They Live: de la sátira social y la ciencia ficción a la sociedad actual

De vez en cuando, a lo largo de la calle George veía los carteles colgantes con fotografías de los múltiples ojos de los fascinadores y varias órdenes impresas bajo ellos, tales como, “trabaja ocho horas, juega ocho horas, duerme ocho horas” y “cásate y reprodúcete”. Un TV en la ventana de una tienda captó el ojo de George, pero él miraba a otra, a la señal de la hora. Cuando no miraba al fascinador en la pantalla, podía resistir la orden, “sigue sintonizado esta emisora”. Fragmento de Eight o’Clock in the Morning (1963), relato de Ray Nelson que inspiró la película.

No es ningún secreto que el cine tiene el poder de hacer inmortales a algunos personajes y películas, mientras que otros metrajes viven en un injusto olvido durante años o décadas. Más misterioso aún es el mecanismo que convierte a algunas cintas en objeto de culto mucho después de su estreno, además de en reflejo de un panorama social que se presenta con toda su dureza en el futuro. Bajo una pátina de ciencia ficción, de trama sencilla y de sátira, hay obras que esconden mucho más de lo que se ve a simple vista, y They Live (Están vivos, 1988) es la que se va a rescatar en este momento.

Antes de entrar en los vericuetos de la película es necesario echar un vistazo a sus antecedentes. Y el más claro de ellos es el relato breve Eight O’Clock in the Morning (A las 8 en punto de la mañana), escrito por Ray Nelson y presentado por primera vez en la revista The Magazine of Fantasy & Science Fiction en 1963, dentro de una colección de relatos fantásticos. Radell Faraday Nelson sigue vivo en nuestros días, al menos que se tenga noticia, y ha escrito más novelas y relatos dentro de la ciencia ficción, a pesar de seguir siendo reconocido mayoritariamente por servir de inspiración al genial director John Carpenter. Por ejemplo, en The Encyclopedia of Science Fiction, compilada por John Clute por primera vez en 1979, se le menciona como creador de la genial Blake’s Progress, donde el poeta, pintor y místico William Blake es un viajero en el tiempo.

Eight O’Clock in the Morning presenta a un personaje que es objeto de un trance hipnótico durante un espectáculo. Tras despertar, cae en la cuenta de que toda la humanidad ha sido igualmente hipnotizada por una especie extraterrestre, que la domina a su antojo. Ante tal panorama, inicia una carrera frenética para alertar a todas las personas posibles sobre aquella terrible realidad, llevándose por delante a unos cuantos de estos seres (de aspecto reptiliano, para más señas), antes de las ocho de la mañana del día siguiente, momento en el que sus rivales han pronosticado su muerte debido a un paro cardíaco.

El relato de Nelson fue adaptado posteriormente a un cómic titulado Nada, mismo apellido que el protagonista de la película de Carpenter, publicado por Eclipse Comics en la colección Alien Encounter #6 (1986). Estos serían, a grandes rasgos, las fuentes oficiales del director para su obra, pero sigue habiendo polémica al respecto. ¿Por qué? Pues sobre todo debido al gran parecido entre el póster y parte de la trama de la misma con otra historia, esta vez publicada por DC Comics.

La historia en cuestión se titula The Truth Binoculars! (¡Los prismáticos de la verdad!), que apareció en el número 87 de la colección Tales of the Unexpected. Fue escrita por Henry Boltinoff e ilustrada por Jack Sparling, cuya portada es bastante sugerente si la comparamos con el cartel promocional de They Live. Igualmente, la trama tiene sus paralelismos con la película, pues en ella un hombre normal y corriente descubre que sus nuevos prismáticos le permiten ver lo que hay detrás de situaciones aparentemente corrientes, que disimulan manipulaciones y dominio a gran escala. Por si fuera poco, comprueba que hay extraterrestres camuflados como altos cargos políticos. Algo muy parecido a lo que ocurre con las gafas de John Nada en la película. La duda sigue estando vigente, pues Carpenter jamás ha reconocido haber tomado elementos de ese relato, a pesar de los indicios que apuntan a ello.

No sabes nada, John Nada

La premisa de la película es simple: un trabajador ambulante, un trabajo mal pagado y un campamento de refugiados. Este es el escenario inicial en el que se sitúa a John Nadie, interpretado por el mítico Roderic George Toombs, que para los fanáticos del Wrestling siempre será “Rowdy” Roddy Piper, a quien Carpenter dio el papel tras conocerle en Wrestlemania III, donde el que sería protagonista de la película derrotó a Adrian Adonis en una lucha de cabellera contra cabellera, una estipulación clásica sobre todo en México.

