Los ‘hikikomori’ y el ‘kodokushi’: visibilizando pandemias que han dejado de ser endémicas de Japón

La actual pandemia global ha hecho comprender a millones de personas lo que es el aislamiento social en su vertiente más cruda y solitaria. Muchos han pasado meses encerrados, solos y sin apenas contacto alguno con el exterior. En unas circunstancias tan extremas, es lógico que hayan aparecido otras “pandemias silenciosas” como la claustrofobia, la ansiedad o la depresión. Sin embargo, hay quienes convirtieron todo eso en un modo de vida, años antes de que este infame 2020. En Japón saben muy bien de qué se habla cuando medios de otros países hablan de aislamiento, porque en tiempos recientes ha habido movimientos culturales que han abogado por estas prácticas. No es ninguna tontería, sino una cuestión que está llegando a los más altos niveles mediáticos. A día de hoy, se estima que hay alrededor de un millón de japoneses que son ‘hikikomori’, y muchas más las que envejecen y mueren en absoluta soledad.

La palabra hikikomori deriva del verbo hiki, que podría traducirse como “retirarse o atrincherarse”, y de komoru, que significa “entrar”. El término fue acuñado oficialmente por el psicólogo y profesor de la Universidad de Tsukuba, Tamaki Saitō, en su libro Hikikomori: Adolescence without End, editado por primera vez en 19981..

. Estas personas no suelen salir de su casa, incluso de su propia habitación, y rechazan por completo cualquier contacto con personas ajenas. Sin embargo, no es algo endémico en Japón, sino que se está extendiendo a otros países, situación que se ha acentuado con la pandemia de la Covid-19. En Corea del Sur, Hong Kong, EE.UU o incluso España, a este movimiento se le conoce como “Síndrome de la Puerta Cerrada2.”. Porque además de un movimiento social, esta soledad autoimpuesta es considerada un síndrome. En 2014, el “aislamiento social severo”, tal y como lo define su propia traducción, no era una soledad buscada o un ejemplo regio de ascetismo, sino un trastorno caracterizado por una pérdida del contacto con el exterior que afectaba a cerca del 2% de la población joven en Japón.

Normas sociales aislantes de la sociedad

Tamaki Saitō se fijó en el fenómeno de jóvenes caracterizados por un comportamiento asocial que se encierran en sus apartamentos, tras el pinchazo de la burbuja financiera e inmobiliaria japonesa de los años 90. Se consideran como hikikomoris aquellas personas que permanecen en sus casas durante un período mínimo de seis meses y sólo salen a comprar lo esencial. En un principio hubo un perfil muy definido: un joven varón adicto a los videojuegos, manga y anime, o como lo definirían algunos, un otaku antisocial ni-ni. Su edad estaría en torno a los 36 años, según el 73,8% de los casos estudiados, mientras que la edad media en las mujeres aumenta a los 51 años. Porque, obviamente, este movimiento no se quedó ahí, como algo propio de un grupo de adolescentes varones con problemas para relacionarse. Más recientemente, los psicólogos se han dado cuenta de que la realidad es más compleja y cada vez afecta a una parte más amplia de la población, incluyendo a mujeres e, incluso, a mayores jubilados.

Un primer problema asociado a este movimiento es el de la baja tasa de natalidad, otro gran problema endémico del país nipón, que se ha incrementado con el progresivo envejecimiento de aquellos primeros hikikomoris de los años 90. Esas personas tienen pocas relaciones sociales, lo que dificulta aún más el que puedan establecer vínculos afectivos y se reproduzcan. A menor número de reproducción, mayor envejecimiento poblacional. Ambos factores se dan de la mano para llevar directamente al siguiente gran problema detectado en aquellos lares, el del llamado kodokushi, que en japonés quiere decir “muerte solitaria”. Personas que viven solas y desconectadas, sin relaciones, sin visitas, que mueren en sus casas ante la indiferencia de su entorno, que puede tardar semanas, meses o incluso años en enterarse. Esto tampoco es algo nuevo, ya que hay registros de casos de este tipo al menos desde la década de 1970, pero que en los últimos 20 años se convirtió en una epidemia silenciosa.

Volviendo al problema inicial, los factores culturales propios de Japón fueron muy tenidos en cuenta a la hora de definir la problemática. Muchos aludían a la cultura del sekentei, la apariencia a ojos de la sociedad, en la que la reputación y el honor cobran especial relevancia. A los niños japoneses se les inculca desde muy temprana edad la importancia de destacar sobre el resto en la escuela y en el trabajo para llegar a lo más alto. Según el sociólogo Teppei Sekimizu, los que no cumplen estas altas expectativas y se desvían de las reglas del grupo se sienten avergonzados, abandonan los estudios o su trabajo, y se aíslan. Esto no se relacionaba, al menos en principio, con otros trastornos psicológico previos.

