El análisis filogenético en el estudio de las historias: ¿Cómo y por qué cambian y sobreviven?

Una niña va de visita a casa de su abuela, y se encuentra con un lobo disfrazado. El lobo engaña a la niña en un primer momento, y finalmente se la come. O bien la niña logra escapar. O, por el contrario, también se puede escuchar otra versión en la que el lobo se come previamente a la abuela, o la esconde. Son diferentes versiones de una misma historia, la de Caperucita Roja, cuento hoy en día adulterado de los hermanos Grimm, que actualmente puede leerse en su versión primigenia gracias a la publicación de Los cuentos de los hermanos Grimm tal como nunca te fueron contados, de la Oficina de Arte y Ediciones, que recoge por primera vez en español la edición primitiva (1812) de los cuentos de, haciendo frente a la última de 1857, más completa y embellecida literariamente, pero censurada para satisfacer al gusto burgués. En ese momento fue el perfecto ejemplo del efecto Caperucita, la infantilización de cuentos orales que eliminan detalles escabrosos y logran que el protagonista siempre salga vencedor, humillando al ser imaginario que pretende hacer daño. En Europa o Norteamérica es una historia muy conocida, pero quizá no es tan conocido el hecho de que hay historias similares en Asia Oriental, como lo es La abuela tigre, en el que un grupo de niños se topan con un tigre que se hace pasar por uno de sus familiares más mayores.

En este sentido, el trabajo del antropólogo de la Universidad de Durham Jamie Tehrani es vital para entender cómo se originan las historias y cómo evolucionan hasta llegar a sus versiones más modernas. Su trabajo con muchas de estas historias comenzó precisamente con Caperucita Roja. En 2015 decía lo siguiente al respecto de los cuentos populares y su relación con los seres vivos:

Los cuentos populares son iguales que las especies: evolucionan a partir de su origen. Son contados una y otra vez, con pequeños cambios, y pasan de generación en generación. Muchas veces reconstruir una tradición es similar a reconstruir la relación de las especies. Tenemos pocos datos sobre la evolución porque normalmente los fósiles están incompletos; con los cuentos ocurre lo mismo: solían transmitirse de forma oral y rara vez constan por escrito.”1

La cultura cambia, y con ella la información transmitida a través de las generaciones. Con esta postura, Tehrani razona que para comprender la propagación y la transformación de la cultura, las historias populares son una herramienta fundamental porque son productos de las diferentes sociedades. Las historias, al igual que las personas, pertenecen a una comunidad, y son una parte orgánica de la misma.

En el presente, son los virales de Internet y las famosas Creepypastas las historias que tienen más auge. Crecen como la espuma y muchas de ellas se disuelven como un azucarillo a una velocidad a veces mayor. Muchos consideran este fenómeno como la evolución lógica de las leyendas urbanas, que proporciona a cualquiera la posibilidad de añadir detalles a estas creaciones. Es otra forma de creación comunitaria, en este caso perteneciente a grupos digitales, los que conforman las redes sociales que absorben buena parte del tiempo de cualquiera. Es lo que el escritor y periodista Ian Vincent, citado por Manuel Jesús Palma Roldán en su ya clásico Creepypastas: historias de terror 2.0, denomina el elemento colectivo, que según sus propias palabras es “vital, ya que el ser, la criatura, la historia, no se crea con un solo ego dándole forma, sino como una acción colectiva.”2 De esta forma, cualquier interesado puede compartirlas y darles su pequeño toque personal.

Internet lo aceleró todo, como asegura Jon Harold Brunvard en Tened miedo… mucho miedo, citado también por Palma Roldán en su trabajo: “De hecho, el papel de Internet en la transmisión de leyendas urbanas es probablemente mucho mayor en este momento que su efectividad a la hora de denunciar su falta de veracidad. Incluso cuando una historia ha sido identificada y señalada como pura leyenda, no impide que siga siendo reenviada y difundida; después de todo, como me gusta decir a mí, la verdad no puede interponerse en el camino de una buena historia.3

La filogenética como herramienta antropológica

Volviendo a Caperucita Roja, su historia – de corte tradicional y expuesta a los cambios en su forma oral y escrita, lejos de la influencia actual de la red de redes – se expandió, aunque es complicado dilucidar en qué dirección. Para algunos expertos, la versión contada en La abuela tigre era la original. Sin embargo, sigue sin estar esclarecido. Es ahí donde Tehrani y más investigadores después de él plantearon utilizar herramientas asociadas al estudio de la biología o la epidemiología, en concreto el análisis filogenético. ¿En qué consiste? Estrictamente, la filogenia es la relación de parentesco entre especies o taxones en general, aunque igualmente se usa en lingüística histórica para referirse a la clasificación de las lenguas humanas según su origen común. En su rama biológica, la filogenética es una disciplina de la biología evolutiva que se ocupa de comprender las relaciones históricas entre diferentes grupos de organismos a partir de la distribución en un árbol. La idea de las ramificaciones a través de un tronco común es la idea fundamental en la que se basan las ideas de Tehrani.

