De dónde surge el “rito del sapo bufo”

El archiconocido actor de cine porno Nacho Vidal, así como un empleado y una familiar suya, han sido detenidos por la muerte del prestigioso fotógrafo de moda toledano afincado en Valencia José Luis Abad durante un rito para desintoxicarlo de las drogas mediante la administración de un veneno obtenido del sapo bufo al que denominan la molécula de Dios. La muerte se produjo en julio del año pasado, en la casa de campo que Vidal tiene en Enguera, y el equipo de Policía Judicial de Xàtiva ha precisado meses para probar los hechos y detener al actor y a sus supuestos cómplices.

El texto anterior abre la noticia de Levante-EVM, el medio que ha publicado la exclusiva. Los hechos son los siguientes. La Guardia Civil detenía a Nacho Vidal y a dos supuestos cómplices por el presunto homicidio imprudente de José Luis Abad, un fotógrafo especializado en moda y de relativa celebridad en el sector. Abad había muerto el 28 de julio del pasado año. Supuestamente, lo hizo mientras Vidal y sus colaboradores practicaban el rito del sapo bufo.

La causa oficial del fallecimiento fue el infarto de miocardio. Las extrañas circunstancias que rodearon su deceso movilizaron a sus familiares y a las fuerzas del orden, que iniciaron una larga travesía de once meses tratando de encajar todas las piezas de un puzzle, a la postre, inaudito. Vidal ha tenido que testificar ante un juez acusado de homicidio imprudente. Ha perdido su pasaporte y tendrá que pasar por el juzgado con frecuencia.

Inevitablemente, la historia ha copado la conversación en redes sociales y medios de comunicación. Un actor porno en franca decadencia post-profesional, un oscuro rito chamánico destinado a desenganchar a un fotógrafo de su adicción a las drogas, viajes astrales procedentes del desierto de Sonora, un año de laboriosa investigación policial. La clase de bomba explosiva que sólo la España confinada, eternamente surreal, podría producir. Una que, además, esconde un misterio, un exotismo: el sapo bufo y el ritual místico con el que Nacho Vidal, supuestamente, podría matarte.

Punto número uno: sapo bufo es una descripción muy genérica para una amplia familia de anfibios (bufonidae) entre los que se encuentra el sapo común europeo, el batracio corpulento, achapado y regordete que podemos hallar en nuestros jardines cuando la humedad arrecia. No hay nada demasiado especial en este elemento. Todos ellos (más de diecisiete subespecies) producen, a través de sus glándulas parotoides, un veneno llamado “bufotoxina”. Sucede que el veneno liberado por cada especie de sapo bufo difiere. Uno de los más potentes lo segrega el sapo del desierto sonorense o sapo del río Colorado, cuyo hábitat natural, como su propio nombre indica, se encuentra a mitad de camino entre México y Estados Unidos. Al producir 5-MeO-DMT y bufotenina, el anfibio es capaz de protegerse de sus predadores. Es sabido que puede conducir a serios episodios de parálisis, llegando a la muerte, en perros, gatos y serpientes de cascabel.

Un veneno tan potente sólo puede producir efectos aún más alucinantes una vez consumido por un ser humano (hasta un cuarto hora de viaje). Es la lógica detrás de su inhalación, un procedimiento de conocida peligrosidad (taquicardias, pérdidas del conocimiento) por su componente tóxico. Pero uno preñado de un relato místico durante los últimos años (“la molécula de Dios”, asociada a propiedades afrodisíacas y psicodélicas similares a las de la ayahuasca) que se remonta al inicio de los tiempos y a las culturas milenarias de Mesoamérica. ¿Es así? No. Tres expertos en medicina naturista publicaron una breve pero exhaustiva investigación sobre los orígenes de su consumo.

El origen del “sapo” como elemento asociado a viajes cósmicos y prácticas ancestrales es difuso, pero es posible trazarlo a partir de la publicación de Bufo alvarius: The Psychedelic Toad of the Sonoran Desert, libro donde un tal Albert Most, conocedor de las investigaciones científicas relacionadas con los potenciales efectos de la bufotenina y 5-MeO-DMT, explicaba cómo extraer el veneno de los sapos e inhalarlo posteriormente. En su alucinado panfleto, Most fundaba la “Iglesia del Sapo de la Luz”, sentando las bases de la liturgia esotérica. Fumar bufotenina se convirtió en un sacramento.

Como quiera que obtener aquellos sapos tan específicos (sur de Arizona, norte de Sonora) era complejo, y dada la inherente peligrosidad a su consumo (durante los años siguientes se registraron casos de personas lamiendo directamente las ranas recién extraídas de los ríos, práctica muy poco recomendable), la práctica resultó minoritaria, pero quedó para siempre embadurnada una mística espiritual proveniente de los pueblos precolombinos, en especial entre los círculos new age.

