Nunca está de más decirlo: es más lo que ignoramos que lo que sabemos. La humanidad no cesa de mirar a los cielos en su deseo de desentrañar los secretos del cosmos, pero aun se sorprende cuando resuelve alguno de los misterios que se encuentran en su propio planeta. En un estudio digno de la mejor literatura verniana, ha sido posible replicar las ondas que se produjeron en un terremoto ocurrido en Bolivia en 1994, cuya magnitud fue de 8.2 y que tuvo fuerte eco en zonas muy profundas de la Tierra.
Los resultados hablan por sí solos. Los geofísicos Jessica Irving y Wenbo Wu, de la Universidad de Princeton, en colaboración con Sidao Ni, del Instituto de Geodesia y Geofísica de China, lograron utilizar las ondas sísmicas del gran terremoto en Bolivia para localizar, a 660 kilómetros de profundidad, una nueva «capa» que les ha dejado boquiabiertos: una cadena montañosa, muy similar a las que hay en la superficie.
«Los terremotos tan grandes no aparecen muy a menudo —dice Irving—, y ahora tenemos la suerte de tener muchos más sismógrafos que hace 20 años. Entre esos instrumentos y los recursos computacionales, la sismología es hoy un campo totalmente diferente a como era hace dos décadas».
En este caso, los investigadores utilizaron el grupo de supercomputadoras Tiger de la Universidad de Princeton para simular el complejo comportamiento de las ondas sísmicas dispersas en las profundidades de la Tierra. La tecnología aplicada para este análisis depende casi por completo de una única propiedad de las ondas: su capacidad para doblarse y rebotar. Así, del mismo modo en que las ondas de luz pueden rebotar (reflejarse) en un espejo o doblarse (refractarse) cuando pasan a través de un prisma, las ondas sísmicas viajan directamente a través de rocas homogéneas, pero se reflejan o refractan cuando se encuentran con algún límite o rugosidad.
Los geólogos quedaron sorprendidos por la «rugosidad» de esa nueva capa, que era incluso más acentuada que la que podemos observar en la capa superficial (la corteza terrestre) sobre la que todos vivimos. «En otras palabras —explica Wu— en el límite de 660 kilómetros está presente una topografía más fuerte que la de las Montañas Rocosas o los Apalaches».
El modelo estadístico elaborado por los científicos no permitió determinar con precisión las alturas de estas montañas, pero en su artículo aseguran que podrían ser más grandes y altas que cualquier otra en la superficie de la Tierra.
http://science.sciencemag.org/content/363/6428/736