Leyendas urbanas de terror: una aproximación teórica

Más o menos desde hace tres años se viene repitiendo cada cierto tiempo un titular que aparece en diversos medios de comunicación y que advierte que para 2022, la mitad de las noticias que se consulten en el mundo serán falsas. No es un titular que salga de cualquier lado, sino que procede de la prestigiosa consultora Gartner, que aventuró esto en el informe Predicciones Tecnológicas para el 2018, analizado en noviembre de 2017 en un simposio Barcelona1. La consultora era muy clara al respecto: “Con una cantidad cada vez mayor de noticias falsas, existe la necesidad de una supervisión estrecha”. Además, apuntaba a un actor cada vez más importante en la rutina diaria de la sociedad como la Inteligencia Artificial, esa especie de ente etéreo pero omnipresente que alcanza nuevos hitos continuamente.

Es algo de sobra conocido. Nada ni nadie está exento de encontrarse con fake news, tergiversaciones de información, fotografías manipuladas e incluso bots y otros algoritmos automatizados que se dedican a sembrar las redes sociales de cuestiones que benefician a determinadas personas o grupos mientras hace lo contrario con otros. Es una realidad cada vez menos consensuada y más dada a la polarización, donde ya no solo caben opiniones, sino directamente “verdades” diferentes, visiones totalmente opuestas pero fervientemente defendidas, y que además cuentan con apoyos, ya sean espontáneos o fabricados intencionalmente. Un resumen muy escueto de lo que se empieza a conocer como posverdad. Han pasado muy pocos años desde que se empezaron a extender esta serie de conceptos, y ya lo han impregnado todo.

Precisamente, la digitalización ha ayudado a globalizar todo este fenómeno, aunque no sea el objetivo de estas líneas extenderse mucho más al respecto, sino que se enfocará en un aspecto muy determinado, que tiene que ver mucho con las leyendas urbanas que se siguen contando y transformándose a la vez que mutan las formas de comunicación. Especialmente, las que ponen los pelos de punta.

Las historias son parte fundamental de la transmisión cultural, y ya anteriormente se ha indagado al respecto en este espacio. Su última manifestación, las archiconocidas creepypastas, han salido a colación en varias ocasiones, bien para ser analizadas globalmente o porque alguna de ellas se convierte en viral en determinados momentos, creando incluso oleadas de histeria que han provocado sucesos bastante llamativos, muertes incluidas. Puede que sea parte del precio a pagar por acceder a absolutamente cualquier cosa desde cualquier parte del mundo, incluidos los bulos más rocambolescos y las mentiras más disparatadas, incluidas estas creaciones compartidas. Porque, a la postre, se echa mano de un recurso que ha servido desde que la humanidad adquirió la capacidad de comunicarse: contar una buena historia.

De hecho, el papel de Internet en la transmisión de leyendas urbanas es probablemente mucho mayor en este momento que su efectividad a la hora de denunciar su falta de veracidad. Incluso cuando una historia ha sido identificada y señalada como pura leyenda, no impide que siga siendo reenviada y difundida; después de todo, como me gusta decir a mí, la verdad no puede interponerse en el camino de una buena historia.”2

En unas semanas propicias para compartir este tipo de cosas, no es extraño encontrar hilos en redes sociales, vídeos en Youtube, o directamente publicaciones que presenten algunas de estas famosas historias, que a pesar de ser desmentidas infinidad de veces, siguen captando a nuevos creyentes y mostrando una sorprendente flexibilidad para adaptarse a las nuevas realidades sociales. Es por ello que se va a echar la vista atrás y a mostrar algunas pinceladas teóricas sobre todo este submundo.

Jugando con el miedo

La cita anterior corresponde a Jan Harold Brunvand, todo un especialista en folklore que ha escrito algunas de las obras de referencia en lo que a las leyenda urbanas se refiere. Entre ellas, Tened miedo… mucho miedo y El fabuloso libro de las leyendas urbanas son de lectura obligatoria para comprender algunos de los mecanismos que hacen funcionar esta clase de relatos. En estas obras, además de exponer un amplio muestrario de leyendas, hace aportaciones teóricas nada desdeñables, a partir de las cuales se puede intentar entender qué lleva a alguien a creer en cosas tan sorprendentes y a difundirlas, incluso haciéndolas suyas en una especie de apropiación totalmente falsa.

