Sorpresa mayúscula la que ha tenido lugar durante esta semana en tierras aragonesas, y es que no todos los días “aparecen de la nada” pinturas atribuibles a un gran pintor. En este caso, tres. Francisco de Goya, Francisco Bayeu y Antonio González Velázquez cuentan con nuevas obras que ya residen en el Museo de Zaragoza, todas ellas pertenecientes a un periodo entre los siglos XVIII y XIX y que se encontraban, junto a otras obras, en una colección particular, cedidas en depósito por parte de una familia de la capital aragonesa.
El director general de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Aragón, Nacho Escuín, ha definido la donación de esta familia, que ha preferido permanecer en el anonimato, como «una gran alegría» para disfrute de todos los ciudadanos.
Arturo Ansón Navarro, experto en Goya, ha calificado las obras de una «gran calidad pictórica» que permiten al público conocer el modo de idear escenas y composiciones de tres pintores «sobresalientes» de la pintura española.
Las obras de Francisco Bayeu y de Antonio González Velázquez son bocetos para pinturas murales al fresco de temática religiosa que se conservan en la catedral de Toledo y en la basílica de San Miguel de Madrid.
La obra de Goya, sin embargo, es otra historia. En ella se plasma algo que a simple vista llama mucho la atención. Es una «fantasmagoría» o un «capricho fantástico», ha explicado Ansón, y la escena se desarrolla en un ambiente exterior y de nocturnidad. En el centro de la obra aparece un ser demoníaco (en el que se sugieren dos cuernos, nariz y boca) vestido con una capa negruzca y una larga cabellera, acompañado de otros dos demonios menores, frente a un grupo de figuras humanas. Una pintura que despierta algo que no deja a nadie indiferente. Menos aun si tiene una sensibilidad especial ante los temas que tienen que ver con lo gótico y lo “paranormal”.
Arturo Ansón considera esta Visión Fantasmal obra autógrafa de Francisco de Goya, porque tiene los modos de pintar del genio aragonés, y responde a la temática fantástica o caprichosa que él plasmó en grabados y cuadros del periodo posterior a su grave enfermedad, en los últimos años del siglo XVIII. Considera además que la obra es un descubrimiento «muy importante» no solo en el contexto aragonés sino también en el internacional.
Según Ansón, se trata de un cuadro hecho como «un borrón» que «ni siquiera» es un boceto, plasmando sus fantasías, fruto de su imaginación y realizado en tan solo «30 minutos como mucho». Es decir, una inspiración fugaz, quizá fruto de una mala noche de pesadilla, o de un pensamiento sombrío que el artista necesitó dejar plasmado.
La Visión Fantasmal solo se conocía anteriormente gracias a una fotografía en blanco y negro que apareció en el número monográfico dedicado a Goya en 1928 por la revista Aragón con motivo de la conmemoración de la muerte del autor, dado que la pintura no había aparecido anteriormente ni mencionada ni catalogada, por lo que el Ansón lo ha calificado como «un gran redescubrimiento».
La pintura fue un regalo de Goya para Juan Martín de Goicoechea, amigo, admirador del autor y coleccionista de arte con gustos academicistas y neoclásicos.