Las investigaciones previas detectaron indicios de una importante disminución de la capa de ozono durante aquel evento, pero no estaba claro si esta había sido causada por un aumento del vulcanismo, una actividad solar inusual u otros factores atmosféricos o espaciales. Los autores del nuevo estudio se propusieron buscar la respuesta en las capas profundas de la corteza terrestre, que se remontan al tiempo exacto cuando murió gran parte de la fauna y la flora del Devónico.
En ese estrato se hallan cientos de miles de generaciones de esporas de plantas que parecen tostadas bajo los efectos de la luz ultravioleta, lo cual es un indicador del agotamiento de ozono, y los científicos propusieron medir la presencia de dos insólitos isótopos muy raros en la corteza terrestre, el samario-146 y el plutonio-244, para poder determinar el origen de lo ocurrido.
Aunque ambos elementos son radiactivos, estos isótopos tienen un período de semidesintegración muy largo. Los investigadores sitúan su origen en las supernovas (una o varias de forma consecutiva), porque estas explosiones son conocidas fuentes de metales pesados como los mencionados, que expanden a través de toda la galaxia.
Posibles explosiones en cadena
A partir de las observaciones astronómicas disponibles, los estudiosos estiman que en este caso particular pudo producirse una explosión cercana, pero más allá de la “distancia de muerte” de las supernovas: aproximadamente a unos 20 parsec (o 65,2 años luz), según sus cálculos. Esta clase de accidente espacial puede acelerar los rayos cósmicos e infligir daños con su radiación ionizante durante casi 100.000 años.
Mientras tanto, la evidencia fósil analizada por los científicos indica que la biodiversidad disminuyó drásticamente durante un lapso más largo, de 300.000 años aproximadamente. Este hecho les hace pensar que la explosión de una enorme estrella desencadenó varias explosiones más dentro de un mismo cúmulo estelar, algo que es totalmente posible, según señalan.
La coautora del estudio Adrienne Ertel cita como ejemplo el caso de la estrella Betelgeuse, que se percibe actualmente como una de las amenazas más cercanas de explosión de supernova. No obstante, este gigante rojo se encuentra a 600 años luz de distancia, muy lejos de la distancia mortal de 25 años luz y casi 10 veces más lejos que la estrella o cúmulo que ocasionó el evento de Hangenberg.