El cráter que dejó ese meteorito nunca se encontró. Los geólogos saben de la existencia de ese meteorito precisamente por el rastro de vidrio fundido (un material llamado tectita) que dejó, pero durante más de 100 años han rastreado nuestro planeta sin lograr encontrar el lugar donde cayó, ni en tierra, ni bajo el mar.
Ahora un equipo de científicos acaba de publicar un estudio en Proceedings of the National Academy of Sciences en el que creen haber encontrado el cráter y la razón por la que ha permanecido oculto todo este tiempo. Tras analizar la composición y tamaño de las tectitas, los investigadores rastrearon su origen hasta la meseta de Bolaven, una región al sur de Laos (entre Tailandia y Vietnam). Allí detectaron una anomalía gravitacional que sugiere la existencia de un cráter de 13×18 kilómetros.
¿Por qué nadie reparó en ese cráter? Pues porque en algún momento posterior, un volcán entró en erupción en esa zona, llenando el cráter de magma que hoy es una mezcla de piedra arenisca y arcilla esquistosa.
Por ahora, la hipótesis de los investigadores es solo eso, una hipótesis.
El siguiente paso es desplazarse a Laos y realizar prospecciones en la meseta de Bolaven para confirmar si bajo la roca volcánica hay minerales que puedan asociarse con el impacto de un meteorito.