Las Líneas Hartmann: cuando la Ciencia quiso explicar el poder de la Tierra

Grabado que hace alusión a la radiestesia. Fuente: Wikipedia Public Domain.

El ser humano primitivo ignoraba los procesos naturales que le rodeaban y no lograba explicarlos. La intuición guió a los hombres hacia ciertos lugares especiales, que poseían unas cualidades que fueron percibidas como beneficiosas y aprovechables. Son los conocidos como “Lugares de Poder”, cuyos misterios pretendieron descifrar muchos a través de los siglos. Entre ellos, Ernst Hartmann, que creía firmemente en el poder que la Tierra ejercía sobre las personas.

Ya sabemos que los cultos ancestrales a la Naturaleza, las diosas madres y sus equivalentes masculinos se desarrollaron en lugares muy concretos, donde la naturaleza brindaba sus dones a los hombres, o bien en rincones oscuros, donde la luz apenas iluminaba el entorno. Cuevas, manantiales o colinas fueron testigos de una adoración que duró miles de años, y que aun perdura en nuestros días en los lugares donde se levantaron muchos templos cristianos, en las romerías o las peregrinaciones a lugares sagrados. Desde tiempos remotos lo sagrado fue marcado en ciertos lugares adrede, pues nuestros antepasados sentían que de ellos emanaba una energía especial, una sensación que les conectaba con lo desconocido.

La magia se hacía presente en estos rincones donde antaño se centraban las ceremonias de iniciación o se daba alguna lección importante a unos neófitos que buscaban la iluminación. Algunos de estos enclaves sobreviven en el presente, mientras otros desaparecieron irremisiblemente debido a diversas circunstancias. La importancia de éstos radica en el hecho de que sirvieron como escenario donde desarrollar el sentimiento religioso, y fue en ellos donde evolucionaron las religiones – sobre todo la cristiana, tal como la conocemos en nuestro mundo occidental – hasta llegar a lo que son en nuestra época. Fueron escenarios de fe, intrigas, conspiraciones y hasta de crímenes.

¿Por qué fueron señalados ciertos sitios y no otros? La explicación podría radicar en la presencia de corrientes energéticas que recorren el subsuelo, afectando a la vida y a las personas que se hallan cerca de diferente manera. A estas corrientes se las denomina telúricas. Son de una frecuencia apenas perceptible en los estándares que solemos utilizar, y se crean debido a la acción del hierro fundido que se haya en el núcleo del planeta, causante entre otras cosas de la deriva continental. Debemos saber que interactúan con el viento y la magnetósfera, se ven inducidas por las variaciones que sufre el campo magnético de la Tierra, y se mueven en forma de corrientes eléctricas que recorren el suelo y atraviesan océanos.

Los radiestesistas hablan sobre la energía que recorren a todos los cuerpos existentes. Todo cuerpo emite cierta radiación que puede ser medida con el instrumento radiestésico correspondiente. Siguiendo la hipótesis radiestésica, todo objeto o ser vivo emite una señal única e irrepetible, una onda especial. Así, varios investigadores se lanzaron en la búsqueda de explicaciones derivadas de la acción que las corrientes telúricas ejercían sobre personas y lugares particulares. Llegamos de esta manera hasta los trabajos del doctor Ernst Hartmann (1925-1992), que dedicó buena parte de su vida a estudiar la posible relación entre enfermedades y radiación telúrica, llegando a impactantes conclusiones.

Un dibujo de Stonehenge, uno de los lugares sagrados por excelencia. Fuente: Wikipedia Public Domain.

Líneas Hartmann

A pesar de existir trabajos anteriores fue el doctor Hartmann, licenciado en Medicina por la Universidad de Heidelberg, quien elaboró durante más de una década el estudio de la influencia del medio ambiente en el hombre, centrándose en la energía emanada desde el interior de la tierra. Tras indagar en la ciudad donde ejercía, llegó a la conclusión de que la salud depende en gran medida de donde se vive. En colaboración con un equipo de médicos y físicos, Hartmann sentenció que:

«La tierra está recubierta por una red global de ondas fijas que parecen ser producidas por una radiación terrestre que proviene del interior del planeta y que se ordena en forma de retícula al atravesar las capas de la corteza terrestre.»

Para llegar a este punto, Hartmann y sus colaboradores midieron la resistencia del cuerpo humano y las variaciones presentes en esta resistencia al desplazar a una persona dentro de determinada área geográfica. Hallaron puntos donde había alteraciones muy importantes, que marcaron sobre un plano, obteniendo así algo muy parecido a una retícula, puntos de intersección de lo que pensaban que serían líneas de energía, que creaban una red en el entorno. La malla resultante de los estudios del equipo fue conocida a partir de entonces como Líneas Hartmann, Red Hartmann o Red H.

