De entre los escritores influyentes del género de terror y fantástico de los siglos XIX y XX, Edgar Allan Poe y Howard Phillips Lovecraft aparecerían entre los primeros en cualquier lista. Mucho se sabe de sus vidas, aunque es mucho más lo que se desconoce. Lo cierto es que el primero influenció mucho en la forma de escribir del segundo, y que ambos están relacionados de una forma u otra con un lugar muy especial: Providence. A esta ecuación sólo le faltaba una variable para completarse literariamente hablando: August Derleth, amigo y continuador de la obra de Lovecraft.
Del muy especial escritor natural de Providence (Rhode Island) se ha dicho prácticamente de todo: que era clasista, racista, misántropo, asexual, clasista, taciturno, miedoso, acomplejado o solitario. También que era generoso, simpático, gracioso, sociable, perspicaz y un larguísimo etcétera. ¿Cómo es posible que existan dos versiones tan diametralmente opuestas de una misma persona? Estas dos imágenes le acompañaron en vida, pero especialmente tras su muerte, acaecida el 15 de marzo de 1937 a la edad de cuarenta y siete años y debida a un cáncer intestinal complicado con la denominada enfermedad de Bright.
Mucho se ha debatido – y errado y malinterpretado – sobre la biografía, las motivaciones o la ideología de Lovecraft. Es curioso, por ejemplo, como se da por sentado que habría sentido mucha simpatía por el régimen nazi durante la II Guerra Mundial, dando muchos por sentado que el autor vería bien las limpiezas raciales y demás crímenes contra la humanidad perpetrados durante aquellos años. Como si fuera muy sencillo ahondar en todas las capas de la personalidad a todas luces compleja del norteamericano.
Bien es cierto que sentía un miedo casi visceral a lo moderno, incluso al hecho de que su país fuera independiente del Reino Unido. Se veía a sí mismo como un británico más – denominaba a la independencia “el cisma de 1776”, claro ejemplo de su postura frente a la misma – y, para más señas, dieciochesco. Su postura ante la vida se resumía en el caos y la insignificancia de la humanidad frente al cosmos. Su vida temprana, difícil en cuanto a lo que economía se refiere, pasó muebles antiguos, una madre sobreprotectora y dos tías solteras. Tuvieron que pasar treinta años para que pasara una noche fuera de su hogar, y aún así parece que nunca se sintió a gusto, pues siempre volvía a Providence. Tan identificado se sentía con aquel lugar que el monumento funerario cercano a su tumba en el cementerio de Swan Point refleja la que podría ser su mayor fortuna, o su lema: “Yo soy Providence”.
Hay mucha verdad en esa afirmación, puesto que el legado del autor se encuentra muy ligado al de la localidad. De hecho, su laberinto vivencial, ese que siempre le hacía buscar la familiaridad de su casa, se convirtió en leyenda tras su muerte, hasta cotas que jamás sospecharía. Si la crítica en general se hubiera ceñido a la pura literatura de Lovecraft, quizá jamás hubiera pasado a la posteridad. Pero su influencia sigue vigente, con ramificaciones que van desde lo literario hasta los videojuegos, pasando por el merchandising o el cine. Generaciones completas han reverenciado al escritor y han intentado imitarle y conservar su legado. Algunos se han atrevido incluso a convertirle en personaje principal de relator y novelas. El horror cósmico y los Mitos tienen bastante culpa de ello.
Pero al igual que hablamos del peso de H. P. Lovecraft en las vidas de muchos contemporáneos y futuros autores, artistas y y público en general, hay que atender a sus propias influencias para comprender un poco mejor cómo llegó a su estilo para escribir esos relatos que siguen dando pie a reinterpretaciones o continuaciones. Y entre ellas está el poeta, periodista, crítico y escritor natural de Boston Edgar Allan Poe.
Providence y los lazos entre maestro y alumno
La creación de historias curiosas es algo típico de cualquier niño, más aún si tiene un carácter tan – valga la redundancia – creativo y a la vez solitario como Howard. A pesar de todo lo que se ha escrito y comentado sobre su relación con Sarah Susan, su madre, Lovecraft tuvo una infancia relativamente normal. La relación de amor/odio hacia ella y la crianza que le ofrecieron tuvo un peso innegable en su futuro, puede que también en el estrictamente literario. Sus pesadillas oníricas datan de esa primera infancia, teñida de luto tras la muerte de su abuela en 1896. A la edad de ocho años descubrió su gusto por la ciencia, asunto que palió mucho sus primeros terrores nocturnos, y que sirvió para convertirle en un materialista mecanicista, asunto que igualmente contrasta con el peso de lo weird, lo cósmico y lo honírico de su obra. Pero nadie dijo que fuera fácil hacerse una imagen completa de Lovecraft. A esa misma edad, y gracias también a su madre y sus tías, que despertaron en él el gusto por la lectura, cayeron en sus manos los libros de Poe.
