EE.UU. ignora el Tratado de la Luna y se preparará para extraer recursos del satélite

A pesar de la situación actual, parece que las estrategias futuras sobre obtención de recursos y poder geopolítico siguen adelante con paso firme. Las intenciones de expandir la influencia de ciertos estados hacia más allá de los límites de la Tierra no son nuevas, pero ahora se han visto súbitamente reactivadas, gracias sobre todo a un par de anuncios oficiales por parte de la Casa Blanca. Una orden ejecutiva y unas declaraciones tensan la cuerda respecto a una hipotética carrera armamentística que tenga al espacio – y en concreto, a la Luna – como escenario principal.

En esta ocasión, este artículo va unido a la actualidad más inmediata. Porque, a pesar de la aparente ralentización de todo lo que tiene que ver con la actividad humana en general – o, al menos, la alejada de la ciencia y a investigación – el mundo sigue girando, y los intereses de los diferentes actores en liza continúan moviéndose en busca de posiciones ventajosas. Aunque de que desde ciertas instancias se dice que ahora luchamos contra un enemigo común – lo cual es cierto – no se debe olvidar que el poder no entiende de ningún tipo de contratiempo, sino que busca nuevas fórmulas para seguir vigente. Es en este contexto en el que se enmarcan las últimas novedades que rodean a los proyectos futuros que tienen que ver con el dominio espacial.

El actual decreto, que se hizo público el día 6, ordena al secretario de Estado de EE.UU. oponerse a “cualquier intento, por parte de cualquier otro Estado u organización internacional, de considerar el Tratado de la Luna como un reflejo o expresión del derecho internacional consuetudinario“.

Con eso se refiere a un acuerdo internacional —adoptado por una resolución de la Asamblea General de la ONU en diciembre de 1979 y suscrito por 17 países— que prevé, entre otras cosas, que la jurisdicción del satélite natural de la Tierra, así como de otros cuerpos celestes y sus órbitas cercanas, pertenece a la comunidad internacional.

La orden ejecutiva recuerda que EE.UU. “no es parte del Tratado de la Luna” y no lo considera como “un instrumento efectivo o necesario para guiar a los Estados nacionales con respecto a la promoción de la participación comercial en la exploración a largo plazo, el descubrimiento científico y el uso de la Luna, Marte u otros cuerpos celestes“.

Los estadounidenses deberían tener derecho a participar en la exploración comercial, la extracción y el uso de los recursos en el espacio ultraterrestre, de conformidad con la ley aplicable. El espacio exterior es un dominio legal y físicamente único de la actividad humana, y Estados Unidos no lo ve como un bien común global“, reza el texto, publicado en el sitio web de la Casa Blanca.

En consecuencia, la política de Washington “será alentar el apoyo internacional para la extracción y el uso público y privado de los recursos en el espacio ultraterrestre, de conformidad con la ley aplicable“, concluye el documento.

El pasado febrero, el presidente Trump instó a abrazar el “destino manifiesto” del país y pidió al Congreso que financie por completo el programa Artemis, que tiene como objetivo establecer una presencia humana permanente en la superficie y la órbita lunar.

Con el lanzamiento del programa, Trump pretende “asegurar que el próximo hombre y la primera mujer en la Luna sean astronautas estadounidenses, utilizando esto como plataforma de lanzamiento para garantizar que EE.UU. sea la primera nación en plantar su bandera en Marte“.

La NASA tiene programado para el año 2024 alunizar a la primera mujer y algunos hombres más y, para la década de los 2030, continuar hacia Marte.

Artemis y el Tratado del Espacio Exterior

El anuncio oficial en torno a Artemis se produjo el 13 de mayo de 2019. Jim Bridenstine, administrador de la NASA, lo dejaba claro:

«El presidente Donald Trump solicitó a la NASA que aceleremos nuestros planes para regresar a la Luna y que los seres humanos vuelvan a pisar su superficie en 2024. Volveremos con nuevas tecnologías y sistemas innovadores para explorar más lugares de su superficie de lo que nunca se creyó posible. Esta vez iremos a la Luna para quedarnos. Después usaremos lo que aprendamos allí para dar el siguiente gran salto: enviar astronautas a Marte».

