Mi querido Robinson: el relato que de una leyenda me hizo usted fue la semilla de la presente novela. Por ello, y por la ayuda que me ha prestado en las cuestiones de detalle, le doy infinitas gracias. Muy sinceramente suyo. A. Conan Doyle.
Estas palabras aparentemente llenas de agradecimiento aparecieron en la dedicatoria de la primera edición de El Perro de los Baskerville, publicada en The Strand Magazine entre 1901 y 1902. Con esta nueva obra, el padre del inmortal Sherlock Holmes hacía su regreso triunfal a la escena literaria, después de que años antes, concretamente en 1893, decidiera acabar con su creación tras hacer morir al detective mientras perseguía a su archienemigo, el profesor Moriarty. Habían pasado ocho años desde entonces. Años en los que la desgana y la falta de ideas llenaron los días del autor, que no paraba de recibir peticiones de miles de lectores que le rogaban que resucitara al drogadicto, impasible y genial Holmes.
Su dedicatoria estaba dirigida a Bertram Fletcher Robinson, escritor y periodista que murió – siempre según la crónica oficial – el 21 de enero de 1907, presa de fiebres tifoideas. Acabo de recalcar aquello de “crónica oficial”, pues hay quien opina que hay algo turbio tras las palabras de Doyle hacia Robinson. Estas sospechas fueron lanzadas en el año 2000 por el psicólogo jubilado Rodger Garrick-Steele, quien en su obra La casa de los Baskerville lanzó una dura acusación hacia Conan Doyle.
Aquí tienen a Arthur Conan Doyle, que ha llegado a ser acusado de plagio y asesinato.
Según Garrick-Steele, Robinson había escrito hacia 1900 un manuscrito que jamás llegó a publicar, titulado Una aventura en Dartmoor, cuyo argumento fue plagiado descaradamente por Doyle cuando se enteró por boca de su propio amigo. Tras tener una aventura con la mujer de Robinson, Conan Doyle decidió dar el último paso: Matar a su amigo para que jamás se desvelase la verdad tras el regreso de Sherlock. Esta es, a grandes rasgos, la tesis de Garrick-Steele, quien no dudó a la hora de tratar de menoscabar la figura de Conan Doyle, a pesar de ser uno de los autores más admirados y queridos de los dos últimos siglos.
Pero detengámonos un momento. ¿Por qué este psicólogo lanzaría una acusación tan grave? Según sus propias palabras, había pasado once años de su vida investigando esta posibilidad tan atrevida. Su objetivo último era poder exhumar el cuerpo de Robinson para buscar pistas sobre el motivo de su muerte. Para ello, trató de vender su idea a unos estudios de cine de Hollywood para obtener los fondos necesarios. Sus pesquisas le llevaron a la conclusión de que Conan Doyle era amigo íntimo del matrimonio de Robinson y su mujer Gladys. El matrimonio tenía una acogedora casa en Park Hill, en el condado de Devon, lugar al que había invitado a nuestro protagonista en varias ocasiones. Desde luego que el creador de Sherlock respondía afirmativamente a las invitaciones, aunque siempre acudía solo. Pero no sean mal pensados, pues había un buen motivo: Louise Hawkins, su esposa, padecía tuberculosis en aquellos años. Por lo tanto, no era extraño ver a Conan Doyle viajar solo.
Con este escenario de fondo se forja el argumento de Garrick-Steele. Conan Doyle oyó hablar de Una aventura en Dartmoor, cuyo argumento tenía que ver con una leyenda sobre un perro fantasmagórico y la maldición de la familia Baskerville. El siguiente paso fue el plagio, y de paso el lío de faldas con Gladys. La última carta del autor de La casa de los Baskerville fue presentar una última evidencia: Harry Baskerville, supuesto chófer y jardinero del matrimonio Roberson, sería la persona que inspiró el título de El Perro de los Baskerville.
Sherlock y Watson volvieron a las andadas con esta nueva aventura. Aquí les vemos persiguiendo al sabueso.
