Los pintores rupestres podrían haberse sometido a episodios de hipoxia voluntarios para inducir alucinaciones e inspirar sus obras

La investigación, publicada en la revista Time and Mind, revela que la ubicación de las pinturas en espacios cerrados y profundos fue deliberada para aprovechar la falta de oxígeno, lo que les causaba un estado de alteración mental. Los cavernícolas experimentaban entonces un estado de hipoxia, que aumenta la liberación de dopamina en el cerebro y “resulta en alucinaciones y experiencias extracorporales”. Imagen: Bisonte de Altamira, Dominio Público.

De acuerdo con el hallazgo de Yafit Kedar y Ran Barkai de la Universidad de Tel Aviv (Israel), la falta de oxígeno en el organismo llevaba a los cavernícolas a un de hipoxia. Ante esta condición, se libera dopamina en el cerebro “resultando en alucinaciones y experiencias extracorporales”, detallan los autores del estudio.

Los investigadores sugieren, además, que entrar en las cuevas para pintar puede haber sido visto como un rito espiritual. Sostienen que debido a la “importancia de las cuevas en las cosmovisiones indígenas” adentrarse a estos ambientes profundos y oscuros era “una elección consciente“.

La decisión de entrar en estos entornos sombríos con antorchas era impulsada por la percepción del espacio subterráneo, sin oxígeno, como un lugar de naturaleza transformadora, en donde era posible transitar entre estados del ser. Las profundidades “permitían a los primeros humanos mantener su conexión con el cosmos”, escriben los autores.

De acuerdo con Kedar, en un comentario a Haaretz, los hombres de las cavernas posiblemente trataban de comunicarse con seres de otro mundo al entrar las cuevas.

La idea es que entraban [a las cuevas] porque creían que había algo allí, que había entidades más allá del muro. Y por eso iban hasta el final de la cueva. Los dibujos se pueden encontrar a más de 500 metros en el interior”, subrayó la investigadora.

El profesor David Whitley, experto en etnografía y arte rupestre que no participó en el trabajo de Kedar y Barkai, aplaude la investigación por poner fin al debate sobre si el arte rupestre europeo más antiguo estaba asociado con estados alterados de conciencia.

Varios arqueólogos (incluido yo mismo) han argumentado que este arte probablemente resultó de prácticas chamánicas que involucran trance y alucinaciones. Un argumento en contra de nuestra interpretación fue que no había evidencia de plantas / sustancias alucinógenas en Europa occidental en ese momento”, le dijo a Haaretz en un correo electrónico. “Este artículo demuestra de manera concluyente que la entrada a muchas de estas cuevas con una antorcha o lámpara habría garantizado una experiencia visionaria”.

Whitley señala que las cuevas fueron visitadas por personas distintas de los artistas, como lo atestigua la conservación ocasional de huellas, incluso de niños. La implicación es que ellos también habrían experimentado un estado alterado de conciencia, una especie de trance grupal. “Esta es una implicación novedosa e importante de esta investigación”, dice Whitley.

La asociación entre estados alterados de conciencia y/o visiones y el arte rupestre no es universal. Algunos cazadores-recolectores practicaban religiones chamánicas que implicaban una interacción directa con lo sobrenatural, pero no todas.

Gran parte del arte rupestre aborigen australiano no tiene relación con el trance, por ejemplo”, dice Whitley. “La religión entre los aborígenes australianos enfatiza los rituales de renovación mundial en lugar del chamanismo”.

Se ha probado el uso de antorchas. Diferentes han identificado chimeneas, carbón, marcas de antorchas y hollín en las paredes. Hay evidencia de alguna actividad doméstica en las profundidades, aunque la mayoría de las cosas se hicieron donde la gente podía ver: sitios al aire libre, refugios rocosos y entradas a cuevas.

Con la ayuda del software y la información de Kedar, el equipo de Tel Aviv se propuso calcular los patrones de circulación del aire en cuevas o pasajes de boca estrecha, y cómo las antorchas afectarían los niveles de oxígeno.

Hay que tener en cuenta que el estudio no es pertinente para cuevas bien ventiladas con entradas grandes, donde el fuego crea distintas capas de aire. El aire caliente se eleva, por lo que hacia el techo encontramos los gases de escape del fuego; la capa inferior consiste en aire normal del exterior. Pero si la boca de la cueva es angosta o cuenta con un pasillo estrecho, cuando se usan antorchas para la iluminación, tanto el nivel superior como el inferior del aire se vuelven hipóxicos. El oxígeno cae rápidamente de los niveles al aire libre del 21 por ciento a menos del 18 por ciento, lo que puede causar hipoxia.

Dado que la hipoxia no se puede inducir en el laboratorio, se ha estudiado con la ayuda de pilotos y montañistas de gran altitud, no de artistas trabajando en cuevas. Aún así, los resultados son esclarecedores. La hipoxia nos hace hiperventilar; nuestros corazones se aceleran y nuestras mentes también. Afecta a la corteza frontal y al hemisferio derecho del cerebro, áreas que pueden estar asociadas con la creatividad impulsada por las emociones. La hipoxia también puede ir acompañada de euforia y una propensión al error de juicio, señala el equipo.

También aumenta la secreción de dopamina en el cerebro, lo que puede causar sueños y alucinaciones, a veces asociados con experiencias extracorporales y sensaciones de volar o flotar, sin mencionar las experiencias cercanas a la muerte.

El estudio se publicó en la revista arqueológica Time and Mind el pasado 31 de marzo.

https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/1751696X.2021.1903177?journalCode=rtam20

https://www.haaretz.com/israel-news/.premium-israeli-archaeologists-crack-mystery-of-cave-paintings-done-in-the-dark-1.9686181

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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