Temperatura correcta, elementos químicos necesarios, distancia inmejorable con respecto a su estrella… Pero, sobre todo, para estos investigadores, el factor principal para la aparición de la vida en la Tierra fue la suerte, en unas dosis increíblemente grandes. Es por eso que la vida en el planeta ha ido muy lejos en muy poco tiempo. Demasiado lejos en demasiado poco tiempo.
Al fin y al cabo, como señalan los investigadores, ejemplos no nos faltan para certificarlo: no es solo la paradoja de Fermi (¿Cómo es posible que haya una alta probabilidad de que existan otras civilizaciones inteligentes en el universo y no sepamos, aún, absolutamente nada de ellas?), es que en la misma Tierra solo una especie animal ha conseguido desarrollar este tipo de inteligencia superior. Un puñado de ellas, si incluimos los homínidos ya desaparecidos.
Pero los investigadores van más allá y, mirando más atrás en la historia de la vida, llegan a la conclusión de que es más que probable que estemos sufriendo el “sesgo del superviviente”. Es decir, estamos demasiados obsesionados con los sistemas vivos que superaron el “gran proceso de selección” de la vida como para darnos cuenta de que somos una excepción. Una rarísima excepción.
En el informe detallan ejemplos (como el surgimiento de las eucariotas o la aparición de la reproducción sexual) que consideran los momentos estelares de la vida y desarrollan modelos bayesianos para analizar si esas transiciones evolutivas son tan probables como podría parecer. Ellos opinan que no lo son y razones no les faltan. No obstante, y sea como sea, hay una lección más amplia que sacar de todo esto: si de verdad queremos encontrar vida inteligente allá arriba igual debemos dejar de buscar y empezar a ser un poco más creativos.