Para dilucidar cómo se originó y se extendió Caperucita Roja, el antropólogo reunió casi sesenta variantes de la misma historia, en varios continentes. En lugar de una secuencia genética, como se haría en el ámbito biológico, resumió cada uno de esas historias basándose en un conjunto de setenta y dos características de la trama, como el tipo de personaje principal, el truco empleado para engañarlo o cómo finaliza la historia. Tras eso, esbozó un árbol filogenético que cartografiaba la relación entre esas historias. La conclusión fue que, al parecer, Los niños y el lobo – otra ramificación con pequeños cambios – y Caperucita Roja eran las versiones principales, y no La abuela tigre, que resultaba ser una mezcla de las anteriores versiones. Cuando Tehrani fue cuestionado por National Geographic por la hipótesis de la autoría de Charles Perrault (que compiló una serie de cuentos bajo el título de Historias y relatos de antaño, que iba destinado a Versalles), dijo:

Siempre se ha dicho que la idea fue de Charles Perrault, que escribió el cuento en el siglo XVII. Sin embargo, también se dice que sus orígenes son más antiguos; de hecho, hay un poema belga que habla de la historia de una niña que llevaba una túnica roja y que se encuentra con un lobo. Mi estudio demuestra que la versión de Perrault no es la primera y que este poema en realidad es un antecedente del cuento moderno.

Esa primera investigación con Caperucita Roja dio alas al antropólogo, que dio un paso más y se unió a Sara Graça da Silva, de la Universidad de Lisboa, para examinar muchas más historias usando el mismo método. ¿Pero por qué usar el pensamiento evolutivo? Kucharski cita en su obra al lingüista William Jones, que se interesó en la filología al mismo tiempo que Darwin dibujaba su árbol de la vida. En 1786, Jones encontró similitudes entre el griego, el sánscrito y el latín, escribiendo que “ningún filólogo puede estudiar las tres sin pensar que han surgido de alguna fuente común, que quizás ya no exista4. Así, sugería que esos idiomas habían evolucionado de un ancestro común. Llevando su pensamiento más allá, los hermanos Grimm – que además eran lingüistas – trataron de estudiar cómo el uso del lenguaje había cambiado a lo largo del tiempo dentro de las historias populares que estaban compilando.

Los avances de Tehrani y Da Silva les llevaron a buscar los orígenes de diversas historias en la antigüedad, remontándose en algunas ocasiones en hasta cuatro mil años. Eso significaría que son tan antiguas como los idiomas indoeuropeos a través de los cuales se difundieron. Aunque aún había muchos factores que analizar, como la “rivalidad” entre diversas variantes de esas historias. En no pocas ocasiones se ha intentado explicar por qué una versión se impuso, intentando equipararla con cosas como la identidad nacional o el auge de determinado grupo social, pero la extensión global de las mismas apunta a otra dirección, que no es otra que la preservación de información útil dentro del relato oral.

Los cuentos populares pueden ser considerados como un indicador de cómo las distintas sociedades han interactuado entre ellas, pero creo que la cuestión de la imaginación es todavía más interesante. Estos cuentos hablan de fantasía y miedo. Es una estupenda manera de leer, a través de la imaginación, sobre lo que realmente nos importa.”

La narración era una habilidad muy valorada en las sociedades primitivas, y se ha planteado de que los buenos narradores eran bien vistos como parejas en las sociedades de cazadores-recolectores. En lo que al tipo de información transmitida por las historias se refiere, hay dos hipótesis en conflicto entre los investigadores: algunos sugieren que las más importantes son las que tienen la supervivencia como mensaje, mientras otros señalan que lo crucial es la información socialmente relevante a la hora de conciliar la vida en grupo.

Tehrani y el resto de investigadores que se implicaron en el proyecto apuntaron a las leyendas urbanas para tratar de despejar la duda sobre cuál de las dos hipótesis era la más plausible. Para ello recurrieron a algo parecido al juego del teléfono, con los cuentos pasando de una persona a otra, hasta llegar a una última que demostrarían cuánto había cambiado la historia en el proceso. Así, las historias con contenido social o de supervivencia se recordaron mejor que las historias neutras, aunque los contenidos sociales tenían cierta ventaja.

Había detalles que tener en cuenta, ya que anteriormente ya se habían producido estudios parecidos. Los cuentos tienden a hacerse más cortos y sencillos a medida que se difundían, señalando que la gente suele recordar mejor la esencia en detrimento de los detalles. Por otra parte, la estructura de la historia, que suele recordar mejor si se acoge a la denominada “regla de tres”.

