“The Cleve Cartmill affair”: Deadline y la bomba atómica en 1944

En los años culminantes de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos se hallaba inmerso en el célebre Proyecto Manhattan, que acabaría con la consecución de la bomba atómica y, por tanto, decantaría la contienda a su favor. A pesar de que la historia nos dice que el primer proyectil de este tipo hizo explosión en 1945, la ciencia ficción ya había jugado con ideas similares antes. En una de esas historias, había paralelismos bastantes sospechosos con el artefacto que se estaba desarrollando en Los Álamos, Nuevo México. Su autor y el editor de la revista donde se publicó tuvieron una experiencia desagradable con el gobierno a causa de su publicación.

La carrera armamentística desatada en el periodo de entreguerras y en plena II Guerra Mundial tuvo su punto culminante en 1945, cuando Hiroshima y Nagasaki fueron arrasadas por las primeras bombas atómicas de las que tuvo conocimiento el mundo1. Desde aquel entonces, el hongo provocado por la explosión se convirtió en el símil más contundente de la posible devastación que podría provocar un conflicto nuclear entre dos o más países. El mundo cambió, dando lugar a la Guerra Fría y a un clima de tensión que duró décadas y que tuvo en vilo a millones de personas. Previamente a todo lo anterior, los conocimientos técnicos que podrían hacer posible la construcción de un arma de ese tipo era confidencial, o eso creían las autoridades que estaban inmiscuidas en el Proyecto Manhattan.

La ciencia ficción, que estaba en plena crisis en aquellos momentos debido a la obvia bajada de la demanda provocada por el conflicto, llevaba años insinuando las posibilidades que podría ofrecer la división del átomo2. Entre los argumentos más repetidos en este tipo de literatura, la destrucción, las invasiones o los conflictos bélicos ocupaban un lugar preponderante, y ya desde tiempos de H. G. Wells podían leerse historias, novelas o folletines que se adscribían a ellos. En toda la maraña de publicaciones que aparecerían en la Norteamérica de la primera mitad del siglo XX, Astounding Science Fiction se convirtió en la más respetada, incluso por encima de la primera revista de este tipo, Amazing Stories, fundada por Hugo Gernsback en 1926.

Las páginas de Astounding dieron cabida a los autores más laureados de entonces, como Isaac Asimov, L. Sprague de Camp, Lester del Rey o Robert A. Heinlein. John Wood Campbell se convirtió en su editor en 1937, y fue su labor la que desató la polémica en torno a una publicación que vio la luz en el número de marzo de 1944. Una vez que Estados Unidos entró a formar parte de la Segunda Guerra Mundial a finales de 1941, Campbell perdió a sus escritores estrella, ya que fueron enviados a centros de investigación militar. El editor hubo de confiar el grueso de sus relatos sobre ingenios atómicos a escritores pulp de segunda fila. Fue Cleve Cartmill quien recibió el encargo que a la postre traería muchos dolores de cabeza tanto a él como a su jefe. Deadline vio la luz en el número de marzo de 1944, superando la censura impuesta por el gobierno y presentando especificaciones muy concretas sobre un arma de destrucción masiva que se estaba ensamblando en aquellos mismos momentos en Los Álamos.

Dos hemisferios de hierro fundido, sujetos sobre segmentos anaranjados de aleación de cadmio. Y el fusible, veo que está dentro, es una pequeña lata de cadmio en un soporte de berilio y un pequeño explosivo lo suficientemente potente como para romper las paredes de cadmio. Entonces, corrígeme si me equivoco, el óxido de uranio en polvo se introduce en la cavidad central. El radio dispara neutrones a esta masa, y el U-235 toma el control desde allí. ¿Es así?

La sola mención del U-235 debería haber hecho saltar todas las alarmas de la Oficina de Censura de Estados Unidos, que en tiempos de guerra tenía mucha labor extra. Pero no fue así, y Deadline salió a la luz sin ningún problema. La tranquilidad no duraría mucho tiempo. Tan solo un mes después, ya había informes oficiales que daban testimonio de una investigación que fue difundida en los años ochenta por parte de Albert I. Berger, que publicó un artículo al respecto en el número de septiembre de 1984 de Analog Science Fiction and Fact, heredera directa de la propia Astounding3.

En lo que respecta al argumento de la propia Deadline, este carece de interés, más allá de servir como contexto al propio artefacto nuclear. Básicamente, muestra como dos grupos rivales se enfrentan entre sí en un planeta ficticio. Un ingeniero tiene la misión de desarmar una poderosa bomba fabricada por uno de estos grupos, con un claro corte nazi. Sin incidir mucho más en este aspecto, se puede señalar que Cleve Cartmill recibió más notoriedad por la rumorología desatada tras la investigación gubernamental que por la calidad de su historia. Para conocer más al respecto, los lectores pueden acudir a un artículo complementario aparecido en Phenomena Magazine, que aparecerá en las fuentes al final de este texto4.

