Un grupo de arqueólogos ha encontrado el entierro deliberado más antiguo de un ser humano moderno jamás descubierto en África, que data de hace 78.300 años. El descubrimiento arroja nueva luz sobre los primeros orígenes de esta antigua práctica.
A pesar de albergar los signos más tempranos del ‘Homo sapiens’, las primeras evidencias de enterramientos en África son escasas y, a menudo, ambiguas. Por eso, se sabe poco sobre el origen y el desarrollo de las prácticas mortuorias en el continente del nacimiento de nuestra especie. Sin embargo, el hallazgo de un niño de 3 años, enterrado hace 78.000 años en la cueva arqueológica de Panga ya Saidi, está cambiando esta situación, revelando cómo las poblaciones de la Edad de Piedra Media –que comenzó hace unos 280.000 años y terminó hace unos 50–25.000 años– interactuaban con los muertos, indicaron los investigadores en un reciente estudio, publicado en la revista Nature, dirigido por la arqueóloga María Martinón-Torres del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (conocido por sus siglas en español CENIEH) en España.
“En cuanto visitamos Panga ya Saidi por primera vez, supimos que era especial”, detalló Nicole Boivin, investigadora principal y directora del Departamento de Arqueología del Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana (MPI-SHH) de Alemania. “El yacimiento es verdaderamente único. Las sucesivas temporadas de excavación en Panga ya Saidi lo sitúan como un yacimiento clave en la costa del este de África, con un registro extraordinario de 78.000 años de actividades culturales, tecnológicas y simbólicas”, añadió.
Entierros de edad similar en África, como el entierro intencional de un bebé de 74.000 años encontrado en Border Cave en Sudáfrica, y un entierro de 69.000 años de un niño en Taramsa Hill en Egipto, son un poco más jóvenes y hechos complicado por citas tenues. Es importante destacar que se han encontrado entierros intencionales más antiguos fuera de África, incluido el sitio neandertal Tabun C1 de 122.000 años en Israel, y el sitio Skhūl de 90.000 años, también en Israel, que involucra el entierro deliberado de humanos modernos (es decir, Homo sapiens).
Michael Petraglia, investigadora del MPI-SHH, señaló que este enterramiento también muestra que “la inhumación de los muertos es una práctica cultural compartida por ‘Homo sapiens’ y neandertales”. “Este hallazgo plantea nuevos interrogantes sobre el origen y la evolución de la cultura de la muerte en dos especies humanas estrechamente relacionadas, y en qué grado nuestro comportamiento y nuestras emociones eran diferentes”, explicó.
El raro descubrimiento en Panga ya Saidi es, por lo tanto, un gran problema, ya que establece firmemente la presencia de esta práctica funeraria durante la Edad de Piedra Media de África, un período que se extendió entre 280.000 y 25.000 años atrás.
La práctica de enterrar intencionalmente a los muertos es un comportamiento que nos distingue de prácticamente todas las demás especies. Eso no quiere decir que los animales no humanos no lloren por sus muertos, o al menos muestren comportamientos consistentes con el duelo (abundan los buenos ejemplos).
Los entierros intencionales pueden considerarse un punto de demarcación importante en el desarrollo cognitivo, sociocultural y tecnológico de una especie, con vínculos con instituciones sociales, pensamiento simbólico e incluso una estructura de creencias metafísicas (es decir, religión). En pocas palabras, los entierros intencionales representan un salto cuántico en la complejidad organizativa de una especie.
Los arqueólogos descubrieron la primera evidencia de los huesos de este niño en 2013, pero no fue hasta 2017 que se dieron cuenta de que estos huesos estaban ubicados en una especie de pozo. Encontrados aproximadamente 3 metros por debajo del nivel actual de la superficie de la cueva, los huesos estaban muy juntos, lo que requirió que el equipo usara estabilizadores y yeso para ayudar con la extracción.
“En este punto, no estábamos seguros de lo que habíamos encontrado”, dijo en un comunicado Emmanuel Ndiema, coautor del estudio y arqueólogo de los Museos Nacionales de Kenia. “Los huesos eran demasiado delicados para estudiarlos en el campo … [así que] tuvimos un hallazgo que nos entusiasmó mucho, pero pasaría un tiempo antes de que comprendiéramos su importancia”.
Apelmazado en yeso, el esqueleto parcial se envió al Museo Nacional de Nairobi para un análisis preliminar, y luego al CENIEH en España para su posterior tratamiento y análisis. Estas investigaciones revelaron un cráneo, dientes y mandíbula que contenían algunos dientes sin erupcionar. Un análisis dental situó la edad del niño, apodado Mtoto (que significa “niño” en suajili), entre 2,5 y 3 años en el momento de la muerte, mientras que el tamaño y la forma de los dientes confirmaron que Mtoto era un ser humano moderno.
“La articulación de la columna vertebral y las costillas también se conservó asombrosamente, incluso conservando la curvatura de la caja del tórax, lo que sugiere que fue un entierro sin perturbaciones y que la descomposición del cuerpo tuvo lugar justo en el hoyo donde se encontraron los huesos”, explicó Martinón-Torres en la nota de prensa.
De hecho, todas las pruebas apuntaban a un entierro deliberado. La tumba poco profunda, ubicada directamente debajo del saliente de la entrada de la cueva, fue excavada intencionalmente y el cuerpo del niño fue cubierto por sedimentos provenientes del piso de la cueva. Los análisis microscópicos de los huesos y el suelo circundante sugieren que el cuerpo estaba cubierto por sedimentos inmediatamente después de la muerte, y que toda la descomposición se produjo dentro del pozo. Utilizando una técnica llamada luminiscencia estimulada ópticamente, los restos fueron fechados en 78.300 años, con un margen de error de 4.100 años.
Este niño podría haber sido enterrado para evitar la recolección, pero esto parece poco probable. Si esto hubiera sido una preocupación, el niño habría sido enterrado lejos de la cueva. Otra evidencia, como el posicionamiento cuidadoso del cuerpo, sugiere que el entierro se realizó como parte de un ritual funerario. Como señaló Martinón-Torres, el uso de una almohada o parecido es una indicación potencial de que “la comunidad puede haber realizado algún tipo de rito funerario”. Mtoto también fue cuidadosamente envuelto en material orgánico (ahora completamente descompuesto), como lo demuestra la posición rotada de las costillas del niño. Este fue un entierro cuidadosamente orquestado, no algo hecho al azar o por pura utilidad.
https://www.nature.com/articles/s41586-021-03457-8
https://www.cenieh.es/actualidad/noticias/el-enterramiento-humano-mas-antiguo-de-africa