentar algo, vive algo que no hubiera deseado que ocurriera o decepciona a alguien o a sí mismo. Los errores avergüenzan, espantan y duelen. Algo parecido ocurre con las fobias, o los traumas, que reaparecen para atormentarnos una y otra vez. En ocasiones se producen todas estas sensaciones al mismo tiempo. Y poco después aparece una respuesta emocional y neuronal: ¿por qué no obviar ese recuerdo? ¿Por qué no enterrarlo, o directamente olvidarlo? Sobre todo, si se trata de un recuerdo traumático. ¿Hasta qué punto es posible?
La edición de la memoria es un concepto con el que se ha jugado mucho en la literatura, el cómic y el cine. Imperdonable no conocer ejemplos mainstream como Total Recall o Men in Black, aunque igualmente hay ejemplos más intimistas, que hacen un mapeado de esta cuestión de forma más humana, haciendo uso de recursos menos ambiciosos pero igual de efectivos. Despertar emociones es un objetivo primordial de todas las expresiones artísticas, porque apuntan directamente a uno de los fundamentos del propio ser humano: su capacidad de tener sentimientos. Y, de entre todos ellos, el más intenso y complicado es el amor. Al menos, estaría en la selección de emociones difíciles de racionalizar de cualquiera que se lo plantee.
El amor es complicado, con todas sus implicaciones, incluidos los recuerdos negativos que se tengan de él. Y es ahí, y en la idea de que es posible suprimir directamente a alguien de tu vida, donde incide la maravillosa Eternal Sunshine of the Spotless Mind (que en España se tituló ¡Olvídate de mí!), creada por un binomio formado por Michel Gondry y Charlie Kaufman. Una vez más, una película que sirve como vehículo de reflexiones profundas, sobre cuestiones muy importantes, mundanas y a la vez misteriosas, con un toque de ficción. Porque, siendo sinceros, ¿qué hay más misterioso que la propia vida? Si al cóctel efervescente que supone el amor en sí mismo añadimos los recuerdos y su posible manipulación, damos con un producto muy original, tanto como merecer un Óscar, precisamente, al mejor guión original en el 2004.
El hecho de usar esta película en concreto para edificar un artículo sobre la memoria tiene dos motivos. Uno es su conexión con las emociones. El otro es que hace uso de la ficción para mostrar que es posible mapear todos los recuerdos de alguien sobre otra persona para posteriormente eliminarlos uno a uno hasta que no quede nada, ni una mísera imagen. Hacer como si todo lo vivido, lo bueno y lo malo, jamás hubiese ocurrido. ¿Es posible algo así sin hablar de enfermedades neurológicas tan terribles como el Alzheimer?
Lo básico de la cuestión es tratar de determinar si la memoria está ligada a las sinapsis neuronales y a determinados genes o proteínas (todo desde un punto de vista plenamente científico), si por el contrario las emociones individuales y subjetivas juegan un rol a tener en cuenta, o ambas realidades se pueden dar al mismo tiempo.
¿Hasta dónde es posible alterar un recuerdo?
Las técnicas de manipulación de la memoria usadas en películas de ciencia ficción parten del supuesto implícito de que los recuerdos únicos tienen firmas identificables en el cerebro que pueden ser objeto de implantación o eliminación. Es decir, que se puede generar o suprimir un recuerdo único desde cero, identificando a partir de un mapeado un recuerdo en concreto. Un reciente artículo de la revista Nature, de Elizabeth A. Phelps y Stefan G. Hofmann, explora los múltiples estudios de estas premisas y revisa qué es factible, qué podría serlo parcialmente y qué es imposible, siempre contando con la tecnología y conocimientos con los que se cuenta actualmente.
Las representaciones neuronales de los recuerdos son mucho más complejas en los vertebrados que en los invertebrados, primeros objetos de estudio. Los métodos que se han utilizado para alterar la plasticidad sináptica en modelos animales no son seguros para su uso en humanos, debido precisamente a la mayor complejidad de nuestro cerebro. Esta es una idea que sigue siendo tenida muy en cuenta en cada ensayo clínico, siendo aún un obstáculo de peso.