De hecho, la frecuencia de las palabras “bufo alvarius” y “5-MeO-DMT” fue absolutamente minoritaria en las principales publicaciones científicas hasta bien entrado el siglo XX. Sólo a partir de los ochenta, y fruto del incipiente consumo pregonado por Most, y muy en especial a partir de la pasada década, las citas se dispararon. ¿Por qué? Según los autores, por el interés de una organización civil mexicana volcada en proteger la herencia cultural de los pueblos indígenas de Sonora. A partir de 2011, utilizaron al sapo como una herramienta que aglutinara a tribus dispares.

La bufotenina se convertiría así en un escudo para los pueblos indígenas de Sonora, en una tradición inventada que realzaría su imagen y permitiría visibilizar de forma más efectiva su lucha y su particular cultura. En palabras de la propia organización responsable (Fundación OTA.C):

Todo surgió por un viaje sapo, una visión en sapo… (…) Hay ocho tribus aquí en Sonora, muchas de ellas ya no están reconocidas o están desapareciendo. Entonces como que hay una crisis cultural por ser una zona fronteriza… Entonces en eso se basó el proyecto para poder darle una contextualización a ese tema, y poder darle una figura para que de ahí el sapo se pudiera de alguna manera proteger, promover positivamente y poderlo defender (…) Todos [los indígenas] coincidieron en que efectivamente el sapo siempre ha vivido con ellos y que tenían coincidido que alguna vez sus antepasados tuvieron conocimiento del uso del sapo, pero que era un secreto de chamanes, de hombres-medicina, y gente de cierta estirpe que tenía acceso a esa información y no era accesible a cualquier mortal de la tribu.

Era un hilo conductor tenue, no explicitado por parte de las tribus, pero suficiente para atar un relato común sobre su pasado y su legado. ¿En qué consistía aquel “secreto”, aquella “medicina”? No se sabía. Campo abonado para la imaginación. Más aún cuando la Fundación inició una colaboración con un médico (Rettig Hinojosa) para rehabilitar “de la adicción a la metanfetamina a algunos de sus miembros a partir de aplicaciones de OTAC (terapia ocupacional)”. Se trataba de una prueba piloto. Pero que traspasó a los medios como una “práctica ancestral”, atrayendo a miles de curiosos dispuestos a adentrarse en los confines de la sustancia:

Lo de los drogadictos fue un experimento, fue algo fallido en el sentido de que así no va la cosa, así no va el uso, pero ese fue el punto que hizo el boom en el mundo… Muestra mayor sería solamente asomarse a Punta Chueca y ver toda clase de adictos que supuestamente desfilaron por el consultorio del Dr. para curarse, y pues… Se siguen drogando, incluso hasta me tocó ver pipas de metanfetaminas revueltas con sapo.

A partir de ahí el relato en torno a la medicina del sapo escapó totalmente a su control. Lo que comenzó como una forma de canalizar mediáticamente las reivindicaciones culturales y económicas de los indígenas de Sonora se transformó en una tendencia, en un proceso de “apropiación” que lo ha arrastrado a “espacios rituales, terapéuticos y psiconáuticos”. Fumar bufotenina se convertiría en un supuesto marchamo de identidad de supuestos descendientes comca’ac, yaqui o mayos.

La mezcla de unas mitológicas propiedades curativas (sin soporte científico) y de una teórica relación de mayas u olmecas con los sapos introdujo a Vidal en el “rito”. Todo es pura fabulación, el “ritual chamánico” que ha terminado con la vida de Abad sólo se sustenta en la imaginación. Pese a que se puede rastrear cierta presencia cosmológica y mitológica de los batracios en algunas culturas pre-colombinas, “aún existen grandes interrogantes en torno a la relación que pudo haber existido entre las culturas del Desierto de Sonora específicamente con el bufo alvarius utilizado como psicoactivo”.

Tras analizar un amplio volumen de códices precolombinos y escritos de misioneros y conquistadores, los autores del trabajo son claros: “Nuestros resultados demuestran que no existe evidencia literaria sobre la tradición del uso ritual de bufo alvarius (…) Concluimos que los rituales organizados en el último tiempo son producto de una invención. La secreción no tiene propiedades medicinales confirmadas por ningún estudio estándar, así que no es posible considerarlo como un medicamento“.

https://magnet.xataka.com/vida-digital/ritos-chamanicos-propiedades-curativas-donde-surge-rito-sapo-bufo-nacho-vidal

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6761086

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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