Kucharski señalaba que “puede que tenga algo que ver con la importancia de los tríos en las matemáticas: en general, necesitamos al menos tres elementos en una secuencia para establecer (o romper) un patrón.5

En cuanto al uso de palabras nuevas que tienden a sustituir palabras populares y, por tanto, más antiguas, se señala que se pueden propagar de dos formas. O bien éstas pasan de generación en generación, con alguna variación (transmisión vertical), o bien los cuentos prevalentes en distintas comunidades se mezclan en una misma generación (transmisión horizontal). Según Tehrani y Da Silva, ambas han tenido importancia en la evolución de las historias, pero la transmisión vertical tuvo y tiene mayor importancia. Esas propiedades de transmisión se asemejan a otros procesos como la creación de códigos informáticos (que pueden ser creados “desde cero” o usando algunos ya existentes) o la aparición de brotes de enfermedades. Kucharski señala en su trabajo al brote de “gripe porcina” de 2009, que comenzó con la mezcla de genes de cuatro virus en un cerdo infectado en México, que creó un virus híbrido que se propagó a los humanos. Igualmente, estos procesos de transmisión vertical y horizontal se puede aplicar a la diferenciación de rasgos en los seres vivos, o en sus pautas de comportamiento.

La Vieja Bruja: marcos gramaticales y experienciales

En ese proceso de transformación y cambio, sigue habiendo algunos puntos que requieren mayor investigación y en los que se debe poner el foco. Las palabras, el marco gramatical y cultural y la forma de transmisión pueden jugar un papel fundamental en este desarrollo, que de cuando en cuando arroja casos muy destacables, que pueden circunscribirse únicamente a los cuentos populares y el folclore, pero en otras puede ir más allá e intervenir en la vida cotidiana de personas que dicen haber vivido experiencias sobrenaturales, ajenas a lo que socialmente se considera “normal”. Entran aquí en juego los fenómenos forteanos y sus implicaciones académicas, que siguen siendo pasadas por alto en la mayoría de ocasiones. Por ello es muy interesante hacer una lectura del último trabajo hasta la fecha de Reediciones Anómalas, que trae el clásico The terror that comes at night (El terror que acecha en la noche), traducido por primera vez al castellano. En él encontramos una historia llamativa, que sin embargo ha permanecido durante mucho tiempo casi inalterada, debido al aislamiento geográfico y cultural del lugar donde nació y se desarrolló.

En 1982, David Hufford publicó su trabajo, centrado en el análisis de las experiencias de «visitantes de dormitorio». El trabajo de Hufford supuso una de las pocas incursiones formales del ámbito académico en temas muy relacionados con lo forteano, y se detiene en particular en las llamadas experiencias de «la Vieja Bruja», una tradición sobrenatural propia del folclore de la isla canadiense de Terranova en la que individuos afirmaban tener experiencias aterradoras con entidades que les acechan mientras duermen. Hufford empezó creyendo que este tipo de experiencia – que a pesar de las similitudes no deben ser confundida con las parálisis de sueño y otros procesos oníricos similares – se circunscribía exclusivamente a Terranova. Posteriormente se sorprendió cuando descubrió que había muchos más testigos y supuestas víctimas en territorio estadounidense. Sus charlas e intervenciones en programas de radio ofrecieron ofrecieron claves que esas personas habían pasado por alto y les llevaron a contactar con Hufford.

Hufford planteaba en su investigación que, al menos, esta experiencia de la Vieja Bruja no se produce por mero contagio cultural, sino que tiene una base experiencial que los sujetos vivencian sin tener un conocimiento previo que les haya podido sugestionar o condicionar. Muchas de estas personas atravesaban grandes periodos de angustia emocional al ser incapaces de asimilar lo que les había pasado. La exposición de Hufford de las experiencias de la Vieja Bruja servía de marco de referencia al que podían anclar su experiencia y ser capaces también de poder comunicarla y compartirla. En cierta manera, Hufford les proporcionaba una plataforma de significado y al mismo tiempo un vehículo de expansión y viralización de su experiencia.

¿Cuál es el fondo de este planteamiento? La historia de la Vieja Bruja parece presentarse inalterada, o contar con pequeños cambios que pueden ser perfectamente delimitados. Hufford ofrecía características de la experiencia (que separaba en principales y secundarias) que podían rastrearse y localizarse en las entrevistas con los testigos. Una vez que todos compartían un vocabulario con el que expresar lo ocurrido, el fenómeno se podría estandarizar. ¿Podría todo esto ayudar a explicar cómo eclosionan y se expanden los testimonios o las historias? Aquí no se estaría hablando únicamente de cuentos populares o leyendas, sino que se podría trazar caminos que llevasen a investigar cómo funcionan las narrativas asociadas a asuntos como el fenómeno ovni, fenómenos paranormales de todo tipo o creencias espirituales, por citar algunas. El problema es que hay tal diversidad que hace difícil en ocasiones ese rastreo en busca de los puntos comunes que lleven a retrotraernos hasta el origen o estadios iniciales.

