Jan Harold Brunvand apuntaba en el segundo volumen de El fabuloso libro de las leyendas urbanas que todas las leyendas urbanas son verdaderas en parte porque incluyen “dos clases de lo que se conoce como factores de realidad”: hechos verificables aceptados como ciertos e ilusiones aceptadas como ciertas por la generalidad. Algunos argumentarán que cualquier comentario sobre la veracidad de las mismas es inútil, puesto que este tipo de folklore moderno parte de historias que son falsas por definición. Otros apuntarían que lo que se estudia en ellas son esas historias y no hechos reales. Pero hay determinadas narraciones de este tipo que sí que tienen algún componente real, que necesitan de estudios detallados para desenmascarar sus falsedades. La de Craig Shergold y su récord de tarjetas de felicitación es una de ellas. Tres años después de la prematura muerte de su protagonista, es hora de echar la vista atrás. Imagen: Darren Cool.
Brunvand tomaba el anterior razonamiento de su colega Linda Dégh, que tras estudiar folklore en la universidad de Pázmány Peter de Budapest, donde se doctoró en etnografía en 1943, recibió una invitación para acudir en calidad de profesora visitante a la Universidad de Indiana en 1964, lugar en el que trabajó hasta su jubilación y en la que fue profesora emérita hasta su muertei. Allí también se convirtió en profesora titular del Instituto de Folklore y fundó la revista Indiana Folklore en 1968, aunque hay registros anteriores sobre el estudio de esta materia en aquella universidadii.
Dégh hablaba de esos factores de realidad y de su posible combinación gracias a un buen narrador, cuya destreza podría crear una leyenda urbana creíble y parcialmente auténtica. Hay que dar por hecho que esos factores de realidad se basan en la credulidad de las personas a las que llegan los diferentes relatos, historias y leyendas, y en su confianza hacia la supuesta fuente fiable del narrador.
Una cualidad intrínseca de ese folklore moderno es que es creído porque se mantiene dentro de unos márgenes posibles, insertado dentro de una cotidianidad quizá algo extrema, pero realista. Esto podría chocar con determinadas historias de corte más sobrenatural, que seguro que muchos lectores han oído o leído en más de una ocasión. Esa disonancia quizá no debería ser tal, precisamente porque algunos expertos tienden a asignar a esas narraciones otras etiquetas como “cuentos de terror” o “historias fantasmagóricas”. ¿Pueden pertenecer estas a lo que tradicionalmente se denomina leyenda urbana?
En las décadas comprendidas entre los ochenta y los dos mil, circulaban entre grupos más cerrados, no estaban tan extendidas como el resto, y solían contarse en primera persona, estando presente en ellas todo tipo de entidades más o menos etéreas, como los ovnis, monstruos de todo tipo o cultos satánicos. Dado que además suelen ser temas tratados en medios de comunicación de masas, Brunvand señalaba con acierto la dificultad de distinguir dónde empezaba la tradición oral y dónde el tratamiento mediático.
Esa cualidad ostensiva es un punto determinante del estudio de las nuevas narrativas presentadas, por ejemplo, en las Creepypastas de Internet o en las dramatizaciones audiovisuales que pretenden dar una vuelta de tuerca a esas historias, dándoles un nuevo toque y llevándolas a audiencias cada vez más grandes, pero separándose quizá de la esencia original de las mismas. Como no podía ser de otra forma, la aparición de Internet cambió también la forma en que estos estudios folklóricos debían estudiarse y compartirse.
Antes de esos corta y pega de correos electrónicos y de notas y pequeños artículos de blogs y webs diversos, existían otras cosas similares, cuando no idénticas en su concepto o idea, como el copylore, una especie de folklore compuesto por material humorístico y leyendas urbanas que se reproducían en fotocopiadoras y que aparecían en muchos lugares, repitiendo casi al pie de la letra alguna historia ocurrida a algún conocido de un conocido, o al amigo de un amigo, o al amigo del compañero de piso de mi amigo. A alguien indeterminado en muchas ocasiones, pero que de vez en cuando recibía nombres y apellidos, muchas veces con variaciones que hacían difícil discernir quién era el verdadero protagonista del suceso en concreto, si es que lo había.
