«Todo el sistema de anillos habrá desaparecido en 300 millones de años y, tomando en cuenta la caída de material en el ecuador del planeta detectada por la nave espacial Cassini, los anillos podrían tener una esperanza de vida de menos de 100 millones de años», explica el autor principal del estudio, James O’Donoghue, del Centro de Vuelos Espaciales Goddard de la NASA.
Los primeros indicios de que existía la lluvia de anillos provinieron delas observaciones de Voyager de fenómenos aparentemente no relacionados: variaciones peculiares en la atmósfera superior (ionosfera) con carga eléctrica de Saturno, variaciones de densidad en los anillos de Saturno y un trío de bandas oscuras y estrechas que rodean el planeta en las latitudes medias del norte.
Las recientes observaciones del equipo de O’Donoghue, utilizando instrumentos especiales conectados al telescopio Keck en Mauna Kea, Hawái, revelaron bandas brillantes en los hemisferios norte y sur de Saturno donde las líneas del campo magnético que se cruzan con el plano del anillo entran en el planeta. Así se analizó la luz para determinar la cantidad de lluvia del anillo y sus efectos en la ionosfera de Saturno, y se encontró que la cantidad de lluvia coincide bastante bien con los valores sorprendentemente altos obtenidos en estudios previos.