Algunos autores lo asocian a la globalización, la extensión del neoliberalismo y la prolongada recesión económica japonesa de los 90, que ha generado una menor movilidad social y oportunidades de empleo precarias, por lo que muchos jóvenes se sienten desmotivados. Ese círculo vicioso arrastra a los familiares más cercanos del aislado. Los padres se desesperan y se apartan de la sociedad por vergüenza. Se le conoce como el “problema de los 80-50”, mediante el cual los padres mayores y sus hijos de mediana edad se enclaustran.

Un estudio realizado por psiquiatras del hospital del Mar de Barcelona en 2014 apuntalaba algunas de las características de estos hikikomori y trataba de advertir de la exportación de dicho problema a otros países, incluido España.

En España creemos que es algo excepcional, pero está más presente de lo que pensamos”, indicó en aquel momento Ángeles Malagón-Amor, directora del estudio y doctora en neuropsiquiatría y adicciones.

Empieza de forma progresiva, con encierros puntuales, que luego se extienden durante semanas, meses y finalmente décadas. El paciente de este “Síndrome de la Puerta Cerrada” abandona primero su empleo o sus estudios, para después autoexcluirse de cualquier actividad en sociedad. Algo que puso de manifiesto aquel estudio fue que este comportamiento radical puede estar provocado por un hecho traumático o sin una causa clara, pero el 54% de los pacientes que desarrollaron progresivamente el síndrome tenían antecedentes psiquiátricos familiares, lo que se asoció al “efecto segunda generación”3. En aquel mismo año 2014, un segundo estudio efectuado en Israel y titulado ‘Transmission of Response to Trauma? Second-Generation Holocaust SurvivorsReaction to Cancer” se analizó a 106 mujeres con cáncer de mama, hijas de víctimas del fascismo nazi en Europa durante la Segunda Guerra mundial, comparándolas con 102 mujeres con la misma enfermedad y cuyos padres no sufrieron el Holocausto. Este trabajo, liderado por las investigadoras Lea Baider y Tamar Peretz, mostró que la segunda generación de los sobrevivientes del Holocausto son especialmente vulnerables a trastornos psicológicos. Así, cuando se enfrentan a un trauma, como el de padecer cáncer de mama, reaccionan con angustia psicológica extrema (“distress”), y las mujeres cuyas madres están aún vivas, figuran entre las más angustiadas.

Para Iria Salvador, especializada en psicoterapia del tratamiento del trauma, este fenómeno conocido como “efecto segunda generación” o ESG, puede ser ocasionado por “eventos como guerras, terrorismo, dictaduras, desastres naturales, accidentes con muerte, que normalmente afectan a un conjunto de personas al mismo tiempo, y tienen por tanto un alcance social”.4.

El ESG “también puede producirse en una escala más pequeña, a nivel individual, y consecuentemente familiar, a través de eventos traumáticos como violencia, abusos, violaciones, asesinatos, o por haber estado expuesto a accidentes naturales o ser testigos de accidentes, de muerte o de lesiones graves”.

Relacionar todo este entramado puede ser tan complejo que probablemente llevará años de estudio y análisis por parte del nuevo grupo de trabajo creado por el gobierno nipón, que sin embargo cuenta con indicios claros. Por ejemplo, si se fijan en la duración del retiro social, que suele ser mayor cuando el síndrome se relaciona con enfermedades mentales como:

  • Los trastornos afectivos, que se relacionan con esta patología en el 74,5% de los casos.
  • Las patologías psicóticas, que lo hacen en el 34,7% de los pacientes.
  • La ansiedad desarrolla esta vinculación con la enfermedad en un 22%.

Según algunas estimaciones del gobierno nipón, elaboradas durante el presente 2020, la población de hikikomoris se puede cifrar en 1,15 millones, de los cuales unos 613.000 tienen entre 40 y 64 años. Pero el profesor Tamaki Saitō piensa que los cálculos del gobierno son muy optimistas, porque obvian algunos grupos determinados de nuevos atrincherados, jóvenes o personas de mediana edad que viven con sus padres, quienes se ocupan de cubrir todas sus necesidades básicas. Si Saitō está en lo correcto y se ha de hacer caso a sus estimaciones, la cifra total de hikikomoris podría ascender a 10 millones de personas, de un total de 126,6 millones, que era población total de Japón en abril de este 2020. No se trata de ninguna tontería, sino de una pandemia5..

