Sueños y fenómenos anómalos: hipótesis de trabajo y marco teórico para una nueva frontera

Las implicaciones últimas de la realidad onírica siguen siendo objeto de estudio en el presente. Los esfuerzos por descodificar su sentido y significado han sido muchos y muy variados, pero aún incapaces de abarcar múltiples fenómenos paralelos y vistos como extraños o propios de lo paranormal, en su sentido más amplio. Nuevas claves se suman a la ecuación y hacen necesario un nuevo marco de investigación y estudio.

En los últimos tiempos vienen haciéndose esfuerzos para arrojar luz sobre el fenómeno del sueño, que lleva acompañando al ser humano desde los albores del tiempo y en el que experimenta una ‘realidad vedada’ que camina paralela a la vida que transcurre durante la vigilia. Particularmente, y tras casi dos años de investigación, el acercamiento desde la psicología o la neurociencia parece atractivo para dar con respuestas (y desde luego que ese camino permite alcanzar algunas), pero finalmente insuficiente para dar con todas las claves del sueño.

Precisamente este universo difuso y cambiante parte de los soñantes, quienes experimentan visiones de todo tipo y las reinterpretan según su marco cultural adquirido y heredado, creencias y vivencias particulares. Eso siempre que se aplique estrictamente al caso humano. Porque parece que, una vez más, el sueño no es algo propio de nuestra especie, sino que podría ser un aspecto universal, o al menos bastante extendido a muchos otros seres vivos. Citando un artículo anterior, El sueño: la zona liminal y su papel creativo (Misteriored.com; abril de 2019):

Aristóteles estaba en lo cierto cuando en su Historia de los animales decía que los peces duermen, ya que se agitan cuando algo o alguien turba su reposo. «Se lanzan como arrancados de un sueño». Y a pesar de que varios experimentos lo han corroborado desde principios de este siglo XXI, aun hay muchos escépticos al respecto. Distinto es aclarar hasta qué punto esos sueños son complejos o no, pero parece que el sueño es una característica bastante extendida, quizá incluso universal. Hoy está probado que la mayor parte de los mamíferos terrestres experimentan la fase MOR (movimiento ocular rápido) del sueño, etapa en la que se presentan las ensoñaciones con mayor frecuencia e intensidad. Recientemente, el profesor Stanley Coren, de la Universidad de Columbia Británica, aseguraba que los perros atraviesan las mismas etapas del sueño que los humanos, con una velocidad mayor. Según su hipótesis, el mejor amigo del hombre comienza su ensoñación transcurridos unos veinte minutos desde que se queda dormido. Los perros grandes soñarían más tiempo, mientras los pequeños lo harían de forma súbita.

Es decir, que a pesar del empecinamiento en hacer al ser humano una suerte de especie única e irrepetible, comparte mucho más de lo que se piensa con especies de su entorno inmediato. Precisamente esta posibilidad y muchas otras han sido objeto de estudio de mi último trabajo, Entre genios y onironautas: leyenda y ciencia. En dicho ensayo, partiendo del fenómeno conocido como efecto Eureka y su vertiente neurológica, debidamente explicada entre sus páginas, se establecen una serie de hipótesis y explicaciones que pretenden ir más allá de las últimas investigaciones al respecto. Ahí se recogen una serie de eventualidades que hacen del sueño algo sumamente desconocido.

Partamos de un término que para muchos resulta extraño: onironauta. ¿A qué se refiere exactamente? En ciertas áreas de la psicología, así como en la Nueva Era (aunque no por ello la persona en cuestión deba estar afiliada a ningún movimiento en concreto), se llama onironauta a la persona que cobra un estado de conciencia similar al de la vigilia mientras sueña (sueño lúcido), permitiéndole reconocer el estado de sueño como tal, experimentándolo con un mayor grado de control, así como recordando más claramente los sueños al despertar. En el citado artículo se mostraban una serie de datos al respecto:

Matthew Walker, profesor de neurociencia y psicología de la Universidad de Berkeley, señala que entre el 20 y el 30% de la población son soñadores lúcidos naturales, y se muestra tentado a pensar que quizá quienes dominan esa habilidad podrían estar a la vanguardia del siguiente paso evolutivo. Otros estudios muestran que hasta el 50% de las personas recuerdan haber vivido un sueño de este tipo, aunque sea de forma vaga, y de forma apegada a la definición ortodoxa, sin ningún tipo de control. Es, por tanto, un fenómeno bastante común, a la vez que bastante desconocido. Por supuesto, el resto de los mortales tampoco pueden escapar al mundo onírico, tan importante como el “real”.