Eso por no mencionar el amplio despliegue geográfico y temporal que pueden abarcar algunas leyendas, que son dadas por ciertas en muchos lugares y momentos diferentes. Casi todas son igual de inciertas y probablemente muchas no hayan ocurrido jamás. Sin embargo, hay rara avis en todo este asunto. Craig Shergold era una prueba viviente de ello.
Las tarjetas de “Ponte bien”
“Les estaría muy agradecido si usted y su empresa pudieran responder a esta petición para ayudar a Craig Shergold.
Craig es un niño de siete años que tiene un tumor cerebral y al que le queda muy poco tiempo de vida. Su sueño es entrar en el Libro Guinness de los Récords como la persona que ha recibido la mayor cantidad de tarjetas de ‘Ponte bien’.
Si está dispuesto a colaborar y a hacer llegar esta nota a su plantilla, pueden enviar las tarjetas a:
Craig Shergold
38 Shelby Road
Carshalton
Surrey SN8 1LD
Reino Unido
Por favor, envíe las páginas adjuntas a otras tres escuelas, empresas u organizaciones de su elección.”
Brunvand reproducía esta nota exacta en la página 316 de su segundo volumen de El fabuloso libro de las leyendas urbanas. Indicaba que era una nota que circulaba en 1990 por Cambridge, Massachusetts. Era solo un ejemplo de los múltiples ejemplos que el folklorista atesora en sus archivos. Pero entre ellas había diferencias llamativas. Distintas enfermedades, distintas direcciones e incluso variaciones en el nombre o el apellido del chicoiii.
Brunvand aseguraba tener una carpeta de veinte centímetros de grosor en la que guardaba correos electrónicos, faxes, panfletos y recortes que documentaban la historia de Craig. Él decía que esta petición era un caso de “la vida imita a las leyendas”. Lo que empezó como algo irreal acabó convirtiéndose en una pesadilla cuando el volumen de material sobre la misma se hizo cada vez más grande e inabarcable.
En 1988, Craig Shergold comenzó a quejarse de dolores de oído. Después de que los antibióticos no lograran mejorar su salud, en 1989 los médicos le diagnosticaron, a la edad de nueve años, lo que consideraban un cáncer cerebral terminal. Es cierto que deseaba estar en el Libro Guinness de los Récords por haber recibido la mayor cantidad de tarjetas de felicitación posibles. En el año 1990, año en que apareció la nota de Cambridge, ya había recibido dieciséis millones. En la edición de 1997 del libro se apuntaba que el número había ascendido a más del doble en 1991. También era cierto que el verdadero Craig Shergold vivió una vez en Shelby Road, en Carshalton, Inglaterra. Pero la avalancha de tarjetas logró que la familia se mudase.
The Sun respaldó la campaña de la familia de Craig en 1990. Imagen: portada de The Sun del 25 de octubre de 1990. News Group Newspapers Ltd.
Lo último que se sabe con certeza sobre los hechos originales en torno a Craig Shergold es que su historia llegó a oídos de John Kluge, fundador de Metromediaiv. Kluge organizó un viaje a los Estados Unidos para un nuevo tipo de operación en la que la familia de Shergold había puesto todas sus esperanzas. El niño fue en marzo de 1991 en el Centro Médico de la Universidad de Virginia, donde se le pudo extirpar prácticamente todo el tumor excepto un fragmento benignov.
Cuando diversos tabloides ingleses, sobre todo The Sun, publicaron su historia en 1989, Craig comenzó a recibir 10.000 tarjetas al día. El problema sobrevino cuando las cartas y las tarjetas siguieron llegando,a pesar de haber sido operado con éxito y ser alguien sano. The Sun ha seguido su historia a lo largo de los años, y en noviembre de 2019 volvió a publicar una nota sobre él, donde se indicaba que la cifra había alcanzado los 350 millonesvi.
