Una mujer de 20 años, Theresa Hollander, había sido asesinada a golpes y su cuerpo fue encontrado en el cementerio de St. Nicholas. Pero el hecho de que sus ojos todavía estuvieran abiertos le dio esperanza a su familia: tal vez lo último que vio fue el rostro de su asesino, que estaría impreso como el negativo de una fotografía en sus retinas, escribió Lindsey Fitzharris para The Chirurgeon’s Apprentice1..
Por ello, se tomó una fotografía de la retina de la mujer, “por sugerencia de un oculista local, quien le dijo a la policía que la retina mostraría el último objeto dentro de su visión antes de que perdiera el conocimiento“, informó The Washington Times el 25 de febrero. El gran jurado vería la imagen en el posterior juicio.
Los hechos acontecieron en Aurora, Illinois. 16 de febrero de 1914. Era una noche fría e invernal cuando el padre de Theresa Hollander descubrió el cuerpo destrozado y ensangrentado de su hija cerca de un cobertizo en el citado cementerio. La joven había sido brutalmente golpeada hasta la muerte con un garrote de madera, que había sido desechado junto con el cadáver entre las lápidas. Para horror de su padre, los ojos de Theresa estaban muy abiertos, sus manos apretadas en agonía congelada.
Las sospechas recayeron de inmediato sobre el exnovio de la chica, Anthony Petras, quien negó con vehemencia estar involucrado en el asesinato. Poco más de una semana después, los periódicos de todo el país comenzaron a informar que el globo ocular del cadáver había sido retirado y fotografiado con la esperanza de que la imagen de su asesino pudiera recuperarse de su retina.
Era una idea muy polémica, pero desde luego no se trataba de una nueva práctica. Ya había ejemplos anteriores, pero este fue uno de los más mediáticos. Para entonces, ya había toda una supuesta ciencia que respaldaba teóricamente esta posibilidad de capturar una última imagen del ojo humano. La optografía quería llegar para quedarse. ¿Pero en qué consiste exactamente?
La optografía es el proceso de ver o recuperar un optograma, una imagen en la retina del ojo. La creencia de que el ojo es capaz de registrar la última imagen vista antes de la muerte fue generalizada a finales del siglo XIX y principios del XX, y fue un recurso frecuente en la ficción de la época, hasta el punto de que la policía fotografió los ojos de las víctimas en varios casos reales
Gran parte del trabajo científico sobre optografía fue realizado por el fisiólogo alemán Wilhelm Kühne. Kühne nació en Hamburgo el 28 de marzo de 1837 y después de graduarse en 1856 estudió con varios fisiólogos famosos, entre ellos Emil du Bois-Reymond en Berlín, Claude Bernard en París y K.F.W. Ludwig y EW von Brücke en Viena. A finales de 1863 fue puesto a cargo del departamento de química del laboratorio patológico de Berlín, bajo la dirección de Rudolf Virchow. En 1868 fue nombrado profesor de fisiología en Amsterdam; y en 1871 fue elegido para suceder a Hermann von Helmholtz en el mismo cargo en Heidelberg, donde murió el 10 de junio de 1900. Su trabajo se dividió en dos materias principales, la fisiología de los músculos y los nervios, que ocuparon los primeros años de su vida, y la química de la digestión, que comenzó a investigar mientras estaba en Berlín con Virchow. En 1876, descubrió la tripsina, una enzima que digiere proteínas.
El caso canónico y los apócrifos
Inspirado por el descubrimiento de Franz Christian Boll de la rodopsina – la púrpura visual –, un pigmento fotosensible presente en los bastoncillos de la retina, Kühne descubrió que, en circunstancias ideales, la rodopsina podía “fijarse” como un negativo fotográfico.
