Según su publicación, el primer avistamiento de la roca espacial se dio durante las horas de la tarde del 13 de agosto de 2021. Todo gracias a la potencia del telescopio Blanco de 4 metros de la National Science Foundation en Chile. Después de esa primera visualización, los investigadores dedicaron otros dos días completos a observar el asteroide para entender todo lo posible sobre su órbita y cómo se había logrado mantener oculto a nuestra vista por tanto tiempo
Para identificar al nuevo miembro de los asteroides de Atira, se lo denominó 2021 PH27. En asteroide entra en la anterior clasificación por formar parte de aquellas rocas espaciales que tienen una órbita más cercana al Sol que la de la propia Tierra.
Como consecuencia, son objetos altamente difíciles de detectar, ya que el brillo del Sol suele ocultar su presencia cuando pasan frente a él. De ahí que solo se los pueda detectar a primeras horas de la mañana o la tarde, cuando los rayos solares no impactan con toda su fuerza en la Tierra y se hace posible distinguir los contornos de los asteroides en el cielo.
Según las observaciones realizadas en esas particulares condiciones, el asteroide podría tener la segunda órbita más pequeña alrededor del Sol. En ese ámbito solo le ganaría Mercurio, que da la vuelta al astro en tan solo 88 días, mientras que 2021 PH27 requiere de 113. Aun así, se gana el primer lugar de cercanía al Sol, ya que su órbita ovalada permite que se aproxime mucho más a él. Además de lo anterior, también se estimó que el asteroide debería tener al menos un kilómetro de largo. Sumado a ello, se vio que su órbita se mantiene en unos 32 grados, lo que explica la trayectoria elíptica que realiza en el espacio.
Cuando se aleja del Sol cruza la órbita de Mercurio y también la de Venus, situándose por breves momentos entre la Tierra y su vecino más cercano. Por ese gran camino que recorre, y las condiciones que soporta, el asteroide está condenado a un final temprano. Podría destruirse en una colisión con Mercurio, Venus o incluso con el propio Sol. Por el otro, la propia fuerza de su órbita alrededor del Sol podría terminar expulsándolo de nuestro sistema solar.
Se cree que pudo ser parte originalmente del cinturón de asteroides que hay entre Júpiter y Marte. Según dijo el astrónomo Scott Sheppard de la Carnegie Institution for Science, quien no participó en el descubrimiento, es posible que el asteroide se haya separado de la corriente principal y que su órbita actual tomara forma gracias a las presiones del Sol y de los dos planetas cuyas órbitas intercepta.
Por otro lado, también se cree que el asteroide podría ser un cometa extinto del sistema solar exterior. Eso ya que existe la posibilidad de que se aventurara demasiado en el anillo interno del sistema planetario y terminara atrapado por la fuerza gravitacional del Sol.