Sin embargo, los neurocientíficos y psicólogos han comenzado a investigar técnicas que pueden superar estos desafíos. Estos nuevos enfoques se están utilizando para abordar la posibilidad de editar intencionalmente los recuerdos humanos, con objetivos tales como reducir las consecuencias emocionales derivadas de los recuerdos de eventos traumáticos, disminuir los antojos inducidos por las señales de drogas en los adictos o hasta mejorar la educación.
Hasta ahora, se han identificado una variedad de técnicas que pueden usarse para editar recuerdos humanos únicos, pero los intentos de traducirlos a terapias clínicas efectivas han producido beneficios inconsistentes, cuando no insustanciales. La representación de la edición de memoria en ciencia ficción destaca principalmente los esfuerzos para alterar el recuerdo consciente de los eventos de la vida, lo que se conoce como memoria episódica. Sin embargo, un evento traumático produce múltiples formas de expresión de la memoria. La persona probablemente recordará conscientemente detalles como dónde y cómo ocurrió el acontecimiento. Además, la exposición a una señal determinada puede ayudar a rememorar. Algo que el individuo relacione con el hecho puede provocar congelación momentánea y excitación fisiológica, o respuestas defensivas aprendidas.
Los recordatorios del trauma pueden evocar sentimientos negativos. Aunque estas diferentes formas de memoria para el mismo evento (es decir, detalles episódicos, respuestas defensivas, acciones habituales y sentimientos subjetivos) pueden interactuar, cada una involucra un sistema neuronal distinto para el almacenamiento y la expresión. Por esta razón, apuntar a un tipo de representación de memoria sensible de editar puede o no alterar otras formas de memoria para el mismo evento.
Los investigadores generalmente intentan editar sólo una forma de memoria. La mayoría de las investigaciones actuales se centran en dos tipos de representación: memoria episódica (mediada por el hipocampo); y respuestas defensivas (mediadas por la amígdala). Porque, básicamente, la memoria no se sitúa en un lugar específico del cerebro, sino que hace uso de distintas partes de él según la ocasión y las características propias de los recuerdos.
Por definición, una técnica que se utiliza para editar una memoria tiene que hacerlo después de que la memoria se haya formado o codificado inicialmente. Es decir, que de momento no se puede generar desde cero, sin que haya una experiencia “real” que sirva de base. Debido a esto, generalmente se cree que las técnicas de edición de memoria funcionan ya sea modificando el almacenamiento inicial de una memoria (consolidación) o modificando su nuevo almacenamiento después de la recuperación.
Otro desafío al apuntar memorias únicas para la edición es que, con una rara excepción, las firmas neuronales de incluso las memorias recientes son complejas y se pueden distribuir por todo el cerebro. Mapear todos los lugares que se activan y abordarlos es un riesgo que de momento no se puede tomar a la ligera.
Los conjuntos neuronales que representan recuerdos únicos están activos en ciertos momentos y, por lo tanto, pueden ser vulnerables a la edición durante estos períodos específicos. Uno de esos momentos es durante la consolidación inicial de los recuerdos, que es un proceso gradual de transformación y estabilización que implica reactivaciones neuronales recurrentes de la memoria, tanto mientras la persona está despierta como dormida.
Existen medicamentos que se pueden usar para inhibir ciertas reacciones neurológicas a eventos de este tipo. Por ejemplo, los investigadores vieron que la administración aguda de propranolol después de un evento traumático podría disminuir la consolidación de la memoria y la probabilidad de desarrollar un trastorno de estrés postraumático (TEPT).
Los estudios de neuroimagen del control de la memoria muestran que estas técnicas comprometen los circuitos cerebrales prefrontales que son típicos del control y podrían ser la base de la inhibición o la supresión. Generalmente, no se busca ayuda profesional hasta mucho después de que ocurra un evento angustiante. En este momento, se supone que los recuerdos para el evento clínicamente relevante están completamente consolidados, por lo que la edición de la memoria mediante la consolidación de objetivos tendría poco éxito.
La ciencia de la edición de memoria es matizada y complicada, y actualmente se sabe relativamente poco acerca de cómo estas técnicas podrían aplicarse de manera más efectiva a los tratamientos clínicos. Sin embargo, la rápida velocidad a la que avanza esta ciencia sugiere el potencial para aplicaciones prometedoras de técnicas de edición de memoria en el futuro.
