Philippe Charlier: “el Indiana Jones de los muertos”

El doctor Charlier. Fuente: Creative Commons.

En sus cuatro décadas de vida, este antropólogo biológico francés ha estado presente en algunas de las investigaciones históricas más importantes de los últimos tiempos. Hace muy pocos días volvió a aparecer en prensa de la mano de los supuestos restos de Adolf Hitler. No por nada algunos tabloides le llaman “El Indiana Jones de los muertos”. Conozcamos un poco más a fondo sus trabajos más llamativos.

La última de las noticias sobre los supuestos restos de Hitler ha causado mucho revuelo en los círculos conspiranoicos, ya que viene a refutar una de las últimas grandes leyendas urbanas que tan de moda ha estado recientemente: aquella que aseguraba que no había muerto en 1945, sino muchos años más tarde, en Sudamérica. El doctor Charlier fue tajante al respecto: «Podemos detener todas las teorías de la conspiración sobre Hitler. No huyó a Argentina en un submarino, no está en una base oculta en la Antártida o en el lado oscuro de la Luna».

El grupo liderado por nuestro protagonista examinó la dentadura y un fragmento de cráneo supuestamente pertenecientes al dictador, apoyando la tesis de que coincidían con una radiografía tomada a Hitler un año antes del 30 de abril de 1945, cuando la historia oficial dice que murió en su búnker de Berlín junto a su inseparable Eva Braun. Según declaró Charlier, la muerte se debió a una causas: una pastilla de cianuro. A pesar de no hallar restos de pólvora en la dentadura – siempre se dijo que se disparó en la cabeza –, sí que han aparecido depósitos azulados en la misma, que al parecer indican una reacción química entre el cianuro y el metal de uno de sus dientes falsos. Con estas declaraciones quizá se echa el cierre a la leyenda sobre la supervivencia del dictador en tierras del otro lado del océano.

La Doncella de Orléans y la vainilla

Pero esta última aportación es solo una de las muchas que han tenido al doctor como eje. En abril de 2007 lanzaba una de sus primeras bombas informativas relacionadas con cadáveres de personajes ilustres: «La vainilla no es un olor propio de cenizas humanas. Las momias sí huelen a vainilla» . ¿A quién se refería Charlier? Pues nada más y nada menos que a Juana de Arco, una de las grandes figuras históricas y sacras de su país natal, Francia. La apodada como “Doncella de Orléans” fue una de las figuras claves de la Guerra de los Cien años, y fue quemada públicamente en la plaza del Mercado Viejo de Rouen por los ingleses el 30 de mayo de 1431. Canonizada Por Benedicto XV en 1920, sus restos – supuestamente recuperados junto a la hoguera que acabó con su vida en Rouen – se conservaban en Chinon, en la diócesis de Tours, como verdaderas reliquias nacionales.

Juana de Arco comandando el asedio de Orleans. De Jules Eugène Lenepveu. Fuente: Public Domain

La historia del descubrimiento de estos restos es digna de una buena película. La leyenda decía que los despojos de Juana de Arco fueron echados al Sena. En 1867 se hallaron unos tarros de vidrio en el granero de un farmacéutico parisino, que el destino quiso que fuera natural de Rouen, y en los que se hallaron unos restos – concretamente una costilla, tejidos y diversa materia orgánica – que al parecer fueron recogidos en la base de la hoguera de la ciudad que mató a la Doncella, según aseguraba una etiqueta que acompañaba al descubrimiento. El fervor por las reliquias hizo el resto, aunque la Iglesia sospechaba de la autenticidad de dichos restos. Ahí, cual gran investigador de la literatura o el cine apareció el doctor Charlier, que recibió en el 2006 el encargo por parte de la diócesis de Tours de estudiar el polémico contenido de los tarros. No era el primero, pero quizá sí el definitivo, teniendo en cuenta las conclusiones a las que llegó.

Los resultados fueron publicados en la revista Nature, y en ellos se vieron rubricados los esfuerzos de una veintena de especialistas que lanzaron otra bomba: los restos pertenecían a una momia, probablemente egipcia. La clave estaba en el olor que desprendían los restos: vainilla y emplastos de yeso, según los expertos perfumistas Sylvaine Delacourte y Jean-Michel Duriez – pertenecientes a las grandes casas de perfumes Guerlain y Jean Patou respectivamente –, que dieron al traste con más de un siglo de veneración de unos restos que no pertenecían a quien se creía. Luego llegó la confirmación de que el material obtenido no había sufrido quemaduras, sino que contenían trazas de haber sido usados para embalsamar algún cadáver. Por no hablar del polen, que no era de la Normandía de la Guerra de los Cien Años. Otro tanto para Charlier, pero no sería el último.