En primer lugar, cabe reseñar mínimamente las características básicas que suelen asociarse a las leyendas urbanas. Su fuente suele ser “el amigo de un amigo”. Los relatos son anécdotas de las que se asegura su completa veracidad y que incluyen una advertencia sobre un peligro o algo que no va según lo esperado. Además, suelen incluir un giro final y una moraleja o aprendizaje que busca impactar al receptor o receptores del mensaje. Hasta ahora, nada que no se sepa.

En las leyendas urbanas hay muchas categorías, que además se prestan a la maleabilidad, pudiendo determinada historia adscribirse a más de una. Como no podía ser de otra forma, son las de terror las que más atención acaparan, y las que más rápidamente se extienden, al menos en un primer momento. Aunque todas pertenecen a la tradición oral, ni la vida moderna ni las innovaciones tecnológicas suponen impedimento alguno para que sigan llegando a las nuevas generaciones, con sutiles cambios en los detalles, mientras se mantienen sus principales rasgos distintivos. A pesar de que antiguamente se solían trasmitir en un entorno comunitario y social, actualmente siguen teniendo el mismo efecto en quienes las leen o acceden a ellas. Tratándose del terror, ese efecto puede incluso verse incrementado debido a las nuevas condiciones de mayor aislamiento social y menor interacción cara a cara con otras personas. El ambiente hogareño y las pantallas de ordenadores y teléfonos móviles son los nuevos medios y escenarios y medios fundamentales.

Otra característica a tener muy en cuenta es su carácter ilógico, lo que tampoco impide que sean aceptadas y replicadas en ese copia-pega oral que ahora se ha transformado en el copy-paste3 propio de Internet. En una proporción bastante importante, estas leyendas son parcas en detalles, van directas al grano y juegan mucho con la credulidad de la gente. Es sorprendente el ejercicio de suspensión de la incredulidad que muchos de los receptores de los relatos llevan a cabo de forma involuntaria. Cualquier análisis superficial de los mismos haría que cayesen por su propio peso. Sin embargo, es más potente su capacidad de sorprender y de llevar al límite una cotidianidad que se quiebra de forma brusca en forma de fatales accidentes, apariciones espectrales, irrupciones de asesinos en serie o de consumo de sustancias ilegales o exóticas. El ambiente aparentemente mundano en el que se inserta la narrativa es otra clave con la que se juega en este enorme tablero.

Más allá de los cuentacuentos o los narradores de antaño, en periodos más modernos han sido escritores, periodistas y folkloristas los que se han dedicado a captar estas historias y a someterlas a análisis en unos casos, a clasificarlas en otros, o directamente a difundirlas sin filtros, contribuyendo a mantenerlas vivas. A este respecto, es muy elocuente la cita que Brunvand recupera en una de sus obras, haciendo referencia a Nathaniel Hawthorne y su novela de 1851 La casa de los siete tejados:

La tradición… que a veces recupera la verdad que se le ha escapado a la historia, pero que con mayor frecuencia es el chismorreo incontenible que antes se practicaba alrededor del fuego del hogar y ahora toma cuerpo en los periódicos”.4

En este paso de lo oral a lo escrito se produjo una irremediable transformación. Las leyendas adquirieron matices diferentes, localizaciones, nombres de personajes o detalles contextuales de cosecha propia de cada escritor o recopilador. Quizá para dotarlas de mayor verosimilitud, o de mayor peso. Por supuesto, no todos añadieron material de cosecha propia, pero la diversificación ya no tenía vuelta atrás.

Brunvand señalaba con acierto que las leyendas urbanas favoritas de los primeros compiladores eran las que contenían detalles sobrenaturales, con personajes pintorescos o directamente grotescos y ambientes oscuros, nocturnos y solitarios. Los motivos incluían profecías, acontecimientos sorprendentes, desapariciones misteriosas o apariciones espectrales. En aquellos primeros momentos, ya se daban por verificadas incluso a falta de pruebas fehacientes, se contaban en varios lugares aunque se localizaban en un sitio determinado. Aunque, a diferencia de lo que ocurre en estos días, donde hay mayores explicaciones y los narradores se recrean a veces en los detalles, los mensajes y argumentos eran mucho más contundentes y directos, sin medias tintas.

