El terror al estilo Ito: de la belleza a lo grotesco

Ito es uno de los autores de terror más populares de medio mundo, incluyendo España. Gran parte de su obra ha sido publicada y traducida al castellano. Planeta Cómic publicó una de sus obras largas más aclamadas, Uzumaki; mientras que ECC Ediciones tiene en su catálogo títulos como Ángulo Muerto, la colección de Relatos Terroríficos, Gyo, Black Paradox, Punzadas de fantasmas, Tomie o El Muerto enfermo de amor. Por su parte, Ediciones Tomodomo publicó bajo su sello los mangas de Aula demoníaca, El diario gatuno de Junji Ito y Voces en la oscuridad. Su dilatada trayectoria no ha conocido periodos de descanso desde 1987, momento en el que comenzó a compaginar su trabajo como protésico dental con el de mangaka. En aquel momento tan importante en su vida, la revista Gekkan Halloween (Asahi Sonorama) convocó el Premio Kazuo Umezu para descubrir a jóvenes autores. Fue aquel concurso el que vio a un Ito novato presentar una historia que finalmente se alzó con una mención honorífica, y que con el tiempo se convertiría en una exitosa saga adaptada al cine y a la televisión: Tomie.

El resto es historia. Autor prolífico, buena parte de su bibliografía ha sido adaptada a la pequeña y a la gran pantalla en producciones de imagen real y de animación; y su talento ha sido reconocido con nominaciones a galardones tan prestigiosos como los Premios Eisner o la selección oficial del Festival de Angoulême. Todo a pesar de que sus trazos con pluma se resienten debido a una enfermedad con la que convive desde hace mucho: la de los nódulos de Heberden, que deforman y tuercen la primera articulación de sus dedos, cosa que en un primer momento le arrastró a comenzar a trabajar con el dibujo digital, pero que quizá le lleve a un retiro prematuro.

En el apartado de sus influencias, el propio autor ha citado a algunos compatriotas célebres, como Kazuo Umezu, Hideshi Hino, Furuka Shinichi o Yasutaka Tsutsui, pero igualmente entran en esta categoría ilustres escritores occidentales como Edgar Allan Poe y H.P Lovecraft. Precisamente, Ito aun aspira a alguna de las obras del natural de Providence, cuyo terror cósmico parece, a priori, tan alejado del que él mismo plantea. También, al menos en su época de estudiante, hubo un género que absorbió buena parte de su tiempo: la ciencia ficción. A esta le dedicó algunas intentonas tempranas de escribir narrativa, cosa que fue desechando mientras iba creciendo en él el deseo de ser autor de mangas. La realidad y las necesidades económicas le llevaron a apartar temporalmente aquel sueño para acabar sus estudios superiores e iniciar una trayectoria profesional “normal”. Pero entonces apareció aquella primera creación femenina, culmen de su capacidad creativa para combinar dos aspectos fundamentales de su obra: la belleza y lo grotesco. Tomie es la mujer más bella que puede dibujar, y desde entonces trata de no hacer ningún personaje que la iguale. No era su ópera prima, pero sí que fue el primer manga que entintó y que pudo publicar.

El terror sensorial

Nadie va a descubrir nada nuevo si lee u oye que el manga bebe mucho de lo visual. Por supuesto, esa importancia es mayor si se trata de aterrorizar o repugnar a un lector. En esto, Junji Ito es un maestro, como veremos un poco más abajo. Como buen hombre de costumbres, el método de trabajo del autor le lleva es rígido desde hace décadas. Tiene un estudio en su propia casa, situada en Chiba, en el que comienza a trabajar después del mediodía. Luego, retoma sus quehaceres diarios hasta la noche, en la que vuelve a su estudio para pasar unas horas dibujando sobre su escritorio hasta las tres de la mañana, aproximadamente. Cada par de meses se desplaza a casa de sus padres, en Nakatsugawa (prefectura de Gifu, donde nació en 1963). Allí tiene otro estudio en el que intenta mantener las mismas rutinas. La digitalización como método de trabajo le alcanzó casi de sopetón, sobre todo por el mal comentado anteriormente. Ha creado un teclado propio para agilizar su proceso creativo, de tal manera que no necesita mirarlo para teclear la opción que le interesa en cada momento. La masilla epoxi es clave en este sentido.