La idea de que uno podría borrar esencialmente las memorias de amenazas previamente consolidadas, al menos tal como se expresa a través de respuestas defensivas, fue y es de gran interés para los investigadores y otros profesionales. Sin embargo, se sigue indagando para encontrar formas de traducir estos hallazgos, porque los agentes amnésicos que generalmente se usan en estudios con animales no son seguros para usar en humanos.
De entre las técnicas conocidas, la reestructuración de recuerdos es otra de las más atractivas para tratar recuerdos únicos. En la inscripción de imágenes, se les pide a los pacientes que imaginen vívidamente un evento traumático, pero luego que cambien el resultado o los detalles del evento para que sea no traumático y deseable. Es como generar una línea temporal alternativa, con otro camino diferente que traiga al sujeto hasta el presente.
Este escenario modificado generalmente no se basa en la realidad, ni siquiera es realista. Es una historia alternativa y deseable que comparte muchas de las características de la memoria original del trauma. El mecanismo de superposición de imágenes no se comprende bien. Sin embargo, dado que implica alteraciones de memoria únicas, este enfoque podría mejorarse integrando técnicas de edición de memoria.
La idea de que los recuerdos humanos pueden ser selectivamente señalados para la edición ya no es solo ciencia ficción. Sin embargo, en este caso, la verdad (o investigación) es más extraña, más complicada y más matizada que la ficción. Cada tratamiento para tratar traumas debe ser especializado y no general, además, siempre conducido por expertos.
A diferencia de las películas, las técnicas actuales de edición de memoria parecen modificar aspectos de los recuerdos, en lugar de borrarlos.
Lacuna
A pesar de lo anteriormente descrito, la ciencia ficción sigue haciendo uso de la edición de memoria en sus vertientes más extraordiarias. Aunque queda claro que de momento es imposible generar o suprimir recuerdos complejos, las mentes creativas siguen jugando con esta opción, dando rienda suelta a la imaginación y proyectando anhelos de este tipo en sus obras. El ejemplo cinéfilo que se trae a colación en este artículo, Eternal sunshine of the spotless mind, explora precisamente ese deseo, el de olvidar completamente una relación traumática. Además, entre personas que son potencialmente disfuncionales emocionalmente. Porque, como bien se sabe, ninguna relación es perfecta, y muchas acaban de forma dolorosa. Idealizar a una persona que te gusta se puede convertir en una bomba de relojería, además de que es muy injusto hacia esa otra persona, que recibe sobre sus hombros un peso que jamás podrá soportar. De ahí que Michel Gondry y Charlie Kaufman idearan esta cinta, cuyo título viene del poema de Alexander Pope Eloisa to Abelard, escrito en 1717.
How happy is the blameless vestal’s lot!
The world forgetting, by the world forgot.
Eternal sunshine of the spotless mind!
Each pray’r accepted, and each wish resign’d.
¡Qué feliz es la suerte de la vestal sin tacha!
Olvidarse del mundo, por el mundo olvidada.
¡Eterno resplandor de la mente inmaculada!
Cada rezo aceptado, cada deseo vencido.
La idea surgió a partir de unas conversaciones entre Michel Gondry y el coescritor del filme, Pierre Bismuth, en 1998. Bismuth había concebido la idea de borrar ciertas personas de la mente después de las quejas de una amiga sobre su novio; cuando le preguntó si borraría a su novio de su memoria, ella contestó que sí. En un principio Bismuth iba a realizar un experimento artístico que consistía en enviar cartas a gente afirmando que un conocido los había borrado de su memoria. Después de mencionárselo a Gondry, la idea se transformó en una historia basada en situaciones que se desatarían si eso fuese científicamente posible. La idea original, el experimento de Bismuth, nunca llegó a llevar a cabo.