A pesar de que muchos – y el propio Carpenter – creían que el papel sería para Kurt Russell, finalmente la actitud ruda de Piper lo llevó a asumir el rol principal, en unos años ochenta en los que los Stallone o Schwarzenegger definieron el cine de acción a base de tiros y explosiones. Muchos criticarían aquella decisión entonces, y algunos lo siguen haciendo ahora, pero la verdad es que Piper logra lo que se le pide, a pesar de su aparente simpleza.

La ciudad de Los Ángeles sirve como telón de fondo para toda la acción. John comienza a trabajar como peón, creyendo que América y sus valores le darán la oportunidad de sobresalir en algún momento. El trabajo duro y constante premia a los soñadores en la tierra de las oportunidades. Un ideal que pronto cae por su propio peso. El vagabundo errante se da cuenta muy pronto de lo ignorante que es. La vida del campamento de refugiados parece girar en torno a la iglesia del lugar, donde se fabrican de forma clandestina unas gafas oscuras. Los allí presentes – predicador ambulante incluido – son aparentemente un grupo de conspiracionistas que aseguran que la sociedad vive alienada por el poder y que nadie salvo ellos son capaces de ver cómo es el mundo realmente. El bueno de John consigue robar unas gafas y pronto “despierta”, un vocablo convertido en consigna que está muy de moda en estos días.

Desde luego, el despertar no es para nada dulce. Todo, absolutamente todo lo relacionado con la publicidad esconde mensajes subliminales, pero que se revelan como verdaderos mantras para todo aquel que use las gafas fabricada – a ver cuándo las patentan – por el misterioso grupo de la iglesia. Los mensajes son claros y concisos. Desde “sigue comprando”, hasta “reprodúcete”, pasando por “trabaja y calla” y “obedece”. Y todo ante la ignorancia de la sociedad, que vive sin percatarse de lo que acontece a su alrededor, presa de un liberalismo atroz.

Pero aún queda una sorpresa más que John observa incrédulo: algunas de las personas que ve a través de las gafas tienen un aspecto espeluznante, cadavérico y extraño. No son quienes aparentan ser, sino seres de otro mundo, que manejan el mundo a su antojo ante la pasividad de la humanidad. El mensaje está claro: ni siquiera el pensamiento es libre. A pesar de que la película parece ir por derroteros diferentes al inicio, con las desigualdades económicas como telón de fondo, el problema principal es la falta de libertad. Una revelación que John intentará transmitir a su compañero Frank Armitage, interpretado por Keith David.

Es en estos momentos cuando el argumento tira de recursos simples. A John no se le ocurre otra cosa que acabar con cuanto humanoide salga a su encuentro, aunque tenga que huir por toda la ciudad. Despertado súbitamente, John trata de hacer lo mismo con Frank, que sin embargo se muestra como un negacionista acérrimo, por lo que el protagonista no tiene más remedio que hacer uso de la fuerza para convencer a su amigo (secuencia con lucha al más puro estilo de Pressing Catch incluida).

Aunando fuerzas, John y Frank se unen al grupo de conspiranoicos para plantear una revolución violenta frente a los invasores – con innovaciones tecnológicas en forma de lentillas para ser capaces de ver quién es quién –, pero no contaban con el poder represor de los dominadores, que están infiltrados en todas partes y controlan todas las esferas del poder. Entre ellas, las fuerzas de seguridad, que acaban con el campamento de refugiados. Tranquilos, que no será este artículo el que destripe el final de la película, por si alguien aún no la ha visto y se anima.

Cierto es que el hacernos mera mercancía de seres extraterrestres parece exagerado, pero no lo es menos que los conspiranoicos pueden tener parte de razón al alegar que se debe “despertar” para ser conscientes de la fuente de ingresos en que la sociedad se ha convertido, tanto en los años ochenta como ahora, momento álgido de la sociedad de consumo. El bueno del sacerdote lo decía a viva voz a todo el que le quisiera oír:

«¡Utilizan su lengua para engañar! ¡El veneno de la serpiente está bajo sus labios! ¡Su boca está llena de amargura y maldiciones! Y en el pasado sólo hubo ruina y miseria… ¡El temor a Dios nunca ha existido para ellos. Se han apoderado de los corazones y de las mentes de nuestros dirigentes… ¡Los ricos y los poderosos les pertenecen! ¡Nos han cegado con la mentira! Nuestro espíritu humano se ha corrompido ¿¡Por qué les rendimos culto!? Porque más allá del límite de nuestra vista se alimentan de nosotros posados sobre nuestros cuerpos desde que nacemos hasta que morimos. Nos tienen controlados, son nuestros dueños, nos poseen. ¡Despertad, están a vuestro alrededor y en vuestro interior!»