El fisiólogo experimentó con numerosos animales para refinar el proceso y determinar los productos químicos utilizados para fijar la imagen en la retina. Su optograma más exitoso se obtuvo de un conejo albino, con la cabeza sujeta a una ventana enrejada. La cabeza del conejo se cubrió durante varios minutos para permitir que la rodopsina se acumulara en la retina. Luego se destapó durante tres minutos para exponerlo a la luz, luego se decapitó y su globo ocular se cortó de arriba a abajo. La mitad posterior del ojo se colocó en una solución de alumbre para permitir la fijación de la rodopsina blanqueada, lo que resultó en una imagen distintiva de las ventanas enrejadas.
“Un conejo albino, después de ser mantenido 15 minutos en la oscuridad, fue decapitado; se le quitó un ojo de la cabeza bajo luz de sodio… y se sujetó al borde de un corcho mediante agujas … [El ojo se colocó en una] cámara oscura con la córnea presionando suavemente contra el diafragma. La imagen era visible en el esclerótico, en un lado del nervio óptico… que estaba seguro de que caía en la división de color más profundo de la retina y podía marcar fácilmente su lugar en el cuadrante correspondiente. A continuación, se quitó la cortina amarilla del panel y se quitó el ojo después de cinco minutos de exposición, se dividió a lo largo del ecuador y se examinó con una débil luz de gas… Saqué la preparación a la luz del día y se la mostré a varios testigos. Había en la retina un punto difuso más brillante muy distinto, cuya pequeña dimensión correspondía a las de la imagen previamente vista por mí, y cuya posición ya me hizo estar seguro de que era el optograma“2..
Kühne estaba ansioso por demostrar la técnica en sujetos humanos, y en 1880 tuvo la oportunidad de probar sus técnicas con uno. El 16 de noviembre, Erhard Gustav Reif fue ejecutado en la guillotina por el asesinato de sus hijos en la cercana ciudad de Bruchsal. Los ojos de Reif fueron extraídos y entregados al laboratorio de Kühne en la Universidad de Heidelberg, donde se dispuso a diseccionarlos en una habitación oscura con ventanas con filtros. Después de diez minutos, Kühne mostró a sus colegas una imagen en la retina izquierda, pero su boceto de la imagen no parecía coincidir con ningún objeto visible para el sujeto en el momento de su muerte, aunque el contorno de la imagen parecía una hoja de guillotina. Había un detalle muy importante a tener en cuenta, y es que Reif tenía los ojos vendados en el momento de su decapitación.3.
Uno de los serios problemas que encontró Kühne al intentar reproducir una imagen a partir de un ojo humano es que el tamaño de la fóvea central, el punto de focalización real de la imagen en la retina, es muy pequeña (alrededor de 1,5 milímetros). Kühne tuvo mucho más éxito produciendo optogramas de animales como conejos y ranas, y la imagen de Reif terminó siendo el único “optograma humano” conocido, al menos oficial y canónicamente. La imagen original del ojo de Reif ya no existe, pero sí que es posible encontrar un simple dibujo lineal de la forma que encontró el fisiólogo en su artículo de de 1881 “Observations for Anatomy and Physiology of the Retina” (Observaciones para la anatomía y fisiología de la retina).
Pocos años después, la pujante optografía tuvo un papel marginal y no oficial en uno de los más grandes casos criminalísticos de toda la historia. Esa información ha llegado hasta el presente gracias a las memorias del oficial de policía Walter Dew, quien estuvo involucrado, entre muchas otras, en la investigación de los crímenes de Jack el Destripador.
Sí que es cierto que Dew fue trasladado a la comisaría de policía de Commercial Street en la División H (Whitechapel) a principios de 1887, donde fue detective en el Departamento de Investigación Criminal durante los asesinatos de Jack el Destripador de 1888.
En sus memorias, publicadas medio siglo después de la carnicería perpetrada por el desconocido asesino4., Dew hizo una serie de afirmaciones sobre su participación personal en la investigación del Destripador. Entre otras, afirmó conocer de vista a Mary Jane Kelly.
