El mundo es un lugar ciertamente contradictorio. La individualidad creciente nos lleva a mirar hacia otro lado respecto a grandes problemas de la sociedad, pero a la vez hay movimientos que abogan por defender a ultranza los derechos de determinados grupos, o de los animales. Capaces de lo mejor y de lo peor, la humanidad cuenta con adelantos médicos capaces de preservar y garantizar una vida más larga y saludable, pero ciertos sectores se agarran al orden natural establecido y deja a un lado esos adelantos. Entre ellos, las vacunas, que contrarrestran patógenos potencialmente mortales y capaces de provocar epidemias atroces. Si para muchos es inconcebible que se practique esta mentalidad antivacuna con los propios hijos, imaginen cuando se hace con mascotas. Reino Unido acaba de alertar al respecto.
La organización benéfica de animales PDSA lanzó las siguientes declaraciones recientemente:
«Millones de animales quedan desprotegidos y vulnerables a enfermedades potencialmente fatales como la gripe del gato, la enfermedad hemorrágica viral del conejo y el parvovirus, y tememos que el fenómeno antivacuna se esté propagando a los animales como una bomba relojería para todas las mascotas.»
Los números hablan por sí mismos, y un informe de la PDSA Animal Wellbeing (PAW) muestra de forma nítida que no se trata de ninguna tontería. Al parecer, el número de animales domésticos protegidos ha experimentado una disminución dramática en los últimos años. Una encuesta de 5.036 propietarios de perros, gatos y conejos en Gran Bretaña encontró que sólo dos tercios (el 66%) de las mascotas recibieron sus vacunas primarias cuando eran jóvenes, en comparación con el 84% en 2016. Aproximadamente un tercio de las mascotas (32%) no reciben sus refuerzos regulares, lo que garantiza una protección a más largo plazo. En cifras, la disminución de dieciocho puntos porcentuales en tres años podría significar que más de siete millones de mascotas ahora son vulnerables a infecciones.
El informe no habla de cuestiones económicas como causa de esa falta de vacunación, sino que señala a una realidad creciente que ya no concierne sólo al género humano: el crecimiento del movimiento antivacuna, con algunos padres expresando escepticismo sobre la seguridad y la eficacia de las vacunas infantiles.
«Dicha resistencia se describe como “vacilación vacunal” y la incluyó la Organización Mundial de la Salud en su lista de las 10 principales amenazas para la salud mundial en 2019», aseguran.
Como explica en la CNN Daniella Dos Santos, vicepresidenta de la Asociación Veterinaria Británica, los resultados no fueron una sorpresa:
«Los veterinarios están profundamente preocupados por el avance de los anti-vacuna en el cuidado de los animales. Nuestra encuesta encontró que el 98% de los veterinarios han sido cuestionados por los clientes sobre la necesidad de la vacuna. Siempre damos la bienvenida a las preguntas de los clientes, pero nos preocupa que estas conversaciones estén muy influenciadas por lo que los dueños de mascotas ven online de fuentes poco confiables. La vacunación es vital para proteger a las mascotas de enfermedades prevenibles y potencialmente fatales que pueden ser devastadoras para las familias.»
Para Sean Wensley, veterinario de PDSA, la disminución de las vacunas en mascotas es “extremadamente preocupante”:
«Las vacunas han ayudado a proteger a millones de mascotas de enfermedades graves. Si no se vacunan, corremos el riesgo de ver un aumento de enfermedades extremadamente desagradables y evitables que pueden causar un considerable sufrimiento y muerte de los animales.»
En cuanto a las respuestas que dieron aquellos que no han querido vacunar a sus mascotas, queda patente que la cuestión económica es sólo un motivo menor: el 17% lo consideró “demasiado caro”, mientras que la misma proporción argumentó que su mascota no entró en contacto con otros animales y no lo necesitaba. Una proporción ligeramente inferior (16%) dijo que sentía que era “innecesario”, mientras que el 13% dijo que “su mascota encontró que ir al veterinario era muy estresante”.
Más allá de cuestiones éticas y de sensibilidades particulares, la responsabilidad debería estar en primer lugar. La naturaleza tiene la capacidad de acabar con la vida, pero también de salvarla temporalmente, evitando sufrimiento y dolor por el camino. Por no olvidar las epidemias. Porque los patógenos tiene la capacidad de evolucionar y mutar, y el movimiento antivacuna podría propiciar una eventual epidemia de consecuencias inimaginables. Quizá todo sea una gran exageración. ¿Pero qué pasaría si no lo fuera?
https://edition.cnn.com/2019/09/05/health/anti-vax-pets-gbr-scli-intl/index.html