El estudio se basó en una innovación del laboratorio de esa universidad, unas pegatinas impresas en superficies blandas que contienen electrodos que controlan y miden la actividad de los músculos y los nervios. Esta tecnología ya se venía utilizando, principalmente para la monitorización del sueño y el diagnóstico precoz de enfermedades neurológicas, pero en este caso los investigadores optaron por explorar su eficacia en un ámbito diferente: la detección de mentiras.
“Los detectores de mentiras existentes no son confiables (…) porque casi cualquier persona puede aprender a controlar su pulso y engañar a la máquina. En consecuencia, existe una gran necesidad de una tecnología de identificación de engaños más precisa”, aseguró el profesor Dino Levy, parte del grupo de investigadores. En declaraciones brindadas a Times of Israel, el investigador agregó que su prueba “es mucho más difícil de rastrear, ya que se basa en cambios en los músculos de los que ni siquiera somos conscientes“.
La investigación se estableció, según indica Levy, “en la suposición de que los músculos faciales se contorsionan cuando mentimos, y que hasta ahora ningún electrodo ha sido lo suficientemente sensible para medir estas contorsiones“.
Para llevar a cabo el estudio los investigadores utilizaron el novedoso instrumento con dos grupos de músculos faciales: aquellos ubicados en las mejillas, cerca de los labios, y los que se encuentran en las cejas. Se pidió a los participantes que se sentaran en parejas, uno frente al otro, con unos auriculares puestos a través de los cuales se transmitían las palabras ‘línea’ o ‘árbol’. Cuando el usuario escuchaba ‘línea’ pero decía ‘árbol’ o viceversa, obviamente estaba mintiendo, y la tarea de su compañero era tratar de detectar la mentira. Luego, los dos sujetos cambiaban de roles.
Como era de esperar, los participantes no pudieron detectar las mentiras con significación estadística, pero las señales eléctricas entregadas por los electrodos adheridos a su cara permitieron a los científicos captar el 73% de las mentiras contadas por los participantes, logrando una tasa de detección más alta que cualquier método conocido. Además, el estudio identificó dos grupos diferentes de ‘mentirosos’: los que activan los músculos de las mejillas cuando mienten y los que activan las cejas.
“La precisión de nuestra prueba aumentará aún más a medida que la desarrollemos más, y nuestra esperanza es que eventualmente, después del desarrollo y pruebas exhaustivas, esto podría proporcionar una alternativa seria a las pruebas de polígrafo“, dijo el científico a Times of Israel.
“Ahora mismo, la tarea de nuestro equipo es completar la etapa experimental, entrenar nuestros algoritmos y [enseñarlos a analizar los movimientos faciales] sin los electrodos. Una vez que se haya perfeccionado la tecnología, esperamos que tenga numerosas y muy diversas aplicaciones“, aseguró Levy.