Esta red establecería la relación entre energías cósmicas y planetarias, de forma que ambas influyen notablemente en la vida sobre la Tierra. Rémi Alexandre, ilustre arquitecto, definió las Líneas Hartmann como una cuadrícula de radiaciones cosmotelúricas, una telaraña a escala planetaria, compuesta por rejillas que se superponen e interfieren unas con otras. Según el buen doctor alemán, la red global constituye un conjunto de cuadrículas de dimensiones fijas, que se extienden por toda la Biosfera. Las paredes de cada celda estarían conformadas por energías emanadas del suelo, volando verticalmente hasta una altura aproximada de 2.000 metros, y que están presentes en todo tipo de terreno, ya sea montañoso o llano. Las líneas se orientan al igual que los polos magnéticos, corriendo así en dirección norte-sur y este-oeste. La intensidad y densidad de la hipotética energía telúrica dependerían de factores como la hora del día o el tiempo atmosférico en la que se intente medir.

A pesar de la evidente dificultad de establecer una constante en la que fijar la Red H, se propuso la existencia de las llamadas “Constantes Vitales Terrestres”, que delimitan las zonas de acción de las celdas de la cuadrícula. En las líneas norte-sur se fijó una distancia de 2’5 metros, y 2 metros en las que van de este a oeste, presentando todas ellas un valor aproximado de 21 centímetros de espesor. Por supuesto, estos valores son aproximados, pues pueden variar en momentos determinados – como eclipses solares o terremotos – o en lugares de gran desequilibrio, lugares especiales en los que se rompe la regla.

Algunos investigadores piensan que estas líneas de fuerza transportan o disipan de alguna forma los excesos de energía presentes en la tierra, sean o no de origen natural. Así, las estaciones eléctricas o las antenas de telefonía alterarían la acción de la Red H, pero ésta actuaría sobre esa energía extra haciendo que se dispersara en la esfera planetaria. La estructura de la red se condensa en lugares donde existe contaminación electromagnética artificial, siendo un problema con una solución cada vez más complicada de encontrar, sobre todo debido a la proliferación de tecnología que emite esa energía electromagnética que incide directamente sobre nosotros. Otra de los inconvenientes del uso de ordenadores, teléfonos móviles e Internet.

Los geobiólogos de hoy en día tachan a los cruces Hartmann como lugares que pueden favorecer la aparición o desarrollo de enfermedades, pues en ellos la radiación telúrica influiría de forma prolongada en el organismo de tal forma que puede provocar alteraciones importantes. Si el lugar perjudicial coincide con uno en el que pasamos largos periodos de tiempo, su efecto se podría multiplicar. No siempre tiene por qué ser así, pues existen muchos más factores a tener en cuenta, como nuestro estilo de vida, la alimentación o tantas otras cosas que solemos ver en programas de salud o en publicaciones médicas.

A pesar de ello, la energía producida por la malla pensada por el doctor alemán y su equipo puede producir efectos beneficiosos y es sensible de ser aprovechada por aquellos que sepan qué hacer con ella. J. C. Favre, otro arquitecto y que además era geobiólogo, expresa perfectamente una realidad que otros muchos antes que él ya intuyeron y de la que sacaron jugo. Habla de esta forma de la relación palpable entre arquitectura y las fuerzas subterráneas:

«Ninguna arquitectura tradicional desprecia la importancia del telurismo en una práctica constructiva natural. La casa se asienta sobre un lugar conciliando las cualidades energéticas y sensibles del suelo. La vivienda tradicional, orientada según los puntos cardinales, no perturba la red. Siguiendo este ejemplo, se intentará situar el edificio de acuerdo con las fuerzas vivas de la Tierra. Los efectos de la Red H no deben considerarse como algo irremediable, pues una práctica arquitectónica de calidad los tendrá en cuenta para sacar el máximo provecho.»

Si la arquitectura debe tener en cuenta estas corrientes energéticas, ¿por qué solo tendría que influir en la edificación de nuestros hogares? ¿No podría ser que nuestros antepasados tuvieran en cuenta este fenómeno para levantar altares, templos y enclaves ciclópeos? ¿Y si además estos lugares tuvieran mucho que ver con el desarrollo religioso?

Mucho se ha hablado de los posibles motivos que llevaron a nuestros antepasados a otorgar a ciertos enclaves de cualidades extraordinarias. Es posible que esto se produjera debido a que el ser humano se sentía atraído por la fuerza de estos puntos, donde el contacto con la tierra era más fácil y cercano. Por ello, las mentes del pasado idearon edificaciones especiales donde señalar esta misteriosa fuerza. ¿Es una opción real?

Fuentes:

– Butler, Alan: La Diosa, el Grial y la Logia: Rastreando los orígenes de la religión. Ediciones Obelisco, 2007.

– Charpentier, Louis: Los gigantes y el misterio de los orígenes. Plaza y Janés Editores S.A., 1976.

– Cuesta Millán, Juan Ignacio: Piedras sagradas. Puzzle Editoria, 2006.

Ruiz Herrera, Félix: La Metamorfosis de la Diosa, Independently published, 2017.

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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