Todavía no hemos indagado en otro asunto sospechoso en la desgraciada historia de Bertram Fletcher Robinson. Al principio indiqué que murió el 21 de enero de 1907, debido a fiebres tifoideas. Garrick-Steele asegura en su libro que Gladys mantenía una actitud muy sospechosa en los días previos a la muerte de su marido, y que continuó con la misma después. Durante su supuesta enfermedad, ningún doctor visitó a Robinson, que al parecer se encontraba bastante enfermo y encamado. Cuando su mujer se digna a llamar a alguno, aseguraba sin ningún tipo de sobresalto que su marido llevaba veintidós días enfermo y que ella misma se encargaba de darle cuidados. Una vez muerto, Gladys aseguraba que su marido había enfermado al comer algún tipo de pescado en mal estado durante una estancia en Francia. Si esto no les parece extraño, quizá lo siguiente consiga sorprenderles. Normalmente, las víctimas de fiebres tifoideas eran incineradas tras su fallecimiento por temor a este mal, ya que el tifus es una enfermedad con una probabilidad bastante alta de contagio directo. Pero en este caso no sucedió así. Según podemos leer en La casa de los Baskerville, el cuerpo de Robinson fue trasladado en tren hasta Devon para su entierro al que, por cierto, no asiste Gladys.
Desde luego nos encontramos ante un caso digno de ser investigado por Sherlock Holmes. Tenemos un cadáver, una relación extramatrimonial y el robo de una idea. ¿Cuál sería el posible motivo de Conan Doyle? ¿El miedo a que Robinson hablara sobre el supuesto plagio? Según Garrick-Steele, Gladys también saldría beneficiada en todo este asunto, ya que así podía deshacerse de un marido al que no quería, haciendo caso de las indicaciones de su amante. Para rizar el rizo, el psicólogo jubilado exhibía fotos de Robinson tomadas, según asegura, en 1906. En ellas, puede verse al periodista en un estado de salud bastante bueno, a pesar de que la fiebre tifoidea debería mermar la misma hasta el punto de dejarse notar en cualquier imagen tomada al afectado. ¿Es esto suficiente para probar la culpabilidad de Conan Doyle?
Así lo creía su acusador, y así se lo hizo saber a Scotlan Yard, que en un principio parecía tomarse en serio la hipótesis. Por desgracia para Garrick-Steele, su investigación parecía estar más llena de imaginación que de pruebas, por lo que su causa está ahora mismo en un punto muerto. Ni se ha exhumado el cadáver de Robinson ni parece que vaya a hacerse en un futuro próximo. A su favor diré que los estudiosos de la obra de Conan Doyle reconocen que El perro de los Baskerville se basó en una idea inicial de Robinson, que trasladó a su amigo Conan Doyle. Pero de ahí a una conspiración que acabó con la muerte del ideólogo hay un gran salto al vacío.
El acusador se agarra a los años de apatía del creador de Sherlock y a la actitud esquiva de la señora Robinson. Aunque, a fin de cuentas, puede tratarse perfectamente de una interpretación de los hechos subjetiva. Por ejemplo, también podríamos decir que la vuelta del detective Holmes se debió a un cúmulo de circunstancias. Los continuos ruegos de sus admiradores, que hacían llegar constantemente cartas a Conan Doyle, la gran idea brindada por Robinson y la innegable fuente de beneficios que se obtendría del retorno de Sherlock de entre los muertos serían motivos de peso para escribir una nueva aventura.
Así que por el momento, y a falta de nuevas pruebas que evidencien lo contrario, Arthur Conan Doyle sigue siendo inocente de la muerte de Bertram Fletcher Robinson. Quizá sea necesario que Watson convenza a Sherlock de la importancia de investigar a fondo este caso. Ojalá pudiéramos asistir a esa conversación en el 221 b de Baker Street, en Londres, mientras la señora Hudson sirve el té.
Fuentes:
- Callejo Cabo, Jesús. Enigmas literarios, Corona Borealis, 2004.
- http://www.independent.co.uk/news/uk/this-britain/was-conan-doyle-a-killer-and-a-thief-698700.html
- http://www.telegraph.co.uk/news/uknews/1494820/Did-Conan-Doyle-poison-his-friend-to-cheat-him-out-of-The-Hound-of-the-Baskervilles.html
- https://www.theguardian.com/books/2001/aug/03/classics.arthurconandoyle