A mediados del siglo XX se dio un paso más con la investigación académica y la irrupción de los antropólogos, sociólogos y folkloristas que comenzaron a estudiar la materia, alejándose de su carácter informal y popular. Ya entonces, algunas de las viejas leyendas habían quedado casi olvidadas o relegadas a simples chistes con los que echar unas risas fáciles. Otras, en cambio, seguían contándose de forma parecida a como eran anteriormente. Como no podía ser de otra forma, estos expertos provenientes del mundo universitario recurrieron en primer lugar a sus ambientes más cercanos. En este caso, a sus propios alumnos, jóvenes y permeables a estos cuentos modernos. Precisamente, uno de los casos recientemente recuperados procede de David J. Hufford, quien en su El terror que acecha en la noche se hace eco de varios casos procedentes de estudiantes para analizar el fenómeno que se convirtió en objeto de estudio de dicho libro. Curiosamente, Brunvand le proporcionó uno de los casos que recogió en su ensayo5. Entra aquí en juego otro factor que no se suele mencionar con asiduidad en los libros recopilatorios y ensayos generalistas de estas leyendas urbanas: la posible veracidad de algunos detalles aparecidos en las historias, o su construcción en base a algún suceso, proceso o realidad que es ignorada o poco comprendida por quienes los viven y quienes los recogen. Se volverá a este punto más adelante.

¿Leyendas urbanas autocumplidas?

Los estudiosos de la materia buscaron precedentes y establecieron clasificaciones, motivos y demás detalles necesarios para teorizar. Los emisores, que en esos primeros pasos formales fueron los estudiantes, volcaron en estos estudios los temores populares que se reflejaron en la aparición de asesinos en serie o de extraños que acechaban, pasando por otras circunstancias propias de las que viven los estudiantes. Poco a poco se hacía patente un fenómeno muy curioso, y que sigue llamando la atención de propios y extraños: algunas de las leyendas que más alarmas despiertan reaparecen cada cierto tiempo, en una serie de oleadas en las que, tras un brote en determinado lugar, se replican determinados relatos y casos. Por supuesto, basados en otros precedentes, ya conocidos pero con pequeños cambios. La estructura es idéntica, pero los detalles nunca dejan de mutar para adaptarse a su nuevo entorno. El boca a boca hacía su magia y propiciaba una nueva secuencia de contagios que llevaban a posteriores indagaciones y desmentidos. Finalmente, el brote se disipaba o desaparecía, para con el tiempo volver a hacer acto de presencia en otro lugar.

Igualmente, hay leyendas urbanas estacionales, que vuelven en determinadas épocas del año para hacer de las suyas entre los crédulos, que vuelven a asegurar conocer a alguien que conoce a una persona que ha vivido o sufrido tal o cual situación. El rumor juega un papel fundamental, al menos en las narrativas de estos tipos que se extendieron durante las décadas de los sesenta, setenta, ochenta y noventa, previas a la irrupción de Internet. Es una constante el hecho de que en muchas ocasiones sea difícil discernir quién lo inició y cómo lo hizo. Épocas como la Navidad y lugares como los centros comerciales suelen ser un binomio habitual.

Otro punto nada desdeñable en todo esto de las leyendas urbanas de terror en su carácter simbólico. Más allá de sus obvias intenciones y de las moralejas que quieran lanzar, algunas de ellas juegan con diversos aspectos de la psique. No se trata solo de transmitir miedo o desazón, sino de recurrir a inquietudes ancestrales o arquetípicas. Porque hay historias que fueron y van más allá de la repetición de una leyenda, estableciendo mitos urbanos. Algunos de los más populares tiene que ver con animales, símbolos de lo salvaje, lo natural que es ajeno a lo urbano, lo feroz y los entornos rurales o empobrecidos. Seguro que la mayoría de los lectores conocen algún relato relacionado con animales que atacan a alguien, que ponen sus huevos en heridas infectadas o cuyos restos se mezclan con comida de alguna cadena de restaurantes.

