El 6 de agosto de 1945, el bombardero B-29 bautizado con el nombre de Enola Gay provocó uno de los momentos más recordados y horribles de toda la historia. El avión soltó la bomba Little Boy, que acabaría instantáneamente con las vidas de 100.000 personas y dejaría a otras 130.000 gravemente heridas. Los reportes indicaron una devastación de 13 kilómetros cuadrados. Setenta y cuatro años después, parece que en Hiroshima no hubiera pasado nada. Su población de más de 1.300.000 habitantes vive como si nada hubiera ocurrido décadas atrás. Donde antes hubo caos y destrucción, hoy solo hay un centro urbano próspero como cualquier otro del país.
No obstante, el terreno de Hiroshima oculta claros vestigios del desastre ocurrido en 1945. Así lo señaló una investigación reciente publicada en la revista Anthropocene. Según la investigación, en las playas de la península de Motōjina todavía se encuentran escombros y otros materiales que fueron distribuidos por la explosión de la bomba atómica.
Tan solo a 10 centímetros de profundidad dentro de la playa se encontraron pequeños trozos de escombros. Los expertos los describieron como piezas de milímetros de grosor, entre las que habían esferoides de cristal, filamentos de cristal y otros componentes fundidos. En un solo kilogramo de arena se calculó que estos elementos hacían un 0,6 a 2,5% de la muestra. Extrapolando estos datos, se calculó que en cada kilómetro cuadrado de playa de Hiroshima había de 2.300 a 3.100 toneladas de estas partículas. Entre los materiales encontrados también había aluminio, calcio, carbono, silicio y oxígeno. Además, había composiciones de materiales como hierro puro o acero. También se encontró hormigón, mármol y caucho.
Las partículas encontradas fueron formadas en las condiciones extremas de la explosión. Varios miles de grados Celcius provocaron que todo se convirtiera en líquido y volara por el cielo. Estas partículas terminaron chocando unas con otras y formando diversas composiciones antes de tocar el suelo.