“Era un pueblo con características no egipcias como se puede ver en los tipos de cerámica, las costumbres funerarias, los adornos, las armas y detalles de su arquitectura domésticos y de culto. Pero esta nueva élite gobernante no llegó directamente de tierras extranjeras como relató Manetón, sino que eran personas que nacieron y se criaron en el Delta”, escriben los arqueólogos.
Sus conclusiones se basan en cinco décadas de excavaciones en el yacimiento de Tell el-Dab’a, situado a unos 120 kilómetros al noreste de El Cairo. En 1885 se encontró en esa zona la ciudad de Avaris, capital de los hicsos en el Delta del Nilo Oriental, y varios de sus cementerios. El análisis de los isótopos de estroncio, que se vincula a partes del cuerpo humano como el esmalte de los dientes a través del agua o la comida, de 75 individuos ha permitido observar una “afluencia de personas no locales” durante las dinastías XII y XIII (entre los años 1991 y 1649 a.C.), mientras se construía este importante asentamiento portuario.
Cuando los hicsos se hicieron con el poder, aún así, los estudios muestran que el número de individuos nacidos en el Delta es mucho mayor que el de los foráneos.
“Aunque la nueva clase dominante tuviera sus orígenes en el Próximo Oriente, su ascenso al poder no fue el fruto de una invasión”, señalan los especialistas en su artículo.
Los relatos del sacerdote ptolemaico Manetón fueron, durante siglos, la única fuente de información conocida sobre el ascenso, el gobierno y la caída de los hicsos. Según sus textos, los “extranjeros” se aprovecharon de las debilidades por las que atravesaba Egipto al final del Imperio Medio para hacer prevalecer su armamento. Mientras ellos usaban armaduras, dagas y espadas de bronce, arcos compuestos y caballos y carros de guerra, el ejército regular egipcio apenas contaba con infantería armada con hachas y lanzas. El problema es que Manetón vivió unos 12 siglos después de que esta dinastía se hiciera con el poder.
Empezar a descifrar los jeroglíficos no aportó mucha más información sobre esta dinastía. El nombre, el orden e incluso el número total de reyes hicsos sigue siendo una información parcial e incompleta. Los faraones, que frecuentemente destruían registros o difundían propaganda sobre sus predecesores, vincularon a los hicsos “con el desorden y el caos, cuyo asesinato ritual era la forma en que los faraones mantenían el orden y legitimaban el poder”, indican los investigadores.
“La evidencia arqueológica -señalan los arqueólogos- tampoco respalda la narrativa de Manetón sobre esta etnia como líder de una fuerza invasora que se extendió desde el noreste para gobernar como la primera dinastía extranjera de Egipto; en cambio, se sugiere que aquellos que se convirtieron en gobernantes hicsos descendían de asiáticos que habían estado viviendo en Egipto por generaciones”.
Las tumbas de Tell el-Dab’a no eran típicamente egipcias. No había ni escarabajos ni otro tipo de amuletos protectores. Además, la mayoría de las sepulturas tenía équidos de algún tipo (habitualmente burros) enterrados a su alrededor, a menudo en pares, como si estuvieran preparados para tirar de un carro.
El análisis químico de los dientes también reveló que 30 de los individuos estudiados eran mujeres. Si los hicsos hubieran aparecido en Egipto como invasores, la primera ola probablemente sería toda masculina, porque eran los encargados de la guerra en las sociedades antiguas. La gran cantidad de féminas “inmigrantes” sugiere que ellas estaban a la vanguardia de la migración de esta etnia desde Oriente Próximo.
https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0235414