Por supuesto, y volviendo al carácter ambiguo de estas leyendas urbanas de terror o inquietantes y su posible aparición en el mundo real, la búsqueda de afirmación de las mismas a veces topa con noticias que son reales, y que de una u otra forma pueden asemejarse a los relatos ficticios. Al igual que existen las profecías autocumplidas, hay leyendas autocumplidas. Es cuestión de probabilidad. Por muy rocambolescos e improbables que sean los detalles, en alguna ocasión acontece un hecho que puede dar respaldo a algunos aspectos de la narrativa. No por ello la leyenda queda probada, por supuesto, sino que en determinados momentos y lugares se da una coincidencia parcial. Pero suponen un porcentaje ínfimo. La aparición de uno de estos ejemplos no da por finalizado y acabado el rumor, sino que lo confirma y lo extiende en el tiempo, pudiendo ser añadido a posteriori a nuevas versiones ofrecidas por nuevos narradores.

El siguiente ejemplo es muy extremo, pero sirve como muestra perfecta del argumento anterior. Las historias que tienen que ver con animales que invaden el espacio personal o incluso el cuerpo humano suelen ser de las más desagradables y chocantes, y de cuando en cuando hay ejemplos que parecen dar cierta razón a quienes las comparten y creen en ellas. Aunque no suelen ser tan extremas como ésta, sí que responden en ocasiones a situaciones posibles. Ben Taylor, pintor residente en Dartmoor, Inglaterra, no pasaba una buena racha durante la pasada década, pasando por graves problemas psicológicos que le llevaron a alejarse de su profesión. Sin embargo, tuvo una de esas experiencias que mezclan la leyenda y la historia de terror, pero que fue totalmente verídica. Un buen día, Taylor comenzó a tener síntomas extraños en sus ojos. Veía manchas, sentía dolor y notaba que algo se movía dentro de sus globos oculares. En una primera consulta con el especialista no le fue diagnosticado ningún mal, pero la molestia perduró en el tiempo.

Vio algo deslizándose dentro de uno de sus ojos. Fue a urgencias y le extrajeron un gusano de tres centímetros de largo. Era un Loa loa, endémico de África y que es transmitido a humanos a través de las picaduras de ciertas moscas, que alojan sus huevos en la víctima. Taylor recordó en ese momento un viaje a Gabón, donde era muy probable que ocurriera todo. Efectivamente, en 2015 fue diagnosticado con una enfermedad bastante llamativa: la loiasis, una infección por filaria causada por Loa loa. La loiasis aparece en un área limitada al cinturón de bosques húmedos de África Occidental y Central. Los seres humanos son el único reservorio natural de este parásito.

Lo más extraño de todo el asunto es que parece que el Loa loa hizo algo más que deslizarse tras los ojos del infectado. Según asegura Taylor, el parásito “guió” sus pinceles mientras estuvo infectado, haciéndole pintar extrañas formas que parecían gusanos. Cómo y por qué ocurrió esto es un absoluto misterio, pero el pintor elaboró un cuadro homenaje a tan extraña experiencia, al que dio un título muy sugerente, y que define perfectamente la naturaleza de este artículo: The Host (El huésped), que pasó a ser famoso durante 20186.

Finalmente, para acabar el artículo volvemos a la historia que Brunvald compartió con Hufford a raíz de la investigación de este último sobre la Vieja Bruja. Huffor la incluyó como el caso veintisiete, donde se incluye una brevísima explicación sobre el origen de la misma en la tradición mormona, ya que el atacante nocturno es identificado en esa ocasión con el mismísimo Satán.

De pronto algo le apretó los pies tan fuertemente que casi se los parte. Eso movió su pierna. Era una presión terrible. Aquella cosa gruñó y refulgía con fuego. Parecía como un animal y él supo que era Satán intentando evitar que organizara la guardia. Nunca le había pasado nada similar. Sus ojos eran así de grandes (Como el tamaño de la tapa de un bote de fruta) y encendidos. Papá usó su poder de sacerdote y lo increpó en el nombre del Padre. Aquello saltó de la cama. Pudo escuchar el roce de unas plumas. Papá se levantó y fue a ver a los vecinos. Nunca nos dijo nada sobre el tema hasta que mamá lo convenció de ello”.