Sueños y conceptos afines

El control de los sueños ha sido un anhelo humano desde la antigüedad. Visiones aparecidas durante esos momentos han sido tomadas por revelaciones divinas, premoniciones funestas, o simplemente reflejos de alguna vivencia que afecta de alguna forma concreta a alguien en particular. La psicología moderna ha hecho hincapié en estas cuestiones, mostrando que la simbología y el subconsciente parecen jugar un rol clave en el asunto. Es inevitable citar tanto a Sigmund Fred como a Carl Gustav Jung, cuyas tesis supusieron un antes y un después en el estudio de esa zona liminal que conocemos como sueño. Se citará ahora un extracto de un artículo aparecido en el mes de junio de 2019 en la revista digital Phenomena Magazine, titulado El genio y el sueño: simbología y efecto Eureka, donde se dice textualmente:

Se cree que los sueños tienen que ver con procesos de consolidación de la memoria, con el aprendizaje o el reciclaje cerebral, que elimina recuerdos o elementos innecesarios para hacer hueco a cosas que nuestros cerebros entienden como más importantes. Asimismo, hay expertos que han llegado a la conclusión de que el acto de soñar es un accidente de la evolución, una muestra de que nuestro cerebro es consciente de sí mismo, pero que tiene un fallo indeterminado que le lleva a proyectar imágenes elaboradas mientras el organismo se encuentra en ese proceso de reparación física y sensorial […]

Uno de los hallazgos fundamentales de Freud es que las emociones del subconsciente afloran a la superficie durante los sueños, y que recordar esas experiencias oníricas ayuda a destapar recuerdos reprimidos. En La Interpretación de los Sueños el propio Freud hace de conejillo de indias para demostrar este punto de su teoría. Todo sueño obedece a un deseo del soñador, lo que incluye cualquier pesadilla, por contradictorio que parezca. Este tipo de sueño sería su vertiente negativa, el incumplimiento de un deseo, pero no invalida su teoría: los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos. […]

Por su parte, Jung aporta otro punto de vista más evocador si cabe. Él fue quien llevó más lejos las teorías de su maestro. Para él, y a pesar de intentar explicar muchos procesos psicológicos y físicos desde la ciencia, los sueños son portales hacia lo desconocido. El inconsciente era una especie de divinidad que se comunica con cada uno a través del sueño. Su teoría compensatoria de los sueños apunta en esta dirección: los sueños son irrupciones de arquetipos que buscan integración y equilibrio con cada individuo concreto.

Según palabras del propio Carl Gustav Jung: «Cuando interpretamos un sueño, siempre es útil preguntar: ¿Qué actitud consciente compensa?». El inconsciente busca comunicarse con el ego y en ocasiones lo controla subrepticiamente, pues la psique busca la conjunción de los opuestos […] Según su teoría, ¿qué funciones tienen los sueños? La primera sería la compensación como oposición a la tendencia de la mente consciente, que se da sobre todo cuando la situación de la vida consciente está muy cargada hacia un lado, cuando no se es consciente de una situación concreta. La segunda sería la compensación como satisfacción. De esta forma, la psique desvía un poco la situación real para crear un ambiente más placentero al individuo. Por último, encontramos la compensación como énfasis, donde el sueño retrata de forma fiel lo que sucede en la vida consciente, de forma que el sujeto se reafirma en su camino.

Y llegamos a la clave que nos ofrece Jung a la problemática del efecto Eureka: las funciones prospectivas y reductivas de los sueños. Una «empuja» a la psique hacia la búsqueda de soluciones, ofreciendo «soluciones simbólicas» a problemas concretos, asunto que se da en muchas de las historias que tienen que ver con grandes creaciones y descubrimientos. La otra «corrige» el pensamiento del individuo y le muestra, también de forma simbólica, un camino alternativo.