Hechos reales y “hechos reales”
Brunvand recopiló notas que le llegaron antes y después de la operación de Craig, en las que había variaciones de sus datos personales, como se dijo anteriormente. Según indicó en su citado libro, la historia de las tarjetas comenzó en 1982 cuando surgió el rumor de que un niño ficticio que respondía al apodo de Little Buddy intentaba batir un récord inexistente por aquel entonces. Era un supuesto enfermo de leucemia residente en Paisley, Escocia. Además, quería entrar en el Libro Guinness de los Récords siendo la persona que más postales atesoraba. El rumor decía que había recibido millones de cartas en Paisley, pero había un problema bastante evidente: nadie sabía quién era Little Buddy.
Durante unos años, el rumor se repitió en diversos medios hasta que la atención se centró en un joven ingles llamado Mario Morby, enfermo de cáncer. Este segundo chico quería batir ese récord del que se hablaba tanto y recibió numerosísimas postales. Su nombre y su récord de 1.000.265 postales aparecieron en el Guinness en la categoría de “Colecciones”.
Rumores parecidos siguieron surgiendo hasta que le tocó el turno a Craig Shergold, un chico real que quiso superar ese registro tan llamativo que había oído por ahí y que batió en noviembre de ese mismo año 1989, solo un par de meses después de lanzar el reto, extremo que certificó el famoso libro. Luego llegó su operación, que fue recogida por diversos medios. Entre ellos, la revista People, que dio la noticia el 10 de junio de 1991 acompañada de una foto de un Craig sonriente y rodeado de cartas sin abrir, una estampa que se ha venido repitiendo durante las posteriores décadas hasta el mismo 2020.
Hay notas de prensa y artículos que certifican que todo este embrollo de “la vida imita a las leyendas” continuó muy presente en la vida de Craig. Tanto el propio chico como sus padres concedieron una serie de entrevistas en un intento de poner fin a todo el asunto, incluida una aparición en ABC’s Good. Morning America el 26 de octubre de 1997. El Irish Times publicó algo al respecto el 14 de julio del año 2.000. En aquel artículo, cuyo títuloi era Get well’ letter idea makes family sick 11 years latervii, tanto la familia como el servicio postal británico pedían encarecidamente que toda aquella locura parase. Make-A-Wish y Guinness World Records también suplicaron para que terminara la locura.
Craig junto a John Kluge. Imagen: Your Local Guardian.
Habían transcurrido once años desde que la petición de Craig llegó a los medios de comunicación y nueve desde que se curó, pero las tarjetas seguían llegando. La nota aseguraba que se estaban produciendo intentos de acabar con todo aquel asunto, cambiando en las copias que se seguían distribuyendo el nombre de Craig por el de John Craig.
Según un portavoz del Royal Mail citado en aquella nota: “Los nombres utilizados para contactar a Craig [Shergold] han tomado numerosas formas a lo largo de los años, pero todas las tarjetas datan de una apelación hace 11 años cuando quería ganar una entrada en el Libro Guinness de los Récords por tener la colección más grande de tarjetas de recuperación. Por favor, no envíen más”.
La madre de Craig, Marion, coescribió junto a Pamela Cockerill un libro sobre su historia en 1993 (Craig Shergold: A Mother’s Story, Bantam Books, 1993). La familia solicitó por primera vez el cese de las cartas en 1994, según aseguraba el Irish Tribune. Esto no es del todo cierto. Antes de eso, en junio de 1991, Ann Landersviii redactó otro artículo para el Chicago Tribune (Craig has his record and his health, but…)ix donde señalaba que ya por aquel entonces Marion Shergold pedía que se dejasen de enviar cartas y tarjetas dirigidas a su hijo, a pesar de estar muy agradecida por las buenas intenciones de quienes las enviaban.
“Desafortunadamente seguimos recibiendo miles todos los días y no tenemos lugar para almacenarlas”, decía la Sra. Shergold en aquel artículo de Landers.
Landers hizo un seguimiento de la historia de Craig, debido a que a ella misma le llegaban miles de peticiones en torno a todo este asunto. Se puso en contacto con la Fundación Make-A-Wish, que supuestamente había trabajado con los Shergold para hacer realidad su sueño. Este punto también es controvertido, ya que parece que no hubo ninguna organización directamente involucrada. Ellos le contaron la historia de John Kluge y su ayuda para que un neurocirujano en Charlottesville operara a Craig.