La investigación que se resume a continuación está extraída del texto original de Berger, titulado The Astounding investigation: The Manhattan Proyect´s confrontation with science fiction, así como de otras fuentes complementarias, que sin embargo no logran esclarecer el alcance de la polémica con el mismo acierto que el propio Berger. El autor obtuvo la información tras una desclasificación llevada a cabo en abril de 1983, tras una petición realizada por él mismo y aprobada bajo el amparo de la Freedom of Information Act (Ley por la Libertad de la Información o FOIA). La investigación se desarrolló en dos lugares diferentes, California y Nueva York, corriendo a cargo de varios agentes, que trataron de averiguar si Cartmill y Campbell habían accedido a información clasificada del Proyecto Manhattan.

¿Información clasificada?

A priori, las sospechas fueron bastante contundentes. Una lectura superficial de Deadline no arroja suspicacias a un lector actual, pero no ocurría lo mismo en 1944. Hay que matizar que ya en 1939 se había descubierto la fisión nuclear, y desde entonces fueron apareciendo artículos y ensayos científicos que discutían sobre ello. La ciencia ficción también acogió el hallazgo y lo incorporó a su lore. El propio Campbell tenía conocimientos técnicos suficientes para escribir sobre ello, como demostró en un artículo para la revista PIC titulado “¿Es el Polvo de la Muerte el Arma secreta de América?

En el mismo mes de marzo se movilizó al agente del C.I.C5 (Counter Intelligence Corps) Arthur E. Riley para que investigase e interrogase al editor de Astounding. En un primer momento, Campbell asumió la total responsabilidad en cuanto al material técnico aparecido en Deadline. Como antiguo físico del M.I.T., Campbell adujo a que tenía conocimientos al respecto y acceso a material académico público adicional. En lo que se refiere a Cartmill, el editor señaló que únicamente aportó su imaginación para elaborar el argumento.

Riley y sus superiores querían averiguar si Campbell tenía algún chivato dentro del Proyecto Manhattan. Entre los sospechosos, se señaló a Asimov o Heinlein, pero posteriores averiguaciones despejaron las dudas al respecto, ya que ninguno de ellos estaba destinado a nada relacionado con el mismo. También se procedió a investigar a Edgard E. Norton, ingeniero de los laboratorios Bell que había sido visto comiendo junto a Campbell por un informante anónimo. Norton trabajaba en el 463 de West Street, Nueva York, pero tampoco tenía información sensible sobre el desarrollo de la bomba atómica, por lo que esa pista sirvió de poco a Riley. Norton señaló que el parecido entre las especificaciones aparecidas en el relato y las de la bomba podrían ser pura casualidad.

Como parte del acuerdo con las autoridades para que el asunto no tuviese repercusiones legales, Campbell se comprometió a no incluir el relato en ediciones extranjeras de Astounding6, para así evitar que cayera en manos equivocadas. Una edición europea sería más fácil de conseguir por las fuerzas del eje. Esto podría parecer un sinsentido, ya que no es muy complicado que cualquier espía enviase un ejemplar a Alemania. Berger no aclaró más a este respecto.

En paralelo a estas pesquisas, Cartmill fue sometido a un proceso similar en California. El agente especial R. S. Killough, de la oficina del Proyecto Manhattan en Berkeley, fue quien se encargó de investigar a Cartmill y su círculo cercano, incluyendo a su familia. Se comenzó a intervenir su correo personal el 11 de marzo, y desde entonces se fue estrechando el cerco alrededor suyo hasta que dio su versión de los hechos. Como pudo saberse posteriormente, Cartmill reportó que la historia de Deadline era suya al completo, aunque tuvo apoyo técnico de Campbell. Entraron en juego entonces varias personas relacionadas con el autor, que fueron interrogadas sobre su relación con éste. Stewart Hoffman, cartero de su ruta, se ofreció como informante a Killough. Según aseguraría posteriormente este hombre, Cartmill aseguraba que tenía conocimientos generales sobre física, por lo que según él estaba capacitado para elaborar el relato. Además, Cartmill dijo que ya existían relatos parecidos anteriores al suyo, por lo que se dedujo que cualquier lector habitual de ciencia ficción podría estar familiarizado con la energía nuclear. En un principio, Deadline iba a estar ambientada en la Tierra, pero Campbell sugirió que tuviese una ambientación extraterrestre para esquivar la censura.

