Una página del libro del Sefer Raziel HaMalach. Fuente: Wikimedia Commons.
Existe una antigua leyenda que narra lo que podría ser la verdadera primera Alianza entre los hombres y los seres celestiales dentro del contexto bíblico. Se trata de un enorme conocimiento, codificado en un zafiro, en la que estaría todo el conocimiento divino, incluso las claves de la Creación. Y hubo un ángel que se lo entregó a Adán, para que ese saber fuera transmitido…
Se habla de Alianza, pues en ella se establece una relación entre dos entes diferentes, siendo uno de ellos humano, y que obtiene la promesa de que esa relación perdurará en el tiempo a través de sus descendientes. Lo vimos con Abraham y su primer pacto con Dios, al igual que posteriormente ocurrió con Moisés y Yahvé al recibir las leyes inscritas en las Tablas de la Ley. Pero se debe indicar que esta ancestral forma de Alianza no se estableció directamente entre la divinidad y el ser humano, sino que fue un ser celestial el que medió.
El conocimiento de la escritura como representación gráfica de un idioma se remonta a miles de años atrás, no habiendo aun un consenso definitivo sobre el asunto, pues se siguen produciendo descubrimientos que parecen retrasar aun más el uso de la misma. Por otra parte, el lenguaje simbólico expresado en pinturas rupestres, por ejemplo, o representaciones de orden religioso y mitológico en ocasiones entorpece estos intentos de datación, pues la línea que separa lo artístico de lo lingüístico a veces es muy fina. Los investigadores toman como punto de partida los símbolos representativos de sistemas contables para uso exclusivamente comercial, que poco a poco fueron evolucionando para dar paso a formas cada vez más complejas que trataban de expresar sonidos o logogramas.
Pero aquí nos topamos con cierto conocimiento escrito, que al parecer surgió antes incluso de la creación del mundo, siendo usado por los seres creados por Dios antes de que se le encendiera la bombilla y creara nuestro mundo. Un buen día, cierto ángel llamado Raziel entendió que debía escribir un libro para el primer ancestro humano que se nos menciona en la Biblia, Adán. Este libro sería conocido como Sefer Raziel HaMalach, El Libro del arcángel Raziel o Liber Razielis, cuya tradición ha llegado a nosotros a través del misticismo judío.
No se trataba de un libro corriente como el que cualquier lector pudiera imaginar, sino que estaba codificado en una piedra de zafiro. Las leyendas sobre él afirman que allí se contenían las leyes primordiales de Dios, legadas a los hombres para que comprendieran mejor su obra. De hecho, en tan maravilloso volumen estaría escrito todo lo que acontecería en el mundo hasta el final de los tiempos. Mariano Fernández Urresti relató la historia de este zafiro maravilloso – que incluso poseía el poder de devolver la vida a los muertos, siempre que fuera en las veinticuatro horas siguientes al deceso – en la que fue su primera novela, El talismán de Raziel.
Las versiones de la leyenda
¿Cómo pudo acceder Raziel a tal conocimiento? Al parecer, era uno de los seres más cercanos a Dios en los momentos previos a la Creación, tanto como para tener acceso a los poderes ocultos que permitieron que ésta se pusiera en marcha y estuviera finalizada en solo una semana. Conocemos lo que sucedió cuando la primera pareja formada por Adán y Eva cayó en la tentación y tomó para sí los frutos del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal. Ambos fueron expulsados del Jardín del Edén y fueron condenados a tener que trabajar para sobrevivir, a sufrir dolores, enfermedades y a morir irremediablemente.
Pues bien, Raziel pareció compadecerse de esta situación, así que le entregó a Adán el zafiro codificado. Según el Zohar, el libro contaba con 1.500 claves ocultas del funcionamiento del mundo que ni siquiera habían sido reveladas a los ángeles. Es por ello que debemos considerar este libro como un verdadero tesoro, quizás uno de los más importantes según el prisma de las religiones abrahámicas, en rivalidad con el Arca de la Alianza.
A partir del momento de la entrega del zafiro a Adán existen diferentes versiones, ninguna de ellas contenidas en el Antiguo Testamento. Una nos cuenta que Adán conservó el libro y que lo leyó con mucho esmero, buscando así la forma de encontrar el camino de regreso al Jardín del Edén y, con ello, la cercanía de Dios en toda su plenitud. Sería la máxima añoranza de muchos millones de creyentes alrededor del mundo. Por no hablar del conocimiento del futuro, otro de los grandes anhelos de la humanidad. Luego lo legó a sus herederos, pero al parecer solo Adán pudo interpretar los códigos contenidos en el libro, gracias sobre todo a las instrucciones de Raziel.