El papel clave en esta vertiente del efecto Eureka llegaría a través del arquetipo del Sí mismo, que incluye el bien y el mal de cada cual para que sea consciente de todo su ser. El ego reprime ciertos aspectos o recuerdos de su naturaleza, que los sueños se encargan de sacar a la luz para integrarlos a la vida consciente. Si el sujeto no hace caso, se produce la pesadilla o el evento psicoide. Nuestra inteligencia instintiva es más antigua que nuestro ego, y participa a través del sueño en nuestra vida para integrarse con nosotros. El problema viene cuando se intenta establecer qué es ese sí mismo, de dónde viene y cuándo apareció. Una realidad oculta que proviene de nuestra naturaleza más profunda y que se ha confundido a través de la historia con la divinidad.

Aquí es donde encontramos dificultades para enlazar el subconsciente de Freud, el inconsciente colectivo de Jung y el efecto Eureka que lleva a comprender de repente un problema o concepto previamente incomprensible con otros fenómenos de difícil explicación, que tienen a priori relaciones, claras unas, difusas otras, con el sueño. De momento, dejaremos en el aire una serie de cuestiones: ¿Los arquetipos que cita Jung se introducen “voluntariamente” de alguna forma en las experiencias oníricas de cada individuo? ¿El Sí mismo es completamente hermético e individualizado, o es permeable a “influencias externas” que lo moldeen según una necesidad puntual?

Nos estamos adentrando en disquisiciones problemáticas. Bien es sabido que en los sueños tienen cabida todo tipo de seres y vivencias. Desde escenas perfectamente mundanas (más o menos deformadas) a eventos sumamente extraordinarios (incluidas apariciones de seres sobrenaturales o considerados como irreales). El soñante tiene la posibilidad de desarrollar su capacidad para racionalizar que está soñando y convertirse en partícipe de ese “otro mundo”. En el artículo de Misteriored.com se decía lo siguiente sobre las artes de los onironautas, aquellos que han hecho del sueño lúcido un ejercicio que es posible dominar:

El biólogo Jeremy Narby especula en su libro The Cosmic Serpent que una comunicación entre ciertas plantas y chamanes del Amazonas podría ocurrir a nivel molecular, incluso puede que a través del ADN. Cómo y por qué sigue siendo algo desconocido.

Ullman (Montague Ullman, fundador del Dream Laboratory en el Maimonides Medical Center y que desarrolló su actividad desde los años cuarenta), experto en el sueño, señalaba en sus estudios a la posibilidad de que todo tuviera una explicación evolutiva: «La telepatía onírica puede concebirse como el medio original para mantener los lazos comunicacionales en los periodos simbióticos tempranos de todas las especies mamíferas, cuando los canales ‘ordinarios’ no logran cruzar la división temporal y espacial entre padres e hijos».


También hay espacio para el sueño compartido dentro de las incógnitas del sueño en general, y del lúcido en particular. Hart (Towards a New Philosophical Basis for Parapsychological Phenomena, 1965) define los sueños compartidos como «aquellos en los que dos o más soñadores se sueñan en una situación en común en el tiempo-espacio, e independientemente recuerdan sus alrededores, su conversación o sus interacciones dentro del sueño».

Stephen LaBerge, psicólogo de la Universidad de Stanford y fundador del Lucidity Institute, el mayor gurú y experto al respecto. Sus ideas, basadas en el estudio de los sueños lúcidos y compartidos, llegan a una conclusión que está a caballo entre la ciencia ficción y la física cuántica: la realidad (entendida como las percepciones en su conjunto) podría ser el resultado de una sucesión continua de sueños consensuados, que dan una estructura ordenada al universo. De ahí que a veces haya dificultades evidentes entre diferenciar lo “real” del “sueño”.

Diversas cosmogonías apuntaban a algo parecido: pertenecemos a los sueños de alguien o algo. Muchas confesiones religiosas hacen de la Creación un acto de la voluntad y la imaginación de un dios concreto. Cada arquitecto moldeó el mundo de forma diferente, aunque con el mismo resultado final: todo lo conocido, observable o no. Los sueños lúcidos permiten asumir ese rol principal, moldeando al antojo de cada cual ese microcosmos que le espera al descansar.