“Por lo general, estaba en compañía de dos o tres de su clase, vestía bastante pulcramente e invariablemente con un delantal blanco limpio, pero sin sombrero“.
Dew también afirmó haber sido uno de los primeros oficiales de policía en llegar a la escena del crimen de Kelly. Curiosamente, ninguno de los registros que mencionan a las personas que estaban presentes enumera su participación. Dew escribió que vio el cuerpo mutilado de Kelly en su habitación en Miller’s Court y que lo consideró como “el recuerdo más espantoso de toda mi carrera policial“. Dew escribió que los ojos abiertos de Kelly fueron fotografiados en un intento de capturar una imagen de su asesino, pero los médicos policiales involucrados en el caso ya habían determinado que tal esfuerzo sería inútil. El experto en aquellos crímenes James Stewart-Gordon contaba que se intentó algo parecido con otra de las víctimas canónicas del asesino, concretamente con Annie Chapman.
Por controvertidas o exageradas que fuesen sus memorias, lo cierto es que Dew fue reconocido por tener una larga trayectoria dentro de la policía inglesa. Su participación fue fundamental en la captura del doctor Hawley Harvey Crippen, conocido por asesinar a su segunda esposa, cuyo nombre era Cora Turner, más conocida por su nombre artístico de ‘Belle Elmore’. Después de una fiesta en su casa el 31 de enero de 1910, Cora desapareció. Crippen afirmó que Turner había regresado a los Estados Unidos y luego agregó que había muerto y había sido incinerada en California. Mientras tanto su amante, Ethel Le Neve (1883-1967), se fue a vivir con Crippen y comenzó a usar la ropa y las joyas de Cora. Dew entrevistó a Crippen, pero no quedó satisfecho con el encuentro y posterior reconocimiento de la casa y continuó investigando al doctor norteamericano. Crippen y su amante desconocían este cerco policial, y huyeron presas del pánico a Bruselas, donde pasaron la noche en un hotel. Al día siguiente, fueron a Amberes y abordaron el transatlántico Canadian Pacific SS Montrose con destino a Canadá.
Su desaparición llevó a la policía de Scotland Yard a realizar otros tres registros de la casa. Durante la cuarta y última búsqueda, encontraron los restos de un cuerpo humano, enterrados bajo el suelo enladrillado del sótano. El cuerpo presentaba restos de escopolamina. El cadáver fue identificado por un trozo de piel de su abdomen. La cabeza, las extremidades y el esqueleto nunca se recuperaron. Crippen y Le Neve huyeron a través del Atlántico en el Montrose, con Le Neve disfrazada de niño. El capitán Henry George Kendall reconoció a los fugitivos y, justo antes de alejarse del alcance de los transmisores terrestres, el telegrafista Lawrence Ernest Hughes envió un telegrama inalámbrico a las autoridades británicas5.. Dew abordó un transatlántico White Star más rápido, el SS Laurentic, y llegó a Quebec antes que Crippen, poniéndose en contacto con las autoridades canadienses.
Cuando el Montrose entró en el río St. Lawrence, Dew subió a bordo disfrazado de piloto. Kendall invitó a Crippen y su amante a conocer a los pilotos cuando subieron a bordo. Dew se presentó ante ellos y los detuvo el 31 de julio de 1910.
Menos conocido fue el caso de Frau von Sabatzky, que fue asesinada en abril de 1877, once años antes de tolo lo anteriormente mencionado sobre Whitechapel. Al parecer, y según varios registros policiales y notas periodísticas, la policía de Berlín usó la incomprendida técnica de la optografía para tratar de encontrar al culpable de aquel crimen, aunque con escaso o nulo éxito. La información ha sido recogida en varios artículos y portales de Internet a lo largo de los años, siendo en primer lugar una información llegada desde el College of Optometrists, con un trabajo sobre la optografía que es citado en muchas ocasiones.6.