El mundo del siglo XXI en 1988

«Están vivos trata sobre yuppies y capitalismo descontrolado. No tiene nada que ver con el control judío del mundo, lo cual es difamación y mentira».

John Carpenter – que, por cierto, escribió el guión de su trabajo bajo el pseudónimo de Frank Armitage, precisamente el compañero de John Nada – tuvo que hacer estas declaraciones para desmentir que la película fuera una alegoría sobre el control sionista, una conspiración que cada cierto tiempo vuelve a los focos mediáticos. Corría el año 2008 cuando una serie de asociaciones neonazis y antisemitas hacían correr el rumor de que Carpenter apuntaba a los judíos como responsables de la alienación del mundo occidental. Estas acusaciones molestaron tanto al director que decidió explicar mediante el tuit antes citado cuál era la idea más destacable de Están vivos.

Esa idea puede trasladarse al presente, sin pretender hacer de Carpenter un visionario que diera en el clavo con el mundo del 2019. Es probable que no quisiera llegar tan lejos, pero sí que pretendía hacer una crítica ácida contra el liberalismo, cuya cabeza visible era un Ronald Reagan cuyas políticas no difieren tanto con las de Donald Trump. El recurso de los extraterrestres que controlan el mundo mediante publicidad subliminal también es sensible de tener otra interpretación cultural actual, como la posverdad. En la película, ellos manipulan las mentes para que los humanos se conformen con trabajar, comprar y reproducirse. Hoy estas proclamas se pueden reducir un poco más, destacando la acción de comprar y quizá el de prestar atención constantemente al universo digital, que absorbe la atención del mundo real.

El mensaje más tremendo que revelan las gafas que se pone John Nada aparece precisamente en los billetes de dólar, y es “este es tu Dios”. Cierto es que muchos sufrieron en la Gran Depresión por la escasez de ese dios, y que muchos están atados irremediablemente a él hoy mismo, casi tanto como a la otra cabeza de ese ente subjetivo: Internet.

Quim Casas, en su monografía sobre Carpenter, dice con acierto que “los seres venidos de otro mundo acceden a la economía con el respaldo explícito de los dirigentes del país”. Según Casas, Están vivos es “un alegato indisimulado contra los excesos del capitalismo y la profunda división que la economía capitalista implica en la sociedad”.

«Yo como del cubo de la basura todo el tiempo. El nombre de este basurero es ideología. La fuerza material de la ideología me impide ver lo que estoy comiendo efectivamente. No sólo estamos esclavizados por la realidad. La tragedia de nuestro dilema en el interior de la ideología es que cuando creemos que escapamos a nuestros sueños en ese momento nos encontramos en la ideología.»(Slavoj Zizek. Documental The pervert’s guide to ideology).

Volvamos a la escena de la lucha entre John y Frank – seis minutos de golpes varios –, en la que el primero trata de convencer al segundo de que se ponga las gafas. Obviamente, la resistencia tiene un por qué, aunque en la película el personaje aluda a su familia y su trabajo. Obviamente, a veces conocer la verdad duele, tanto que puede derrumbar la ilusión o la esperanza. Es un mecanismo psíquico de protección tan natural como contraproducente. El filósofo Byung-Chul da en el clavo cuando habla de un nuevo matiz en el sistema neoliberal en el que vive la sociedad actual:

«El sistema de dominación neoliberal está estructurado de una forma totalmente distinta. El poder estabilizador del sistema ya no es represor, sino seductor, es decir, cautivador. Ya no es tan visible como en el régimen disciplinario. No hay un oponente, un enemigo que oprime la libertad ante el que fuera posible la resistencia. El neoliberalismo convierte al trabajador oprimido en empresario, en empleador de sí mismo. Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en su propia persona. También la lucha de clases se convierte en una lucha interna consigo mismo: el que fracasa se culpa a sí mismo y se avergüenza. Uno se cuestiona a sí mismo, no a la sociedad.»

