Una pareja investigadores de la Universidad de Hokkaido unió fuerzas con balleneros inuit de Groenlandia y logró grabar, desde un kayak o una lancha con los motores apagados, los sonidos del narval.
Los narvales siempre han estado rodeados de misterio. En el medievo, los vikingos hacían pasar sus enormes colmillos por cuernos de unicornio y los vendían en Europa como si valieran su peso en oro. Hoy apenas tenemos imágenes de ellos porque no sobreviven en cautiverio, son asustadizos por naturaleza y viven en hábitats de muy difícil acceso.
Los narvales se encuentran normalmente en las profundidades del océano Ártico, pero pasan el verano en las costas del norte de Canadá y Groenlandia, merodeando por fiordos helados. Estos son ambientes hostiles para los biólogos marinos, que además ahuyentan a los cetáceos con el ruido de sus lanchas.
Según un estudio publicado esta semana en Journal of Geophysical Research: Oceans, los investigadores que han captado estos sonidos arrojaron micrófonos al agua y reunieron 17 horas de grabaciones a solo 25 metros de los narvales, un trabajo sin precedentes.
En un vídeo que recopila las diversas vocalizaciones de estos tímidos mamíferos, oímos unos silbidos que emiten para llamar a otros narvales, unos chasquidos que realizan para encontrar comida mediante ecolocalización, y unos zumbidos que hacen cuando la comida está cerca. Al igual que los delfines, los narvales aumentan la frecuencia de sus chasquidos a medida que se acercan a sus presas, por lo que los “clics” empiezan a oírse como un zumbido.
https://agupubs.onlinelibrary.wiley.com/doi/full/10.1029/2020JC016116