Folclore vintage: la psicofotografía de William H. Mumler y su lío con el espíritu de Lincoln

Corría el mes de abril de 1869 cuando William H. Mumler fue llevado a juicio por fraude. La acusación era clara: realizaba falsas fotos de espíritus. A pesar de todos los indicios en su contra, fue absuelto por escasez de pruebas contundentes. A pesar de todo, su insólita carrera se vio desacreditada para siempre. Y todo por arriesgarse a fotografiar el espíritu de Abraham Lincoln…

Historias como esta son el retrato fiel de una época en la que el espiritismo campaba a sus anchas entre los salones de los adinerados, tanto europeos como americanos. El caldo de cultivo en el que nació la psicofotografía no podía ser más prometedor. La Guerra Civil norteamericana se desarrolló entre 1861 y 1865, llevándose por delante la vida de miles de personas, que dejaban atrás a familiares que deseaban poder ver de nuevo a sus seres queridos. Una oportunidad de negocio que William H. Mumler no pudo dejar pasar.

Pero todo tiene un principio, y el de esta historia fue en 1860, cuando Mumler dio “por casualidad” con un hallazgo que cambiaría su vida, o eso es lo que siempre dijo. Había sido joyero previamente, pero no tuvo el éxito que esperaba y aun se encontraba buscando cómo medrar. Un buen día decidió hacerse un autorretrato, donde luego descubriría un “chico hecho de luz” que identificaría como su primo fallecido.

Fue entonces cuando se desató la nueva fiebre espiritista. Una nueva forma de concebir la vida después de la muerte, con la creencia de que verdaderamente era posible volver a ver a alguien fallecido, a través de aquellas recientes fotografías – evolucionas a partir del daguerrotipo unas décadas antes – que mostraban una macabra magia. William H. Mumler había tropezado, sin saberlo, con una forma de romper el velo invisible entre dos mundos. Se fue corriendo la voz, y su hallazgo fue aclamado y criticado a partes iguales. Las sesiones de espiritismo y mesmerismo cobraron un nuevo sentido. Muy poco tiempo después, sus recientes seguidores atribuyeron a Mumler los mismos dones que a médiums o clarividentes, y el asunto dejó de ser un pasatiempo para pasar a convertirse en un negocio lucrativo.

¿Cómo eran las fotografías de Mumler? Por supuesto, los retratados debían estar quietos durante el proceso. Se notaba que algunos estaban muy tensos, expectantes ante la próxima revelación que iba a producirse. Allí estaban esos espíritus, con texturas desnaturalizadas y difusas, algunos muy claros en la imagen, otros apenas perceptibles, como una pequeña luz que emerge en un punto concreto de la foto. Incluso los hay tan claros que parecen falsos, desafiantes ante todos, mirando cara a cara al retratado, que no es capaz de ver si hay algo a su alrededor. Peter Manseau, en su libro The Apparitionist: A Tale of Phantoms, Fraud, Photography, and the Man Who Captured Lincoln’s Ghost, retrata una aparente realidad que se debate entre dos puntos opuestos: las imágenes obtenidas parecen tan falsas que debían ser reales, pero tan reales que debían ser falsas. Una disonancia cognitiva que le traería problemas a Mumler pocos años después. Mientras tanto, sus trabajos fotográficos se trasladaron de Boston a Nueva York, donde seguía recibiendo a crédulos, pero también a críticos. ¿Quién podría probar el engaño, si es que éste existía?

Intentando aclarar el proceso

A pesar de que pueda sonar exagerado, la fotografía era considerada cosa de brujos. El proceso de obtención tanto de un daguerrotipo como de una fotografía era lo suficientemente alquímico en su forma honesta para ser visto así. Y más aun si se trata de estas psicofotografías. Manseau escribe que el proceso “tenía un aire de conjuro“, que involucraba químicos agresivos, placas de vidrio y mucho tiempo en la oscuridad. Con sus dedos manchados, se decía que los fotógrafos practicaban “el arte negro”, un término que resonaba con implicaciones ocultas. Mumler llevó todo aquello un paso más allá, desafiando a los escépticos, que se devanaban los sesos para conseguir desacreditar aquellas increíbles imágenes.

