El rinoceronte, llamado Sudán, sufría desde hacía tiempo complicaciones en su salud debido a su avanzada edad y cuando su estado se agravó considerablemente, «el equipo veterinario tomó la decisión de practicarle una eutanasia», informó en un comunicado la reserva natural Ol Pejeta de Kenya, donde vivía. Sus músculos y huesos se habían degenerado y su piel presentaba grandes heridas, incluyendo una profunda infección en su pata derecha trasera, por lo que ya no era capaz de ponerse de pie, agregaron.
El animal formaba parte de un ambicioso proyecto para evitar la extinción de la subespecie tras décadas de caza ilegal, con la ayuda de dos hembras que siguen vivas. Una es su hija, Najin, y la otra es la hija de ésta, Fatu. La muerte de Sudán no tendrá repercusión en los esfuerzos por salvar la especie, ya que el foco está ahora en las técnicas de fertilización con esperma almacenado de otros rinocerontes muertos y óvulos extraídos a las dos hembras vivas.
«Fue un gran embajador de su especie y será recordado por el trabajo que hizo para crear conciencia global sobre la situación que viven no solo los rinocerontes, sino también los miles de especies que se enfrentan a la extinción como resultado de una actividad humana insostenible», dijo el CEO de la reserva, Richard Vigne.
La población de rinocerontes blancos del norte se vio muy diezmada en Uganda, República Centroafricana, Sudán y Chad debido a la extensa caza furtiva de las décadas de 1970 y 1980, alentada por la demanda de cuernos de rinoceronte para la medicina tradicional china en Asia y para mangos de puñales en Yemen. En 2008, el rinoceronte blanco del norte se consideró extinguido en estado salvaje. Cuatro rinocerontes fértiles, dos machos y dos hembras, fueron trasladados del zoológico de Dvur Kralove, en la República Checa, a la reserva de Ol Pejeta en Kenya con la esperanza de que unas condiciones similares a las de su hábitat natural les permitiesen dar crías. Sin embargo, y pese a que se les vio apareándose, no hubo ninguna gestación fructuosa.