Ahora volvamos a las preguntas planteadas anteriormente. Tanto el sueño compartido como otras disciplinas relacionadas, ya sea la telepatía onírica o la precognición a través del sueño, se consideran mayoritariamente como pseudocientíficas, a pesar de que haya científicos y otros expertos que tratan de tender puentes con la ortodoxia oficial. El papel del mundo onírico en el llamado efecto Eureka sí que es posible de demostrar y replicar (remito a todos los interesados al trabajo editado por la editorial Guante Blanco), y ha habido multitud de ejemplos de su importancia a lo largo de la historia, con experiencias que han derivado, entre otras cosas, en creaciones únicas, algunas de ellas presentadas y analizadas en el citado ensayo, pero los epifenómenos aparecidos en estas líneas escapan, al menos de momento, a explicaciones racionales demostrables.

Es aquí donde entran conceptos vanguardistas y sujetos a discusión y polémica, como los denominados “campos morfogenéticos” de Rupert Sheldrake. En Las profecías y los “campos morfogenéticos”: ¿Los profetas ven el pasado y el futuro a la vez? (Misteriored.com, julio de 2017), nos hicimos eco del trabajo de Mariano Fernández Urresti, titulado Apocalipsis donde, entre otras cosas, se hacía alusión a posibles explicaciones para las premoniciones y profecías relacionadas con eventos catastróficos:

¿En qué consiste? Según él mismo nos cuenta: “Son los campos que organizan las moléculas, los cristales, las células y, en realidad, todos los sistemas biológicos, [también] los campos que organizan la conducta animal y la conducta de los grupos sociales”. Para Sheldrake, la memoria no reside en una parte del cerebro, sino que cada especie existente en nuestro mundo posee una especie de memoria colectiva que es legada a las nuevas generaciones, acumulando experiencias a lo largo del tiempo. Además de tener una memoria genética, existiría otra memoria universal que podría ser accesible en determinados estados de conciencia. A pesar de que suena atrevido – y ha sido muy criticado por la Ciencia – este postulado podría explicar por qué determinadas personas pueden atisbar aspectos de la realidad que para los demás son desconocidos. Una suerte de mezcla de inconsciente colectivo y de registro akásico, natural pero aun sin explicación, que ayudaría a mentes sensibles a obtener las llaves del pasado y el futuro.

El VALIS de Dick o la interacción con un “dios de la información”

Memoria genética e inconsciente colectivo universal, que no entiende ni de especies ni de percepciones como el tiempo. Estados alterados de conciencia que permiten acceder de alguna forma a realidades vedadas. Interpretaciones individuales que convierten a cada sueño en algo único, aunque parecen poder compartirse con otros individuos. Estos postulados podrían aparecer perfectamente en trabajos dedicados a estudios tan dispares como la sociología o la ufología. O en la propia ciencia ficción, género cuya importancia ha sido capital desde el siglo XIX, aunque principalmente lo fue en el pasado XX. De entre la miríada de autores que se han convertido en adalides de la temática, sin duda hay uno que sobresale por sus planteamientos fronterizos, pero sorprendentemente parecidos a algunas cuestiones de actualidad. Ese es Philip K. Dick (1928-1982). Seguro que a la gran mayoría de lectores les sonarán relatos o películas como Blade Runner o Minority Report, pero el genio literario de Dick sobrepasó todos los límites, hasta alcanzar la borrosa frontera entre cordura y locura.

El sociólogo, investigador y editor Pablo Vergel me puso sobre la pista de ese difícil equilibrio y sus manifestaciones más sorprendentes. Y es precisamente en ese lugar limítrofe donde se halla VALIS, una suerte de “dios de la información” que se comunicó con él durante algún tiempo. Pongamos la situación en su debido contexto. Durante años, Dick abusó de sustancias prohibidas (sobre todo cualquier tipo de anfetaminas) que lo sumían en estados de conciencia alterados en los que vivió muchas experiencias anómalas. Entre dichos episodios, hubo uno en particular que divulgó en 1977, en una convención de ciencia-ficción en la ciudad de Metz.

