Viaje estático al mundo planetario: un antecedente de la ciencia-ficción en el siglo XVIII

Lorenzo Hervás y Panduro, pintado por Angelica Kauffman en 1794. Fuente: Public Domain.

Como género literario y cinematográfico, la ciencia-ficción es uno de los grandes referentes culturales en el presente. Pero sus bases se establecieron hace bastante tiempo. De hecho, hay una serie de obras que provienen de siglos atrás. Una de ellas fue escrita por un jesuita, Lorenzo Hervás y Panduro, en pleno siglo XVIII y plantea una cuestión que sigue muy de moda: la posible existencia de vida extraterrestre.

El excelso jesuita no nació con el nombre con el que es conocido hoy, sino como Lorenzo García y Panduro, y vino al mundo en Cuenca, concretamente en Horcajo de Santiago, en mayo de 1735. Lo del cambio de apellido no responde a ninguna circunstancia especial, sino que correspondía al segundo apellido paterno, quizá considerado por Lorenzo como de mayor envergadura. Siendo el tercero y último hijo de sus padres, pronto encaminó sus pasos hacia la carrera eclesiástica, y fue así como topó con la orden jesuita, en la que ingresó con apenas catorce años, en 1749.

Su trayectoria vital fue movida, ya que tras acabar sus estudios – filología y teología en la Complutense, además de cánones, matemáticas y astronomía – y ser nombrado sacerdote, marcha a América para hacer misiones, circunstancia esta última que se pone en duda en ciertas biografías del personaje, como la elaborada por Fermín Caballero en el siglo XIX. Si llevara a cabo su misión en Cuenca o América, lo que debemos saber es que se exilió de España cuando el rey Carlos III decreta la expulsión de los jesuitas el 2 de abril de 1767.

Italia acogió al inteligente jesuita, que pronto medró de manos del Papa Pío VII, que le nombró bibliotecario del Quirinal, plaza que ocupa durante décadas, hasta que puede volver a España en 1799, siendo ya un anciano. A pesar de tener la opción de volver, Lorenzo prefiere morir en Roma, el 24 de agosto de 1809, con 74 años de edad, dejando tras de sí muchísimas obras geniales, entre las cuales se encuentra la que centra nuestro artículo.

Antes de adentrarnos en ella, debe quedar reflejada la verdadera importancia de Hervás y Panduro en el campo de la filología. Escribió un tratado para enseñar castellano escrito y hablado a los sordomudos, fue el primero en componer una gramática de más de cuarenta idiomas, el primero también en advertir semejanzas entre lenguas del Pacífico y América. Por tanto, Lorenzo era poco menos que un genio. Uno olvidado, eso sí, como otros tantos en la historia de España, en esa manía muy nuestra de advertir la grandeza en los demás y obviar la nuestra. Pero no se van a desglosar sus noventa obras, sino la que le convierte en uno de los padres de la ciemcia-ficción: Viaje estático al mundo planetario.

Hermícolas, saturnícolas y otros seres extraños

La trayectoria vital y la obra de Lorenzo Hervás y Panduro hacen de él una de las mentes más privilegiadas del siglo XVIII, tal como aseguran, entre otros, Menéndez y Pelayo, que asegura que « supo más que otro hombre alguno del siglo XVIII y hasta adivinó y creó ciencias nuevas.» No sabía el buen Marcelino hasta qué punto era cierta esa afirmación.

Su época italiana fue la que vio nacer la mayor parte de su obra. Lorenzo contaba ya con 58 años cuando comenzó a redactar un curiosos libro, que cuando vio la luz llevó el título de Viaggio estatico al Mondo planetario, escrita obviamente en italiano. Era el año de 1780 y el escrito en cuestión se convierte en una obra ciertamente extraña si tenemos en cuenta que fue escrita por un jesuita con alma científica moderna, o sea, basada en la experiencia observable y que ya ha dejado de lado – quizá de manera obligada y autoimpuesta – el componente hermético que tuvo en su nacimiento y desarrollo primero. Viaje estático al mundo planetario no llegó a España hasta 1793-1794, cuando fue traducida e impresa en la imprenta de Aznar. Jesús Callejo, en Enigmas literarios, nos indica que el subtítulo de la obra esclarece su contenido. El mismo dice así: «En que observan el mecanismo y los principales fenómenos del Cielo; se indagan sus causas físicas, y se demuestra la existencia de Dios y sus admirables tributos.»