Aquí no hay disciplina estricta mediante la violencia. El sistema funciona mediante las ansias de realización personal, una continua búsqueda de la felicidad inmediata que convierte a las personas en dependientes emocionales.

Freud establecía cinco tipos de resistencia en Inhibición, síntoma y angustia (1926), tres de las cuales corresponden al yo:la represión, la resistencia de transferencia y el beneficio secundario de la enfermedad.La cuarta es atribuida al ello y se refiere a la acción del inconsciente a través de la compulsión a la repetición y una quinta al superyó a través de la generación del sentimiento de culpa y la necesidad de castigo. En la película, el primer tipo de resistencia que aparece es la que el sujeto abandonado a sí mismo queda enfrentado a su superyó, quien bajo el sentimiento de culpa infringe al yo su propia auto-explotación. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en auto-explotación, más eficaz que la explotación por otros, pues va acompañada de un sentimiento de libertad. Obviamente, falsa libertad, que deviene en las típicas enfermedades mentales de nuestro siglo: ansiedad y depresión.

La segunda resistencia que se observa es la vinculada a la ventaja secundaria: el dolor de renunciar «al sueño» para enfrentarse a la crudeza de lo real. Es la duda de Neo en Matrix a tomar la pastilla azul – Están vivos es considerada una precursora de la trilogía de las hermanas Wachowski – o la resistencia de Frank Armitage a ponerse las gafas.

Renunciar al sueño es el nuevo peligro que presiente el yo… ¿Qué hay más allá? El desierto de lo real, como bien señala Morfeo en Matrix. ¿A qué se refería? Básicamente a lo que hay tras el rostro amable del neoliberalismo, que no es más que el rostro compulsivo de la avidez. Tras el sueño de realidad hallamos un mundo simplemente dominado por una sociedad que se ha tornado a sí misma pura pulsión, con deseos inmediatos de tener más, cuanto antes mejor. Los inversores de Carpenter son hoy los mercados, los grandes bancos, las redes sociales o las grandes empresas tecnológicas, cuya saciedad insaciable de beneficios consume la Tierra. Venden felicidad y libertad, pero exigen atención, tiempo y dinero. Un bucle que se reproduce hasta el infinito y que desplaza del sistema a todos aquellos que buscan vías alternativas.

¿Qué ocurre cuando alguien siente que no se está autorrealizando o se encuentra demasiado inserto en el sistema? Además del vacío existencial y de las enfermedades mentales antes descritas, se siente impotencia y agotamiento. Un agotamiento, de hecho, muy sujeto al ámbito laboral, donde el Síndrome Burnout se multiplica exponencialmente, siendo reconocido como un problema de salud pública y como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud. Nos agotamos como los humanos de Matrix o como las pilas que Morfeo le muestra a Neo.

La película de John Carpenter adelanta el escenario que vivimos hoy, consecuencia de la ola neoliberal que comenzó en los años ochenta en EE.UU. Y Reino Unido y que culminó con una crisis brutal de la que aún nos estamos recuperando. Los que sí que se han recuperado plenamente son los mismos que la provocaron. De hecho, han salido tan bien parados que las doctrinas neoliberales están más afianzadas que nunca. El consumo feroz, la economía basada en la falsa libertad del ahora, del dinero y de la autorrealización.

Una humanidad esclava de sí misma, dormida y dentro de una burbuja que únicamente se resiente cuando el individuo no consigue exactamente lo que quiere, que suele ser muy a menudo, pasando por dolencias de todo tipo debido a ello. Y no hacen falta extraterrestres que nos dominen. La herramienta de dominación definitiva está junto a nosotros, en nuestro bolsillo o nuestra mano, quizá sobre la mesa. Un aparato que nos conecta a todos pero nos ata a una realidad artificial y hecha a la medida de cada cual, basada en visitas y gustos personales.

Fuentes:

  • http://web.archive.org/web/20071211153131/www.geocities.com/Hollywood/Academy/9412/8oclock.html
  • https://en.wikipedia.org/wiki/Ray_Nelson
  • http://raynelson.com/shortstories.html
  • https://lwlies.com/articles/they-live-john-carpenter-television-advertising-satire/
  • https://www.rollingstone.com/movies/movie-news/empire-of-the-sunglasses-how-they-live-took-on-republicans-and-won-173344/
  • https://www.theguardian.com/film/filmblog/2017/jan/09/they-live-john-carpenter-neo-nazis
  • https://www.theringer.com/movies/2018/10/4/17933020/they-live-john-carpenter-america-donald-trump

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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