Los “malditos” de John A. Keel: el otro misterio de Las profecías del Mothman

Si existe una mente universal, ¿debe estar necesariamente cuerda?” La frase de Charles Fort sirvió también para cerrar el libro de John Alva Keel. Resumen perfectamente su trabajo, con todos los acontecimientos que rodearon a Virginia Occidental en general y a la localidad de Point Pleasant en particular. Porque el Mothman solo fue la punta del iceberg. Hay muchos más interrogantes, y múltiples encuentros bizarros que atender.

Si los lectores han visto la película basada en el caso y protagonizada en Richard Gere, probablemente sean conscientes de que la trama no cuenta con un cierre común, ni tan siquiera con un cierre de los interrogantes. Pero esa fue precisamente la intención del guionista Richard Hatem, que recientemente ha firmado el epílogo de la reedición de 2019 pergeñada por Reediciones Anómalas. Hatem se tomó sus licencias – cambió personajes, ubicaciones e incluso la época – pero supo captar perfectamente la esencia de la obra de Keel, que no es otra que mostrar el desconcierto en general ante unas vivencias que no se pueden explicar de manera satisfactoria y que hay que superar para continuar viviendo.

El propio Keel fue claro al respecto, tanto en la primera edición de 1975 como en la posterior en 2002. La extrañeza tuvo un papel capital en sus notas, y en todo momento se sintió parte de un juego que no podía controlar ni discernir. Fue testigo, como tantos otros, de lo que él llamaba “folclore en construcción”. La única diferencia es que el fenómeno – sea el que sea – le prestaba más atención a él, en respuesta a sus intentos por investigar y sacar algo en claro. Llamadas telefónicas con ecos metálicos, visitantes con absurdas preguntas e intenciones, profecías sin cumplir, mensajes cruzados con oscuras intenciones… Toda una caterva de sinsentidos que formaron un relato apasionante.

A pesar de que el centro de atención se ha enfocado sobre ese ser a medio camino entre lo feérico, lo criptozoológico y lo extraterrestre, hubo otras apariciones y eventos que tuvieron en vilo al forteano en lo que denominó “el año de la Garuda”, título que pretendía dar a su caótico manuscrito y que fue cambiado contra su voluntad. Los Hombres de negro, esos esquivos personajes que pululaban en cada lugar donde se sucedieran eventos relacionados con ovnis, hicieron acto de presencia a cada paso, prácticamente en cada capítulo de la obra de Keel. Al igual que su creador – y sospechoso de interferir en la labor del autor, aunque se desconozcan los motivos –, el ufólogo Gray Barker. Entre los curiosos, investigadores y charlatanes que pululaban por Virginia Occidental durante aquel periodo entre noviembre de 1966 y diciembre de 1967, y posteriormente, hubo algunos en particular a los que se les dedica buena parte de las páginas del libro. Indrid Cold, Apol o Tiny están entre ellos, y sembraron el desconcierto general con sus erráticas actitudes y sus absurdas preguntas.

El diminuto hombre de gruesas gafas y el señor Tiny

La “procesión de los malditos” comenzó casi al mismo tiempo que los avistamientos tanto del Mothman como del enigmático “hombre sonriente” que será presentado más abajo. El primero de ellos acudió directamente al encuentro de Mary Hyre, la reportera de Point Pleasant que ayudó a Keel en su investigación y que a su vez fue testigo de apariciones de luces extrañas tanto en la localidad como en toda la zona TNT.

Corría el mes de enero de 1967 cuando este personaje entró a la oficina de Hyre, situada frente a los juzgados del condado. Según su testimonio, el hombrecillo medía alrededor de metro y medio y llevaba unas gruesas gafas que ocultaban una mirada hipnótica. Lo primero que le llamó la atención a la periodista fue que simplemente vestía una camisa azul de manga corta y pantalones del mismo color, a pesar de que en la calle se soportaban bajas temperaturas que no superaban los diez grados. La historia que contaba el pequeño hombre era inconexa, presentando dificultades para hablar. Preguntó a Mary por el camino a la localidad de Welch y aseguraba haber llegado allí haciendo autostop. Sintiendo que allí ocurría algo extraño, Mary Hyre – personaje clave de la saga Mothman – acudió a otro compañero que se encontraba en la oficina para que se uniera a la conversación.