¿Y qué decir del “terror al estilo Ito”? Al principio, Ito era muy consciente de dibujar a personajes bellos, ya que Gekkan Halloween era una publicación mayoritariamente dirigida a chicas. Esa característica quedaría fijada en su obra posterior. En cuanto a sus protagonistas, el mangaka no presenta ningún interés aparente en mantenerlos con vida, como él mismo confiesa. Si debe hacerlo, por exigencias editoriales o de la propia historia, no piensa a priori en cómo hacerlo. Simplemente se deja llevar por la situación. Es precisamente esa situación, ese fenómeno extraño, ese planteamiento en el que el protagonista se ve envuelto en una historia incoherente, en lo primero que Ito centra su atención. Su propia consciencia del escenario en el que se desarrolla la trama le lleva a a dibujar con mayores nociones de extrañeza o misterio que de terror. Según sus propias palabras: “Por supuesto, como es un manga de terror, me he propuesto dibujar una obra terrorífica, pero más que miedo, quiero que el lector, después de leérselo, tenga la impresión de que ‘era un manga bastante extraño’ y, quizá, hago que el miedo sea algo secundario”.

Otra arista fundamental para entender su forma de guionizar es la aparente ausencia de desenlace como tal. Rompe totalmente el esquema tradicional de planteamiento-nudo-clímax-desenlace. Muchas veces, porque se ciñe al espacio que quiere que ocupe el relato en cuestión, que le impide el poder finalizarla. Es una especie de bloqueo físico que extrapola a su propia mente, en la que deja esa historia en el clímax, a propósito o no. Sus relatos autoconclusivos y cortos son muy dados a este tipo de falsos cierres. Dejan en el lector un poso de duda, preocupación por el destino de los personajes y curiosidad por saber qué hubiera pasado a continuación

La maestría de Ito por combinar la belleza y la fealdad está presente desde el primer momento con la altiva Tomie, que protagonizó su obra más larga hasta la fecha (a partir de este punto hay spoilers más o menos extensos de varias de sus obras). Esta chica tiene dos cualidades sobre las que pivotan todas sus andanzas. Una es que vuelve loco a cualquier hombre, y la segunda es que es inmortal. El deseo que despierta en sus potenciales amantes logra despertar un instinto homicida en estos ante cualquier atisbo de distanciamiento de ella o de coqueteo con otros hombres. Sin embargo, esos impulsos nunca culminan del todo, ya que Tomie se recompone una y otra vez. Da igual que se la queme, se la mutile o se la despedace. La mujer siempre vuelve. Incluso copiada, ya que cada trozo en la que se divida su cuerpo se puede convertir en una versión completa de sí misma.

Centrándonos un poco más en este personaje, fundamental en la carrera de su autor, el crítico de manga Nobunaga Minami dijo en el especial recientemente editado en Españaque Tomie encarna a Eros y Thanatos (instintos de vida y muerte) en su forma más extrema. Tiene elementos ninfomaníacos, e invita a la muerte instintivamente. Es la mujer bella, pero sus recuperaciones milagrosas muestran su lado grotesco, que juega con ese componente sensorial presente en toda la obra de Ito. El psiquiatra y crítico de manga Yukihiro Abe resaltaba una sensación cutánea de Tomie, a la que asemejaba con un moho mucilaginoso, un ser con un ciclo de vida que no es animal ni vegetal. Su objetivo es extenderse, y cada vez que la mutilan está más cerca de lograrlo.

De esa primera época creativa, Abe destacaba a otro personaje femenino que muestra una obsesión distinta a la de Tomie. Esta vertiente obsesiva de algunos de sus protagonistas es otra característica de bastantes obras de Ito. Si Tomie estaba totalmente convencida de ser irresistible, a la protagonista de La ladrona de caras le pasaba lo mismo con la belleza de las demás. Al no tener rostro propio, Kamei trata de imitar los rasgos de las chicas que le gustan, hasta alcanzar un clímax en el que sus compañeros de clase cubren sus caras con máscaras y el rostro de Kamei se desdibuja mediante una mezcla imposible.

