Investigadores japoneses han descubierto, analizando libros antiguos, episodios de tormentas solares entre los siglos X al XIV y han comprobado su relación con las auroras boreales y con la disminución de los niveles de carbono 14 en los anillos de los árboles. Todo un progreso para conocer mejor estos episodios celestes potencialmente peligrosos para nuestro planeta. La literatura antigua de Japón y China que describe la actividad del espacio exterior en la antigüedad puede ayudar hoy a anticipar algunas de las próximas tormentas solares, según una nueva investigación de la que informa la Universidad de Kyoto en un comunicado.
Las tempestades solares pueden provocar serios daños en nuestro planeta, especialmente en las telecomunicaciones, pero tienen la dificultad de que no dejan ninguna huella física, ya sea en los glaciares o en los sedimentos. Por eso resulta tan difícil de predecirlas con vistas a minimizar sus efectos.
Sin embargo, ahora sabemos que algunos textos históricos nos pueden facilitar valiosa información sobre antiguas tormentas solares, y ayudarnos a establecer patrones que faciliten su predicción.
Investigadores japoneses han estudiado documentos históricos buscando indicios de acontecimientos solares antiguos, particularmente el Meigetsuki “The Record of the Clear Moon”, 1180-1241) por Fujiwara no Teika de Japón, y el Song Shi (“History of Song”, encargado en 1343) de China. Ambos volúmenes cubren períodos históricos que ven del siglo X al siglo XIV y arrojan interesante información sobre fenómenos astronómicos de esa época.
La combinación de literatura antigua, de la dendrocronología (un método científico que permite obtener datos de los árboles) y de los actuales telescopios, ha permitido a los científicos identificar claras tendencias de la actividad solar y de otros acontecimientos astronómicos, explica uno de los autores de la investigación Hiroaki Isobe, en un comunicado de la Universidad de Kyoto. Añade que aunque las tormentas solares pueden perturbar considerablemente las redes eléctricas y de satélites, gracias a estos descubrimientos es posible anticipar estos episodios astronómicos y preparar mejor el futuro.
Por ejemplo, en el Meigetsuki se menciona la visión de un vapor rojo en el cielo nocturno el 21 y el 23 de febrero de 1204, lo que para los investigadores puede ser un indicio de una tormenta magnética que alcanzó la Tierra en esa época. En el otro documento, el Song Shi, se habla también de una gran mancha solar ocurrida en las mismas fechas.
Los investigadores cruzaron todos los datos disponibles y descubrieron que una decena de incidentes del mismo tipo ocurridos entre los años 900 y 1200, con especial relevancia de auroras boreales.
A continuación compararon estos datos con los de radiocarbono de los anillos de los árboles y constataron una disminución de los niveles de carbono 14 en las mismas fechas, claro indicio de un aumento de la actividad solar.
De esta forma han podido establecer una cronología de la actividad meteorológica espacial de la época, descubriendo además que las auroras boreales eran más frecuentes coincidiendo con la fase máxima de los ciclos solares, y que entre 1010 y 1050 no se observó ninguna aurora boreal.
Los resultados obtenidos resultan muy esperanzadores y han animado a los científicos japoneses a explorar otros textos antiguos para buscar indicios de acontecimientos solares observados en el pasado.
La investigación es innovadora no sólo por el acierto de acudir a textos antiguos en busca de información, sino también porque hasta ahora los relatos recogidos en estos libros se han considerado de ficción, no basados en la realidad.
http://www.kyoto-u.ac.jp/en/research/research_results/2016/170227_1.html]http://www.kyoto-u.ac.jp/en/research/research_results/2016/170227_1.html