El exfuncionario destacó la importancia de la puesta del sol sobre el hombro derecho de la escultura, un fenómeno que coincide con los equinoccios de primavera y de otoño, que corresponden a las fechas 21 y 22 de marzo y de septiembre, respectivamente.
A principios del año pasado, un arqueólogo describió qué función desempeñaron los equinoccios -momento en que la noche tiene la misma duración que el día- en la orientación de la Gran Pirámide, esto es, la del faraón Keops (Jufu, según la tradición egipcia). El experto sostenía que los constructores podrían haber utilizado las sombras proyectadas durante estos breves períodos para alinearla con los puntos cardinales, norte-sur-este-oeste.
Según Hawass, los arqueólogos estaban equivocados “cuando decían que los antiguos egipcios habían encontrado accidentalmente una roca vieja y la habían convertido en una escultura de rostro humano y cuerpo inhumano”. Bien al contrario, sostiene, a la hora hora de crearla, los constructores de la época procuraron que “el sol, después de descender al atardecer sobre el hombro derecho de la esfinge, se dirigiera hacia el sur”, mientras que en verano “comienza a moverse hacia el norte”.
Para el exministro es aun “más fuerte” otro fenómeno que se puede apreciar del 21 al 22 de junio, durante el solsticio de verano, cuando el sol se pone directamente entre las pirámides de Jufu y de Kefrén. Según explicó, el solsticio “nos muestra el signo del horizonte”, cuyo significado es la división entre “el horizonte de Jufu y el horizonte de Kefrén”.
La interpretación más comúnmente aceptada asocia el rostro humano de la Gran Esfinge de Guiza precisamente con el faraón Kefrén, el cuarto de la IV dinastía egipcia. Este se proclamó heredero y hermano de Jufu, aunque no le sucedió directamente en el trono, sino que Dyedefra, supuesto hijo de Jufu, es tradicionalmente considerado como el tercer rey de aquella dinastía. La pirámide de Dyedefra, localizada a aproximadamente 8 kilómetros al norte, posiblemente superaba las dimensiones de la de Keops, pero de ella solo se conservan ruinas.
A su vez, el libro ‘Breve historia del arte egipcio’ de Miguel Hermoso Cuesta nos sugiere que el hombro derecho de los difuntos estaba reservado en las creencias antiguas para que se posara “el pájaro benu (asimilado posteriormente con el ave fénix), él mismo un símbolo solar”.
Por otra parte, a finales del siglo pasado se popularizó la creencia de que las pirámides edificadas por la cultura teotihuacana en México permitían cargarse de energía del sol específicamente en las fechas del equinoccio. El mito atraía a tanta concurrencia a la Pirámide del Sol en la Calzada de los Muertos que las autoridades tuvieron que restringir el acceso público a una gran parte del lugar desde el 2005. Sin embargo, una explicación difundida por los medios decía que el “motivo por el que viene la gente es algo muy nuevo, no es una tradición prehispánica” y se debe a un interés esotérico moderno.