La mujer declaró que aquel hombre parecía saber más de Virginia Occidental que ellos mismos. También que cogió un bolígrafo como si nunca hubiera visto uno, analizándolo con sumo interés. Poco después salió corriendo de la oficina, desapareciendo rápidamente.

También en enero de 1967, concretamente el día 9, otro extraño personaje apareció en casa de la familia Christiansen, en Wilwood, Nueva Jersey. No hacía mucho que vivían allí, y da la coincidencia de que habían sido testigos de un avistamiento ovni. Ni su dirección ni su nuevo número de teléfono aparecían en listín telefónico, otra circunstancia que compartían varios de los testigos con los que Keel se fue encontrando en aquel periodo de tiempo.

El extraño apareció en el umbral de la casa de los Christiansen a las 17:30, preguntando por el padre de familia, Edward, presentándose como trabajador del Registro de Herederos Perdidos. Al parecer, el señor Christiansen podría ser heredero de una gran cantidad legada por un familiar fallecido. Ante la lógica incredulidad, la familia dio paso al hombre, descrito como alguien enorme y corpulento. Llevaba un distintivo que se quitó rápidamente, de oro o bronce y con una gran letra “K” y una “x”. Keel recogía la descripción del sujeto en cuestión:

«Llevaba un gorro de piel de estilo ruso con una visera negra y un largo abrigo también negro que parecía estar hecho de un tejido fino, demasiado fino para un invierno tan frío… Tenía un pelo negro meticulosamente cortado al rape, como si su cabeza hubiera sido afeitada y el pelo estuviese creciendo de nuevo. Se notaba un perfecto círculo en la parte de atrás de la cabeza, como si esa zona hubiera sido rasurada recientemente. La nariz y la boca parecían casi normales, pero sus ojos eran grandes, saltones, como los de alguien aquejado de tiroides, y estaban muy separados. Parecía tener un ligero estrabismo en uno de los ojos, como si fuera de cristal, ya que no se movía al compás con el otro.»

La extrañeza aumentó cuando Arline y Connie, mujer e hija respectivamente de Edward Christiansen, observaron que había un cable de color verde que subía desde uno de sus calcetines y desaparecía en sus pantalones. Según la familia, el señor hablaba de forma errática y carente de emoción, como un ordenador. Estaba muy pálido y parecía enfermo. Ningún miembro de la familia recordaba su nombre, solo el apodo por el que le nombraban sus amigos, que no era otro que Tiny. Pues bien, este Tiny hizo un insólito cuestionario a su interlocutor, preguntando cosas tan inverosímiles como la presencia de cicatrices en su cuerpo, a qué escuelas había acudido o qué coches había tenido. Todo para “contrastar” que era el Edward Christiansen que buscaba. A los diez minutos de su visita, pidió un vaso de agua mientras resollaba, momento que aprovechó para ingerir una gran píldora amarilla, tras lo cual pareció recuperarse. Tiny preguntó por tres nombres en concreto, pero la familia no recordaba dos de ellos, pudiendo dar solo uno: Roy Stevens, que Keel relacionó con otro caso que aborda en el libro.

Poco después, pasados unos cuarenta minutos de entrevista – duración que propuso el propio Tiny al entrar en la casa –, el hombre se despidió y abandonó la casa, mientras Arline Christiansen observaba cómo un Cadillac negro le observaba en el apartado camino donde se encontraba el hogar. Ni que decir tiene que Edward Christiansen no heredó nada, como comprobó al día siguiente, cuando una llamada le confirmó que hallaron al heredero. Una visita insólita que precedió, un par de días después, al avistamiento del Mothman en el restaurante Tiny’s, en Point Pleasant. Una curiosidad más.

Mr. Apol

Cartas cuyos caracteres eran de color rojo, con trazos torpes y dubitativos. Así eran las cartas que John Keel recibía de Parte de “Tim’na”, nombre que Jaye P. Paro, locutora de la emisora WBAB de Babylon (Nueva York), daba a una entidad de origen desconocido llamado Apol, que hizo acto de presencia en todo aquel compendio de episodios extraños que dieron forma a Las profecías del Mothman. Paro tenía un programa dedicado a eventos paranormales, y recibía reportes sobre avistamientos en el monte Misery, incluso bromas telefónicas de voces que le indicaban que fuera allí para encontrarse con las luces.