Gondry contactó con Charlie Kaufman y le expuso el concepto; ambos ya habían trabajado juntos en Human Nature de Kaufman. Desarrollaron la trama en una historia corta. Aunque la historia es original y el guion fue escrito por el mismísimo Charlie Kaufman, muchos elementos de la cinta están basados en dos novelas de Boris Vian: La Hierba Roja y El Arrancacorazones. Esa acusación ha perseguido al binomio de creativos hasta hoy, sin que ninguno haya dado veracidad a esas sospechas.
A pesar del esbozo, su desarrollo se retrasó durante años. Durante esa época, el cineasta Christopher Nolan estrenó Memento, un film que trataba el tema de la memoria de un modo similar. Las similitudes preocuparon a Kaufman y amagó con abandonar el proyecto. Finalmente, la película vio la luz en 2005, con resultados discretos en taquilla. Sin embargo, el tiempo la ha convertido en película de culto, precisamente por la forma en que se tratan la relación de pareja, alejada de los extremos que se suelen mostrar, el de la visión maravillosa y romántica y el de la toxicidad que deriva en maltrato o asesinato.
A pesar de que algunos se acercaron a ella pensando que se trataba de una comedia romántica, el resultado final fue un drama con tintes de humor y de ciencia ficción con el argumento del borrado de memoria. La premisa es la que sigue: Joel Barish (Jim Carrey), tímido y retraído, y Clementine Kruczynski (Kate Winslet), de espíritu libre y espontánea, se conocen en el ferrocarril de Long Island desde Montauk (Nueva York) hasta Rockville Centre. Los dos han sentido una extraña necesidad de viajar a Montauk ese día y conectan casi inmediatamente, a pesar de sus personalidades opuestas. Aunque ellos no lo saben, Joel y Clementine son en realidad ex novios, ahora separados después de una relación de dos años. Después de una discusión, Clementine acudió a la clínica Lacuna, Inc. para borrar todos los recuerdos de su relación con Joel.
Lacuna, el nombre de la compañía que borra mentes y recuerdos de algo o alguien, viene del latín y su significado es: ‘lapso o la parte que falta’. Se basa en una tecnología desarrollada por el doctor Howard Mierzwiak, interpretado por Tom Wilkinson. Según se cuenta en la cinta, es posible desencadenar una serie de procesos que lleven a la eliminación de una persona de la memoria de otra. Para ello, se pregunta al interesado en el “borrado” sobre todo lo referente a esa otra persona, sus emociones hacia ella y su historia compartida. Posteriormente se mapean sus recuerdos en base a las emociones subjetivas que despiertan en el individuo determinadas imágenes relacionadas con la otra persona, y finalmente se la somete a un tratamiento intensivo de borrado con un utensilio que, conectado al cerebro del paciente, rastrea esas huellas cerebrales para borrar la presencia de la persona señalada. El resultado final es una suerte de lavado de cerebro, donde queda un vacío que no se puede llenar fácilmente.
El diseño del casco que elimina los recuerdos de los pacientes en la película está inspirado en un aparato real. Michel Gondry y el equipo de diseño trabajaron codo a codo con un grupo de neurocirujanos para encontrar el diseño adecuado. La historia transcurre en gran parte dentro de la mente de Joel, durante el proceso de borrado de su memoria. Mientras sueña, Joel rememora en sentido inverso los momentos que pasó con Clementine, comenzando con el fin de la relación. A medida que llega a los recuerdos más felices de los comienzos de su relación con Clementine, decide conservar por lo menos algún recuerdo de ella y de su amor, tratando de escapar del borrado de memoria moviendo sus recuerdos idealizados de Clementine a recuerdos que no tienen relación con ella e intentando despertar para detener el procedimiento. A pesar de sus esfuerzos, los técnicos logran borrar todos sus recuerdos.
Finalmente, Joel llega a su último recuerdo de Clementine: el día que se conocieron en una casa de playa en Montauk. Mientras el recuerdo se desintegra, ella le susurra al oído que la busque en Montauk. Esto hace que Joel y Clementine sientan la necesidad de viajar a Montauk al día siguente sin saber por qué, y se encuentran en la estación (la escena del principio de la película).