Uno de los curiosos que se acercó hasta Mumler fue James Wallace Black. Quizá no sea un hombre muy conocido, pero se trató del primer hombre que hizo fotografías aéreas de Estados Unidos, a bordo de un globo, con la ayuda de Samuel Archer King, un pionero norteamericano en el asunto. A bordo del Queen of the Air, Black fotografió Boston desde 1200 pies de altura, dos años después de que se hiciera lo propio en Francia. Esto ocurrió en octubre de 1860, mismo año en que comenzó la fiebre de la psicofotografía.

Un par de años después, cuando ambos personajes seguían trabajando en Boston, se produjo un encuentro entre ambos. Un creyente en el trabajo de Mumler llevó a Black unas placas fotográficas y le preguntó si podría repetir el proceso con algún añadido o con algún artilugio mecánico. En un primer momento, el fotógrafo negó tal posibilidad, enviando a su asistente Horace Weston al estudio que Mumler tenía en Washington Street, a pocas manzanas de su propio estudio. El objetivo de Weston era concertar una cita con Mumler, sin aclarar el quién ni el por qué. El interesado se ofreció a hacer una foto al asistente, donde apareció éste, pero también su padre fallecido. Reconociendo su asombro, Horace admitió haber sido enviado por James Wallace Black, que seguía sin creer ni una palabra.

Poco después, el mismo Black acudió al estudio de Mumler. Un primer vistazo al hombre convenció al pionero de la fotografía aérea de que William no era capaz de alterar las fotografías, por escasez en conocimientos técnicos. Aun así, se prestó al experimento, controlado por él mismo. Mumler admitía que el resultado no era siempre exitoso, pero aun así consintió fotografiar a Black. El resultado fue el esperado: había “alguien” que apoyaba su brazo en el hombro de Black. Aquello le desconcertó, pero admitió que no encontraba una explicación plausible, así que se ofreció a pagar la fotografía. Mumler se negó.

Otros intentaron desacreditar al fotógrafo de los espíritus. Fue el caso, por ejemplo, de L.H. Hale, otro eminente profesional de Boston. Sus esfuerzos fueron recogidos por el periódico espiritualista Banner of Light, que sin embargo recogió que Hale obtenía resultados similares mediante el uso de negativos y la superposición de imágenes. Es decir, que tampoco pudo repetir el proceso llevado a cabo por el cada vez más famoso William.

Las sospechas se centraron en el proceso químico mediante el cual se obtenían las fotografías. Al parecer, fue Mumler quien consiguió imprimir imágenes directamente desde la fotografía al papel de periódico, proceso que permitió renunciar a tener que copiar la placa a mano por un ilustrador o grabador. Todo ello tiempo después de que fuera llevado a juicio. Estos experimentos ayudaron a que las imágenes obtenidas mediante fotografías fueran de la mano de la prensa. Los periódicos encontraron así un nuevo filón, el de las imágenes para acompañar sus noticias. ¿Experimentaba William con esos misteriosos procesos en la década de 1860? ¿Alguno de ellos le permitió colocar allí a “fantasmas” que no estaban en la imagen original?

Ante los infructuosos intentos de descrédito, Mumler se creció y sus seguidores aumentaron en número. Se mudó a Nueva York en 1868, sin saber que un año después comparecería ante un tribunal por fraude. Fraude al que hasta ese entonces había esquivado, pero que se topó con una aparición que solo le traería quebraderos de cabeza: la de Abraham Lincoln.

La señora Tundall

Poco podía sospechar Mumler que aquel magnicidio acaecido el 15 de abril de 1865 traería consecuencias tan negativas para su negocio. Seguro que pasó el resto de sus días maldiciendo a John Wilkes Booth por tener la loca idea de que asesinar al presidente ayudaría a los derrotados confederados. Aquel suceso sumiría a la nación en la tristeza, como un funesto epílogo de la Guerra Civil. Lo que muchos desconocían es que fue mucho más devastador para Mary Todd Lincoln, la viuda del presidente.