Si algún lector quiere saber algo más al respecto, se recomienda desde aquí a que lea Huesos Sagrados, de Peter Manseau, donde hay todo un capítulo dedicado a la investigación de Charlier sobre estos restos. Una pequeña joya donde además se pueden encontrar otras reliquias de todo el mundo. Historias como la de Agnès Sorel, amante de Carlos VII, cuyas reliquias se guardaban en Chinon y cuya investigación condujo posteriormente a Juana de Arco. Su cuerpo fue saqueado por los sans coulottes y parte de él acabó en Chinon, donde el experto comprobó que Sorel murió a los veintinueve años de edad envenenada por mercurio.

La cabeza de Enrique IV

Enrique III de Navarra y IV de Francia tampoco ha escapado a las investigaciones del intrépido doctor. Sabemos que fue asesinado el 14 de mayo de 1610, a manos del fanático católico François Ravaillac, tras haber visitado el monarca a su ministro de Finanzas, buen amigo del rey. Dos puñaladas bastaron para que diese con sus restos bajo tierra. Su cuerpo – como el de buena parte de la monarquía francesa anterior – fue mutilado durante la Revolución Francesa, cuando fueron exhumados de la basílica de Saint-Denis. Cuando Luis XVIII devolvió los restos a sus tumbas originales, la cabeza de Enrique IV no estaba junto al resto de su cuerpo.

La cabeza estuvo desaparecida hasta 1919, cuando fue comprada en una subasta por tres francos pagados por Joseph-Émile Bourdais. Casi todos negaban su autenticidad, incluido el museo del Louvre. Pero tuvo que llegar Charlier para cambiar esa opinión. La testa fue cedida por su último dueño, Jacques Bellanger, para que se comprobara su autenticidad. Dos estudios distintos dieron la prueba definitiva. El estudio comenzó en 2010 y concluyó en 2013, con resultados reflejados en la revista Forensic Sciencie International, que reveló los resultados de las dos investigaciones, una liderada por Charlier, y la otra por Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra. Ambos debieron colaborar para dar el espaldarazo definitivo a este caso.

Enrique III de Navarra y IV de Francia. Fuente: Public Domain

 

Charlier dirigió el análisis de la cabeza de Enrique IV y sus resultados arrojaron 22 evidencias anatómicas, históricas, patológicas y antropológicas que permitieron afirmar casi con certeza que se trataba de la cabeza del rey. Lalueza-Fox dirigió el estudio que analizó la calabaza que presuntamente contenía en su interior un pañuelo con la sangre del rey Luis XVI, depositado por un testigo de la ejecución del monarca en 1793. En aquella ocasión fue posible recuperar el perfil genético del cromosoma Y de la sangre de la calabaza, pero la falta de familiares con los que comparar impidió certificar que se tratara efectivamente de Luis XVI. La genética hizo su magia, y se comprobó que el cromosoma Y de la casa de Borbón es raro y es el mismo en ambos monarcas, lo que probó que eran familiares y, por lo tanto, se demostró la autenticidad de la cabeza gracias a la consanguinidad.

Charlier declaró lo siguiente: «Esta afiliación genética desde Enrique IV – fundador de la casa Borbón – hasta Luis XVI también confirma la paternidad de Luis XIII en relación con Luis XIV, algo que ha sido durante décadas motivo de controversias históricas».

El rostro de la Magdalena

La reconstrucción forense tampoco es ajena a la labor del doctor Charlier, que más allá de su labor en la Universidad de Versalles no se amilana a enfrentarse a desafíos de gran calibre como el que estamos a punto de ver. Corría el octavo día del mes de septiembre del pasado año cuando salió a la luz otro de los rostros más famosos de la Historia, al menos de la moderna, que también ha dado el salto al inconsciente colectivo en forma de leyenda manoseada por todas partes: el de María Magdalena. En una ciudad medieval del sur francés, en Sain Maximin, se conserva un cráneo y unos huesos que la tradición atribuye a la mujer, de la que se dice que huyó de Tierra Santa y que predicó la palabra en tierras galas, como bien sabrán todos los conocedores del movimiento iniciado, entre otros, por el libro “El enigma sagrado” y que tuvo su máximo exponente en “El código Da Vinci”, el ya mítico libro de Dan Brown. Aunque el culpable del nacimiento de la leyenda fuera un tal Jacobo de la Vorágine, allá por el siglo XIII, pero esa es otra historia… Lo que ahora cuenta es que Charlier no estuvo solo en el asunto de la Magdalena, sino que tuvo la inestimable ayuna del artista forense Philippe Froech, quien hizo posible en última instancia el prodigio que se exhibió ante el mundo aquel día.