Esta mujer puso a Keel en contacto con testigos de la zona de Long Island, entre ellos una chica a la que llamó Jane, que no tuvo ningún tipo de experiencia extraña hasta 1967, cuando vivió una suerte de abducción con su consiguiente “tiempo perdido”, y una llamada telefónica en la que una voz metálica la instó a ir a una biblioteca cercana y hallar cierto libro sobre historia nativa india. Lo hizo, y al parecer lo recibió de manos de la supuesta bibliotecaria sin tener que preguntarle siquiera por él. En él recibió, se asegura, un mensaje camuflado por parte de una entidad que decía tener mensajes para la humanidad y que Jane recibiría a través de estados sugestivos. Jaye Paro puso en contacto a testigo e investigador, que inmediatamente relacionó ese mensaje con “Apholes”, otra entidad de la que ya tenía conocimiento.

La bibliotecaria se convirtió en una suerte de perseguidora constante de Jane, que la veía por todas partes, incluso le propuso subir a otro Cadillac negro, de esos que aparecen constantemente relacionados con los hombres de negro de Gray Barker. En ese coche había un hombre que se presentó como Apol, que le hizo entrega de un papel que sacó de su chaqueta. Contenía un pequeño disco metálico que Jane rápidamente envió a John Keel mientras aún estaba con la bibliotecaria y el bizarro Apol.

Decepcionado por la naturaleza del disco – al parecer una placa de identificación común y sin grabar –, Keel devolvió los objetos a su propietaria, que se enfadó al comprobar que estaban en mal estado, incluido un olor desagradable presente en el disco, cuando el periodista aseguraba que lo había guardado todo en perfecto estado y con protecciones.

Las visitas de Apol a Jane fueron frecuentes, al igual que la de otros personajes igualmente misteriosos, como Lia, que le daban mensajes proféticos, relacionados entre otras cosas con el posible asesinato de Pablo VI en Egipto. En sesiones hipnóticas conducidas por Keel, al parecer entabló contacto con Apol a través del subconsciente de Jane. Aseguraba que no andaba lejos, montado en un Cadillac, y pretendía hablar sobre Robert Kennedy y Marilyn Monroe. Asuntos triviales aparte, Apol continuó presente tanto en la vida de Jane como en la de Keel, que seguía recibiendo cartas con pobre caligrafía y con colores rojizos. Lia también hizo alguna que otra aparición, incluida una visita hospitalaria a Jane en la que no paró de insistir en la necesidad de comer huevos, cosa que hizo aun estado estos crudos, sin ningún tipo de pudor.

Apol se hizo tan real para John Keel como Indrid Cold lo fue para Woodrow Derenberger. Hablaba con él por teléfono durante horas, con la constante sensación de tratar con alguien desequilibrado, perdido dentro de un marco temporal que no le era conocido y al que no se adaptaba. Bromeando, contestando preguntas de manera certera o imprevisible, pero haciéndose notar entre contactados y otros testigos, incluso haciéndoles creer que John Keel había muerto en el derrumbe de una mina.

Por su parte, Jaye P. Paro se vio igualmente involucrada en otra estrambótica historia que tiene que ver con otra extravagante mujer, que aseguraba ser de otro planeta y haber llegado a la Tierra en un platillo volante. Una verdadera leyenda urbana de finales de los años sesenta en la zona de Long Island, a la que la locutora entrevistó sin dudar.

La princesa Búho Luna

11 de junio de 1967, 15:30 horas. Jaye Paro entró en el estudio de la WBAB y se vio cara a cara con alguien que la esperaba allí. Era una mujer de gran estatura, vestida con plumas, de piel oscura y ojos saltones. Se presentó como la princesa Búho Luna y se alegró de ser entrevistada. Durante media hora lanzó todo tipo de verborrea concerniente a su supuesta naturaleza extraterrestre. Aseguró venir de Ceres, planeta del cinturón de asteroides. Tendría unos trescientos cincuenta años terrestres, o siete ooongots (edad ceriana). Aclaró que el olor corporal tanto de ella como de sus congéneres era desagradable al olfato humano, asemejándose al de los huevos podridos, cosa que Paro corroboró, al menos en el caso de la extraña princesa.