Otro de los casos más llamativos que se cita a menudo cuando se habla de optografía es el de Fritz Angerstein, que a finales de 1924 fue acusado de matar a ocho miembros de su familia y del personal doméstico que trabajaba con ellos. Una prueba de este tipo fue admitida tras tomar una supuesta imagen de dos de las víctimas. Un profesor de la Universidad de Colonia fue quien al parecer logró las imágenes de Angerstein, que confesó los crímenes tras conocer la posible existencia de estas insólitas capturas oculares. La revista American Mercury calificó el testimonio del profesor, cuyo apellido era Doehne, de “confirmación científica” de la teoría de la optografía, aunque en 2011, el German Legal Tribune Online calificó el uso de evidencia optográfica en el caso Angerstein como “absurdo Kriminalistik” (“absurdo forense”).7.
Esta última fuente también proporciona algunos datos novedosos respecto a la historia de la polémica pseudociencia. En ese artículo de 2011 se hace mención al autor Bernd Stiegler, que en aquellas fechas publicaba un ensayo donde rastreaba extrañas historias sobre optogramas8.. En el mismo, apuntaba a Francia como lugar de nacimiento de los estudios sobre la materia. En 1868, un médico de una ciudad de provincias de los Vosgos envió una carta a las Sociedades de Medicina Forense y Psicología Médica de París, en la que presentaba unas fotografías que había hecho de las retinas de dos víctimas de asesinato. En dos reuniones, los médicos discutieron la relevancia científica del asunto. Había mucho escepticismo entre ellos. Pero también se hizo referencia a fenómenos igualmente desconcertantes, como el informe de que las sales de uranio en material fotográfico desencadenaron reacciones químicamente inexplicables (pasarían décadas antes de que esto pudiera explicarse como “radiactividad”).
El médico Auguste Gabriel Maxime Vernois, que ya se había hecho un nombre con un estudio crítico de la homeopatía, se encargó de probar empíricamente la hipótesis de que la retina actúa como una especie de “memoria de la imagen”. Los experimentos de Vernois con animales se saldaron con las muertes de 16 perros y gatos, cuyas vidas no contribuyeron a esclarecer nada. Los resultados aportados por Vernois no fueron concluyentes, lo que dejó todo tal como estaba, en una simple hipótesis que no podía ser probada.
Stiegler identificó más optogramas en el período comprendido entre las décadas de 1850 y 1920. Hubo un caso estadounidense de uso precoz de una técnica similar. Fue el que el autor etiquetó como “Eborn v. Zimpelman”, en el que se discutió la posibilidad de usar la optografía como material forense relevante en 1877. Según Stiegler, los juristas estadounidenses aducían que los seres humanos pueden percibir objetos “porque son fotografiados por la retina”. El asunto quedó en meras discusiones, al menos que se sepa.
La fama de la optografía llegó a tal punto que hubo asesinos que ocasionalmente destruían los ojos de sus víctimas por temor a que estos optogramas pudieran usarse contra ellos. Uno de esos casos fue el asesinato de un agente de policía, el alguacil Gutteridge, ocurrido en 1927, del cual estaba escrito:
“En las primeras horas del 27 de septiembre de 1927, ocurrió un crimen que conmocionó a Inglaterra con su brutalidad… En acto de cumplir con su deber, el alguacil PC Gutteridge, de la policía de Essex, fue derribado. Lo encontraron junto a la carretera con cuatro heridas de bala en su cabeza, cada una disparada desde una distancia de unas diez pulgadas. Se había disparado un tiro a través de cada ojo, y algunos en ese momento creían que el asesino había hecho esto por superstición. Existe la antigua creencia de que una imagen del asesino está grabada en los ojos de la víctima“.9.
La investigación seria más reciente sobre el uso de la optografía en criminología ocurrió en 1975, cuando la policía de Heidelberg le pidió a Evangelos Alexandridis, de la Universidad de Heidelberg, que reevaluara los experimentos y hallazgos de Kühne con técnicas, conocimientos y equipos científicos modernos. Al igual que Kühne, Alexandridis produjo con éxito una serie de imágenes distintas de alto contraste a partir de ojos de conejos, pero evaluó de manera concluyente y negativa la técnica como herramienta forense.