De vuelta en el presente, después de que Joel y Clementine se conocen a bordo del tren. Clementine pasa por su casa y recoge el correo, que incluye las grabaciones sobre los pacientes de Lacuna que Mary (secretaria de la clínica del doctor Mierzwiak, que había sido previamente sometida al tratamiento para borrar su relación con el doctor) ha enviado. Cuando pone la cinta en el coche de Joel, ambos quedan sorprendidos al oír a Clementine hablando de los malos recuerdos que tiene de Joel. Él, creyendo que se trata de una broma, la echa de su coche. Sin embargo, más tarde, Clementine va a visitar a Joel a su casa, donde le encuentra escuchando su propia grabación en la que habla mal de ella. Clementine decide marcharse, pero Joel le pide que se quede y recomiencen la relación. En un principio Clementine se resiste, argumentando que podría terminar de la misma forma. Joel lo admite, pero deciden intentarlo nuevamente, sin importar lo que pase.
La predestinación es otro de los elementos que se tienen en cuenta en la historia. De hecho, se dejó un final abierto a propósito, para que así se sacaran conclusiones diferentes. Dependiendo del momento emocional que se viva, cada persona puede sacar conclusiones distintas, que pueden ayudarle o no a superar una relación. El primer esbozo del guión (localizable y que se puede descargar sin ningún problema) contaba con una escena ubicada en el futuro que mostraba una Clementine mucho mayor volviendo a Lacuna para eliminar a Joel de su memoria, algo para lo que ha sido enseñada muchas veces. Es decir, que su relación se ha convertido en un ciclo inevitable que se repite, siempre con el mismo inicio y el mismo final.
El amor es complejo y misterioso, al igual que los recuerdos. Las expectativas juegan un papel enorme en una relación, tanto como para agarrarnos irremediablemente a ellas, llegando a una decepción enorme si no se ven cumplidas. Las personas juzgan subjetivamente sus propias vivencias y las de otras, creando sus propias versiones de lo acontecido. Versiones que, por cierto, nada tienen que ver con la realidad, ese concepto consensuado que se construye sin saber verdaderamente a qué se refiere y bajo qué parámetros funciona.
Esa realidad engloba todo lo conocido y desconocido, estando la memoria incluida. La memoria es casi lo más preciado que se puede poseer (junto a la propia vida), pero a la vez es engañosa y susceptible de ser modificada por mecanismos puramente naturales como el paso del tiempo, la interpretación o las emociones, como se ha visto en párrafos anteriores. ¿Pero y si fuera algo más? ¿Y si fuera una especie de virus que tenemos incorporado en el cerebro y que infecta a todos por igual? ¿Podría generar falsos recuerdos, o ayudar a borrarlos?
La memoria: la esencia y el papel de la proteína ARC
Decía el genial Carl Sagan que tenemos la capacidad de almacenar en nuestra mente una información equivalente a la de diez billones de páginas de enciclopedia. Ese cálculo es optimista, pero quizá no tenga en cuenta algo: hay muchas cosas que se olvidan en el camino, o que se distorsionan según las sensaciones de cada cual y lo que se haya oído al respecto. La memoria, al fin y al cabo, no hace más que codificar, almacenar y recuperar la información del pasado, de forma que ayuda a recuperar retazos a conveniencia.
Como otras muchas características, la memoria no es algo propiamente humano, sino que tiene un alcance mucho mayor. Sin embargo, en el caso de nuestra especie supone su propia esencia. Lo que fuimos, una vida llena de recuerdos de todo tipo. Sin entrar en tecnicismos, recuperar recuerdos es traerlos a la conciencia actual, de forma que se actualizan y se vuelven a interpretar, aunque, como se viene diciendo, no siempre de forma fidedigna, sino igualmente sujetos a la experiencia emocional que nos marca. Es por ello que la experimentación con recuerdos complejos en humanos es muy complejo. Sin embargo, sí que se han producido avances importantes en estudios con animales, que han servido para encontrar una vía de investigación ambiciosa, quizá con repercusiones de cara a conocer y paliar enfermedades neurodegenerativas que tengan que ver con la memoria. Y todo con un gen de por medio: el ARC.