Keel tuvo noticias de la princesa Búho Luna durante ese mismo 11 de junio, al recibir una llamada de alguien que se identificó como ella y que le instó a contactar con Paro. Según aseguró el forteano – que pudo oír la cinta grabada en la cadena WBAB – ambas voces (la de su llamada y la de la cinta) no se parecían en nada. Ante este indicio, Keel advirtió a Jaye Paro del más que posible fraude. Aun así, la entrevista fue emitida, atrayendo a todo tipo de curiosos y fanáticos del fenómeno ovni. Mientras tanto, alguien que se identificaba como la princesa comenzó a telefonear a todos los investigadores locales, y a algunos de más renombre, dando referencias sobre un próximo congreso ufológico que se celebraría el 24 de junio en el hotel Commodore de Nueva York. ¿Qué mejor reclamo publicitario?

Una vez acabada la convención, el asunto de la princesa Búho Luna pasó al letargo. Aunque en agosto pasó de nuevo a la acción ofreciendo predicciones absurdas y dando dinero a los más necesitados de la zona de Long Island. Si todo fue marketing, desde luego era uno muy insólito. Pero con esta clase de episodios nunca se sabe.

Las posibles explicaciones o hipótesis nunca son satisfactorias, ante la falta de indicios que lleven a respuestas concluyentes. Lo absurdo y el hoax se dan la mano constantemente, como con el último gran personaje que aparece en estos párrafos, el que sentó las bases del mito de Point Pleasant junto al Mothman. El hombre sonriente hizo acto de presencia casi desde el principio de la saga, unido a la figura de Woodrow Derenberger, el primer testigo que aseguró entablar contacto con su macabra figura.

Indrid Cold

– La semana pasada, mi amigo recibió una llamada telefónica extraña de… un ente, un espíritu; lo que fuera… parecía saberlo… todo.

– ¿Cómo Dios? ¿Y hacía predicciones que se han confirmado?

– Sí. Le llamó un tal Indrid Cold.

– Es percepción, John. A cada cual se le aparecen de forma diferente: una voz, una luz, un hombre, un monstruo… Si tu amigo piensa que está hablando con Dios, está totalmente equivocado…

Conversación recogida en la cinta Mothman, la última profecía

En la cinta basada en el libro de Keel, el actor Will Patton interpretaba a Gordon Smallwood, figura que hacía las veces del Woodrow Derenberger del relato de Las profecías del Mothman. Si bien sus destinos son distintos – Smallwood acababa trastornado y “suicidado” –, el metraje supo captar la extrañeza ante los avistamientos del Mothman y de Cold, que desde luego que fueron inquietantes. Poco o nada se sabe sobre la verdadera identidad de Cold y sus acompañantes, pues hubo varios con el transcurrir de los meses. ‘Woody’ se convirtió en un famoso contactado que incluso publicó un libro sobre sus videncias, una verdadera rareza para bibliófilos, que desde luego no saldrá barata a quien intente hacerse con ella (solo en inglés y a través de portales como eBay.

Pero antes hay que acudir al inicio de la relación Derenberger-Indrid Cold. Woodrow era un simple comercial de electrodomésticos residente en Mineral Wells que tuvo la suerte – o no, según se vea – de tener un contacto cercano mientras volvía de su puesto de trabajo en Marietta, Ohio. Ocurrió el 2 de noviembre de 1966, sobre las 19:00. La tarde era lluviosa y fría. Sonó un terrible estruendo y un vehículo le adelantó, haciéndole frenar en medio de la Interestatal 77. Aquello que tenía delante era, según contó, una suerte de «estufa antigua de queroseno, brillando por los dos extremos, estrechándose a un pequeño cuello y luego ensanchando en un tronco central», todo de color grisáceo. Para mayor sorpresa, una puerta emergió por un lateral, saliendo de ella un hombre de cabello oscuro y peinado hacia atrás, que tenía una sonrisa amplia y antinatural, mostrando todos los dientes. Se acercó a la camioneta de Woody y se comunicó con él sin pronunciar ni una sola palabra.

«No tengas miedo. Venimos en son de paz. Vengo de un país mucho menos poderoso que el tuyo. Me llamo Cold. Duermo, respiro y sangro de la misma manera que tú

La conversación telepática continuó mientras el “vehículo” extraño ascendía, camuflándose ante el paso de otros coches. Parece que ni la situación ni las pintas de aquel extraño hombre (que llevaba una especie de mono iridiscente) hizo que ningún otro conductor parara. Minutos después, Cold se despidió asegurando que se volverían a ver, entró en el vehículo y éste despegó.