Placa colocada en el lugar de entierro original de Poe en Baltimore, Maryland, antes de su traslado.
Edgar fue de los primeros autores que concibió el terror como algo interno del propio ser humano, y que por tanto debía ir más allá de cualquier manifestación externa. Lo sobrenatural sigue teniendo un papel importante, pero la psicología del individuo expuesto al miedo fue la clave para que el terror intimista se desarrollara después de él. Además, Poe tocó el weird, ese tipo de ficción tan especial que se unió de forma irremediable a la figura de Lovecraft, a pesar de no ser el pionero al respecto.
El weird «tiene algo más que los usuales asesinatos secretos, huesos ensangrentados o figuras amortajadas y cargadas de chirriantes cadenas. Debe contener cierta atmósfera de intenso e inexplicable pavor a fuerzas exteriores y desconocidas […] una suspensión o transgresión maligna y particular de esas leyes fijas de la Naturaleza que son única salvaguardia frente a los ataques del caos y de los demonios de los espacios insondables».1
De la mano de Poe, Lovecraft escribió relatos en su infancia como La botellita de cristal (1898), El misterioso cementerio (1899), La tumba (1835, ya viendo cercana la muerte) y, sobre todo, El extraño (1921). La historia habla de un ser que desde las profundidades de un apartado castillo regresa al mundo real, donde su aparición aterra a los vivos. De él, dice S. T. Joshi transcribiendo las notas del propio Lovecraft que «Es mi literal aunque inconsciente imitación de Poe en su punto más elevado».2 Por otra parte, no era este último un relato al que natural de Providence tuviera un especial cariño.3
Ya que Providence volvió a salir a colación, es menester decir qué une exactamente a esta localidad con Poe. Más allá del relato que protagonizó junto a un alter ego de Lovecraft y que ha servido como motivo para escribir estos párrafos. El resumen rápido es una persona: Sarah Helen Whitman. La ensayista y poetisa era natural de aquella misma ciudad y sufría problemas cardíacos desde hace años cuando conoció a Edgar en 1845, cuando el escritor asistió a una conferencia de su amiga, la igualmente poetisa Frances Sargent Osgood. Una vez terminada, Poe y Osgood salieron a pasear y vieron a Whitman en su rosaleda, en la parte de atrás de su casa.4
La muerte de Virginia Clemm, prima y esposa de Edgar, debida a la tuberculosis, fue todo un varapalo para su marido, cada vez más sumido en la desesperación y esa vorágine autodestructiva que fue su vida desde que era casi un adolescente. Su conducta, según Cortázar, «es la del que ha perdido su escudo y ataca, desesperado, para compensar de alguna manera su desnudez, su misteriosa vulnerabilidad». 5 Es en estas caóticas circunstancias en la que busca desesperadamente otra compañera con la que tratar de sustituir a su querida prima, con la que muchos aseguran que su relación era más fraternal que conyugal, pero cuya enfermedad y deterioro hicieron mella en el ánimo del escritor.
Una vez que Whitman y Poe se conocieron, ella le escribió un poema, To Edgar Allan Poe, al que él contestó con otro, To Helen, aunque olvidó señalar que era él quien lo remitía. Tres meses después enmendó ese error aludiendo a su encuentro en el jardín, auspiciado por Osgood, acaecido antes de la muerte de Virginia. ¿Creyó ver en ella una tabla de salvación para evitar el suicidio? Ya en esos años estaba jugando peligrosamente con el láudano, cuya combinación con importantes cantidades de alcohol podrían acabar con la vida de cualquiera.
Providence fue el escenario donde ambos se conocieron, donde se volvieron a encontrar y donde se esbozaron planes de boda. Pero ese bucle de caos en el que estaba sumido el autor incluía relaciones con otras mujeres, cosa que llegó a los oídos de la madre de Whitman. Eso, unido a las continuas recaídas en lo que a su sobriedad se refiere provocaron la ruptura de la relación en 1849, poco antes de su segundo matrimonio.
Único retrato conservado de Virginia Eliza Clemm Poe. Acuarela pintada tras su muerte en 1847.
