Ante las experiencias traumáticas de los regímenes totalitarios del siglo XX, el libro 1984 de George Orwell y su representación del estado tiránico como el represivo y omnipresente Gran Hermano se convirtió en el texto distópico de cabecera que advertía los peligros de lo que podría ocurrir con una mezcla de abuso de poder, tecnología y supresión de la libertad y la información. Ante el primer atisbo de represión, vigilancia y control del Estado se cantaba con alarma el término Gran Hermano. Y si bien ciertamente hay algo de esto actualmente, la distopía que más se acerca a predecir y a darnos herramientas para entender lo que estamos viviendo hoy en día es Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Esto fue previsto con gran claridad por el escritor y analista de medios Neil Postman en 1985 en su libro Amusing Ourselves to Death (Entreteniéndonos Hasta la Muerte).
El sistema esbozado en el texto de Orwell se basa en la censura, la represión de los movimientos de oposición y sobre todo en la anulación de la individualidad, mientras que el de Huxley trata de, en palabras de Andrew Postman (el hijo de Neil), “una burbuja de gratificación instantánea tecnología sedativa y consumo exacerbado”. Mucho más parecido a lo que estamos viviendo en la sociedad occidental de Facebook y Donald Trump. No un control estilo “la bota en la cara” sino algo más parecido a la apatía, la dispersión y al desinterés producido por la distracción y el egoísmo de la cultura del entretenimiento. Como sugiere Neil Postman, en nuestra sociedad no es necesaria la represión de un movimiento político porque la realidad como entretenimiento nos coloca en un estado de pasividad e indolencia e ignorancia que nos hace inofensivos para el sistema. Postman escribió:
“Lo que Orwell temía era que se prohibieran los libros. Lo que Huxley temía era que no hubiera razón para prohibirlos porque nadie querría leer uno. Orwell temía a aquellos que nos privarían de la información. Huxley temía aquellos que nos darían tanto que nos reducirían a la pasividad y al egoísmo. Orwell temía que la verdad sería ocultada de nosotros. Huxley temía que la verdad sería ahogada en un mar de irrelevancia. Orwell temía que nos convertiríamos en una cultura captiva. Huxley temía que nos convertiríamos en una cultura trivial.”
Es difícil decir mejor lo que nos está pasando actualmente de lo que lo hizo Postman hace más de 30 años y, por supuesto, Huxley hace 80. En este solo párrafo está el narcisismo y el hiperindividualismo de la era digital, el mundo de las noticias falsas y de la pos-verdad, la burbuja de los filtros, el infotainment y demás malestares de la cultura de nuestros días, los cuales están zurcidos invisiblemente al tejido de la normalidad.
En su texto Propaganda en una Sociedad Democrática Huxley escribió:
“En lo que respecta a la propaganda, los primeros defensores del alfabetismo universal y de la prensa libre advirtieron sólo dos posibilidades: que la propaganda sea verdad o que sea falsa. No previeron lo que en realidad ha sucedido, sobre todo en nuestras sociedades occidentales capitalistas: el desarrollo de una vasta industria de comunicación masiva, que no lidia ni con lo falso ni con lo verdadero, sino con lo irreal, lo que es casi siempre totalmente irrelevante.”
En su propaganda los dictadores de hoy dependen fundamentalmente de la repetición, supresión y racionalización —la repetición de eslóganes que desean que sean aceptados como verdad, la supresión de hechos que quieren que sean ignorados y la estimulación y racionalización de pasiones que pueden ser usados en el interés del Partido o del Estado. Al tiempo que el arte y la ciencia de la manipulación son mejor entendidas, los dictadores del futuro indudablemente aprenderán a combinar estas técnicas con las distracciones interminables que, en Occidente, amenazan con ahogar en un mar de irrelevancia la propaganda racional esencial para mantener las libertades individuales y la supervivencia de las instituciones democráticas.