Derenberger no guardó en secreto tan fascinante historia. Lo contó a las autoridades y se convirtió rápidamente en una celebridad. Cambió de teléfono, pero aún así fue telefoneado continuamente durante bastante tiempo, mientras esperaba el retorno de Indrid Cold, que cumplió su promesa el día 4, contando mentalmente a Woodrow parte de su historia.

Así aparecieron en la historia el nombre de Lanulos o la galaxia de Ganímedes. El planeta en cuestión estaba libre de guerra o miseria, y sus habitantes podían vivir entre ciento veinticinco y ciento setenta y cinco años. La comunicación telepática se sucedía mientras días después se reportaban visitas a Mineral Wells de extraños personajes que pretendían vender cosas que no sabían presentar, mientras preguntaban por Woodrow o lo que pensaban sobre los ovnis.

La vida de Derenberger se convirtió en caos, siendo su granja un punto de reunión de personajes de todo tipo, incluidos ufólogos del NICAP (National Committee on Aerial Phenomena). La zona TNT, donde se buscaba al Mothman, pareció trasladarse a su propia granja. Fue en aquellos momentos cuando Cold se infiltró en el lugar y le reveló su nombre de pila al contactado: Indrid. Los exámenes psiquiátricos a los que Woodrow se sometió voluntariamente no arrojaron resultados negativos, logrando así que el NICAP incluyera su historia en sus registros en Washington.

La historia de Woodrow Derenberger daría giros aún más extraños cuando un año después pasó una semana junto a su familia en Cabo Cañaveral, sede del programa espacial norteamericano. Allí fue tratado cordialmente, pero interrogado cada día sobre sus encuentros con Indrid Cold. Incluso aseguró que sus interlocutores le mostraron un mapa estelar donde se señalaba el supuesto punto de origen del visitante y sus acompañantes.

Extrañas visitas, entrevistas televisivas y radiofónicas o interrogatorios interminables y constantes. Woodrow ganó notoriedad, pero su vida no mejoró en absoluto. Problemas matrimoniales, cambios de trabajo, acercamiento a la Iglesia… Todo sin que John Keel creyera (al menos mientras escribía su relato) en la historia que contaba el testigo, cosa que hace difícil de entender que convirtiera a Indrid Cold en parte central de Las profecías del Mothman. Por su parte, Woodrow plasmó todas sus experiencias (visita a Lanulos incluida, con extraterrestres desnudos y bellos) en un libro publicado en 1971, esa rareza mencionada antes, que lleva por título Visitors from Lanulos.

No se han mencionado a todos los visitantes, pero están los más importantes. Atrás han quedado otros como Karl Ardo, Demmo Hassan, Richard French o Jack Brown. También quedan en el tintero las explicaciones posibles, con los hombres de negro, los bromistas, la hipótesis que involucra a Gray Barker y toda la mitología construida en torno al Mothman. Pero el asunto daría tanto de sí que podrían llenarse muchísima páginas más en torno al asunto. El resumen es que no hay solución a casi nada, como dejó patente Richard Hatem en la película que escribió y en la obra de Keel, que acababa con la fatídica caída del Silver Bridge de Point Pleasant. El mejor resumen es la frase que cierra el libro, pronunciada por Charles Fort, y que encabeza el artículo: “Si existe una mente universal, ¿debe estar necesariamente cuerda?

Fuentes:

  • Keel, John A. Las profecías del Mothman, Reediciones Anómalas, 2019.
  • http://web.archive.org/web/20090822035949/http://www.csicop.org:80/si/9805/barker.html
  • https://www.johnkeel.com/?p=898
  • https://www.johnkeel.com/?p=2916
  • http://www.johnkeel.com/?p=3539
  • http://www.johnkeel.com/?p=3514
  • http://www.johnkeel.com/?p=2985
  • https://www.johnkeel.com/?p=2916
  • https://cryptidz.fandom.com/wiki/Indrid_Cold
  • https://www.ebay.com/sch/i.html?_from=R40&_trksid=m570.l1313&_nkw=woodrow+derenberger&_sacat=0
  • http://thenightsky.org/grinning.html
  • http://forteania.blogspot.com/2014/03/the-case-of-indrid-cold.html
  • http://weekinweird.com/2012/09/11/mothman-man-called-cold/
  • https://www.youtube.com/watch?v=5HxY4suVjSo&feature=youtu.be

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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