El resto de la vida de Poe ya es carne de leyenda. Un último intento por encontrar la felicidad junto a Sarah Elmira Royster, una desaparición, avistamientos en Baltimore con claros signos de delirio y una muerte en muy extrañas circunstancias. No son pocos los que señalan que en sus últimos instantes de vida, antes de expirar el 7 de octubre de 1849, no paraba de llamar a un tal Reynolds – quizá el explorador polar que había servido de referente para La narración de Arthur Gordon Pym – y que lo último que dijo fue: «¡Que Dios ayude a mi pobre alma!».6
Su legado impregnó a otros autores, tanto en el terror como en otros géneros como el detectivesco o esa proto ciencia ficción que florecería en Francia o Reino Unido. Las aventuras de Chevalier Auguste Dupin, La narración de Arthur Gordon Pym, Eureka o El cuervo. Por supuesto, tal como se ha escrito anteriormente, influyó a un joven Lovecraft, que nunca escondió su admiración hacia el atormentado Poe. Ninguno de los dos podía saber que compartirían protagonismo dentro de un relato. Uno que llevaba el sello del continuador por excelencia del natural del segundo y que tiene a Providence como escenario principal. Ese relato es The Dark Brotherhood.
La Hermandad Oscura: los clones de Poe acechan a Arthur Phillips
«Probablemente las circunstancias que rodearon la misteriosa destrucción por el fuego de una abandonada casa situada en una colina, a orillas del Seekonk, en un distrito poco habitado entre los puentes de Washington y Red, no llegarán a conocerse nunca. La policía fue acosada por el número habitual de maniáticos que se ofrecían para facilitar informes sobre el asunto. Nadie más insistente que Arthur Phillips, el descendiente de una vieja familia del East Side, residente desde hacía mucho en la calle Angell. Era un joven algo extraño y a la vez formal; preparó un relato de los acontecimientos que, según él, condujeron al incendio. Aunque la policía habló con todas las personas mencionadas en el relato del señor Phillips, no obtuvo ninguna confirmación. Solamente sirvió de apoyo a la alegación del señor Phillips la declaración de una bibliotecaria del Ateneo, en el sentido de que, efectivamente, el señor Phillips se había reunido allí con la señorita Rose Dexter. A continuación se reproduce su relato».
Esta es la introducción de La Hermandad Oscura7, publicado por Arkham House en la antología de 1966, La Hermandad Oscura y otras piezas (The Dark Brotherhood and Other Pieces). Es una de esas historias en las que August Derleth pone mucho de sí mismo para completar el legado y las notas dejadas por Lovecraft tras su muerte. De ahí que en muchas ocasiones aparezcan firmadas por ambos autores, cuestión que se tratará luego. La cuestión de los legados literarios es complicada, debido sobre todo a que no es algo tan objetivo como pueden serlo cosas más materiales. Las narraciones, escritos, poemas, canciones u otras artes están ligadas a una subjetividad en la que cada individuo puede aportar su propia impronta. Poco importan las líneas maestras, las características compartidas o los personajes y argumentos recurrentes. Al final, los nuevos aportes pueden tener un sello propio que los distingan de sus predecesores, y este es un ejemplo bastante evidente.
De entre todos los relatos compuestos por Derleth y en supuesta colaboración con su amigo Howard, este no es ni mucho menos el más bueno ni extenso, ni tan siquiera de los más importantes. Pero sí que tiene una característica única: fue el primero que unió a inspirador e inspirado, a maestro y alumno, a Poe y Lovecraft. Y lo hizo de esa manera que solo los escritores afines a lo weird saben, tejiendo un argumento donde caben civilizaciones interestelares, seres interdimensionales y clones. Adermás, alimentando la leyenda del Lovecraft que gustaba de caminar a oscuras, visitar cementerios y reflexionar al amparo de callejones estrechos y en la silenciosa compañía de aquellos que solo salen de noche.
El protagonista es Arthur Phillips, que obviamente se trata de Howard Phillips Lovecraft. Derleth tomó para esta ocasión un poema de su fallecido amigo y lo “novelizó”. Ese poema se titulaba Where Poe Once Walked, Donde Poe una vez caminó. La idea era que ambos estuvieran presentes, y que además tuvieran una especie de encontronazo o enfrentamiento, así que Derleth escribió sobre un Phillips que vivía en Providence, con su madre y sus tías, y que es una suerte de erudito dedicado a la lectura y a los paseos nocturnos, en los que se deleita con los rincones más dispares de su ciudad y los alrededores. Pronto encuentra la compañía de Rose Dexter, que sirve para plantear otro cliché sobre la personalidad de HPL: su gusto por lo británico y su rechazo a todo lo americano.