Los hechos pudieron acontecer hacia febrero o marzo de 1974. Dick se encontraba en su casa, recuperándose de una extracción de una muela cuando tocaron a la puerta. La visita era una chica que le traía (a pedido de su dentista) un opiáceo para el dolor. Al abrir la puerta notó que la chica llevaba un colgante con un símbolo particular, con forma de pez; “un signo usado por los antiguos cristianos”, le contestó a un Dick curioso. En ese momento el escritor pudo ver otra realidad, de manera superpuesta a la habitual. De ahí en adelante comenzaría a escribir la Exégesis, una obra espiritual, esquizofrénica y monumental en la que intentaría entender qué le había ocurrido; partes de la cual aparecen en VALIS. Philip K. Dick, respetado autor de ciencia ficción, vio en ese momento el mundo romano de los primeros siglos del cristianismo, superpuesto a este: “el Imperio nunca terminó”.

Dick aseguró ser poseído por un cristiano de la antigüedad y por el recientemente fallecido Jim Pike, obispo de la Iglesia Episcopal; creyó ser perseguido por amigos y enemigos (encarnados y desencarnados) y escribió miles y miles de páginas intentando lidiar con lo que ocurría dentro de él: básicamente creía comunicarse con una entidad extratrerrestre. Y un día, mientras escuchaba en la radio la canción “Strawberry Fields Forever”, una voz (proveniente de la inteligencia estelar) le advirtió que su hijo pequeño tenía una hernia y su vida corría peligro. Llamaron en el instante a su doctor, que lo había revisado varias veces sin encontrar nada extraño y lo llevaron al hospital; sabiendo lo que debía buscar (y dónde) esta vez el doctor encontró la hernia y le reconoció al escritor y su esposa que, de no haberlo operado ese mismo día podría haber muerto.

VALIS (como nombró a la entidad, por las siglas en inglés que traducidas al español significan Sistema de Vasta Inteligencia Viva) había salvado la vida de su hijo. Hasta el último de sus días, cada vez que volvía a creer que había perdido la razón, que se había vuelto loco, recordaba a su hijo y la canción en la radio. Pero Dick, ávido investigador del gnosticismo cristiano y revolucionario escritor de ciencia ficción, vivió una década intentando descubrir a VALIS y definirla. La manera en que lo hizo revela finalmente el cambio de paradigma que se viviría a nivel global; Philip K. Dick definió a Dios y su experiencia mística en términos de información. Dick consideró mucho tiempo a VALIS como una entidad extraterrestre o como algo que orbitaba la Tierra; también llegó a creer que se trataba de emisiones subliminales emitidas por los Soviéticos. Finalmente la relacionó con Dios pero actualizó la definición para la época en que vivimos (nosotros y quizás él, pero no tanto sus contemporáneos). El “Tractate: Cryptica Scriptura”, extracto de la Exégesis e incluido como apéndice en la novela autobiográfica VALIS, dice:

Llamo plásmata al Inmortal porque es un modo de energía; es información viviente. Se duplica a sí mismo no a través de la información, sino como información […] Hipostasiamos la información en objetos. La redistribución de los objetos significa cambio en el contenido de la información; el mensaje ha cambiado.

En el inicio de la misma obra, dice lo siguiente:

“VALIS: Perturbación del campo de la realidad por el que se forma un vórtice negentrópico autocontrolado y espontáneo que tiende progresivamente a subsumir e incorporar su propio ambiente como estructuras de información. Se caracteriza por contar con una cuasi conciencia, finalidad, inteligencia, desarrollo y coherencia armilar.”

En The Religious Experience of Philip K. Dick (La experiencia religiosa de Philip K. Dick), dibujada por el aclamado Robert Crumb y publicada por la revista Weirdo en 1986, Crumb lleva al cómic las experiencias trascendentales de Philip K. Dick de forma nítida pero a la vez bizarra, tal como debió ser o debió percibirla el autor.

El episodio cuasi religioso de Dick convirtió a Dios en nada más y nada menos que información. La trascendencia es para Dick una sobrecarga de información causada por un “atacante” que logra ejecutar un “código” de manera arbitraria y escalar privilegios convirtiéndose en “administrador”. Ese atacante es el alma increada y eterna (la verdadera administradora del sistema) que se encuentra atrapada en la “Prisión de Hierro Negro”, (el cuerpo). El gnosticismo encuentra en la información la vía de escape al mundo falso del demiurgo (el verdadero Dios, no el que creó la realidad material ilusoria).