Este gen en cuestión es esencial para la formación y almacenamiento de la memoria en el cerebro, ya que ayuda a codificar una proteína con un papel vital en la plasticidad sináptica, proceso biológico que permite al cerebro cambiar y adaptarse a la nueva información. La alteración de la proteína se ha relacionado con diversos trastornos neurológicos, como el Alzhéimer o la esquizofrenia. Lo sorprendente es que durante el pasado año se hicieron estudios sobre él que llegaron a una conclusión muy sorprendente: increíblemente, su funcionamiento tiene muchos puntos en común con los de un virus. En experimentos con ratones a los que se les suprimió el ARC, se comprobó que eran incapaces de recordar cosas que aprendieron 24 horas antes.
Cómo funciona esta proteína y cuál es su origen exacto sigue siendo un absoluto misterio. Sin embargo, una de sus funciones conocidas es regular el transporte de receptores del glutamato y mantener sus niveles en la superficie de las neuronas en respuesta a la actividad neuronal.
La primera pista del origen de ARC vino de la observación de una característica inusual en la proteína: ARC puede autoensamblarse en cápsides similares a las de los virus. Se aglutina y se multiplica, formando un conjunto mayor que el inicial. Puesto que este es un rasgo propio de los virus, los investigadores diseñaron varios experimentos para determinar si ARC no solo parecía un virus sino que también tenía su comportamiento. Añadiéndose a lo anterior, los investigadores comprobaron que estas estructuras pueden integrar su propio ARN mensajero. Los investigadores encontraron que las proteínas ARC son liberadas de las neuronas como vesículas extranucleares que cargan el ARN mensajero que codifica para el propio ARC y median la transferencia del mismo a otras células, donde finalmente es traducido a proteínas.
«Empezamos esta línea de investigación sabiendo que Arc era especial de muchas maneras, pero cuando descubrimos que ARC era capaz de mediar el transporte célula a célula de ARN, nos quedamos de una pieza» señala Elissa Pastuzyn, investigadora de la Universidad de Utah y primera firmante del trabajo. «Ninguna otra proteína no viral que conozcamos actúa de esta forma.»
El equipo también llevó a cabo estudios evolutivos, que permitieron determinar que el gen ARC mamífero actual deriva de elementos anteriores a los retrovirus, que se integraron en el genoma de un organismo ancestral hace millones de años.
¿Conclusión? Quizá el ARC deriva de proteínas de origen vírico, transformándose en algo esencial para la memoria. Capaz de infectar a otras neuronas, transportándose de unas a otras con una carga que permite volver a formar la proteína en cuestión. Un “virus cerebral” en toda regla. De confirmarse esta teoría en otras especies ARC representaría un ejemplo extraordinario de cómo una proteína ancestral de origen viral ha redirigido su función hacia procesos funcionales claves en los organismos superiores, como son la memoria o la cognición.
La posibilidad de que proteínas similares a virus puedan ser la base de una nueva forma de comunicación célula a célula en el cerebro podría cambiar nuestra comprensión de cómo se hacen los recuerdos, según Jason Shepherd, autor principal del estudio.
Desde el punto de vista meramente científico, lo próximo será experimentar con humanos, algo que seguro que será bastante más complicado. Si estos estudios se aproximan a la verdad, y esta proteína con funcionamiento similar a los virus es capaz de transmitirse y propagarse por el cerebro, ¿podría ser culpable de otro tipo de fenómenos, más allá de las citadas enfermedades? ¿Podrían tener que ver con la generación de falsos recuerdos? ¿Este “virus” es transmisible, y por lo tanto capaz de infectar a gente de nuestro alrededor? ¿Permitiría editar recuerdos complejos? ¿Haría posible que una empresa como Lacuna fuera algo más que parte de un guión cinematográfico?
Fuentes:
- https://www.nature.com/articles/nn.3429
- https://healthcare.utah.edu/publicaffairs/news/2018/01/memory-virus.php
- https://www.nature.com/articles/s41586-019-1433-7
- https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/10634773
- https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25348121
- https://cinephiliabeyond.org/eternal-sunshine-spotless-mind-unforgettable-heartbreaking-exploration-love-human-beings-nature-memory/
-
FROM SCRIPT TO SCREEN: ‘Eternal Sunshine Of The Spotless Mind’
- https://www.dvdtalk.com/interviews/charlie_kaufman.html