En medio de mucha polémica, y previsibles problemas de desarrollo tecnológico, contratos multimillonarios y debate político, se planteaba el que sería el verdadero objetivo de este ambicioso programa, que además se ha visto reafirmado casi un año después, en medio de una crisis global que probablemente dejará una huella duradera en todos los ámbitos de la sociedad humana. El gran objetivo del programa Artemis es investigar nuevas tecnologías que funcionen solo a partir de los materiales que tenemos en nuestro satélite. Se pretende averiguar hasta qué punto podemos usar el hielo lunar para extraer recursos o el regolito marciano como material de construcción. Nada de ese feminismo que cacareaba la NASA – que es otro tanto a favor, una estrategia de marketing y de lavado de imagen –, sino minería espacial, desarrollo tecnológico y explotación de recursos.

Esa ambición por la obtención de recursos y de apropiación de territorios espaciales choca frontalmente con el Tratado de la Luna que Estados Unidos dice ignorar al no considerar el satélite como bien común. Aunque ese tratado se planteó en la Asamblea General de la ONU en diciembre de 1979, hay un referente anterior, más extenso, pero que también tiene importancia en este momento. Es el Tratado del Espacio Exterior, al que sí que está adscrito el país norteamericano. Según el Tratado, firmado en 1967, la Luna no le pertenece a nadie y ningún país puede reclamar su soberanía.

En el contexto original en el que se planteó el tratado, se pretendía que ninguna potencia colocara armas nucleares en órbita, estación espacial o astro. Pero antes, es necesario aclarar en qué incide el tratado, firmado por los citados países que pugnaban por vencer en la carrera espacial por aquel entonces, antes del éxito de las misiones Apolo:

  • La exploración y utilización del espacio ultraterrestre debe hacerse en provecho e interés de todos los países y es patrimonio de toda la humanidad.
  • El espacio exterior se puede explorar gratuitamente por todos los países.
  • El espacio exterior no puede estar sujeto a apropiación reclamando soberanía, ya sea mediante ocupación u otro método.
  • La Luna y otros cuerpos celestes deben ser usados exclusivamente para propósitos pacíficos.
  • Los astronautas se considerarán como los enviados de la humanidad.
  • Los estados serán responsables de las actividades espaciales nacionales ya sea llevada a cabo por entidades gubernamentales o no gubernamentales.
  • Los estados serán responsables de los daños causados por sus objetos espaciales.
  • Los estados deberán evitar concentración nociva en el espacio y los cuerpos celestes.

Todos estos puntos han sido ratificados por 103 países, pero todo lo relacionado a Artemis, el desarrollo de ejércitos espaciales, la privatización de misiones interestelares y la escalada armamentística que apoyará toda esta infraestructura viola de forma flagrante esa voluntad por compartir el espacio de forma global. Acogiéndose a resquicios legales del propio Tratado que no han sido subsanados hasta la fecha, las entidades privadas podrían convertirse en las avanzadillas de esta nueva conquista. A pesar de ello, no es difícil imaginar que, en vista de la posibilidad real de que sus misiones puedan tener éxito, cuenten con apoyos gubernamentales muy importantes. Una suerte de actos físicos de posesión de la Luna encubiertos. ¿Podría ser una opción real?

Los ataques en el espacio podrían ser contestados con armamento nuclear

La respuesta rusa no se ha hecho esperar. Lógicamente, y ante una declaración tan contundente – como viene siendo habitual – de la administración Trump, el Kremlin ha sido el primero en quejarse ante esa premeditada vehemencia, que supone además un taque nada velado a la ya de por sí endeble estabilidad internacional. La contestación ha sido clara: cualquier intento de “privatizar” el espacio exterior es inaceptable. Lo dijo el portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, en referencia a la orden ejecutiva firmada por Donald Trump que contempla la explotación comercial de los recursos naturales de la Luna y otros cuerpos celestes.