La nave imaginada por Cyrano de Bergerac en la Historia cómica de los Estados del Sol. Fuente: Public Domain.

Los lectores no se enfrentaron a un pequeño opúsculo, sino a una obra magna y muy amplia, pues hablamos de 1300 páginas, divididas en cuatro tomos. En ellos, Hervás y Panduro pone ante los ojos que se atrevan a ojear su trabajo gran cantidad de teorías, gráficos y mapas de un Sistema Solar que, según asegura, podría estar lleno de vida inteligente. No olviden los lectores que nos encontramos aun en el siglo XVIII, bastante años antes de que los grandes padres de la ciencia-ficción – como H.G. Wells, Julio Verne o Mary Shelley – nacieran y posteriormente comenzaran a escribir sus obras, que asentarían un género capital en el mundo moderno. También es cierto que existen obras anteriores, como El otro mundo – dividido en dos, Los Estados e Imperios de la Luna y Historia cómica de los Estados del Sol – de Cyrano de Bergerac, publicadas en 1657 y 1662, o Somnium, de Johannes Kepler, publicada en 1634. Incluso partes de Utopía, de Tomás Moro (1516) podría ser un claro antecedente. Volviendo al jesuita, la introducción de su Viaje estático lo deja claro:

Nuestro viaje estático, compañero mío carísimo, no se hará de un vuelo, sino por jornadas; parándonos en cada uno de los planetas, para observar atentamente en ellos su grandeza, su curso, sus habitadores, si los hubiere, y demás fenómenos dignos de nuestra curiosidad racional.

Su “curiosidad racional” le lleva a visitar el Sol, al que llama Mar inmenso de Luz Viva. También a Mercurio, a cutos habitantes bautiza como “hermícolas”, a los que imagina «más negros que un hollín» y con sangre «tan caliente como un plomo derretido». Lógica descripción, teniendo en cuenta que estaba visitando el planeta más cercano al Sol, donde es imposible que exista vida, según nuestros cánones actuales de conocimiento, lo que no frenaron a Lorenzo en el siglo XVIII. Los hermícolas fueron los primeros, pero cada planeta tenía sus propios habitantes creados por la mente inquieta y racional de Hervás y Panduro. Jovícolas, martícolas, anillícolas o saturnícolas, a los que imaginaba totalmente opuestos a los hermícolas, «como el hielo lo es al fuego».

Al contrario que, por ejemplo, el viaje de Cyrano, el de Lorenzo se hace desde la pura imaginación. Es su labor especulativa la que le lleva a imaginar un viaje dividido en jornadas sucesivas llenas de visitas a planetas habitados. Pero hay una cuestión de fondo que llama la atención. ¿Por qué un jesuita imaginó un Sistema Solar repleto de vida? Más allá de la pura especulación, Hervás y Panduro advierte la posibilidad de que Dios creara diferentes especies en distintas zonas del cosmos como mediadores. Serían, por tanto, seres racionales, nexos entre «las naturalezas angélica y humana».

Ciencia-ficción en el siglo XVIII. Viajes – aunque sean imaginarios – estelares, planetas habitados, y una razón de ser misteriosa. En sus más de 1.000 páginas, Viaje estático al mundo planetario plantea algunas de las bases del género que eclosionó en pleno siglo XX y que sigue vigente, logrando que millones de personas disfruten pero a la vez reflexionen sobre las fantásticas opciones que el futuro puede presentar. Entre ellas, el posible hallazgo de vida extraterrestre. Inteligente o no, ese es otro asunto.

Fuentes:

  • Callejo Cabo, Jesús. Enigmas literarios. Secretos y misterios de la historia de la literatura, Corona Borealis, 2004.
  • Lorca, Javier. De las naves espaciales a los cyborgs. Historia de la ciencia ficción y sus relaciones con las máquinas. Capital Intelectual, 2010.
  • Moreno, Fernando Ángel. Teoría de la literatura de ciencia ficción: Poética y retórica de lo prospectivo. Premio Ignotus y Premio Scifiworld, 2010.

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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