Las sospechas en torno a las psicoimágenes de Mumler crecieron cuando se casó con una médium en Nueva York, Hannah Mumler. Ella ya protagonizaba por aquel entonces sus propias sesiones espirituales, pero desde que conoció a William sirvió como asistente en las sesiones fotográficas, añadiendo algo de teatralidad al asunto, y ofreciendo testimonios de los fallecidos que quedaban retratados en las fotografías. Aquello no hizo más que prender aun más la llama de la duda entre los escépticos, que sin embargo encontraron el pretexto idóneo a comienzos de 1869. El motivo: una fotografía de Mary Todd Lincoln en la que aparecía el espíritu de Abraham, fallecido cuatro años antes.

Ya se sospechaba de sus métodos, del proceso mediante el que obtenía sus imágenes, y también de los propios “espíritus”, que al parecer se repetían en algunas de estas insólitas instantáneas. Algunos señalaron a personas de Boston, que estaban vivas y coleando, pero que sin embargo aparecían como efímeros espectros que venían a saludar a sus desconsolados familiares, que salían del estudio de Mumler dichosos y alegres, o al menos consolados. Todas estas acusaciones, añadidas a las de la foto de Lincoln, precipitaron el juicio contra William, que tuvo entre sus acusadores a un personaje muy famoso, nada más y nada menos que Phineas Taylor Barnum, cuya historia también quedó retratada en otro artículo de esta web. (El “Príncipe de las Tonterías”: Phineas Taylor Barnum, showman y embaucador. https://www.misteriored.com/el-principe-de-las-tonterias-phileas-taylor-barnum-showman-y-embaucador/)

Barnum contrató a Abraham Bogardus, un experto creador de daguerrotipos y fotografías – que trabajó en Nueva York durante casi toda su vida y que realizó unos 200.000 trabajos – para demostrar que era posible crear una imagen igual a las exhibidas por el acusado. Para ello, creo una imagen parecida a la obtenida por Mumler con Mary Todd Lincoln, y también se agarró a la evidencia de que en las imágenes no aparecían muertos, sino personas vivas.

A pesar de la polémica, hubo un dato que habló en favor del acusado. Al parecer, no supo en un primer momento que estaba hablando con Mary Todd Lincoln. A comienzos de 1869, ella se presentó como “la señora Tundall”, sin revelar su identidad. Mumler solo supo a quién había retratado cuando la historia salió a la luz, auspiciada por la propia interesada, que aseguraba que allí estaba su marido, junto a ella, años después de sufrir el atentado que acabó con su vida en aquel palco del teatro Ford.

La fiscalía no pudo probar el fraude, más allá de la duda razonable. El mediático proceso se dio por cerrado, con la absolución de William H. Mumler, que continuó con sus actividades durante años. Rodeado de seguidores, pero también de detractores, su vida no volvió a ser la misma. Su fama se vio resentida, así como su negocio. A pesar de todo, jamás renunció a continuar con esa afición tan insólita.

Nadie pudo probar jamás el fraude, ni tampoco explicar cómo se obtenían las fotografías. Sí, allí había personas que no estaban en un primer momento. Sí, parece claro que algunas caras se repetían. Y sí, muchos señalaron a personas vivas de Boston como aquellos espíritus que asombraban y reconfortaban a los crédulos. Pero, a pesar de todo, nadie pudo desacreditar del todo al pionero de las psicoimágenes.

Fuentes:

  • Manseau, Peter. The Apparitionists: A Tale of Phantoms, Fraud, Photography, and the Man Who Captured Lincoln’s Ghost, Houghton Mifflin, 2017.
  • https://www.newyorker.com/culture/photo-booth/photographer-who-claimed-to-capture-abraham-lincoln-ghost
  • http://hoaxes.org/day/04_26_2001.html
  • https://www.smithsonianmag.com/smithsonian-institution/meet-mr-mumler-man-who-captured-lincolns-ghost-camera-180965090/
  • https://www.npr.org/2017/10/11/555689728/-the-apparitionists-raises-the-specters-that-haunt-america

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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