De momento, Peskov no pudo afirmar con seguridad si el mencionado decreto puede considerarse como un intento de “privatización”, pero dijo que la decisión de la Administración estadounidense debe ser evaluada de manera “puramente legal”.

Ahora no voy a hacer [una evaluación legal del decreto]. Pero los intentos de privatizar el espacio de una forma u otra (…) serían inaceptables“, dijo.

Con la primera carta sobre la mesa, aún quedaba una segunda, complementaria pero igualmente provocadora. Podría ser parte de una estrategia de Estados Unidos para reforzar su imagen de potencia que que se mantiene a pesar de la crisis sanitaria que se ha cebado con su territorio, pero ello no impide que sea vista con recelo por sus rivales en este ámbito.

Este segundo anuncio tiene que ver con todo el conglomerado espacial actual y futuro de Estados Unidos. En concreto, se anunció que EE.UU. podría responder con un golpe nuclear a un ataque significativo contra elementos de su infraestructura espacial, como señaló este lunes el subsecretario de Estado de EE.UU. para Seguridad Internacional y No Proliferación, Christopher Ford.

Nuestros potenciales adversarios necesitan saber que no hay nada ‘diferente’ en este sentido sobre ningún componente de la infraestructura espacial de EE.UU.: si lo atacan, nos están atacando a nosotros“, aseguró Ford y agregó: “De hecho, hemos dejado claro que no excluimos el uso de armas nucleares en respuesta a un ataque grave contra elementos claves de nuestra infraestructura espacial“, destacó.

El alto funcionario afirmó también que, en consonancia con la Postura Nuclear del país norteamericano, Washington podría usar armas nucleares “en circunstancias extremas para defender los intereses vitales de EE.UU., sus aliados y socios“. “Nuestra infraestructura espacial está señalada en la estrategia de seguridad nacional como un ‘interés vital’ de EE.UU. Esto no es una coincidencia“, subrayó.

Cualquier intervención o ataque perjudicial contra los componentes de nuestra infraestructura espacial, en cualquier momento, aunque se lleve a cabo con armas no nucleares“, podría ser tomado como un “ataque estratégico significativo no nuclear, y conduciría a una escalada significativa y potencialmente drástica de una crisis o conflicto“, concluyó.

El nuevo mapa de poder global, ahora más incierto que nunca debido a la pandemia provocada por el Covid-19, está en construcción en estos momentos. La visión de futuro en lo que respecta a la exploración espacial ya era una materia tenida en cuenta antes de que lo que está ocurriendo ahora ni siquiera se imaginase, pero no parece que la actual tesitura vaya a frenar las aspiraciones a medio y largo plazo de las grandes potencias. Por el momento, únicamente Estados Unidos ha mostrado a las claras sus intenciones, aunque es seguro que los otros grandes contendientes, sobre todo la propia Rusia y China, lo harán igualmente.

Fuentes:

  • https://www.whitehouse.gov/presidential-actions/executive-order-encouraging-international-support-recovery-use-space-resources/
  • https://www.state.gov/whither-arms-control-in-outer-space-space-threats-space-hypocrisy-and-the-hope-of-space-norms/
  • https://mundo.sputniknews.com/politica/202004071091031298-el-kremlin-rechaza-los-intentos-de-eeuu-de-monopolizar-el-espacio/
  • https://treaties.un.org/pages/ViewDetails.aspx?src=TREATY&mtdsg_no=XXIV-2&chapter=24&clang=_en
  • El Tratado sobre el Espacio Exterior cumple medio siglo
  • Programa Artemis: planteando las claves tras el sucesor de Apolo
  • https://www.nasa.gov/press-release/nasa-highlights-moon-2024-mission-with-fy-2020-budget-amendment
  • https://www.nasa.gov/specials/moon2mars/

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

Comentarios cerrados.