Pero entonces, ¿Ese atacante es a la vez una característica interna y externa de cada individuo? ¿Puede esa especie de sobrecarga desencadenar toda una suerte de episodios que son percibidos como extraños y anómalos para quienes los viven y los investigan? ¿Las visiones místicas, percepciones extrasensoriales, sueños lúcidos o encuentros con seres de todo tipo pueden nacer de este conflicto o de alguna interacción, quizá fruto de procesos cerebrales desconocidos?

Nuevas fronteras para explicar fenómenos individuales

De hecho, el investigador José Antonio Caravaca ha presentado una teoría rompedora dentro del campo de las anomalías en Distorsión (Guante Blanco, 2019), donde conceptos como “campos mentales” o “Agente Externo” presentan similitudes con los campos morfogenéticos, el Sí mismo o incluso este V.A.L.I.S de Dick, que en no pocas ocasiones ha sido asimilado a la divinidad, como una suerte de característica que ha sido otorgada a la humanidad por “algo” ajeno a ella.

Sus planteamientos pretenden dar sentido al motivo último tras apariciones de todo tipo como OVNIs (con sus humanoides y naves de todo tipo), espectros, animales criptozoológicos o apariciones marianas, entre otros.

Resumiéndolo muchísimo, la clave residiría en la relación temporal e irrepetible entre testigo y Agente Externo, que extraería información del subconsciente de cada individuo para “escenificar” toda una serie de eventos misteriosos y aparentemente inexplicables.

Y es en ese punto, el testigo, el soñante, la persona en particular en definitiva, donde parece estar el punto de partida para dilucidar todas estas anomalías. Como bien ha señalado Caravaca en su trabajo, cada caso es distinto porque hay un testigo diferente. Existe tanta variedad como personas que han asistido a un episodio insólito. Por supuesto que hay cabida para cuestiones como el papel de los investigadores en la interpretación de los sucesos o cómo definir exactamente a ese “ente”, “energía” o “proceso” que parece orquestar todo desde una aparente lejanía. Pero está bastante claro (dejando a un lado los casos de fallos de percepción, fraudes o falsos recuerdos, entre otros) que esa frontera entre estado alterado de conciencia, sueño o conexión con algo desconocido juega un papel sustancial en esas realidades incomprendidas, que no por ello inexistentes.

Como conclusión, y teniendo en cuenta todo lo anteriormente explicado sobre la fenomenología asociada al sueño y el revuelo que ha levantado la Teoría de la Distorsión de Caravaca, parece necesario dar un paso más allá para seguir construyendo un marco teórico común que amplíe esos idearios y refuerce conexiones con otras disciplinas afines a eso que llamamos “misterio”, tan fragmentado y sujeto a rivalidades que da poco espacio a razonamientos globales. Su trabajo parece un primer paso prometedor, veremos quiénes se unen a la causa desde la propia casuística, dejando de lado percepciones e ideas particulares.

Fuentes:
• Caravaca, José Antonio. Distorsión, Editorial Guante Blanco, 2019.
• Fernández Urresti, Mariano. ¿Apocalipsis? Ediciones Luciérnaga, 2017.
• Ruiz Herrera, Félix. Entre genios y onironautas: leyenda y ciencia, Editorial Guante Blanco, 2019.

*Artículos y recursos web consultados
• Aragón, Katia. Reseña: «VALIS». Hellofriki, 24 de abril de 2012.
• Erostarbe, Federico. De Valis a Big Data: Philip K. Dick y la información. Pijamasurf, 24 de junio de 2016).
• Ruiz Herrera, Félix. Las profecías y los “campos morfogenéticos”: ¿Los profetas ven el pasado y el futuro a la vez? Misteriored, 12 de julio de 2017.
 El sueño: la zona liminal y su papel creativo. Misteriored, 9 de abril de 2019.
 El genio y el sueño: simbología y efecto Eureka. Phenomena Magazine, junio de 2019.
• Philipdick.com. The Religious Experience of Philip K. Dick by R. Crumb from Weirdo #17.

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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