Sin embargo, es cierto que hay medios para reinsertar a estas personas, algo que no es nada fácil. Internet y sus redes sociales son una gran herramienta para tratar de mitigar este problema. De hecho, existen incluso grupos de ayuda que buscan nuevas formas de sacar a más personas de esos aislamientos extremos. Existe un grupo de exhikikomoris que ha fundado una revista, titulada Hikipos, en la que denuncian los graves problemas ocasionados por el sistema ultracompetitivo que ha establecido su gobierno en las últimas décadas. Esa misma revista, al igual que muchos otros medios, ha establecido muchas semejanzas entre la actual pandemia y lo que sufren los hikikomoris en sus carnes. La denuncia es bastante clara: la cuarentena decretada en muchos países, junto a los avances tecnológicos, la realidad virtual y el teletrabajo pueden transformar el estilo de vida de las personas y asemejarlo más al de los hikikomoris. Desde luego, no se puede negar que sea un problema ajeno a buena parte de la sociedad global, al menos en los países más desarrollados.

La primera reunión del grupo formado por el gobierno japonés está prevista para el 17 de diciembre y tiene como fin hacer una serie de recomendaciones al Gobierno mediante la inspección de las administraciones locales que están trabajando activamente para ayudar a los hikikomori. Su prioridad es la elaboración de medidas de apoyo para esas personas y sus familias, incluido el estudio sobre la posibilidad de organizar las visitas domiciliarias de los médicos especialistas, así como la creación de programas de asesoramiento a nivel local. En el marco de la iniciativa, los miembros del grupo de trabajo deben proponer ideas para promover el apoyo de empleo y las oportunidades de aprendizaje para estas personas, así como la elaboración de medidas de ayuda en el caso de que un hikikomori pierda a su familia.

Vida en soledad. Muerte en soledad

¿Pero qué sucede con los kodokushi? ¿Qué pasa cuando se vive solo, se muere solo y nadie se da cuenta? Según los organismos oficiales del país nipón, no hay estadísticas oficiales que permitan cuantificar el kodokushi y las consecuencias que acarrea. Pero una investigación publicada en 2011 por el instituto NLI estimó que cada año mueren de esta manera entre 8.000 y 26.000 personas en Japón. El año pasado, una encuesta de la Oficina del Gabinete japonés reveló que al 50,7% de los mayores de 60 años que viven solos les angustia la posibilidad de terminar así.

Darío Mizrahi, en su reciente artículo en Infobae6., revelaba que esta soledad asociada al envejecimiento es un proceso ciertamente global, pero que tiene mayor incidencia si cabe en la sociedad japonesa. Según escribía, una de las razones principales tiene mucho que ver con el hecho de que su población es la más envejecida del mundo. La expectativa de vida al nacer es de 84,1 años, una marca superada solo por Hong Kong, donde es 84,6. La edad lleva asociada consigo la aparición de enfermedades neurodegenerativas que degeneran en versiones aún más extremas de esta problemática: es el caso de personas que viven con otra persona, pero su muerte ni es reportada, estando su cuerpo varios días sin ser descubierto, porque su conviviente no se entera o no está en condiciones de reportarlo. Según el periódico Mainichi Shimbun, se produjeron al menos 538 casos en Tokio y Osaka entre 2017 y 2019.

Mizrahi proporciona cifras verdaderamente llamativas al respecto. La comparación de la pirámide de población de Japón actual con la de 1950 impresiona un poco. El 47% de los japoneses tienen actualmente más de 50 años, un segmento que en 1950 representaba apenas el 15%. Casi el 22% tiene ahora más de 70 años, cuando antes no llegaban a ser el 3%. En cuanto a la natalidad y el número de niños, las cifras sin igualmente esclarecedoras. En los 50, el 35% de los habitantes del país eran niños menores de 15 años. Hoy apenas superan el 12%. Los menores de cuatro, que eran la franja dominante, representando el 13%, ahora suman el 3,8%. En lo que respecta al número de convivientes en cada hogar, el 35% de los hogares japoneses tenían un solo ocupante en 2015. A comienzos del presente siglo eran el 27%.

Wolfram Manzenreiter, profesor del Departamento de Estudios de Asia Oriental de la Universidad de Viena, remarca las consecuencias que tiene este fenómeno sobre la autopercepción de los japoneses. “La imagen que la sociedad japonesa tiene de sí misma como comunidad se ve amenazada por el creciente número de casos de personas aisladas de los demás miembros de su familia o de un vecindario que les brinde apoyo. Otro aspecto muy apreciado por los japoneses es no ser una carga para los demás y evitar una relación desequilibrada entre dar y recibir. Desde la perspectiva de las personas que viven solas, ser una molestia, incluso después de la muerte, no es una idea reconfortante. Las encuestas de opinión muestran que es una fuente considerable de ansiedad entre los mayores”, dijo a Infobae, siendo citado por Mizrahi.