La historia, no abarca mucho más que estos detalles. Una guardia nocturna en una iglesia y un ser sobrenatural que lo impide o trata de molestar. Es precisamente su carácter aparentemente sobrenatural lo que llama la atención de los investigadores en cuando al condicionamiento cultural de los testigos y narradores se refiere. Nadie, ni tan siquiera los propios investigadores, están libres de añadir una nueva capa de interpretación a los hechos. El trabajo y las indagaciones asépticas y escépticas son muy difíciles de llevar a cabo. Más allá de determinar si este caso concreto se adscribe o no a algo natural y no explicado o a algún tipo de fenomenología aún no contemplada o poco comprendida excede de las intenciones de estas líneas, pero sí que pone de manifiesto, una vez más, que detrás de ciertos eventos hay más que un rumor, una mentira o una intención de crear una trama más o menos complicada.

Aquí se trataba de la Vieja Bruja y su capacidad de aparecer en cualquier contexto, camuflada bajo la psicología, las costumbres o determinadas dolencias relacionadas con la salud mental o el sueño. En otros casos, quizá haya otros factores a tener en cuenta. El miedo atávico y ancestral, los intereses particulares, los rudimentos del comportamiento social, las fobias e histerias colectivas. A pesar de que algunos piensen que estos asuntos han sido superados, la mutabilidad de la tradición lleva a su reaparición en los contextos más variados. Conocer las razones, tratar de predecir su capacidad de contagio y su próxima aparición es un asunto más complejo.

Quizá en otro momento. Por ahora, los lectores pueden seguir con su vida diaria, ver alguna película o buscar alguna noticia de este tipo. Seguro que dan con algo que hable sobre colas de ratas en hamburguesas, niños pequeños rellenos de drogas o infestaciones masivas de animales en algún orificio del cuerpo. Pero recuerden: no todo lo que ven, oyen o leen es verdad. ¿O puede que sí?

Fuentes:

  • Brunvand, Jan Harold: Tened miedo… mucho miedo. El libro de las leyendas urbanas de terror, Alba Editorial, 2005.
  • Brunvand, Jan Harold: El fabuloso libro de las leyendas urbanas, Volúmenes I y II, Alba Editoria, 2002.
  • Camacho, Santiago: Leyendas urbanas. ¿Qué hay de verdad en ellas?, Edaf, 2009.
  • Hijo, Tomás: El libro negro de las leyendas urbanas, los bulos y los rumores maliciosos, Styria, 2009.
  • Hufford, David J.: El terror que acecha en la noche, Reediciones Anómalas, 2020.

Notas:

1. Las fuentes a consultar sobre este punto concreto son muy fáciles de rastrear. Incluso los tuits de la propia consultora donde se habla de este asunto, como el que sigue a continuación: https://mobile.twitter.com/Gartner_inc/status/927849670033989632?ref_src=twsrc%5Etfw%7Ctwcamp%5Etweetembed%7Ctwterm%5E927849670033989632%7Ctwgr%5Eshare_3&ref_url=https%3A%2F%2Fwww.lavozdegalicia.es%2Fnoticia%2Fsociedad%2F2017%2F11%2F09%2F2022-mayor-parte-paises-occidentales-consumiran-informacion-falsa-verdadera%2F00031510214955819993461.htm

2. Palma Roldán 2015, 20.

3. ‘Copypaste’ es un término que proviene de las palabras en inglés ‘copy’ que significa ‘copiar’ y ‘paste’ que quiere decir ‘pegar’, que alude a la práctica de copiar y publicar contenidos a través de Internet utilizando correos electrónicos, redes sociales u otros medios.

4. Harold Brunvand 2005, 27.

5. Hufford 2020, 290-291. Aunque es curioso que en libro aparezca mal el nombre de Brunvand, que en esta ocasión aparece como Brunwand.

6. La historia ha sido recogida por diversos medios de comunicación y artículos en multitud de portales web. El extracto utilizado para este artículo está recogido de Ruiz Herrera, Félix: Huéspedes incómodos: parásitos y bacterias que pueden alterar el comportamiento, Phenomena Magazine, Año V – número 14 – octubre de 2018.

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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