Los escitas eran un pueblo misterioso y fascinante. Eran nómadas y no dejaron ninguna escritura conocida, aunque sus elaborados enterramientos y tatuajes nos revelan parte de su historia. Una nueva exposición del Museo Británico pretende presentar tanta información como sea posible sobre ellos, llegando al detalle de una cicatriz que atraviesa la mejilla de un guerrero escita de feroz aspecto. The Guardian informa de que el verdadero rostro de la cabeza momificada del guerrero escita permaneció oculto por una máscara de arcilla durante casi 2.000 años. Sus rasgos faciales se acercan mucho a los de la máscara pintada que lo cubría.
Con la combinación de la cabeza momificada del guerrero escita y un escáner del mismo, los investigadores descubrieron mucho sobre los rasgos faciales del hombre. Por ejemplo, ahora sabemos que sus dientes estaban en buenas condiciones, tenía bigote y cabellos de color claro, una oreja perforada y una cicatriz que corría desde la cuenca de su ojo izquierdo hasta su mandíbula. También encontraron el agujero a través del cual se extrajo su cerebro del cráneo.
El estado de conservación de la cabeza del guerrero no resulta sorprendente, ya que los escitas eran expertos en la momificación. Como explica un artículo creado por el Museo Británico con motivo de la exposición: “Los escitas realizaban grandes esfuerzos por conservar el aspecto de los muertos haciendo uso de cierta forma de momificación. Extraían la masa cerebral a través de agujeros abiertos en la cabeza, troceaban los cuerpos y retiraban tanto tejido blando como les era posible antes de llenar los huecos con hierba seca y coser la piel.” A partir de ahí, el permafrost era el responsable de la conservación de la materia orgánica.
Los caballos eran muy importantes para los escitas . Estos animales les proporcionaban leche, carne y pieles, y les servían de medio de transporte en sus viajes habituales. También eran utilizados por los arqueros a caballo que entraban en batalla. También eran compañeros esenciales para las élites en su último viaje al más allá. Una de las piezas incluidas en la exposición actual que demuestra la importancia del caballo para los escitas es una máscara de cuero y fieltro para un caballo, rematada por una cabeza de carnero con un gallo joven entre sus cuernos. En lo más alto de la máscara encontramos unos peces de hoja de oro.
La cabeza del guerrero y su escáner, además de la máscara para un caballo, forman parte de la exposición del Museo Británico ‘Scythians: Warriors of Ancient Siberia’ (“Escitas: guerreros de la antigua Siberia”). Las piezas han sido prestadas al Museo Británico por el Museo Hermitage de San Petersburgo, Rusia. Otras de las piezas de la exposición son: palos y un brasero utilizados en las tiendas en las que los escitas fumaban cáñamo, un casco, mobiliario, piel humana tatuada , un zurrón de cuero decorado que contuvo pedazos de queso, y placas de oro hábilmente trabajadas.
Una de las placas de oro más interesantes representa a un hombre muerto con una deidad femenina, un hombre que sostiene las riendas de dos caballos y una aljaba colgada de un árbol. El Museo Británico sugiere que “la escena puede referirse a un matrimonio simbólico entre el difunto y la ‘Gran Madre’, una dadora de vida que también se asocia con los poderes del inframundo. Su unión sagrada era esencial para la muerte y la renovación de todos los seres vivos”.
Aparte de las piezas en préstamo del Museo del Hermitage, hay otras en exposición pertenecientes al Museo Nacional de la República de Kazaijstán, el Ashmolean y la Colección Real del Reino Unido.