Chikako Ozawa-de Silva, profesor del Departamento de Antropología de la Universidad Emory, hacía declaraciones al mismo medio en ese sentido, incidiendo en la cuestión epidemiológica del asunto: “Lamentablemente, la muerte solitaria ha ido en aumento en Japón. Aunque no hay una sola causa para ello, se ha señalado el empleo precario, en contraposición al trabajo tradicional japonés de por vida, como causa del creciente número de personas solteras que nunca se casan ni tienen familia. La soledad suele considerarse una cuestión individual, pero en realidad es social, tanto en sus causas como en sus consecuencias. Los estudios epidemiológicos muestran que está asociada con enfermedades cardíacas, cáncer, depresión, diabetes y el suicidio. En términos de mortalidad, la soledad es equivalente a fumar 15 cigarrillos al día, y se está convirtiendo en una pandemia mundial, especialmente en las sociedades industrializadas”.

Entre esos países industrializados, o con mayor desarrollo económico, encontramos a muchos países europeos, a Estados Unidos o a la propia España, que además está en la lista de los países con mayor esperanza de vida, por lo que es lógico razonar que todo lo mencionado respecto a los kodokushi y los hikikomoris pueda estar ocurriendo aquí de forma cada vez más habitual. Sobre todo, en este 2020, cuyos efectos a largo plazo en el modo de vida y la salud psicológica de la población tardarán años, o puede que décadas, en ser vislumbrados con una perspectiva suficiente para atajar sus consecuencias más funestas.

Fuentes:

  • Gent, Edd: The plight of Japan’s modern hermits, BBC, enero de 2019 (en línea) https://www.bbc.com/future/article/20190129-the-plight-of-japans-modern-hermits
  • Goncebat, Omar: ¿Se heredan algunos traumas?, EFE, enero de 2014 (en línea) https://www.efesalud.com/se-heredan-algunos-traumas/
  • Mizrahi, Darío: “Kodokushi”, la epidemia silenciosa que atormenta a Japón: una ola de muertes en absoluta soledad, Infobae, diciembre de 2020 (en línea). https://www.infobae.com/america/mundo/2020/12/13/kodokushi-la-epidemia-silenciosa-que-atormenta-a-japon-una-ola-de-muertes-en-absoluta-soledad/
  • Parrilla. Alejandro. La soledad trastornada de Hikikomori, EFE, diciembre de 2014 (en línea). https://www.efesalud.com/la-soledad-trastornada-de-hikikomori/
  • Tamaki, S: Hikikomori: Adolescence Without End, University of Minnesota Press, 2013.
  • Wirth, Eszter: Hikikomoris forzados por la pandemia: el Síndrome de la Puerta Cerrada, The Conversation, abril de 2020 (en línea) https://theconversation.com/hikikomoris-forzados-por-la-pandemia-el-sindrome-de-la-puerta-cerrada-135577

Notas:

1.Existe versión inglesa. Tamaki, S: Hikikomori: Adolescence Without End, University of Minnesota Press, 2013.

2.Parrilla. Alejandro. La soledad trastornada de Hikikomori. https://www.efesalud.com/la-soledad-trastornada-de-hikikomori/

3Baider L, Peretz T, Hadani PE, Perry S, Avramov R, De-Nour AK. Transmission of response to trauma? Second-generation Holocaust survivors’ reaction to cancer. Am J Psychiatry. 2000 Jun;157(6):904-10. doi: 10.1176/appi.ajp.157.6.904. PMID: 10831469.

4.Goncebat, Omar: ¿Se heredan algunos traumas? https://www.efesalud.com/se-heredan-algunos-traumas/

5.Wirth, Eszter: Hikikomoris forzados por la pandemia: el Síndrome de la Puerta Cerrada. https://theconversation.com/hikikomoris-forzados-por-la-pandemia-el-sindrome-de-la-puerta-cerrada-135577

6.Mizrahi, Darío: “Kodokushi”, la epidemia silenciosa que atormenta a Japón: una ola de muertes en absoluta soledad https://www.infobae.com/america/mundo/2020/12/13/kodokushi-la-epidemia-silenciosa-que-atormenta-a-japon-una-ola-de-muertes-en-absoluta-soledad/

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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