En el año 2007 se mostraron a Jennifer Solignac y David Elkington imágenes de un conjunto de libros, códices para ser exactos, recientemente descubiertos. Eran sorprendentes de una manera particular: estaban compuestos casi enteramente de plomo impuro. Los intentos de llevar los códices de plomo ante los ojos del público muy pronto condujeron a la controversia y a las críticas de quienes opinaban que eran falsos Sin embargo, el paciente análisis y la investigación han puesto de manifiesto el hecho de que son auténticos y antiguos. Uno de los investigadores declaró lo siguiente:
«Se nos había mostrado un conjunto de libros o códices de extraño aspecto – una serie de placas de plomo unidas por alambre de plomo –, setenta en total, y conseguimos tomar numerosas imágenes detalladas de alta definición. Ahora teníamos que descubrir el valle de donde provenían los códices. Se encuentra en el norte de Jordania. En el transcurso de varias visitas que hicimos en los años 2009 y 2011 descubrimos mucho: una cámara funeraria intacta del primer siglo, una almazara y todas las señales de que había sido habitado durante largo tiempo. Había cuevas en todas partes, y no solo eso, además sabíamos que los primeros cristianos habían estado aquí: aún había una celda monástica cristiana intacta en el acantilado.»
El descubrimiento muy pronto fue descrito por el Director de Antigüedades de Ammán (Jordania) como ‘más importante que los Manuscritos del mar Muerto’.A primera vista, los códices parecían poco llamativos. Desde el descubrimiento de los textos de Nag Hammadi en 1945, códices de todo tipo han inundado el mercado, la mayoría de ellos falsos. Sin embargo, estos estaban hechos enteramente de plomo, en lugar de cuero. Este hecho pronto fue confirmado por una consulta realizada al Fondo de Exploración de Palestina con sede en Londres.
El análisis inicial realizado en varios laboratorios importantes confirmó la procedencia romana del plomo. El trabajo era descubrir si se trataba de plomo romano reutilizado: reutilizado por astutos falsificadores a la caza de ávidos y ricos compradores, a menudo bastante crédulos. Diez años y quince análisis independientes más tarde se supo que los códices eran auténticos. Pero para entonces ya había comenzado una campaña para acallarlos. Surgieron voces disonantes afirmando que el metal podía ser antiguo, pero había sido trabajado de nuevo para crear estos códices.
Fue el profesor Roger Webb, del Ion Beam Centre de la Universidad de Surrey, trabajando con Matthew Hood, un analista independiente, quien finalmente fue capaz de refutar por completo esta suposición. El metal no solo era viejo, sino que además presentaba todos los signos de ser muy antiguo.
La primera observación fue realmente sencilla: si no había ninguna radiación activa procedente del metal entonces no era un producto de la era moderna. Esto se debe a que en 1945 se detonaron las primeras bombas atómicas en los desiertos de nuevo México. Este acontecimiento envió polonio radiactivo al cielo, y desde ese día cualquier metal fabricado en las fundiciones de todo el mundo contiene polonio radiactivo. La ausencia de este elemento en los códices fue uno de muchos factores críticos. Otro fue el estado de la corrosión en la superficie de los códices.
El plomo moderno no sólo es muy puro sino también muy maleable al tacto; es como la plastilina cuando es golpeada para formar láminas. El plomo de los códices es muy impuro pero, significativamente, es frágil y en algunos casos se fractura con facilidad. Dicho en pocas palabras, nunca nadie había visto o manipulado un plomo como éste. Bajo el microscopio exhibe todas las cualidades de una gran antigüedad, con impurezas cristalinas brotando del metal y dejando agujeros a su paso. Un proceso que requiere más de 1.800 años.
El conjunto de libros que Jennifer Solignac y David Elkington habían visto tanto en Jordania como en Israel eran en su mayoría de pequeño tamaño, no mucho más grandes que el libro de bolsillo promedio. Algunos son incluso más pequeños, no mayores que la palma de la mano de un hombre. Todos ellos tienen ilustraciones de palmeras y menorás en sus láminas, además de otros símbolos. La escritura que predomina en ellos es el paleo-hebreo, una lengua que se remonta a unos mil años antes de Cristo. De forma reveladora también se observa el arameo: la lingua franca del tiempo de Jesús. Así pues, tenemos un vínculo entre dos periodos separados.
Curiosamente, uno de los aspectos más llamativos de las ilustraciones de los códices es la presencia de la arquitectura típica del Templo. En un códice puede verse el interior del Templo: en términos de la época esto habría sido visto como una imagen prohibida, así como la representación del candelabro de siete brazos. En su día éste era considerado mobiliario de Dios – y procedía del lugar más sagrado del templo, el Sancta Sanctorum o ‘Santo de los Santos’.
¿Fue esta la razón por la que los códices fueron sellados y escondidos en cuevas? ¿Porque eran objetos santos que representaban secretos prohibidos a todo el mundo menos a los iniciados? El Segundo Libro de Esdras (14,25-46), un antiguo texto hebreo-cristiano, nos habla de la confección de noventa y cuatro libros, setenta de los cuales fueron más tarde escondidos en una cueva.
Sin embargo, más reveladora resultaba la mención de un pequeño libro en Apocalipsis 5. (Éste se traduce a menudo – y erróneamente – como un rollo manuscrito, pero el griego original dice biblioridion, término que significa libro, no rollo). Este libro coincide con la descripción del códice principal del descubrimiento, un pequeño libro con siete sellos por un lado. En su portada hay un retrato de una típica figura del Nazareno. La descripción de éste parece que concuerda con la dada en el Apocalipsis, lo que significa sólo una cosa: que se trata de un Apocalipsis. No nos referimos al fin del mundo evidentemente, sino más bien a un libro sobre una visión, acerca de los secretos del templo.
Según los eminentes expertos hasta ahora implicados en la evaluación de la lengua y la iconografía de los códices, el hecho de que estos textos existan bajo la forma de un libro apunta a la probabilidad de que sean documentos del cristianismo primitivo, los más antiguos descubiertos hasta ahora. Las traducciones realizadas hasta el momento parecen apuntar en esa dirección.
Pero el texto no parece ser más que un conjunto aleatorio de citas de Proverbios, Salmos, Daniel y otros libros del Antiguo Testamento. ¿Qué es lo que estaban intentando transmitir realmente? En esencia estos libros son testimonia. Dan testimonio da la verdad tal y como fue revelada de boca del Mesías. Estos libros nos hablan de la venida de un Mesías, de un gran Rey que liberará a su pueblo y los liberará de la opresión: pero nos hablan de una liberación de este mundo, de la liberación de la carga de tener que pagar impuestos al César. Hablan de un gran acontecimiento que el Mesías ha venido a supervisar, y también de muchas otras cosas.
La aparición de estos libros ya había sido predicha. En la década de 1950, el Dr. Hugh Schonfield estaba traduciendo el Documento de Damasco, uno de los Manuscritos del mar Muerto, cuando se dio cuenta de que el texto hablaba de un libro de metal, un objeto muy sagrado que, según sugería el texto, tenía un retrato del Santo en su cubierta. Ésta es una buena descripción del códice principal del descubrimiento.
¿Podría ser éste el primer icono de la historia? ¿El icono del que derivan todos los demás iconos? ¿Ha vuelto Cristo, como él mismo predijo en el Nuevo Testamento?