Por primera vez en la historia, un grupo de investigadores ha dado con perovskita de silicato de calcio (CaSiO3) en la superficie de la Tierra. El cuarto mineral más abundante del planeta nunca había sido visto por el ojo humano en la naturaleza. ¿La razón? Principalmente, porque a una profundidad de 650 kilómetros se vuelve inestable. Al parecer, el mineral se las arregló para sobrevivir al ascenso porque estaba dentro de una pequeña astilla de diamante. La piedra preciosa se recuperó a menos de un kilómetro de profundidad en la corteza terrestre, en la mina de diamantes Cullinan, Sudáfrica.
«Nadie ha logrado mantener este mineral estable en la superficie de la Tierra. La única forma posible de preservarlo en la superficie es cuando está atrapado en un contenedor inflexible como un diamante», dijo el geoquímico Graham Pearson.
Los científicos han estimado que las perovskitas de silicato constituyen más del 90 % del manto inferior de la Tierra, pero CaSiO3 se mantenía bajo un hipotético hasta ese punto. Ahora que existen muestras palpables del mineral, los científicos podrán estudiarlo con más detalle.
Según cuentan en la investigación, el diamante que se encontró en el interior, de tan solo 0,031 milímetros de ancho, también es un espécimen extremadamente raro. La mayoría de los diamantes nacen mucho más cerca de la superficie del planeta, entre 150 y 200 kilómetros de profundidad. Pero este diamante en particular se habría formado a una profundidad de alrededor de 700 kilómetros. A esa profundidad, la presión es de alrededor de 240.000 veces la de la presión atmosférica a nivel del mar. De hecho, fue esa presión intensa y aplastante la que habría formado el diamante, atrapando el CaSiO3 en su interior al crear una especie de caja estable para el mineral y evitando que la retícula cristalina del mismo se deformara a medida que el diamante se movía hacia la superficie.
«Los diamantes son formas realmente únicas de ver lo que hay en la Tierra. Y la composición específica de la inclusión de perovskita en este diamante en particular indica claramente el reciclaje de la corteza oceánica en el manto inferior de la Tierra. Proporciona una prueba fundamental de lo que ocurre con el destino de las placas oceánicas a medida que descienden a las profundidades del planeta», explica Pearson.
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