«Mis compañeros de juventud se habían alejado de mí, pero me encontré con Rose Dexter, descendiente de las primeras familias inglesas que se instalaron en Providence, de ojos negros, de proporciones singularmente atractivas y de facciones de gran belleza a quien persuadí para que compartiese mis paseos nocturnos».8
Pronto aflora el misterio. Los paseos nocturnos de ambos se topan con un extraño personaje (el señor Allan, como se identifica en un primer momento) con capa, ropa raída y arrugada, de pelo desordenado y ojos y bigote oscuros, que parece muy interesado en conocer las andanzas de Edgar Allan Poe en la ciudad. Phillips cita en primer lugar la relación que tuvo con Sarah Helen Whitman. Rose Dexter se percata rápidamente del evidente parecido entre el desconocido y el escritor de Boston, cosa que despierta en Phillips una aprensión difícil de explicar, que se asienta en la falta de expresividad del visitante.
Es curioso que Derleth plantee también en el relato las teorías principales del padre forteano por excelencia, como lo es Charles Fort. Un segundo encuentro entre Phillips y el extraño señor Allan permite al primero iniciar al segundo en las hipótesis maestras de Fort, con las que por primera vez se atisba un poco de entusiasmo en el misterioso interlocutor del protagonista, quizá aduciendo a Eureka, el ensayo cosmológico y metafísico que Poe escribió en 1848 tras la muerte de Virginia Clemm.9 El señor Allan convence a Phillips para que les permita (a él y a sus hermanos) acudir a su casa para así demostrarle las pruebas de que “hay vida en el espacio”.
El siguiente giro rocambolesco de esta historia llega cuando Phillips sigue al señor Allan hasta su casa, le ve entrar y se da la vuelta para volver por el mismo camino. Es entonces cuando se vuelve a topar con el señor Allan, que hace exactamente el mismo recorrido, pocos minutos después, sin mediar palabra con él ni girar la cabeza en ningún momento. Casi como si se hubiera teletransportado, este “doble” toma la misma senda y entra en la misma casa, todo sin dar señas de conocer a Phillips. Se especula con gemelos idénticos o algún tipo de casualidad, que se incrementa cuando Rose asegura haber estado con el señor Allan cuando supuestamente éste había estado con Arthur.
August Derleth fue el gran culpable de que el legado de Lovecraft sobreviva hasta hoy. Abrió la editorial Arkham House y desarrolló los Mitos de Cthulhu más allá de lo que su amigo y maestro habría soñado (e incluso deseado).
Hay a continuación una reunión casa de Arthur, cuando siete hombres idénticos aparecen y se sientan en semicírculo en el salón. Tararean un cántico extraño que provocan un estado alterado de conciencia en Phillips, en el que pudo ver más allá del espacio y atisbar una dimensión desconocida que contenía grandes cubos y figuras enormes seres de extraña apariencia que parecían controlar aquellas formas geométricas. Presa de un miedo creciente, Arthur logra salir del encanto y echa a los “gemelos” de allí.