Ese terror sensorial basado en el aspecto de la piel de los personajes y sus cambios más o menos llamativos aparece en varios trabajos más, pero esta importancia de los diferentes sentidos en su obra seguirá ligado mayoritariamente a otros personajes femeninos. En Gyo, el olor (desagradable, por supuesto) tiene una importancia capital, y es Kaori quien carga con esa sensación en buena parte de la obra. Kaori y su novio Tadashi comienzan unas vacaciones en Okinawa cuando un incidente se convierte en el pistoletazo de salida de una obsesión que comenzará siendo individual de la chica, para finalmente extenderse a todo el mundo. Los peces parecen querer salir del mar para poblar la tierra, contando todos con unas extrañas patas artificiales que les propulsan. El problema es que esos peces están, en su mayoría, muertos y descomponiéndose. Aunque en un primer momento se apunta a este proceso como el originario del nauseabundo aroma, posteriores revelaciones señalan a unas bacterias muy especiales, que formaron parte de unos experimentos secretos del ejército japonés y que ahora parecen querer colonizarlo todo. La pobre Kaori se siente perseguida por el olor putrefacto, llegando incluso a ser infectada y parasitada por esas bacterias. Un destino cruel para un miedo basado en algo tan trivial como un olor.

El sentido del gusto puede causar terror. Lógicamente, puede estar asociado con una sensación desagradable, que provoque arcadas (como en La chica babosa) pero asimismo no tiene por qué presentar una sensación desagradable, al menos en un primer momento. El horror puede ser dulce, y si no que se lo digan al padre de Tomoki, que asiste en el final de El autobús de los helados a una escena dantesca, en la que su pequeño hijo devora a sus amigos, derretidos tras convertirse en los helados que se comían a diario en un autobús conducido por un hombre aparentemente normal. Ante tal situación, el padre trata de parar a su hijo, cuya cabeza se separa de su cuerpo al comenzar a derretirse de la misma forma que el resto de niños, mientras que el vendedor de helados pregona su llegada mediante uso altavoces.

En el terreno de lo auditivo, el terror bebe mucho de sonidos misteriosos o rumores provenientes de algún rincón más o menos cercano al personaje que lo sufre. En la obra de Ito, puede que su mayor expresión se encuentre en El disco de segunda mano, que se reseñará al final.

Hay otra sensación que destaca en varios de los relatos de Ito, y es la de estar atrapado. Aquí caben varias variantes. Puede ser por una situación de la que no se puede escapar, por un lugar estrecho o sin salida, o por un destino inmutable. Abe elegía en su texto dos relatos cortos del autor que ejemplifican esa sensación de forma especialmente acertada: Los globos de la horca y La ciudad sin calles. Ambas son dos de los más celebrados por sus seguidores, y el primero se haya entre las cinco historias cortas favoritas del propio autor, como se verá posteriormente. Pero ahora lo importante es resaltar que ambos comparten esa forma de mostrar el miedo, aunque desde dos situaciones muy diferentes. La primera obra tiene como inicio el suicidio de una idol en pleno apogeo de su carrera (la idol como personaje que sufre, como luego mostrará en otro de sus mangas largos, Hellstar Remina). Su muerte desata una serie de sucesos tan sobrecogedores como increíbles, centrados en unos inquietantes globos que comienzan a aparecer de la nada para matar a cada vez más personas. Lo impactante es que estos globos tienen la cara de quienes pretenden ahorcar.

La segunda parte de ideas mas sutiles para acabar presentando un escenario agobiante, formado por calles que no llevan a ninguna parte, en la que las casas se superponen unas con otras y en las que la privacidad no existe. Precisamente, esta historia sirvió como inspiración para la ambientación de uno de los juegos de terror más celebrados de la historia: Silent Hill 2. Konami, empresa creadora de este juego, ha mantenido una curiosa relación con Junji Ito, e incluso llegó un momento en el que ambas partes estuvieron a punto de colaboras, aunque fuera de forma indirecta. Hace unos años, la empresa nipona estuvo desarrollando una nueva entrega de la saga Silent Hill, con el celebrado desarrollador de videjuegos Hideo Kojima (padre de la saga Metal Gear) y el director Guillermo del Toro a la cabeza. Un juego que iba a ser conocido como Silent Hills y en que Ito habría ayudado, quizá aportando ideas y algún que otro boceto. Una serie de problemas entre Konami y Kojima dieron al traste con el proyecto y con esa posible colaboración, aunque tanto Kojima como del Toro expresaron posteriormente su admiración por el mangaka y su deseo de trabajar con él en el especial varias veces reseñado.

