El pasado 16 de abril, la NASA eligió a SpaceX para desarrollar, fabricar y operar dos vuelos de una nave Starship especialmente adaptada para aterrizar en la Luna. Blue Origin y Dynetics, los dos competidores de SpaceX en la caza de este contrato público, protestaron a la Oficina de Responsabilidad del Gobierno por la decisión de elegir a un único contratista, pero el contrato de la Starship HLS era de 2900 millones de dólares, la mitad de lo que Blue Origin pedía a la NASA por su aterrizador lunar, así que la decisión fue ratificada.
La NASA anunció el pasado abril que la empresa aeroespacial de Elon Musk había vencido a Blue Origin, de Jeff Bezos, y Dynetics, un contratista de defensa propiedad de Leidos, tras aproximadamente un año de estudios y desarrollos preliminares. SpaceX había recibido 135 millones de dólares para demostrar la viabilidad de la Starship como aterrizador lunar. Blue Origin, parte del “equipo nacional” junto a los fabricantes tradicionales Lockheed Martin, Northrop Grumman y Draper, había recibido 579 millones de dólares para desarrollar el módulo de aterrizaje de dos etapas Blue Moon, basado en las cápsulas Orion y Cygnus. Dynetics había recibido 253 millones de dólares para desarrollar el DHLS, un módulo de aterrizaje de una sola etapa con un diseño horizontal.
A pesar del resultado, y lejos de conformarse, Blue Origin, la empresa aeroespacial de Jeff Bezos, presentó una demanda contra el Gobierno de Estados Unidos ante la Corte Federal de Reclamaciones, lo que volvió a provocar la suspensión del contrato HLS (Human Landing System) entre la NASA y SpaceX.
Ahora ese juicio ha terminado y el juez ha fallado en contra de Blue Origin, a lo que Jeff Bezos ha reaccionado deseando “pleno éxito a la NASA y SpaceX”, mensaje que da a entender que Blue Origin no recurrirá la sentencia. Este giro pone fin a la batalla legal que amenazaba con retrasar el ya de por sí ambicioso programa de regreso a la Luna de la NASA, Artemis.