Investigadores de la NASA se preguntaron qué relación tenía la huella del ser humano en relación con el importante proceso de creación de las nubes. Más concretamente: comprobar si la contaminación estaba influyendo en este proceso natural. Esta es una pregunta que la agencia espacial se lleva haciendo hace tres décadas. Hasta hace poco fue posible responderla al utilizar datos de dos satélites operativos han recolectando en los últimos años.
Uno de ellos fue el Cloudsat, que se encarga de medir la posición y la altura de las nubes a lo largo del mundo. El otro, CALIPSO, usa un instrumento para analizar presencia de humo, polvo, contaminación y partículas microscópicas en el aire. Combinando estos datos, lograron saber cómo las partículas de aerosol lograban afectar a las nubes.
El equipo dirigido por el científico Jonathan Jiang analizó estos datos durante dos años. Después de ese tiempo, lograron confirmar que nuestro accionar no estaba causando buenos efectos en las nubes. Si bien una presencia de aerosoles leve ayudaba a su crecimiento, el exceso de ellos termina entorpeciendo el proceso.
La explicación que dieron es que normalmente las nubes no pueden formarse sin ciertos aerosoles. Con esto no se refieren específicamente a los producidos por el ser humano, sino también los que la naturaleza eleva a la atmósfera. Un ejemplo de esto son las cenizas volcánicas o la sal marina.
Los aerosoles son relevantes al facilitar la condensación del vapor de agua en líquido o sólido. Esto ocurre especialmente cuando el H2O entra en contacto con las partículas de aerosol. Además, un solo tipo de aerosol puede cambiar la forma en la que interactúa con una nube dependiendo de la altitud del contacto.
Normalmente para que se formen las nubes, el suelo debe estar caliente y el aire más fresco. Esto para que la humedad en el suelo pueda evaporarse, elevarse y condensarse en la atmósfera.
Sin embargo, cuando hay humo sus partículas absorben la radiación de calor emitida por el suelo. Esto aumenta la temperatura del humo, que luego puede calentar el aire. Al mismo tiempo, bloquea la entrada de luz solar, lo que mantiene el suelo más fresco. Eso reduce la diferencia de temperatura entre el suelo y el aire. Al reducir la brecha de temperatura entre el suelo y el aire, el humo suprime la formación y el crecimiento de las nubes.
Por otro lado, los aerosoles contaminantes humanos como los sulfatos y nitratos no absorben mucha radiación de calor. En concentraciones moderadas, agregan más partículas a la atmósfera para que el agua se condense, permitiendo que las nubes crezcan más altas.
Sin embargo, si la contaminación es muy fuerte, la gran cantidad de partículas en el cielo bloquea la entrada de luz solar, un efecto a menudo visible en las ciudades más contaminadas del mundo. Eso enfría el suelo al igual que los aerosoles de humo, inhibiendo la formación de nubes.
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