Hay una última obra que merece una mención especial dentro de este apartado y que no suele estar entre las más mencionadas, tanto por el autor como por sus lectores. Se trata de Queridos ancestros, en la que Shûichi y su novia Lisa son personajes que están atrapados, aunque en lugares diferentes: en la propia mente y en la jerarquía familiar, respectivamente. La presentación muestra al chico acompañando a casa a su novia, que parece desorientada. Al parecer, Lisa no recuerda nada, aunque los médicos no detectan ningún daño cerebral en las pruebas a las que la someten. Shûichi se muestra comprensivo, mientras la chica sufre horribles pesadillas en las que ve una oruga gigante. El novio parece tener mucho interés en recuperar el afecto de Lisa, ya que ambos estaban prometidos antes de que ella perdiera la memoria de forma repentina. Algo extraño le ocurrió, aunque la chica no es capaz de recordar qué fue exactamente.

Finalmente, la agonía y muerte del padre de Shûichi revelan el motivo de la amnesia de la chica, una horrible visión que vuelve a repetirse: la parte superior del cráneo del hombre muestra un agregado formado por los cráneos de todos sus ancestros, con sus respectivos cueros cabelludos y sus cerebros. Todos ellos se entrelazan para seguir viviendo en los cuerpos de sus descendientes, siendo Shûichi el siguiente que debe recibir esa herencia, y que además tiene el deber de perpetuar su familia para mantener esa aparente y repugnante inmortalidad de sus antepasados. Anteriormente, Lisa vio por casualidad la imagen de esos cráneos separándose poco a poco de su anterior huésped, lo que la dejó impactada. Ahora, ve como esos cráneos se unen al de su prometido, que la persigue por toda la casa mientras las voces de todas esas generaciones pasadas le instan a que se quede en la casa y se case con Shûichi para poder tener hijos. El final de esta historia, tan típico de ese “terror estilo Ito”, parece quedar a medias intencionadamente: Lisa vuelve a quedar sin memoria, dentro de la casa del novio, que todavía parece una enorme oruga.

Los cinco relatos terroríficos seleccionados por el autor

En el especial de 2017, Ito seleccionó sus cinco obras favoritas de las publicadas hasta entonces. La primera de ellas fue El disco de segunda mano, que apareció por primera vez en el número de diciembre de 1990 de Gekkan Halloween. “¡Lalalá! ¡Dubidubá!”. La melodía que se oye en un disco de vinilo sin portada ni nombre comienza de repente, sin acompañamientos, y acaba con la voz de la cantante apagándose poco a poco, como si se quedara sin fuerzas. La historia se desarrolla en torno a la obsesión por poseer ese vinilo, que lleva a los distintos personajes a robarlo, perseguir a su portador o directamente asesinarlo. El Scat de Paula Bell, inmortalizado una vez que la cantante ya había muerto y yacía frente a uno de los micrófonos del estudio donde se disponía a grabar, provoca una espiral obsesiva que parece partir de una suerte de maldición impulsada por esta canción fantasmal.

La segunda ya ha aparecido en este texto, y se trata de Los globos de la horca, publicada por primera vez en enero de 1994 en su revista de cabecera durante años. El escenario es tan surrealista que no tiene explicación, aunque el propio autor explorase un poco más ese planteamiento en una continuación que apareció en el especial por los treinta años de su carrera. En este relato, al igual que en otros como Black Paradox o El muerto enfermo de amor, subyace el profundo miedo que Ito siente por la idea del doppelgänger, un reverso de uno mismo que quizá le devuelva una imagen que no le gustaría ver o conocer. Si, además, ese doppelgänger se convierte en algo más que un presagio y asegura una muerte violenta a quien se encuentra con él, se estará asistiendo a un ejercicio inclasificable.