En cuanto a los trabajos originales de Kühne, el médico estadounidense W.C. Ayres, que ayudó al fisiólogo en su laboratorio y tradujo sus artículos al inglés, descartó la hipótesis de que la optografía pudiera producir una imagen utilizable para fines forenses. En un artículo de 1881 en el New York Medical Journal, Ayres declaró que sus propios experimentos habían producido algunas imágenes de optogramas, pero que no eran lo suficientemente claras para ser útiles, y declaró que era “completamente inútil buscar la imagen de el rostro de un hombre, o del entorno, en la retina de una persona que se ha encontrado con una muerte súbita, incluso en las circunstancias más favorables“.10.
El vídeo The Last Thing They Ever Saw explica a detalle por qué ocurre este fenómeno. Al parecer para que se preserve la última imagen captada por una persona antes de dejar de respirar, el único requisito es que cierre los ojos al momento de su muerte. En el último minuto de este vídeo, el cual sólo se encuentra en inglés y sin subtítulos, se muestran algunos ejemplos optográficos.
Si bien desde una perspectiva científica el destino práctico de esta disciplina apunta hacia su utilidad para la medicina forense, más allá de sus posibles usos prácticos, la optografía presume una esencia notablemente lírica –de daguerrotípica estética–. El simple fenómeno puede detonar un increíble flujo de especulaciones imaginarias y coqueteos poéticos; también podrían convertirse en una especie de souvenir de culto o reliquia sentimental, en sintonía con las prácticas victorianas que incluían fotografías familiares con integrantes ya muertos que eran incorporados, simulando que seguían vivos.
La voz de la sangre
La literatura o el cine han dado cabida a esta pseudociencia en no pocas ocasiones. Las fuentes consultadas siempre aluden a los mismos ejemplos. Por ejemplo, la mayoría aluden a la que sería la primera descripción aparente de la optografía en el cuento de Auguste Villiers de l’Isle-Adam de 1867 Claire Lenoir, que luego se expandió en la novela Tribulat Bonhomet en 1887. Como la referencia en el cuento de Rudyard Kipling de 1891 Al final de el Pasaje, la historia de Villiers de l’Isle-Adam retrata el optograma en un sentido metafísico, más que científico.
Otra mención común es la del insigne francés Jules Verne, quien en 1902 publicó Les Frères Kip (Los hermanos Kip). La novela contiene una referencia a la optografía como un punto clave de la trama. Los hermanos Kip eran arrestados y encarcelados por el asesinato del capitán de un barco. Cuando el hijo de la víctima examinó una fotografía ampliada de la cabeza de su difunto padre, percibió en los ojos de su difunto padre los rostros de los verdaderos asesinos —dos de los compañeros del capitán— y los hermanos quedaron exonerados. Verne explicó la base científica de la conclusión en el capítulo final del libro:
“Desde hace algún tiempo se sabe —como resultado de varios interesantes experimentos oftalmológicos hechos por ciertos científicos ingeniosos, observadores autorizados que son— que la imagen de los objetos exteriores impresa en la retina del ojo se conserva allí indefinidamente. El órgano de la visión contiene una sustancia particular, la retina púrpura, en la que están impresas en su forma exacta estas imágenes. Incluso se han reconstituido perfectamente cuando el ojo, después de la muerte, se retira y se sumerge en un baño de alumbre.”11.
El cine o las series televisivas tampoco se han resistido a las evocadoras posibilidades que ofrecía la optografía. Ahí están The Invisible Ray (1936), Four Flies on Grey Velvet (Darío Argento, 1971), Horror Express (Pánico en el Transiberiano, Eugenio Martín, 1972), Doctor Who (en 1975, en el capítulo titulado El arca en el espacio, o en el episodio de 2013 The Crimson Horror) o Fringe (que en 2008 emitió su segundo episodio, The Same Old Story).