Hufford se ciñe escrupulosamente en su análisis esta experiencia concreta, que no extrapola a otras manifestaciones de alta extrañeza, pero sí dejó entrever paralelismos con fenómenos igualmente consistentes en los relatos que se recaban, como pueden ser las «experiencias cercanas a la muerte» o las abducciones extraterrestres. Por desgracia, muy pocos académicos han intentado seguir esa estela, siendo un asunto pendiente en el que adentrarse.

Filogenética, casos-plantilla y trabajo multidisciplinar

¿Cómo conjugar los métodos usados por Hufford, Tehrani o los investigadores que dedican su tiempo a analizar casos o entrevistar testigos? El análisis filogenético puede determinar las posibles características comunes de los casos, entroncándolos a grupos de narrativas estables, que podrían o no tener un origen común. Ahí entrarían en juego los casos plantilla, que podrían ayudar a explicar el contagio de casos que se registran una vez que incidentes especialmente llamativos se popularizan mediáticamente y se establecen socialmente. La Vieja Bruja de Hufford es un claro ejemplo, como lo pudo ser el avistamiento de Kenneth Arnold o la aparición de Slenderman en los foros de Internet.

El caso-plantilla es en ningún caso un modelo determinista de experiencias de alta extrañeza. No debe ser visto como un modelo que provoca réplicas automáticas e imprimación. Dentro de las grandes narrativas hay una enorme diversidad y variedad. El caso-plantilla funciona si sirve como un marco de referencia flexible y adaptable a las circunstancias psicosociales y personales de cada individuo. Cada experiencia es, en cierta manera, personal e intransferible aunque no está exenta de condicionamientos o asimilaciones posteriores. Las experiencias no se generan a partir de la nada, sino que lo hacen en base a unos contextos muy determinados. Las percepciones, los juicios y las expectativas están construidos y mediados por un inevitable entramado de consensos sociales.

La comunidad y todo lo que trae consigo es clave. Para que determinado fenómeno tenga auge deben darse escenarios concretos que favorezcan su nacimiento y contagio. A partir de ahí, ha de contarse con un vocabulario que permita verbalizar la experiencia y, de esta manera, compartirla. Antes de la época de los medios de comunicación de masas, éstas se compartían mediante el relato oral, de generación en generación. Posteriormente algunas aparecieron por escrito, siendo sometidas a procesos de consenso que enquistaban alguna de las diferentes versiones de esas historias y las fosilizaba para mantenerlas inalteradas.

A pesar de ello, diferentes procesos culturales actuales traen consigo nuevas formas de compartir dichas historias, populares o no, adaptándolas a las nuevas tendencias y haciéndolas más asequibles a las nuevas generaciones, alterando el uso de determinadas palabras o de algunos puntos argumentales. De esta forma, el cambio, la mimetización o el contagio siguen, y se antoja esencial el trabajo multidisciplinar de lingüistas, antropólogos, folkloristas, psicólogos y otros investigadores para comprender cómo funciona esta realidad y cómo afecta a la sociedad en un mundo cada vez más globalizado e interconectado por una informaciones que viaja instantáneamente a cualquier lugar del globo.

Bibliografía y fuentes

  • Grimm, Wilhelm y Jacob: Los cuentos de los hermanos Grimm tal como nunca te fueron contados, Oficina de Arte y Ediciones, 2019.
  • Hufford, David J.: El terror que acecha en la noche, Reediciones Anómalas, 2020.
  • Kucharski, Adam: Las reglas del contagio, Capitán Swing Libros, 2020.
  • Palma Roldán, Manuel Jesús: Creepypastas. Historias de terror 2.0, autoeditado, 2015.
  • Tehrani, Jamie Jamshid: The Phylogeny of Little Red Riding Hood, PLoS ONE 8(11): e78871. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0078871.
  • Tehrani, Jamie Jamshid; Stubbersfield, Joseph M.; Grace Flynn, Emma: Serial killers, spiders and cybersex: Social and survival information bias in the transmission of urban legends, British Journal of Psychology 106(2) DOI: 10.1111/bjop.1207

Notas:

1. Tanto esta cita como otras que aparezcan en el texto han sido extraídas de una entrevista de National Geographic al antropólogo en 2015. Puede consultarse en el siguiente enlace: https://www.nationalgeographic.es/historia/de-donde-vienes-caperucita-roja-conoce-sus-origenes

2. Palma Roldán 2015, 12.

3. Palma Roldán 2015, 20.

4. Cita extraída de Kucharski 2020, 297.

5. Kucharski 2020, 300.

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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