La salida del presidente Michel Temer del palacio presidencial de Alvorada sorprendió en Brasil, una decisión que, según dijo el mandatario tendría relación con “fantasmas”. Temer, su mujer Marcela y su hijo de 7 años, Michelzinho, vivieron en el lugar menos de dos semanas, después de haber esperado meses por una serie de adaptaciones que se estima que costaron unos 20.000 reales (6.400 dólares).
El político conservador, de 76 años, que asumió la presidencia en agosto tras el impeachment de la mandataria de izquierda Dilma Rousseff, decidió regresar con su familia a la residencia de la vicepresidencia, el cercano palacio de Jaburú, donde residía con los suyos, desde 2011.
Después de especulaciones en la prensa sobre el repentino cambio de residencia, el presidente despejó los interrogantes en una entrevista en la revista Veja en la que dijo que, aunque Alvorada es “muy amplia y bonita”, Jaburú es más acogedor y su familia está más acostumbrada a él.
Pero había otras razones. “Sentí una cosa extraña ahí. No conseguía dormir, desde la primera noche. La energía no era buena. Marcela sintió lo mismo. Solo a Michelzinho, que se la pasaba corriendo de un lado al otro, le gustó”, confesó el mandatario.
“Llegamos a pensar: ‘¿Será que aquí hay fantasmas?’”, dijo entre risas Temer.
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