Luego se puso en contacto con Marion Shergold, que en esos momentos estaba en Londres. Esta dijo que la cirugía fue un gran éxito y que Craig tendría una vida plena, según los especialistas.
“Esto es como un cuento de hadas. Cosas como esta no suceden en la vida real. El Sr. Kluge es un santo”.x
Finalmente, Landers denunciaba que la cadena continuaba, con nuevas solicitudes en nombre de Craig, con récords parecidos que quería batir, cosa que por supuesto no era cierta. Señaló que Marion Shergold quería que todos supiesen que los Shergold no pidieron tarjetas y no sabían qué hacer con las 10.000 que llegaban diariamente.
Incluso hubo una película televisiva que contó su historia. Se trata de The Miracle of the Cards (Mark Griffiths, 2001), en la que se cuenta la historia de un Craig de 9 años que durante un partido de fútbol se desmaya. Al poco tiempo comienza a tener dolores de oídos le diagnostican un tumor del tamaño de una naranja en la cabeza. Aunque el diagnóstico es fatídico, la madre de Craig cree posible encontrar una cura, y para obtener el dinero suficiente se propone batir el récord Guinness de mayor número de tarjetas de felicitación recibidas. “La vida imita a las leyendas”, desde luego. Por no hablar del ejercicio ostensivoxi que se realiza con la película, a pesar de su carácter independiente y de bajo presupuestoxii.
Desde luego, Brunvand se quedó corto cuando expuso pequeños ejemplos de esas cadenas en las que se solicitaba ayuda para Craig, y su historia se desarrolló durante treinta y un años, hasta el pasado 21 de abril de 2020, día en que Shergold falleció a la edad de 40 años, víctima de unas complicaciones derivadas del Covid-19. Diez familiares y amigos asistieron a su funeral, acontecido el 28 de mayo en el cementerio de Streatham Park, donde están enterrados sus padresxiii.
Otras cincuenta personas acompañaron al cortejo fúnebre en la calle, vistiendo camisetas azules o del Chelsea FC a petición de Craig, como homenaje.
Su amigo Steve Truby le dijo a The Sun: “Le diagnosticaron un tumor inoperable hace poco más de un año, pero siempre ha sido un luchador. Para él era un día normal en la oficina, así era. Los médicos le dijeron que lo mataría y lamentablemente se deterioró después de contraer el virus. Eso fue lo que realmente lo empujó al límite, era un chico en forma y si no fuera por el tumor, creo que podría haber luchado contra el virus […] Finalmente logró cumplir su sueño de ser comediante, la gente estaba pagando para ir a verlo y fue fantástico. Se lo puso realmente fácil a todos en su funeral, porque era muy práctico y amaba la vida.”
Notas:
iDégh murió el 19 de agosto de 2014.
iiSi bien hay archivos que indican que Dégh comenzó su actividad al frente de la misma en 1968, la web de la Universidad de Indiana da la fecha de 1964. En un intercambio de correos electrónicos con la profesora Solimar Otero, actual editora del Journal of Folklore Research, la misma indicó que había cierta confusión en las fechas. Otero propuso que John McDowell, profesor ya jubilado, quizá tuviera datos más concretos. Mcdowell tampoco opuso concretar demasiado, más allá de que Linda Dégh recibió una invitación de parte del también folklorista y director del incipiente Instituto de Folclore, Richard Dorson, para formar parte de la Universidad de Indiana en 1964. Este Instituto de Folklore empezó a funcionar en 1965. Así que ese margen de cuatro años es sobre el que se debería esclarecer cuándo comenzó Dégh con Indiana Folklore. Por cierto, Richard Dorson acuñó en 1968 el término leyenda urbana como una historia moderna “que nunca ha sucedido, contada como si fuera cierta”. Igualmente, acuñó el neologismo fakelore (‘folclore de pega’), “un producto sintético que se presenta como tradición oral auténtica, cuando en realidad ha sido manufacturado para instrucción de las masas“, lo cual supone “confundir y engañar al público“.
iiiBrunvand muestra apellidos como Shirgold, Shargold o Sherhold y localizaciones diferentes, como Atlanta (Georgia, Estados Unidos), Keene (New Hampshire, también en suelo estadounidense) o Surry (Columbia Británica, Canadá).