Como es lógico, ambos agentes sabían que Campbell había avisado a Cartmill de la investigación, pero no parecía que el escritor hubiese fingido ni mentido ante el cartero. A pesar de eso, había una contradicción evidente en ambas versiones, ya que tanto editor como autor se adjudicaban el mérito de sacar adelante el relato. Riley supuso que podría ser porque ambos contaban con material técnico sobre el que trabajar. Un tercer agente, compañero de Killough, de nombre D. L. Johnson, incidió en estas contradicciones en las conversaciones que mantuvo con Cartmill durante el mes de mayo. Como antiguo trabajador de la American Radium Products Company de Los Ángeles, el escritor tenía nociones sobre las propiedades de diversos elementos radiactivos. Tenía interés al respecto y había leído sobre energía atómica y el uranio 235. A pesar de ello, confesó a Johnson que las partes técnicas provenían de Campbell, y podía probarlo.

El día 11 de mayo, Johnson envió un memorándum donde aseguraba que Cartmill mostró dos cartas enviadas por Campbell y otras dos copias de sus contestaciones a las mismas, donde se versaba sobre estas cuestiones. Asimismo, el agente escribió que Cartmill jamás admitiría públicamente que copió palabra por palabra las sugerencias de su editor, por puro orgullo y por proteger su prestigio. Las cartas mencionadas e intercambiadas entre ambos databan de agosto de 1943, y en ellas estaba la prueba irrefutable de que fue Campbell quien dio los detalles sobre la bomba, y que Cartmill se limitó a incluirlas literalmente en su texto. Las contestaciones de Cartmill estaban llenas de preguntas y dudas, queriendo saber cómo podría ser el proceso de construcción de una bomba de ese tipo y si podría explosionar.

El texto, por cierto, se escribió apresuradamente, y ya había cogido forma en septiembre de ese mismo año. Quizá esas prisas afectasen a la calidad del argumento, pero a Campbell le interesaba contar con historias suficientes para rellenar páginas de la revista, apremiando a los autores a terminar sus escritor a la mayor brevedad posible. Ante esa tesitura, Cartmill simplificó diversos detalles que llaman la atención, como su torpe uso de nombres típicamente germanos, a los que sólo alteró el orden de algunas letras. La ambientación, abiertamente similar al conflicto mundial, tampoco ayudó a esquivar a la Oficina de Censura.

En medio de la investigación, Deadline llegó a Los Álamos y Oak Ridge, donde el ingeniero y ocultista Jack Parsons7 trabajaba en aquellos momentos. Parsons se preocupó abiertamente sobre las posibles consecuencias de la aparición de historias como aquella. La rumorología que podría derivarse de estos argumentos podría llamar la atención de la opinión pública, llevando a muchas personas a sospechar de las autoridades y especular sobre la existencia de proyectos secretos como el Proyecto Manhattan. Aquello sería motivo suficiente para temer por la seguridad nacional, según el ingeniero, que no dudó en compartir su preocupación con el coronel John Landsdale, Jefe de Seguridad del Proyecto Manhattan en Washington. El coronel tuvo en cuenta estas apreciaciones, y le envió a Parsons una copia de uno de los memorándums que se escribieron sobre la investigación. Estaba firmado por Jack Lockhart, Asistente de Dirección de la Oficina de Censura, y en el mismo aparecía una de las cartas mostradas por Cartmill, así como el argumento de Deadline y las apreciaciones de Lockhart al respecto. Es curioso que hubiera tantas personas que hablasen sobre una historia aparecida en una publicación especializada en ciencia ficción y pulp, materias que hasta entonces sólo eran debatidas en círculos muy cerrados.

La investigación determinó que todo había sido fruto de la combinación entre conocimiento técnico e imaginación. Era cierto que en aquellos años había información suficiente sobre energía nuclear a disposición de la población, por lo que no era difícil asimilar que apareciesen relatos como Deadline. Tanto Cartmill como Campbell salieron indemnes de todo aquello, aunque fueron advertidos por las autoridades. En los años siguientes, el editor alimentó el mito, a sabiendas de que sus publicaciones saldrían beneficiadas económicamente. Tanto los seguidores de la ciencia ficción como buena parte de las personas que tuvieron noticia del affaire tardarían mucho tiempo en conocer hasta qué punto ambos protagonistas tuvieron mayor o menor peso en el proceso de creación de la historia. Cartmill, al contrario que Campbell, apenas habló al respecto, y se ganaría un nombre entre los escritores del género debido a este incidente, que pasó a formar parte de las grandes leyendas que se comparten en torno a la ciencia ficción. Una fama que no corresponde con la calidad del relato, pero que convierte a Deadline en una curiosidad.