Aquí, sin embargo, únicamente se expondrá con amplitud una narración corta, adscrita a la ciencia ficción, y escrita en 1922. Su autor fue Ángel Marsá (1900-1988), profesor, crítico de arte y escritor. Periodista de fuerte militancia política en la prensa de Barcelona – y también en El Imparcial de Madrid –, fue director del diario El progreso. En 1930 publicó junto a Luis Marsillach La montaña iluminada, sobre la exposición universal de Barcelona de 1929. La voz de la sangre fue su única incursión en la ciencia ficción, y giraba en torno a un joven científico con tendencias progresistas que descubría un método infalible para resolver crímenes. Sin embargo, el joven Mateo Casas tenía un padre muy conservador, que además se jactaba de que era necesario acabar con sindicalistas y otros representantes de los derechos de los obreros. El relato al completo está politizado, con una polaridad muy marcada entre la izquierda y la derecha.
“El doctor Casas estaba trabajando en un gran descubrimiento científico. Basándose en las teorías de un sabio alemán poco divulgadas por haber sido expuestas en el momento de declararse la guerra, el doctor Casas adquirió la certeza de que científicamente podía llegarse al descubrimiento del autor material de un asesinato.
Asentaba él esta audaz afirmación en el principio de que las facciones del asesino quedaban grabadas por un número determinado de horas en la retina del asesinado, siempre que este, en el momento de la agonía, pudiera llegar a ver el rostro de su matador.”12.
No se daban en la narración los elementos necesarios para que los optogramas se lograsen con la nitidez necesaria, pero Casas estaba obsesionado por conseguir que la optografía fuera reconocida oficialmente para así poder hacer justicia a muchos obreros asesinados. La oportunidad le llegó cuando le comunicaron que habían encontrado a Jesús Iturralde, uno de los mejores amigos de Casas, muerto de un disparo. Observando la escena del crimen, y llegando a la determinación de que la víctima recibió el disparo mortal desde el frente, Casas convenció al presidente de la Academia de Ciencias de que su método podía ser probado en el depósito forense.
Con una comisión de expertos esperándole, Casas obtuvo las imágenes de los ojos de Iturralde, solo para comprobar con pavor que el asesino era su propio padre. En ese momento se tuvo que debatir entre la lealtad a su sangre o la lealtad hacia sus camaradas. La sangre pudo más en un primer momento, callando un secreto que le atormentaría para siempre. La Academia de Ciencias echó por tierra su trabajo, pero los remordimientos llevaron a Casas a querer repetir el experimento, a sabiendas de que le considerarían un loco y de que si volvía a obtener resultados entregaría a su padre a la justicia.
Eventualmente, y más allá de sus apariciones en ficciones de todo tipo, la optografía fue perdiendo fuerza dado lo complicado del proceso y la inexactitud de los resultados. Como otras pseudociencias, quedó consignada como una oscura rareza histórica. Pero, como también ha ocurrido con otras, quizá vuelva con nuevos bríos cuando menos se la espere.
Fuentes y recursos web:
https://www.drlindseyfitzharris.com/tag/murder/
https://explore.chicagocollections.org/image/chicagohistory/71/k64b34f/
Notas:
1.En aquel extracto de prensa, publicado el 25 de febrero, se hablaba de Tracy Hollander, no de Theresa. Se trataba de la misma persona, pero no deja de ser una curiosidad. En la misma nota se menciona al Abogado del Estado W. J. Tyers, que conocía este hecho y pretendía usarlo en la acusación contra el presunto asesino. Tras ser juzgado dos veces, Anthony Petras fue declarado no culpable. El crimen de Theresa jamás fue resuelto.
2.Kühne, W, 1878, On the Photochemistry of the Retina and on Visual Purple, (trans. by Michael Foster).