La reconstrucción estuvo basada en un modelo generado por ordenador, y nos mostró a una mujer de cara redonda, pómulos altos y nariz puntiaguda. ¿Cómo lo consiguieron, si la vitrina que exhibía el cráneo fue cerrada en 1974? Nada parece ser imposible para alguien con el deseo de conocer la verdad, y a ello se agarraron ambos partícipes en este trabajo para sacarlo adelante. Se apoyaron en más de 500 fotografías del cráneo tomadas desde diferentes ángulos. La magia del modelado 3D hizo el resto. ¿Conclusiones? Los huesos del cráneo pertenecieron a una mujer que murió en torno a los cincuenta años de edad y que era de ascendencia mediterránea. En varios mechones de sus cabellos había un tipo de arcilla que prevenía la aparición de piojos. Sin embargo, otros datos como la expresión facial y el peso fueron interpretados por ambos investigadores ante la falta de más material.

Una cosa más: esta investigación fue totalmente de ámbito académico, libre de colaboración con la Iglesia. Los dos esperan poder reconstruir todo el cuerpo en el futuro, pero para ello habrá que esperar. Además, Philippe Charlier tuvo el detalle de asegurar que «no estamos para nada seguros de que este sea el cráneo de María Magdalena». Un detalle que habla mucho y bien de la profesionalidad del doctor, totalmente sabedor de la polémica que se cierne sobre los restos de la que algunos dicen que fue “esposa de Jesús y madre de sus hijos”.

La presentación del posible rostro de María Magdalena en 2017, presentada por Philippe Charlier y Philippe Froech.

No ha sido la única colaboración entre los dos colegas, pues en 2013 ya habían dado rostro al terror de la Revolución Francesa: Maximilien de Robespierre. Froech declararía entonces que «Madame Tussauds realizó la máscara mortuoria del rostro post mortem, tumbado y con los ojos cerrados, tras haber sido decapitado el 10 de Termidor (28 de julio de 1794, según los revolucionarios)».

Entre los detalles sacados a la luz con la reconstrucción, se observaba la marca de un tiro que recibió en la cara el día anterior a su ejecución. También que tenía muchas marcas de viruela y que sufría una enfermedad que le hacía sangrar abundantemente por la nariz y tener granos de pus en el rostro. «Elegimos a Robespierre por ser una figura polémica que podía despertar interés y no cabe duda de que lo hemos logrado», dijo Froech, sabedor de que su trabajo junto a Charlier inició un debate en el que ambos fueron duramente criticados por, según algunos, atentar contra la figura de Robespierre.

Seguro que en el futuro próximo seguiremos viendo nuevos trabajos del doctor Charlier y sus colaboradores en prensa y televisión, como bien ha demostrado su última gran presentación, la del rostro del hombre de Cromañón que fue descubierto en 1868 den la cueva de Les Eyzies, Francia. El pobre hombre padecía de neurofibroma, que había erosionado el hueso, haciendo que aparecieran tumores benignos o manchas en la piel, resultando un rostro afeado, pero desde luego llamativo. Otro motivo más que justifica que la prensa francesa llame a Charlier el “Indiana Jones de los muertos”.

Fuentes:

  • Manseau, Peter. Huesos sagrados. Alba Editorial, 2010.
  • https://www.futura-sciences.com/sciences/actualites/recherche-relique-jeanne-arc-etait-morceau-momie-egyptienne-10634/
  • https://www.lexpress.fr/actualite/sciences/la-vraie-jeanne-d-arc-ne-serait-pas-a-chinon_463861.html
  • https://news.nationalgeographic.com/2017/09/mary-magdalene-face-skull-france-video-spd/?beta=true
  • http://www.lepoint.fr/insolite/des-scientifiques-reconstituent-le-visage-d-une-relique-attribuee-a-marie-madeleine-08-09-2017-2155542_48.php
  • http://www.lefigaro.fr/culture/2013/02/10/03004-20130210ARTFIG00124-le-visage-d-henri-iv-devoile-au-terme-d-une-longue-enquete.php
  • https://www.lemonde.fr/sciences/article/2014/01/20/polemiques-sur-le-crane-suppose-d-henri-iv_4351224_1650684.html
  • http://www.lepoint.fr/science/l-homme-de-cro-magnon-a-desormais-un-visage-30-03-2018-2206768_25.php

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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