Notas:

1. Desde luego, no fueron esas las primeras bombas en explosionar. Ya el 16 de julio de 1945, la bomba atómica Trinity supuso la primera prueba de artefactos de este tipo en Nuevo México. De acuerdo con una investigación muy reciente de los científicos del Instituto Nacional del Cáncer en EE.UU., publicada en la revista Health Physics, la explosión provocó que muchas personas de Nuevo México tuviera altos niveles de exposición a radiación nuclear.

2. El propio H.G. Wells escribió dos novelas importantes en este ámbito: “La Guerra en el Aire” (1908) y “La Liberación Mundial” (1914). Un relato que hablaba en clave bélica y pretendía mostrar la potencial destrucción futura de la humanidad vio la luz en el número de octubre de 1939, bajo el título de “El Aniquilador de Judson”, firmado por John Beynon Harris. El argumento mostraba cómo las fuerzas inglesas evitaban una invasión aérea de su territorio por parte de una flota enemiga, transportando a la misma a otro momento histórico gracias a una máquina del tiempo. A pesar de ello, el protagonista descubría posteriormente que el mundo acababa hecho cenizas, fuera cual fuese el ganador del conflicto.

3. El índice y los contenidos de dicha revista se pueden buscar en Internet en diversas fuentes. Por ejemplo, en esta de The Internet Speculative Fiction Database http://www.isfdb.org/cgi-bin/pl.cgi?57029.

4. The Encyclopedia of Science Fiction (http://www.sf-encyclopedia.com/entry/cartmill_cleve) resume así el argumento de Deadline y la trayectoria de Cartmill:

Se le recuerda mejor en el campo por una historia famosa (pero atípica), Deadline (Astounding de marzo de 1944), que describía la bomba atómica un año antes de que fuera lanzada: en esta fábula de un futuro cercano, el malvado Sixa (es decir, las fuerzas del Eje) no pueden lanzar la Bomba, y los Seilla (Aliados) se niegan a hacerlo, temiendo con razón su terrible potencial…”

5. El Cuerpo de Contrainteligencia del Ejército de los Estados Unidos fue una agencia de inteligencia de la Segunda Guerra Mundial y principios de la Guerra Fría que constaba de agentes especiales altamente capacitados. Su función fue asumida por el Cuerpo de Inteligencia del Ejército de los Estados Unidos en 1961 y, en 1967, por la Agencia de Inteligencia del Ejército de los Estados Unidos.

6. Atlas Publishing and Distributing Company publicó una edición británica desde agosto de 1939 hasta agosto de 1963, inicialmente en formato pulp, cambiando a digest a partir de noviembre de 1953. Aunque hubo otras ediciones, la única sensible de llegar a “manos enemigas” en aquellos años esta esta aparecida en Reino Unido.

7. John Whiteside Parsons era un personaje tremendamente inteligente, a la par que polémico. Como ocultista, Parsons se interesó por el trabajo del mago británico Aleister Crowley y su religión llamada Thelema e incluso ingresó en una de las organizaciones esotéricas lideradas por éste. Estuvo casado con Helen Northrup, aunque después inició un romance con la hermana de ésta, Sara Northrup, lo que provocó el divorcio. Siendo novio formal de Sara Northrup, conoció al escritor y fundador de la Cienciología L. Ronald Hubbard Eventualmente Hubbard se haría amante de Sara Nothrup, con quien escaparía llevándose una importante suma de dinero de Parsons, que denunció a Hubbard por robo.

Fuentes:

  • Berger, Albert I.: The Astounding Investigation: The Manhattan Project’s Confrontation With Science Fiction, pp. 125-137. Analog Science Fiction and Fact, Nueva York, 1984. [En línea] http://www.gwern.net/docs/1984-berger.pdf
  • Carmill, Cleve: Deadline. Astounding Science Fiction, Vol. XXXIII, No. l, pp. 154-178. Nueva York, 1944. [En línea]. https://archive.org/details/Astounding_v33n01_1944-03_dtsg0318-LennyS/page/n153/mode/2up
  • Rogers, Alva: A Requiem for Astounding, Advent Publishers, Chicago, 1964.
  • https://www.gwern.net/docs/radiance/2002-scholz-radiance#old-legends
  • https://www.nyrsf.com/2017/06/steve-carper-beyond-deadline-three-additional-wwii-atomic-war-stories-and-the-office-of-censorship.html

Acerca de Félix Ruiz

Trabajador Social de formación y apasionado de las temáticas relacionadas con el misterio desde siempre. Redactor de noticias, escritor novel, lector compulsivo y buscador incansable de preguntas que compartir con todo aquel que sea curioso y quiera saber más.

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