La curiosidad de Arthur ante lo que había visto le llevan a visitar la casa donde vio introducirse a dos de estos señores Allan, pero allí no hay nadie, así que el decide curiosear hasta dar con una habitación que guarda algo desconcertante:
«Había algo dentro de ella, aunque al principio no me percaté de esto, pues me fijé en que estaba sobre una reproducción de tamaño natural de Edgar Allan Poe, iluminada, como todo lo demás, por la misma luz violeta. No podía determinar su origen, excepto que estaba envuelta en una sustancia parecida al cristal que formaba el envase. Pero cuando finalmente me di cuenta de qué era lo que había encima de la reproducción de Poe, casi grité de miedo, pues era una miniatura, una exacta reproducción de uno de esos conos rugosos que sólo había visto ayer por la noche en la alucinación a la que había sido inducido en mi casa de la calle Angell. ¡Y el sinuoso movimiento de los tentáculos de su cabeza – o lo que yo creía que era su cabeza – evidenciaba indiscutiblemente que estaba vivo!»10
Encuentros con un Poe muerto medio siglo antes, seres con extraños tentáculos, transmisión telepática de pensamientos y un hombre que lucha contra las evidencias cada vez mayores de que hay algo extraño que escapa a cualquier intento de comprensión. Una postrera desaparición de Rose lleva al clímax de la historia, que lleva la acción a la casa de los señores Allan y en la que se descubre que el ensalmo que cantan sirve, junto al ser extraño que allí se encuentra, para crear clones, en este caso de Rose Dexter. Disparos, confusión y fuego. Un extraño objeto salió de la casa directamente hacia el cielo mientras las llamas devoraban todo lo que encontraban a su paso. El maelstrom de locura que es La Hermandad Oscura acaba con un alegato de Phillips sobre lo acontecido: que una raza cósmica estaba clonando seres humanos, comenzando por casualidad por Edgar Allan Poe, con la supuesta intención de mezclarse con los humanos. Finalmente, Arthur Phillips se pregunta si salvó a la verdadera Rose Dexter y no a su clon extraterrestre…
Poe, Lovecraft, Derleth y Providence. Una combinación curiosa, perpetrada por uno de los máximos exponentes del Círculo de Lovecraft, formado por aquellos corresponsales con los que Howard compartió gustos, visitas y muchas epístolas en vida. Al igual que algunos de ellos convirtieron a su mentor en un personaje literario, él hizo lo propio con ellos en algunas ocasiones. Así, el propio Derleth, denominado conde d’Erlette, se convirtió en el supuesto autor de un libro titulado Cultes des Goules o en Danfoth en Las montañas de la locura y Wilmarth en El que susurraba en las tinieblas.11 El movimiento literario de este grupo inestable de amigos que publicaban en revistas pulp ayudó a inmortalizar la figura de HPL, además del horror cósmico con contenido materialista o la espada y brujería, de la mano de Robert E. Howard – creador de Conan el Bárbaro – y Clark Ashton Smith – con Zotique e Hiperbórea – como impulsores.
El grupo llevó adelante el legado de su idolatrado compañero epistolar, aunque sería August Derleth quien tendría, a la postre, mayor peso al respecto, con la creación de la editorial Arkham House y el desarrollo de los Mitos de Cthulhu. Hasta dónde llegó a mano de este hombre a la hora de construir al Lovecraft que muchos conocieron posteriormente a su muerte es una cuestión compleja, pero está claro que lo conocía bien y siempre lo tuvo en cuenta. Buena prueba de ellos es La Hermandad Oscura, donde el crisol creador funde y une a maestro con alumno y a su vez a este segundo maestro con su alumno. Con mayor o menor acierto, sirvan estos párrafos para ofrecer una pequeña ventana a la curiosidad en torno a la complejidad humana y sobre todo a la obra de ambos autores, tanto Poe como Lovecraft.
Notas:
1 Lovecraft, 1984: 10-11. Citado por Gurpegui, Carlos G. en El soñador de Providence, Héroes de Papel, 2018.
2 S. T. Joshi, notas explicativas sobre “El extraño”, The Call of Cthulhu and Other Weird Stories.
3 Gurpegui, 2018: 67.
4 Benton, Richard P., 1987: 17. “Friends and Enemies: Women in the Life of Edgar Allan Poe“, escrito contenido en Myths and Reality: The Mysterious Mr. Poe. Baltimore: Edgar Allan Poe Society.
5 Cortázar, 2001: 41. Introducción a Cuentos.
6 Cortázar, 2001: 41.
7 Derleth, 1998: 155. La habitación cerrada y otros cuentos de terror, Alianza Editorial, 1998.
8 Derleth, 1998: 157.
9 Poe, Edgar Allan. Eureka. Prólogo y traducción de Julio Cortázar. Alianza Editorial, 1972.
10 Derleth, 1998: 174-175.
11 Llopis, Rafael, 2019: 13. Artículo contenido en Lovecraft y los Mitos de Cthulhu, Asociación Cultural Graphiclassic.
Fuentes:
- Allan Poe, Edgar. Cuentos completos, Alianza Editorial, 2010.
- Allan Poe, Edgar. Eureka, Alianza Editorial, 1972.
- Asociación Cultural Graphiclassic. Lovecraft y los Mitos de Cthulhu, 2019.
- Derleth, August. La habitación cerrada y otros cuentos de terror, Alianza Editorial, 1998.
- Gurpegui, Carlos G. El legado literario de H. P. Lovecraft y su presencia en los videojuegos, Héroes de Papel, 2018.
- https://web.archive.org/web/20121126021249/http://www.themodernword.com/SCRIPTorium/lovecraft.html
- http://stjoshi.org/intro_epicure_es.html