3.La ambigüedad de esas imágenes se atribuyó al hecho de que el preso efectivamente llevaba una venda en los ojos en el momento de su muerte. El esbozo de Kühne de lo que vio aún puede buscarse y verse en Internet. El caso práctico de Erhard Gustav Reif aparece, entre otras fuentes, en Michael J. Aminoff and Robert B. Daroff, Encyclopedia of the Neurological Sciences, p. 813.
4.Dew, Walter: I Caught Crippen, Blackie & Son Ltd, 1938.
5.Precisamente, el crimen de Crippen se hizo famoso debido a la ayuda de esa telegrafía inalámbrica, que se usaba por primera vez en el marco de una investigación policial.
6.Ogbourne, Derek: Optography and optograms, The College of Optometrists. Ogbourne ha realizado exposiciones individuales en Londres, Southampton y Colonia, además de contribuciones a exposiciones colectivas en varios países. Su Museo de Optografía (2007) exhibió los optogramas de Salvador Dalí por primera vez.
7.The American Mercury fue una revista estadounidense publicada entre 1924 y 1981. Fue fundada por H. L. Mencken y el crítico de teatro George Jean Nathan. La revista contó con escritos de algunos de los escritores más importantes de los Estados Unidos durante las décadas de 1920 y 1930. El artículo al que se hace referencia fue Cablegram from Berlin, aparecido en The American Mercury a finales de 1925. La segunda fuente a la que se hace mención es Rath, Martin: Belichtete Augen – absurde Kriminalistik, Legal Tribune Online, Wolters Kluwer Deutschland GmbH, 2011.
8.Stiegler, Bernd: Belichtete Augen. Optogramme oder das Versprechen der Retina (Exposición de los ojos. Los optogramas o la promesa de la retina), S. FISCHER, 2011.
9.La historia del alguacil puede rastrearse en los archivos de la policía de Liverpool, por ejemplo. Ahí se cuenta que George William Gutteridge detuvo un coche en una carretera rural cerca de Stapleford Abbot en Essex. En él viajaban dos hombres sospechosos. Mientras tomaba sus datos, el conductor le disparó en la cabeza a 25 centímetros de distancia. El conductor (según el otro hombre) salió del auto y le dijo al oficial herido que yacía en el suelo: “¿Por qué me miras así?” tras lo cual volvió a dispararle a través de ambos ojos. El crimen fue la culminación de las aventuras de dos ladrones que robaron el coche de un médico, un Morris Cowley, de Billericay, con la intención de alterarlo y venderlo. El auto robado fue encontrado más tarde en Brixton. Investigaciones posteriores llevaron al arresto de Frederick Guy Browne, de 44 años, un ingeniero de motores y propietario de un garaje de Clapham London, que tenía un largo historial criminal y había cumplido condenas de prisión en Parkhurst y Dartmoor. También era un coleccionista de armas, poseía un revólver Webley, una pistola automática y un Smith & Wesson de pequeño calibre niquelado, todos cargados. Browne negó todo conocimiento del auto robado o del asesinato. Sin embargo, al recibir más información, la policía inició una búsqueda a nivel nacional de un ex compañero de prisión de Browne de 36 años llamado William Kennedy, quien también tenía un largo historial criminal por robo, embriaguez, agresión y exposición indecente. Los dos hombres fueron declarados culpables y fueron condenados a muerte. Kennedy fue ahorcado en Wandsworth y Brown en Pentonville. El resto de la historia se haya en https://www.liverpoolcitypolice.co.uk/murders/pc-gutteridge-killing/
10. “Science Notes“. South Australian Weekly Chronicle. Adelaide, SA: National Library of Australia. 9 July 1881. p. 16.
11. Verne, Jules: Les Frères Kip, 1902.
12.VV.AA.: Mundos al descubierto. Antología de la ciencia ficción de la Edad de Plata (1898-1936), Ediciones Espuela de Plata, 2021, p. 234.