La tercera historia destacada por Junji Ito es Sueños largos, una de las que más poso moral y filosófico tiene tras de sí, a pesar de tener un componente aparentemente material. Una chica ingresada en un hospital con un miedo atroz a morir asiste a la aparición de una persona de aspecto demacrado a la que llama “la parca”. Esa persona no es ningún ser sobrenatural, sino un paciente que tiene una dolencia especial. El Dr. Kuroda es quien presenta tanto a uno de sus colegas como a todos los lectores el cazo de Mukoda Tetsurou, una persona que lleva ingresada e aquel ligar un par de meses y que asegura sufrir sueños cada vez más largos, a pesar de que sis ciclos de sueño parecen totalmente normales. Subjetivamente, Mukoda dice sentir que duran cada vez más, temiendo que uno de ellos pueda ser eterno, con lo que jamás volvería a despertar. Los efectos de la misteriosa enfermedad de Mukoda se reflejan en su físico, su lenguaje y su memoria, cada vez más afectados. Un último sueño, velado por el doctor, acaba con el paciente esfumándose, dejando tras de sí cenizas y unos extraños cristales que tenía en el cerebro. Estos cristales serán usados por el doctor Kuroda, devenido en “mad doctor” – como lo es Koyanagi en Gyo – en un experimento para buscar la inmortalidad a través de los sueños.

Esta historia nació en la época de estudiante del autor, cuando escribió un microcuento en el cual había una máquina que provocaba sueños eternos a personas moribundas. El instante que duraba ese sueño era percibido como eterno para quien fuese conectado a dicha creación. Un planteamiento de ciencia ficción que Ito cambió para darle su toque personal.

La siguiente en la lista de favoritas es El misterio de la falla de Amigara, que apareció en el año 2.000 y que en España puede leerse en la versión integral de Gyo. Un terremoto saca a la luz una falla en la que hay muchísimos agujeros con forma humana. Miles de curiosos se acercan al lugar, en el que las autoridades tratan de sacar algo en claro con escaso éxito. Ohwaki, el protagonista, asiste como uno más de esos turistas y es testigo de un espectáculo ilógico. Al parecer, cada agujero tiene unas medidas diferentes, perfectas para que encaje determinado individuo. Cada persona que ha viajado hasta el epicentro del terremoto busca su propio agujero, y muchos se introducen en ellos para no volver. Es como una llamada que no puede ser ignorada. El agujero con forma humana es una frontera entre dos lados, aunque deja una sensación muy física, tal como se muestra al final de la historia.

La última obra elegida por Ito es El muerto enfermo de amor, que es autoconclusiva, aunque de una extensión mayor que todos sus Relatos terroríficos. Quizá su mayor diferencia respecto a estas otras historias es que aquí sí hay clímax, y además es positivo. Se presentan dos elementos fundamentales: un cruce de caminos y una predicción ofrecida por un misterioso personaje, muy similar físicamente a Ryusuke Fukada, el chico que se envuelto en una investigación que trata de parar la ola de muerte que se cierne sobre todas aquellas chicas y mujeres que se adentran en el callejón a pedir consejo al “chico guapo del cruce”. Esta extraña aparición, a medio camino entre el oráculo y el fantasma, lanza mensajes crueles a sus víctimas, que presas de la desesperación deciden acabas con sus vidas. En su pugna contra ese doppelgänger, Fukada se convierte en otro oráculo, aunque esta vez positivo, que trata de contrarrestar la fatal influencia de esa sombra que parece salir de la nada.

Se podrían citar muchas más. Quizá los lectores de Ito que lean estos párrafos habrían elegido otras, o quienes se acerquen en el futuro al nipón hagan lo propio y elaboren sus propias listas. Si tienen interés por el universo creado por el mangaka, desde aquí se recomienda la lectura de sus tomos recopilatorios, o el anime Junji Ito Collection, emitido en 2018 y que recoge, en formato episódico, algunas de sus creaciones más influyentes. La trayectoria de Ito más allá del mundo del manga también puede ser seguida, tanto en cine como en el propio anime o el arte, ya que se han hecho exposiciones sobre sus obras. La sombra de Ito es cada vez más alargada, y ha llegado a buena parte del mundo. Aunque, como el mismo autor ha confesado temer alguna vez, esa sombra sea un reverso tenebroso, como ese chico guapo del cruce.

Fuentes:

Ito, Junji: Relatos terroríficos volumen 6, ECC Ediciones, 2011.

Relatos terroríficos volumen 7, ECC Ediciones, 2011.

Relatos terroríficos volumen 10, ECC Ediciones, 2011.

Relatos terroríficos volumen 14, ECC Ediciones, 2011.

Gyo, edición integral, ECC Ediciones, 2019.

El muerto enfermo de amor, ECC Ediciones, 2016.

VV.AA. Junji Ito: estudio desde el abismo del terror, ECC Ediciones, 2020.

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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