Pese a que es conocido formalmente desde 1988, el vampiro gigante es una especie extinta muy esquiva. Hasta ahora solo se han encontrado un puñado de fósiles en seis cuevas de Argentina, México, Brasil, Venezuela, y Belize, pero los restos no son suficientes como para dibujar con todo detalle las características de la especie y su lugar en el ecosistema. Ese problema es común al resto de murciélagos. Pese a que estos animales suponen casi el 20% de todas las especies de mamíferos conocidas hoy, su registro fósil es muy incompleto y a menudo es complicado hallar restos en buen estado. En este caso, se trata de un hueso de la mandíbula de un Desmodus draculae, y ha aparecido en sedimentos de la época del Pleistoceno en una cueva cerca de Miramar.
El hueso permite fijar el tamaño del animal en alrededor de 50 cm de una punta del ala a la otra. Es el murciélago vampiro más grande conocido, concretamente un 30% mayor que su pariente vivo más cercano.
La cueva en la que se ha encontrado también es el lugar en el que aparecieron los restos de un perezoso gigante, así que es posible que el murciélago se alimentara de la sangre de este otro animal. Otra opción es que algún depredador lo cazara y se lo llevara a esa cueva. Hasta que no se encuentren más restos es difícil dibujar la historia completa. Lo que sí se sabe es que es uno de los registros fósiles más antiguos que se conoce de la especie y que permite no solo ampliar el área de influencia que tuvieron en vida, sino también averiguar nuevos detalles del clima de Argentina en el Pleistoceno (todos los restos hallados hasta ahora aparecieron en latitudes de hasta 400 km. al norte de Miramar).
Algunos de los restos hallados de esta especie están solo parcialmente fosilizados, lo que sugiere que quizá se extinguieron hace apenas unos cientos de años. Los resultados del hallazgo de este nuevo hueso acaban de publicarse en la revista Ameghiniana.