Una de las tradiciones nos cuenta que Adán perdió el libro al pecar continuadamente, cosa que debió llenarle de pesar, pues Dios se apiadó de él y le devolvió el volumen mediante el arcángel Rafael. Tras ello, el regalo de Raziel iría pasando de generación en generación a través de la descendencia de la primera pareja. Adán supo transmitir las líneas maestras de los códigos, que también fueron descifrados por su hijo Set. Pero un día decidió ocultar el libro, por motivos que se escapan a nuestra comprensión. Lo introdujo en un cofre de oro, que luego ocultó en una cueva que posteriormente sería descubierta por Enoc, aquel personaje que se convirtió en uno de los pocos privilegiados que han sido ascendido a los cielos sin pasar por el trance de la muerte. A pesar de tener fama de ser todo un sabio de su tiempo, el hallazgo del fenomenal libro pudo expandir ese conocimiento y hacerle obtener las claves de la Creación. Ello habría ayudado a que finalmente obtuviera un privilegio.
El libro continuó oculto desde aquel momento, hasta que el arcángel Rafael se lo entregó a Noé, quien lo volvió a introducir en un cofre de oro para introducirlo en el Arca una vez que estuvo finalizada, siendo el primer elemento que entró en ella. Cuando le llegó su hora, se lo dio a Sem, para que luego pasara a manos de Abraham. A pesar de que la tradición nos muestra a Rafael instruyendo a Noé, no está claro si ese legado fue transmitido en su totalidad a sus descendientes, aunque se puede rastrear su paso por el mundo hasta los tiempos de Salomón.
Otra variante, muy parecida a la anterior, hace que el libro llegue a Abraham mediante la intercesión de Rafael, quien una vez más ejerce como mensajero divino tras la Caída de los ángeles, cuya versión más famosa aparece curiosamente en el libro de Enoc, uno de los supuestos portadores del libro de Raziel. Esto se narra en el conocido como Apocalipsis de Abraham, un apócrifo perdido del que solo nos ha llegado una versión eslava del siglo I d. C. Entre sus páginas, encontramos a dos seres celestiales que bajan a la tierra en busca de Abraham para llevarle ante la presencia de Dios, que quería hablarle sobre el final de los tiempos, un género que estuvo muy de moda en los primeros tiempos del primitivo cristianismo y que alcanzó gran popularidad e importancia durante el fin del primer milenio de nuestra era, cuando se pensaba que el Apocalipsis era inminente.
Rey Salomón. Obra de Pedro Berruguete, elaborada hacia 1500. Fuente: Wikimedia Commons.
Un conocimiento fragmentado
Si nos hacemos eco de estas leyendas, el misterioso libro se trataría de una reliquia que habría formado parte del cortejo que siguió a Moisés a través del desierto, y que luego conquistó la Tierra Prometida bajo el mando de Josué. Luego llegarían los sabios y profetas, quienes legarían el libro a los Jueces, para finalmente hacerlo llegar hasta los primeros reyes, los del reino unificado. Es decir, a Saúl, David y Salomón, quien al parecer fue el que sacó mayor jugo de sus páginas, pues le sirvieron para adquirir su legendaria sabiduría. Fue el Rey Sabio quien compiló sus siete tratados en un solo volumen, el citado Liber Razielis. En el Reg. lat. 1300 de la Biblioteca Vaticana, un manuscrito de los siglos XV o XVI que es el más completo del Liber Razielis alfonsí, se conserva la estructura en siete partes atribuida a Salomón. Son las siguientes:
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Libro de la clave (fols. 13r. Y ss.)
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Libro del ala (fols. 21r. y ss.)
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Libro de los sahumerios (fols. 37 y ss.)
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Libro de los tiempos (fols. 64 y ss.)
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Libro de la purificación del cuerpo (fols. 87 y ss.)
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Libro de los cielos (fols. 96 y ss.)
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Libro de las imágenes (fols. 139v.-202v.)
En su afán de que sus obras fueran «más conplidas» que las anteriores, Alfonso X completó los libros de Raziel supuestamente compilados por Salomón con otros tratados que desgraciadamente no se conservan en la versión del manuscrito vaticano. La versión castellana del Liber Razielis se ha perdido, pero la autoría de Alfonso X como promotor de este compendio, testimoniada también en manuscritos hebreos tardíos, la confirman los vestigios del Liber Razielis que se hallan en otras obras del scriptorium alfonsí, como son el Libro de astromagia y el Libro de las formas et de las ymágenes.
Luego se pierde la pista, sin tener indicios de la posible ubicación de la reliquia, que ya hemos dicho que no aparece ni en el Antiguo Testamento cristiano ni en la Tánaj judía, siendo una tradición adscrita al misticismo judío y a la Cábala. Estamos, por tanto, ante un mito milenario que tiene tantas repercusiones que ocuparían páginas y páginas. ¿Hasta dónde llega la leyenda?
Fuentes:
Alonso López, Javier. Salomón, entre la realidad y el mito, Oberón, 2004.
Bloom, Harold. Jesús y Yahvé. Los nombres divinos, Taurus, 2006.
http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/alfonso-x-y-el-liber-razielis-imgenes-de-la-magia-astral-juda-en-el-scriptorium-alfons-0/html/0240396e-82b2-11df-acc7-002185ce6064_9.html