La idea tiene más repercusiones de las que al principio pudiera parecer. La tecnología permite hacer capturas de movimiento que imitan la construcción facial de forma muy fidedigna. El cine o los videojuegos hacen uso de ella de forma asidua. De forma paralela, el desarrollo de la robótica busca (al menos en parte), humanizar el aspecto de sus creaciones para que no causen rechazo. Al igual que se ven máquinas grandes y de forma menos antropomorfa (al estilo de las de Boston Dynamics), las hay que pretenden imitar deliberadamente las expresiones faciales. Esa búsqueda de incesante es la que lleva al siguiente paso, que pasa por conseguir que esa imitación sea lo más veraz posible. ¿Daría alguien su cara para que sea reproducida en masa en una línea de robots de compañía? Precisamente es esa la idea que pretende explotar la empresa Geomiq, con sede en Londres.
Tal y como Geomiq cuenta en su blog:
«Hace unas semanas, una empresa de robótica se nos acercó para preguntarnos si podíamos ayudarles con los toques finales de un robot humanoide de última generación en el que han estado trabajando. La compañía está buscando una cara “amigable” para ser el rostro literal del robot una vez que entre en producción. Esto implicará que la cara de la persona seleccionada se reproduzca en potencialmente miles de versiones de robots en todo el mundo.»
La empresa de robótica en cuestión, aún desconocida, pretende tener un modelo base para su producción. Geomiq ha aceptado esa propuesta, y está inmerso en pleno proceso de selección. La retribución para el voluntario que resulte seleccionado es de 100.000 euros. Pero esta persona tendría que tener claro que su rostro será reproducido constantemente, sin que pueda recuperar la potestad de esos derechos. Los robots estarían destinados a hacer compañía a personas mayores. Este colectivo es cada vez mayor, y esa problemática se une a otra bastante extendida: la soledad en un mundo globalizado e hiperconectado.
La explosión de la tecnología relacionada con la comunicación no se ha correlacionado con la mayor sensación de pertenencia. Es cierto que las interacciones sociales son posibles a escalas mucho mayores que hace sólo medio siglo, pero esa tecnología ha traído igualmente un mayor aislamiento respecto a otros. La comunicación tradicional, cara a cara, se pierde en detrimento de las pantallas de ordenador o smartphone. Se tiene contacto con más gente pero con un nivel mucho menor de confianza, de cercanía, de “humanidad”. Ideas como la adicción a la tecnología, a las redes sociales o a la búsqueda de la felicidad son otros conceptos sobre los que aún se debe indagar en busca de soluciones.
El envejecimiento de la población, sobre todo en los países desarrollados, es el ejemplo más palpable de esa soledad. En abril de 2019, más de 850.000 personas mayores de 80 años vivían y aún viven solas en España. La gran mayoría son mujeres: 662.000. En 2018, Japón contaba entre su población con un 27,47% de personas mayores de 65 años. En el caso estadounidense, el porcentaje es de un 15,80%. Para algunos son sólo números, pero para otros es mucho más. Problema social, realidad oculta, problema generacional o, por qué no, fuente de negocio. Y Geomiq se ha unido a esa última corriente.
Miles de robots con un rostro concreto, seleccionado entre miles de candidatos, que pasan a vivir en casas para hacerles la vida más agradable a personas mayores. Una idea que parece ciencia ficción, pero que apunta a ser real muy pronto.
https://www.mirror.co.uk/tech/would-you-apply-tech-firm-20592938