Un nuevo estudio que reconstruye la historia profunda de la relación de la Tierra con la Luna muestra que hace 1.400 millones de años, un día en la Tierra duró poco más de 18 horas; lo cual es al menos en parte porque la Luna estaba más cerca y cambió la forma en que la Tierra giraba alrededor de su eje, por lo que, según el estudio, a medida que pasa el tiempo, los días son más largos.
«A medida que la Luna se aleja, la Tierra es como una patinadora girando que reduce la velocidad al estirar los brazos», pone como ejemplo el investigador Stephen Meyers, profesor de Geociencia en la Universidad de Wisconsin-Madison, Estados Unidos, y coautor del estudio, que se publica esta semana en Proceedings of the National Academy of Sciences.
El equipo describe una herramienta, un método estadístico, que vincula la teoría astronómica con la observación geológica (llamada «astrocronología») para mirar hacia atrás en el pasado geológico de la Tierra, reconstruir la historia del sistema solar y comprender el antiguo cambio climático según lo registrado en el registro de rocas. «Una de nuestras ambiciones era utilizar astrocronología para decir la hora en el pasado más lejano, para desarrollar escalas de tiempo geológicas muy antiguas —señala Meyers—. Queremos estudiar rocas que tienen miles de millones de años de una manera comparable a la forma en que analizamos los procesos geológicos modernos».
El movimiento de la Tierra en el espacio está influenciado por otros cuerpos astronómicos que ejercen fuerza sobre él, como otros planetas y la Luna. Esto ayuda a determinar las variaciones en el entorno de la rotación de la Tierra y tambaleos en su eje, y en la órbita que traza alrededor del Sol. Estas variaciones se conocen colectivamente como «ciclos de Milankovitch» y determinan dónde se distribuye la luz solar en la Tierra, lo que también significa que determinan los ritmos climáticos de la Tierra. Científicos como Meyers han observado este ritmo climático en el registro de rocas, que abarca cientos de millones de años.
Pero retroceder aún más, en la escala de miles de millones de años, ha resultado un desafío porque los medios geológicos típicos, como la datación por radioisótopos, no proporcionan la precisión necesaria para identificar los ciclos. También es complicado por la falta de conocimiento de la historia de la Luna, y por lo que se conoce como el caos del sistema solar, una teoría planteada por el astrónomo parisino Jacques Laskar en 1989.
Para solventar esta dificultad, el equipo de Meyer estudió capas de roca de 1.400 millones de años de la formación Xiamaling del norte de China y un registro de 55 millones de años en la cadena Walvis, una dorsal asísmica en el océano Atlántico meridional que se extiende unos 3000 km frente a las costas del sudoeste de África. Al comparar los registros, los científicos fueron capaces de determinar la variación de la duración del día y, por ende, la distancia entre la Tierra y la Luna.