ivJohn Werner Kluge fue tres veces el hombre más rico de Estados Unidos, según la revista Forbes. Magnate por antonomasia de la industria de la televisión, Kluge fue también un reconocido filántropo y coleccionista de arte aborigen australiano. Hizo donaciones millonarias a varias universidades, al igual que a los candidatos presidenciales republicanos y demócratas y a los candidatos al Senado estadounidense en varios estados durante la década de los ochenta (el status y los contactos no se gana solo haciendo negocios…).
vLa historia de Craig es confusa, debido principalmente a ese olor a leyenda urbana que lleva consigo. Lo cierto es que medios de todo tipo siguieron haciéndose eco de su operación y de sus récord de tarjetas de felicitación durante años. Por ejemplo, el Kingman Daily Miner, en su edición del 6 de julio de 1998, titulaba así uno e sus artículos: “Continúa la avalancha de postales después de que Craig Shergold se curara del cáncer cerebral”. https://news.google.com/newspapers?nid=932&dat=19980706&id=cqpPAAAAIBAJ&sjid=RVMDAAAAIBAJ&pg=5141,1126862
vihttps://www.thesun.co.uk/news/10361667/craig-shergold-1000-cards-a-day/
viihttps://www.irishtimes.com/news/get-well-letter-idea-makes-family-sick-11-years-later-1.292322
viiiUn seudónimo creado por la columnista de consejos del Chicago Sun-Times Ruth Crowley en 1943 y asumido por Esther Pauline “Eppie” Lederer en 1955. Durante 56 años, la columna de consejos sindicados Ask Ann Landers fue un artículo habitual en muchos periódicos de América del Norte. Debido a esta popularidad, “Ann Landers”, aunque ficticia, se convirtió en una especie de institución nacional e ícono cultural.
ixLa nota de publicó el 23 de junio de 1991. En ella, Landers escribió que Craig había recibido millones de tarjetas. Algunas de gente muy famosa, incluyendo al ex presidente noteamericano Ronald Reagan, el entonces Presidente George Bush, la ya ex Primera Ministra británica Margaret Thatcher y el jefe de Estado de la Unión Soviética Mikhail Gorbachov.
xEl propio Craig se mostraba muy agradecido con Kluge por su ayuda. A principios de 2013, dijo esto a Your Local Guardian: “Mi ángel guardián (el señor Kluge) murió hace un par de años (murió en septiembre de 2010), quedamos devastados cuando sucedió. Ojalá haya otras personas generosas en el mundo como él para ayudar“. En 2019 volvió a reiterar su agradecimiento, haciéndolo extensivo a The Sun: “Gracias a los artículos de The Sun, un multimillonario estadounidense, John Kluge, escuchó mi historia y en 1990 me pagó para ir a Virginia para una cirugía pionera para extirpar el tumor y salvar mi vida.” Se pueden leer sus declaraciones en ambos medios a través de los siguientes enlaces: https://www.yourlocalguardian.co.uk/news/10212476.world-record-holder-craig-shergold-house-but-still-the-get-well-soon-cards-keep-coming/ https://www.thesun.co.uk/news/10361667/craig-shergold-1000-cards-a-day/
xiLa ostensión es un término capital en los estudios de casos forteanos, pero a la vez continúa siendo bastante desconocido. Resumiéndolo al extremo, sería “una ficción se acaba manifestando en la realidad”. Esta breve e injusta definición no le hace justicia. Para ampliar, aconsejaría a los lectores oír el programa 216 de Terra Incógnita, Ostensión: El día que el Slenderman rompió la cuarta pared a cuchilladas. Además se puede consultar una ampliación del término en el Ovni: Mitología de una emergencia, escrito a cuatro manos entre Pablo Vergel y quien firma este artículo.
xiiPor cierto, su protagonista es Thomas Brodie-Sangster, famoso hoy en día por haber sido Jojen Reed en Juego de tronos y Newt en la saga de películas El Corredor del Laberinto, entre otros papeles.
xiiihttps://www.thesun.co.uk/news/11741998/craig-shergold-dies-covid-19-cards/