Un nuevo estudio interdisciplinar realizado entre tres universidades suecas ha permitido interpretar más runas, y el resultado es fascinante. Aparentemente, la piedra de Rök es un aviso a las nuevas generaciones de la posible llegada de un invierno de proporciones catastróficas. La piedra habla de una batalla de 100 años, pero el nuevo estudio realizado por historiadores, filólogos y arqueólogos sugiere que no se refiere a una guerra entre tribus, sino a un conflicto a una escala mayor y más ominosa: “La guerra entre la luz y la oscuridad, el calor y el frío, la vida y la muerte”.
Los vikingos acostumbraban a mezclar los sucesos que vivían con su propia mitología creencias, y en el siglo sexto de nuestra era, la vida se hizo muy complicada para ellos. Se cree que hacia el año 536, a finales de la edad del bronce, una serie de erupciones volcánicas en diferentes zonas del planeta provocaron un cambio climático que sumió Europa en la oscuridad y provocó un invierno largo y tremendamente duro. Las estimaciones apuntan a que la península escandinava perdió a la mitad de la población durante ese brutal invierno.
El trauma de aquella catástrofe quedó registrado en el imaginario nórdico como Fimbulwinter, el largo invierno y primera de las catástrofes que anunciaban la caída de los dioses, el apocalipsis vikingo conocido como Ragnarok. Siglos después, una serie de fenómenos poco usuales convencieron a los vikingos de que esta vez llegaba el fin del mundo. Bo Graslund, arqueólogo de la Universidad de Uppsala y uno de los autores del estudio explica:
“Una potente tormenta solar coloreó los cielos de rojo, las cosechas se resintieron debido a un verano extremadamente frío, y tuvo lugar un eclipse solar. Cualquiera de esos fenómenos por sí solo ya hubiera bastado para hacer que los vikingos temieran otro Fimbulwinter”.
Así pues, los artesanos vikingos erigieron la piedra de Rök no solo como tributo a los muertos y crónica de Theodoric, sino como una advertencia a las generaciones futuras de que se aproximaba una catástrofe climática. La catástrofe probablemente nunca llegó, pero sus ecos aún resuenan hoy en día en un planeta preocupado por catástrofes climáticas probablemente igual de graves.